En entrevista con VerdadAbierta.com, este exparamilitar, acusado de narcotráfico, habló sobre los nexos de la Policía con las autodefensas en las ciudades de Medellín y Bogotá.
“Lo que se dice de Mauricio Santoyo es un juego de muñecas comparado con lo que sé de otros generales de la Policía”, dice Henry de Jesús López Londoño, conocido con los alias de ‘Carlos Mario’ o ‘Mi Sangre’, y quien, como miembro de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), fue responsable de la conformación de estructuras urbanas de esa organización paramilitar en Medellín y Bogotá desde mediados de la década del noventa y comienzos del 2000.
VerdadAbierta.com habló con él en un pequeño salón al lado de su celda en el Complejo Penitenciario Federal I, situado en las afueras de Buenos Aires, Argentina, donde está recluido desde el 30 de octubre de 2012, cuando fue capturado por la Policía Federal de ese país. Siete cámaras de video monitorean su celda de 8 por 3 metros y lo dejan tomar sol una hora al día.
Los controles a su seguridad se desprenden de la valoración que han hecho las autoridades argentinas. El día de la detención de López Londoño, el Secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, aseveró que “hemos capturado al narco criminal más importante del mundo. Jesús López Londoño, es un hombre extremadamente peligroso, no sólo por su historial sino por el tipo de organización que construyó en Colombia y en otros países de Sudamérica”.
Por su parte, en Colombia, las autoridades lo consideran como un capo del narcotráfico ligado a las llamadas ‘Autodefensas Gaitanistas de Colombia’, también conocidas como ‘Los Urabeños’, de quien se dice es su principal financiador. Según el Director de la Policía Nacional, José Roberto León Riaño, en el momento de la captura, “estaba realizando una reunión con integrantes del Cartel de Los Zetas donde alias ‘Mi Sangre’ se había convertido en el mayor proveedor de este cartel del narcotráfico mexicano”.
En el pasado, la revista SEMANA publicó dos informes acerca de los sospechados vínculos de López Londoño con organizaciones trasnacionales del narcotráfico y sus relaciones con congresistas como Ciro Ramírez, del Partido Conservador, condenado por sus alianzas con paramilitares.
Desde el 18 de abril de 2012, pesa sobre la cabeza de López Londoño una solicitud de detención con fines de extradición a Estados Unidos que ya fue enviada al gobierno de Argentina, pues de acuerdo con informes de inteligencia de agencias antidrogas se tenía conocimiento de su presencia en el país austral. Un fiscal lo acusa de haber conspirado entre octubre de 2006 y febrero de 2012 para enviar a ese país y a destinos centroamericanos por lo menos 1,200 kilos de cocaína.
Adicional a ello, la Fiscalía 55 Especializada de la Unidad Nacional de Desmovilizados libró el 27 de diciembre de 2012 una orden de captura por el delito de concierto para delinquir agravado sustentada en la falta de voluntad de López Londoño para presentarse y cumplir con el proceso de reinserción propuestos en la Ley 1424 de 2010. En los documentos que soportan esa decisión se observa el informe 505511, firmado por el investigador José Alfredo Bolívar Rojas “por medio del cual se precisa que una vez consultado los sistemas de información variable Bacrim de esta seccional no se encontraron anotaciones de Henry de Jesús López Londoño”.
En un extenso documento que le presentó al juez argentino a cargo de su proceso, López asegura que su historia personal “está llena de secretos, producto de innumerables reuniones, relaciones, interactuaciones y acciones con personas del ámbito público, político, empresarial y de organismos de seguridad del Estado, que sin lugar a ninguna duda se verán afectados penal y públicamente con mis declaraciones. No sería sino éste el motivo que generó de inmediato la inclemente persecución extrajudicial que se desató en mi contra”.
VerdadAbierta.com: ¿Por qué dice usted que es un perseguido político?
Henry López: “Yo sé cosas que provocarían una conmoción nacional”.
VA: ¿Y qué es lo que sabe y sobre quién?
H. L.: Le puedo decir es que es imposible que en Colombia una iniciativa como la de las autodefensas surgiera si no estaba coordinada con la Fuerza Pública. Varias veces he dicho que lo que se dice del exgeneral Mauricio Santoyo (exjefe de seguridad en la Casa de Nariño durante el gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez y condenado en Estados Unidos por sus nexos con el paramilitarismo) es un juego de muñecas en comparación con lo que sé de otros generales. No hablaré de nombres propios para no entorpecer mis procesos y por seguridad mía y de mi familia.
VA: ¿Y cómo se articuló la Fuerza Pública al proyecto de las Auc?
H. L.: La Policía ponía a nuestro servicio las zonas que ellos tenían bajo su control: eran permisivos con nosotros, nos brindaban seguridad, nos avisaban de algún operativo. Ellos estaban pendientes de todo lo que nos ponía en riesgo para alertarnos. Yo me senté con oficiales de la Policía de Medellín y Bogotá. Me senté con gente del Gaula, DIJIN y SIJIN. Varios de ellos ya me conocían del Bloque de Búsqueda en Medellín, cuando perseguíamos a Pablo Escobar.
Se trabajó también con el RIME 5 del Ejército, pero lo mío siempre fue con la policía.
VA: ¿Dice usted que a los uniformados se les pagaba por la ayuda que le brindaban a las Auc en Bogotá?
