Los campesinos de la costa conquistaron sus tierras en los años 70 y las perdieron en los 90. Este es el retrato de las luchas agrarias hecho por el Grupo de Memoria Histórica.
Así como en los últimos años las víctimas, que antes eran invisibles, se han convertido en un grupo social que presiona por su reparación, en los años 70 el país adormecido del Frente Nacional se estremeció con las tomas de tierras que hicieron miles de campesinos que pusieron en evidencia el régimen semifeudal que se vivía en varias zonas. La imagen de una masa de agricultores armados con machetes y palos, que rompía las cercas de los latifundios en Córdoba, Sucre y los Montes de María, parece inolvidable. Aun así, poco se ha dicho sobre qué pasó con esos líderes agrarios, con sus organizaciones y con su contundente consigna de “la tierra pa’l que la trabaja”.
El Grupo de Memoria Histórica ha recabado la historia de la lucha por la tierra en esta región de la costa que, años después, se convirtió en el epicentro de las peores masacres. En su informe, el grupo, bajo la coordinación de Absalón Machado y Donny Meertens, reconstruye cómo ganaron y cómo perdieron la tierra estos campesinos, las políticas de los gobiernos, la disputa violenta por el territorio, las múltiples e invisibles maneras como fueron despojados. Esta es en buena medida la historia de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (Anuc).
“Para mí, la Anuc fue importante porque transformó la mentalidad de muchos campesinos; se convirtió en un instrumento de lucha que de sirvientes de los ricos pasamos a ser propietarios de las tierras”, dice uno de los líderes.
Pocos movimientos sociales han sido tan influyentes como la Anuc. Paradójicamente, esta fue creada por el gobierno de la época como parte del proyecto de una reforma agraria que finalmente se frustró. La Anuc pasaría a la historia por las más de 800 recuperaciones de fincas que promovió. Especialmente latifundios de grandes terratenientes. Esa lucha, que no tenía en principio ninguna influencia de la insurgencia y que era nítidamente autónoma, fue contenida a bala por los terratenientes y las autoridades.
“Cuando lucharon tierras de buena calidad fue precisamente cuando hubo muertos(…)”, dice uno de los testimonios recogidos por Memoria Histórica.
Pero no todo fueron tomas. Impulsados por la lucha, y por los planes de compra y titulación de tierras del Incora, hubo cientos de negociaciones y se creó una estructura de parcelas relativamente grande.
La violencia contra sus líderes, las divisiones políticas y el miedo que estos campesinos radicalizados suscitaron en las élites locales fueron marcando la agonía de su fervorosa lucha. Fue durante el declive de la Anuc que casi todas las guerrillas del país, especialmente el EPL, se instalaron en la región y usaron esta tradición de lucha como plataforma de lanzamiento de su proyecto insurgente.
Según el Grupo de Memoria Histórica, a medida que la Anuc se debilitó, la guerrilla se hizo fuerte, y no al contrario, como se cree. El informe destaca que “la incidencia de los movimientos guerrilleros en las expresiones campesinas organizadas no puede ponerse en duda, aunque se focalizó en ciertas regiones y en contadas personalidades”.
Lo que siguió fue la guerra. La de los insurgentes que sembraron el odio y el terror con el secuestro, la extorsión y los asesinatos. La de los paramilitares que no solo exterminaron a los dirigentes, sino que masacraron a la sociedad civil en las zonas donde años atrás se habían dado las más grandes tomas por la tierra. Luego vino el despojo.
No obstante, el movimiento campesino no ha muerto. Es tan profunda la huella que dejó la Anuc y tan fuerte su impacto político que hoy quienes están al frente de proyectos rurales son hijos de los otrora líderes de la Anuc. Es la misma tradición, pero con los aprendizajes que dejaron las derrotas y la violencia.
Hoy, según muchos estudios, hay municipios de esta región en los que la tenencia de los predios está peor que en aquella época. Fueron tierras ganadas y luego perdidas. Y ahora el país trata de deshacer la madeja para resolveruno de los meollos del conflicto armado en Colombia. Lo triste es que ahora la mayoría de ellos no se reconocen en la vieja imagen del campesino que lucha por la tierra, sino en la de la víctima que fue despojada y pide que le retornen lo que una vez consiguió rompiendo cercas.