Guillermo Antonio Ramos Rosso fue asesinado por desconocidos la tarde del jueves de la semana pasada.
Guillermo Antonio Ramos lideró reclamo de tierras a Mancuso. Foto: Archivo particular |
El crimen ocurrió en Volador, vereda del municipio de Tierralta, territorio que hizo parte de la llamada Zona de Ubicación para los diálogos de desmovilización y entrega de armas de las autodefensas.
Ramos, de 47 años, era un ex agente de la Policía que desde hacía cinco años lideraba el proceso de reclamación de más de 1.400 hectáreas de tierra que los ‘paras’ les arrebataron a cerca de 80 familias de la zona.
El 26 de junio del año pasado, la Comisión Nacional de Reparación les entregó títulos de propiedad a 58 familias campesinas, entre ellas a la de Ramos, luego de que Mancuso devolviera el predio dentro del proceso de reparación a sus víctimas.
Familiares del líder desplazado aseguraron que el día de su muerte este regresaba de los predios recuperados en compañía de otra persona en una motocicleta.
En medio de la carretera, a la altura de Volador, un hombre apareció sorpresivamente y le pidió a Ramos que detuviera la moto.
Sin mediar palabra, el desconocido le disparó tres veces.
El compañero de Ramos, de quien se mantiene en reserva su identidad, fue golpeado brutalmente por el asesino.
Sin embargo, otro hombre que apareció de entre la maleza le ordenó que no lo matara. Enseguida huyeron entre los potreros.
El crimen de Ramos Rosso había sido mantenido en secreto, porque según sus familiares recibieron instrucciones de autoridades ligadas al proceso de paz con las autodefensas para que no revelaran el hecho a los medios de comunicación.
La muerte del ex agente de policía se suma a la de Yolanda Izquierdo y a la de Ana Gómez, dos líderes de los desplazados en Córdoba, que reclamaron tierras y fueron asesinados.
Una finca con historia
La finca Costa de Oro, bautizada así por Mancuso, fue hasta 1990 un conjunto de parcelas habitadas por campesinos que cultivaban productos de pancoger y criaban ganado y aves de corral.
Pero a principios de esa década, los paramilitares de Carlos Castaño llegaron a la zona y comenzaron los desplazamientos forzados, según narran las propias víctimas.
El desaparecido jefe paramilitar ordenó al desmovilizado Jesús Ignacio Roldán Pérez, alias ‘Monoleche’, arrebatarles los predios a los labriegos, quienes no tuvieron otra alternativa que huir a otras regiones ante el temor de ser asesinados.
Años más tarde, y con el imperio de las autodefensas, Salvatore Mancuso se apropió de los terrenos y creó una gran finca ganadera.
Ya en el proceso de incorporación a la ley de Justicia y Paz, Mancuso incluyó en el inventario de bienes la devolución de esta finca para reparar a sus víctimas.
Cada uno de los beneficiarios recibió 15 hectáreas de tierra en la que podrían reconstruir sus viviendas y retornar las labores agrícolas.
Sin embargo, muchos de los campesinos no han retornado por el temor a ser objeto de nuevas retaliaciones.
Costa de Oro también se hizo famosa porque el año pasado el Ejército encontró partes de un helicóptero, al parecer estrellado, enterrado en predios de la hacienda.
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Publicado en Eltiempo.com 29/07/09