La evolución del conflicto armado marcó cambios importantes entre 1981 y 1989, cuando ocurrió la expansión de los grupos paramilitares, y particularmente del Movimiento Muerte a Secuestradores, MAS. Fue, primero que todo, un período en el que cerró su ciclo el Movimiento 19 de Abril, M-19, que había nacido en 1973 pero que selló la paz en 1989. Otras agrupaciones lo harían en 1991 y 1992.
Las Farc y el ELN, por el contrario, vivieron sus momentos de mayor expansión a partir de 1982, la primera, y de 1983, la segunda, después de que realizaron su Séptima Conferencia y la Reunión Nacional de Héroes y Mártires de Anorí, respectivamente. El gráfico muestra que entre mediados de los sesenta y principios de los ochenta las Farc y el ELN, tuvieron un crecimiento lento; a esto hay que agregarle que registraron un escaso cubrimiento territorial. Hacia mediados de los ochenta las dos guerrillas comienzan a crecer en efectivos y a expandirse en el territorio nacional. En 1986 las dos guerrillas mostraron un crecimiento significativo; las Farc prácticamente se triplicaron respecto de 1982, cuando fue su séptima conferencia, y el ELN creció el 900% al pasar de 100 efectivos en 1982 a 1.000 en 1986. A finales de los ochenta ese crecimiento siguió siendo significativo.Gráfica 4
Haga clic sobre la gráfica para ampliarlaLas Farc cerraron en 1982 un ciclo de más de década y media. Entre mediados de los años sesenta y principios de los años ochenta, se habían producido las seis primeras conferencias. La primera tuvo lugar en Ríochiquito, en septiembre de 1964, y las demás en el oriente del país en las regiones del Duda, Guayabero y Pato, entre 1966 y 1978. En lo esencial se constituyó la organización y se determinaron los derroteros. Hay que destacar que en la segunda conferencia se creó un Estado Mayor y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc, propiamente dichas. En la quinta se determinó organizar el Estado Mayor, se creó el Secretariado como organismo permanente y se dictaron normas sobre aspectos financieros. En esta fase las autodefensas del Partido Comunista se transformaron en guerrillas móviles y se crearon los primeros destacamentos.
Entre la segunda mitad de los sesenta y la primera mitad de los setenta, ya se habían dibujado al menos cuatro núcleos de expansión de las FARC. El primer núcleo se dibujó en Meta, Guaviare, Huila, Caquetá, Cundinamarca y occidente del Tolima. El segundo, en el norte del Cauca, el sur del Tolima y el departamento del Valle. El tercero, en el Magdalena Medio, y el cuarto, en el Urabá; el quinto se insinuó a finales de los setenta en el Arauca. A juicio de Marulanda a finales de los setenta ya existían tres frentes, entre ellos uno en El Pato y otro en el Magdalena Medio, al tiempo que ya se había avanzado mucho en el nacimiento del quinto en el Urabá y el sexto en el Valle del Cauca. Por el contrario, en la séptima conferencia firmaron 27 frentes por lo que se puede decir que su expansión fue significativa entre 1978 y 1982.
La séptima conferencia, llevada a cabo en Mayo de 1982 en El Guayabero, en el departamento del Meta, marcó una ruptura. La principal conclusión fue la integración de un ejército revolucionario que desde entonces se denominó Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Ejército del Pueblo, FARC EP. Esta decisión implicó un conjunto de determinaciones que marcaron el desarrollo de la organización por cerca de veinte años, entre las que se destacó un plan militar inmediato. De particular importancia fueron las decisiones de situar el eje del despliegue estratégico en la cordillera oriental y a Bogotá como su centro, así como crear una cadena de no menos de doce frentes que partía desde Uribe y que llegaba hasta la frontera con Venezuela, con lo que también se buscaba dividir la Orinoquia y la Amazonía con el resto del país.
Aparte de las decisiones militares, las de orden financiero tuvieron igualmente una especial trascendencia en la medida que tenían una estrecha relación con las metas de crecimiento y de expansión territorial. Se le asignaron cuotas a cada frente, y se determinó que el trabajo de finanzas debería concentrarse en el gran capital financiero (grandes monopolios, latifundistas) y en los “grandes traficantes en las zonas coqueras o en su defecto decomisarles la mercancía …pero sin que aparezca implicado el movimiento”. Este último elemento se convirtió en un detonante de sus disputas con los grupos paramilitares que fueron especialmente intensas en buena parte de los ochenta.
Los cinco años que siguieron a la séptima conferencia tuvieron gran importancia en torno a temas relacionados con el proceso de paz y la guerra. El Gobierno del Presidente Belisario Betancur (1982 – 1986), creó una comisión de paz en Septiembre de 1982, impulsó en el Congreso de la República una ley de amnistía que se firmó en Noviembre de 1982 y suscribió en el municipio de Uribe, Meta, un acuerdo de paz con las FARC en Mayo de 1984 que contempló un cese al fuego y la creación de una comisión de verificación. No obstante lo anterior, las FARC llevaron a cabo un pleno de la organización en 1985 y diseñaron unos objetivos que no hicieron sino confirmar las conclusiones de la séptima conferencia con lo que ratificó que la búsqueda de la toma del poder por las armas era prioritaria respecto de cualquier posibilidad de llegar a un acuerdo político negociado.
Fue este un contexto que permitió la expansión de agrupaciones paramilitares en el Magdalena Medio, pero así mismo en Córdoba, Urabá, y en el oriente Colombiano, en Meta, Guaviare y aún Putumayo, impulsados así mismo por el narcotráfico.
El Gobierno del Presidente Virgilio Barco (1986 – 1990) le introdujo cambios radicales a la política de paz iniciada en la anterior administración pero al fin de cuentas mantuvo una disposición de encontrarle una salida negociada al conflicto armado. No obstante los esfuerzos por seguir el camino de la negociación bajo nuevas pautas, la tregua acordada desde 1984 se rompió meses después de la iniciación del nuevo gobierno. En el caso de las FARC no se aprecia un incremento sustancial en sus acciones e incluso se ubicaban por debajo de las del ELN, como se aprecia en el gráfico; los contactos armados por iniciativa de la Fuerzas Militares aumentan levemente pero no se aprecia un cambio sustancial.
Gráfico 5
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El crecimiento de las FARC después de la séptima conferencia fue muy rápido. Entre 1984 y 1987 ya habían nacido al menos una docena más de frentes para completar treinta y nueve. Si bien a juicio de muchos el acuerdo de tregua y la ley de amnistía firmados en la administración Betancur incidieron en ese enorme crecimiento, a nuestro parecer jugaron también un papel determinante la decisión de las FARC de crecer militarmente y el enorme peso que paulatinamente fue teniendo el narcotráfico en las finanzas de la organización y que hizo posible cumplir en buena medida con los objetivos planteados en la séptima conferencia. El crecimiento de frentes fue significativo en Meta, Putumayo, Huila, Cundinamarca, Santander, Casanare y Norte de Santander, con énfasis en la cordillera oriental; igualmente Sur de Bolívar, Antioquia (Nordeste, Bajo Cauca, Urabá) y Chocó, con lo que se unió la zona donde estaba el secretariado de las Farc, en el oriente, con el Urabá, una importante salida al mar; también se formaron frentes en la Sierra Nevada de Santa Marta; igualmente en Valle, Cauca, Huila y Tolima<!–[if !supportFootnotes]–>[7]<!–[endif]–>.
En Mayo de 1989 tuvo lugar un pleno, de gran importancia para la organización, pues si bien se atiene a los planteamientos de la séptima conferencia, hace un enorme esfuerzo para aterrizarlos e incluye algunas modificaciones. Uno de los documentos estipula que los elementos políticos (léase la búsqueda de la paz) no son durables y que en consecuencia se tienen que preparar para un enfrentamiento que cada vez más adquiere el perfil de guerra civil<!–[if !supportFootnotes]–>[8]<!–[endif]–>. Nacieron entre 1988 y 1989 cuatro frentes nuevos en el Meta y uno más en la serranía del Perijá, en la cordillera oriental, en la frontera con Venezuela.
Es de notar que en su plan militar adquirieron especial importancia los conceptos de bloque de frentes, columnas y compañías móviles que ya se habían insinuado desde la creación de la organización y habían adquirido relieve en las sexta y séptima conferencias. En esta ocasión, a juicio de uno de los documentos del pleno, la misión de las compañías móviles así como de los bloques de frentes y bloques disponibles era tomarse bases militares y poblaciones y provocar el desplazamiento del Ejército oficial, desgastarlo, desmoralizarlo y paralizar la vida económica del país, siempre en dirección a las ciudades. Se enfatizaba que la acción generalizada de la guerrilla en gran escala obligaría al Ejército a explayarse lo que en consecuencia debilitaría sus posiciones estratégicas<!–[if !supportFootnotes]–>[9]<!–[endif]–>.
Los Bloques de frentes que se consolidaron fueron el oriental en Guaviare, Meta, Cundinamarca, Casanare, Arauca, Vichada, Vaupés y Guainía; el Bloque Sur en Caquetá, Putumayo, occidente de Nariño, Bota Caucana y sur y oriente del Huila; el Bloque Magdalena Medio en Santander, Norte de Santander, sur de Bolívar, Nordeste antioqueño, y parte de Boyacá; el Bloque Norte en Sucre, Bolívar, Magdalena, Atlántico, Guajira y Cesar; el Bloque Nor occidental en Antioquia, Córdoba , norte de Chocó y parte del eje cafetero; el Bloque Central en Tolima, norte y occidente del Huila y Quindío; el Bloque Sur Occidental en Valle, Cauca y Nariño.
En lo que respecta el ELN se pueden identificar tres fases en este momento que estamos analizando: desde su nacimiento a mediados de los sesenta hasta 1973, cuando ocurre la Operación Anorí, llevada a cabo por el Ejército colombiano y que golpeó fuertemente a esta guerrilla; la segunda hasta 1983, cuando ocurrió la Reunión de Héroes y Mártires de Anorí, en 1983, y la tercera hasta 1989, de una significativa expansió
En la primera fase, el ELN se estructuró como un grupo de tipo militar, inscrito en una perspectiva foquista<!–[if !supportFootnotes]–>[10]<!–[endif]–> favorecido por el triunfo de la revolución cubana; la existencia de un movimiento estudiantil relativamente estructurado del que reclutó parte de los primeros cuadros, su nacimiento en una zona liberal con bases campesinas que hicieron parte de las guerrillas liberales, su cercanía con Barrancabermeja con tradición en la organización sindical y popular y el ingreso de Camilo Torres a la guerrilla.
El área de operaciones en su primera etapa alcanzó a comprender parte de los departamentos de Santander, Antioquia y el sur de Bolívar en donde se instalaron pequeños núcleos muy poco coordinados, con algunos enlaces urbanos en Barrancabermeja, Bucaramanga y Bogotá<!–[if !supportFootnotes]–>[11]<!–[endif]–>. Sus golpes eran aislados y experimentaron importantes reveses, como la fallida emboscada en Patio Cemento en donde perdió la vida el sacerdote Camilo Torres, las sucesivas bajas y detenciones de muchos guerrilleros, así como los golpes sufridos por integrantes de las redes urbanas<!–[if !supportFootnotes]–>[12]<!–[endif]–>.
La segunda etapa, que va desde la operación Anorí hasta 1983, cuando se produce una reunión nacional, se caracteriza por una aguda crisis interna y el inicio de un proceso de reorganización del movimiento guerrillero. La crisis no solo se produce por la sucesión de una serie de derrotas, entre las que la de Anorí fue solo una, sino por el hecho de que la mayoría de los integrantes del alto mando en la primera etapa murieron o se distanciaron de la organización<!–[if !supportFootnotes]–>[13]<!–[endif]–>. Las divisiones que se habían dibujado desde el origen mismo del ELN se agudizaron a partir de 1973 y fue así como se delinearon claramente dos corrientes: la guerrerista, menos radical que la de la fase anterior y la denominada del “replanteamiento”, más influenciada por cuadros urbanos con mayor formación política, que defendía la alternativa de integrar la organización armada con los movimientos sociales y sindicales<!–[if !supportFootnotes]–>[14]<!–[endif]–>. Al final obviamente se mantuvo la preponderancia del movimiento armado, pero lo que es cierto es que cada vez más se combinó el trabajo de masas con el componente militar<!–[if !supportFootnotes]–>[15]<!–[endif]–>.
Uno de los principales rasgos de esta segunda etapa es la paulatina crisis de la jefatura única y vertical de Fabio Vásquez Castaño, que defendía una corriente excesivamente militarista<!–[if !supportFootnotes]–>[16]<!–[endif]–>. Un segundo aspecto que caracteriza a esta segunda etapa fue la lenta estructuración de un mando colectivo y centralizado que se supone, tomaba las decisiones democráticamente y que le generaban mejores posibilidades para articular los trabajos político y militar y estructurar una política financiera para toda la organización<!–[if !supportFootnotes]–>[17]<!–[endif]–>. No obstante que se consolidó un mando nacional, la estructura en lo esencial siguió siendo federada.
En términos militares las cosas no cambiaron mucho<!–[if !supportFootnotes]–>[18]<!–[endif]–>. No obstante es en esta segunda etapa cuando se dibuja su expansión a los hoy departamentos de Cesar, Norte de Santander y Arauca, con el propósito de llegar hasta los límites con Venezuela, que servirían de base para el rápido crecimiento que se verifica en la tercera etapa<!–[if !supportFootnotes]–>[19]<!–[endif]–>. En 1976 parte de los integrantes que se movían en el sur de Bolívar se desplazaron a la serranía del Perijá aprovechando el apoyo que tenía el ELN por parte de campesinos migrantes de esas regiones<!–[if !supportFootnotes]–>[20]<!–[endif]–>. De otro lado surge paulatinamente el frente Domingo Laín en Arauca, a partir de un gran movimiento de masas que había organizado la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, ANUC, y que tenía a su haber dos paros cívicos de envergadura<!–[if !supportFootnotes]–>[21]<!–[endif]–>.
La Reunión Nacional de Héroes y Mártires de Anorí que se produjo en 1983 hay que analizarla conjuntamente con una Asamblea Nacional que tuvo lugar en 1986, pues en su conjunto fueron escenarios en los que se tomaron una serie de determinaciones que reforzaron la imagen del ELN como una organización de carácter nacional al tiempo que le asignaron en la práctica un funcionamiento federado<!–[if !supportFootnotes]–>[22]<!–[endif]–>. En cuanto a lo primero, se dio un paso más en la consolidación del proceso de centralización formal que se había iniciado en la segunda etapa pues en 1983 se eligió una dirección colectiva de nueve miembros y se nombró a Manuel Pérez como el responsable políticode la organización, al tiempo que en 1986 se creó el Comando Central, conformado por cinco miembros de la organización a nivel nacional. En lo relativo a lo segundo, hay que considerar la figura de los “Frentes de Guerra” como instancia que articula un conjunto de frentes en una región determinada<!–[if !supportFootnotes]–>[23]<!–[endif]–>, con lo que en el fondo se reforzó en la práctica el carácter federalista del ELN preservando al mismo tiempo su imagen de unidad.
El ELN, que no se había acogido al proceso de paz del Presidente Belisario Betancur, participó en las denominadas Coordinadora Nacional Guerrillera y Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar entre 1985 y principios de los noventa, alianzas entre diferentes guerrillas que surgieron en el marco del deterioro de una salida negociada al conflicto armado pero que a la postre demostraron la existencia de profundas diferencias entre los grupos que las conformaron<!–[if !supportFootnotes]–>[24]<!–[endif]–>.
A finales de 1986 el ELN lanzó la campaña “Despierta Colombia … nos están robando el petróleo” con lo que logró articular en parte el cobro de impuestos a la industria petrolera, el movimiento de masas y el manejo de temas con impacto nacional, aspectos estos que fueron determinantes en su desarrollo futuro<!–[if !supportFootnotes]–>[25]<!–[endif]–>. En 1987 se fusionó con el Movimiento MIR Patria Libre, con lo que logró fortalecer su crecimiento en una zona donde tenía muy poco trabajo político previo.
Entre 1983 y 1986 el crecimiento del ELN fue significativo y en este último año ya contaba con 1.000 hombres. Nacieron cerca de una decena de “frentes guerrilleros”, que se sumaron a los tres existentes, y se conformaron los “frentes de guerra” nor-oriental, norte, nor-occidental y sur-occidental, teniendo como ejes a Bucaramanga, Barranquilla, Medellín y Cali respectivamente. Igualmente se crearon las condiciones para el nacimiento de uno quinto, el central, que se estructuró alrededor de Bogotá en los siguientes años. Entre 1987 y 1990 el crecimiento del ELN fue también vertiginoso pero inferior al ritmo del periodo anterior. Según fuentes oficiales pasó de tener 1.200 hombres en 1987 a 2.300 en 1990 y pasó de 14 a 23 frentes rurales, consolidando de esta manera sus cinco “frentes de guerra”. En los cinco años siguientes el crecimiento siguió siendo importante pues se pasó a 3.000 efectivos en 1995 con 32 frentes.
El crecimiento del ELN entre 1986 y 1989 fue claro en términos de hombres y acciones militares y de sabotaje, tal como se aprecia en los gráficos. Es una etapa de una expansión sin precedentes en un periodo relativamente corto que se registró sobretodo en el norte del país, pero con algunos puntos de apoyo en el centro y el sur occidente con lo que la organización ganó un perfil nacional aunque no por ello perdió su carácter federado. La base de su rápido crecimiento consistió en aplicar una política financiera que privilegió a los sectores energético, minero y agropecuario de los que extrajo excedentes a partir de la extorsión, el secuestro y los robos. Adicionalmente transfirió parte del recaudo de los municipios y departamentos especialmente de aquellos beneficiados por regalías. A diferencia de las FARC no le dio preponderancia al narcotráfico y, al igual que esta, tampoco dependió de otros países para su financiamiento.
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Notas
[1]<!–[endif]–> Ver Arturo Alape. Tirofijo: Los Sueños y las Montañas. Bogotá, Planeta, 1994. p 102. Sobre las autodefensas del Parido Comunista y sobre su transformación en guerrilla móvil, y en general sobre los orígenes de las Farc, ver: Eduardo Pizarro Leóngómez. Las Farc: De la Autodefensa a la Combinación de todas las formas de lucha. Bogotá, Tercer Mundo, 1991.