H. L.: Sí. Yo llevaba la plata en efectivo a restaurantes, apartamentos, a donde me dijeran. En el primer año (2002) me la recibía un capitán, durante los dos años siguientes fueron un capitán y un coronel. Ese pago era religioso y estaba destinado a generales, coroneles y capitales de la Policía. Cada mes, en promedio, se les daba 400 millones de pesos. Esos pagos los hice entre 2002 y 2004. Adicional a ello, se aportaba un dinero a los patrulleros y comandantes de estación, que hacía un hombre del Bloque Centauros conocido como ‘Chamizo’; y había un rubro de 60 millones de pesos mensuales para personal administrativo de la DIJIN que trabajaba en sistemas para borrar cualquier información sobre los jefes paramilitares.
VA: ¿Por qué los pagos se hicieron hasta el año 2004?
H. L.: Todo eso se paró cuando mataron a Miguel Arroyave
VA: A usted se le asigna un papel importante en la estructuración del Frente Capital, una facción paramilitar adscrita al Bloque Centauros de las Auc, comandado por Miguel Arroyave, ¿cómo fue eso?
H.L.: A finales del año 2000 me dice Carlos Castaño que visite a Miguel Arroyave y a Ángel Gaitán Mahecha en la cárcel Modelo de Bogotá, quienes querían llevar las autodefensas a Bogotá. La idea era mostrarles el proyecto de Medellín. Se los expuse, les gustó y, además, recibió el aval de Víctor Carranza. Luego nos sentamos con los jefes de las llamadas ‘oficinas de cobro’ que contaban con capacidad militar y organización. Les brindamos el respaldo de las Auc, las fuerzas de seguridad del Estado y del mismo Carranza, por el respeto que le tenían. Les propusimos repartir las utilidades de sus negocios: la mitad para ellos, con la seguridad de que les daríamos mucho trabajo, y la otra mitad para las autodefensas. Con esa parte se tenía que pagar la nómina, incluida la Policía. A través de reuniones y capacitaciones, así como de formación política y militar en las escuelas de los Llanos Orientales y Urabá, se fue consolidando un grupo de 100 muchachos.
VA: ¿Qué pretendían conseguir con ese frente en una ciudad como Bogotá?
H. L.: Izar nuestra bandera en la capital de la República, hacer presencia política, lograr un posicionamiento. Allá estaban las Farc y nosotros teníamos que estar ahí también.
VA: ¿Y lo lograron?
H. L.: Nosotros pretendíamos hacer lo mismo que logramos en Medellín: dividir la ciudad por cuadrantes, con el fin de asignar responsabilidades militares y políticas, sin embargo no se llegó al nivel de control político y social que tuvimos en Medellín. El problema es que Bogotá es una ciudad de nadie, no hay sentido de pertenencia, un fin de semana la ciudad queda sola porque mucha gente se va.
VA: Algunos excomandantes de las Auc han asegurado que hubo influencia de políticos en la creación del llamado Frente Capital, ¿es eso cierto?
H. L.: No creo que haya una región a donde no hayamos llegado sin el apoyo de los políticos y de la Fuerza Pública. Bogotá no fue la excepción.
Control de Medellín
VA.: ¿Cómo se hizo para controlar a Medellín de la manera que lo hicieron las Auc?
H. L.: Una vez muerto Pablo Escobar, en Medellín y el área metropolitana no mandaba nadie, Entonces ‘Bernardo’ (se refiere a Diego Fernando Murillo Bejarano, alias ‘Don Berna’) comenzó a estructurar la nueva ‘oficina’ teniendo como base a personal activo de la Policía y algunos exagentes de la institución, uno de ellos incluso era el pagador de la nómina de la Policía y me llevan allí, me presentan y comienzo a trabajar con ellos. En ese momento, ‘Bernardo’ no tenía el control social y territorial en el área metropolitana, ni el control de las bandas.
VA.: ¿Qué papel jugó en esa toma paramilitar de la ciudad?
H. L.: Yo inicio un proceso de resolución de conflictos con tres bandas de Robledo Miramar, acompañado con el cura párroco del barrio; hacemos unos pactos de no agresión, logró tener un buen impacto y monseñor Darío Monsalve, de la Pastoral Social, nos pide que extendamos esa experiencia. Este trabajo me atrapa y tomo distancia de ‘Bernardo’. Pero pasó algo muy particular: resulta que Carlos Castaño recibe información de que alguien en las comunas está trabajando con los jóvenes, le entra la sospecha y me manda matar. Comisiona a ‘Evelio’, jefe de la banda ‘La Ramada’, de Bello. Pero él me conocía y me recomienda que me pierda. Yo le digo que no estoy haciendo nada malo y decido dar la cara. Viajé a Urabá a contarles a ‘Bernardo’ y a Carlos Castaño lo que estaba haciendo y, además, les explico que ese trabajo se podía articular a las autodefensas”.
La idea era convencer a los jóvenes de sus posibilidades de liderazgo, pero sin dejar de adoctrinarlos en la guerra contrainsurgente. Ellos me dan el aval e iniciamos el proceso con la banda La Terraza. Entonces Carlos, ‘Bernardo’ y yo planificamos, política y socialmente el trabajo en Medellín, y ellos ponen a disposición de este proyecto todas sus relaciones públicas. Poco a poco nos fuimos haciendo al control de la ciudad y lo extendimos a los municipios de Bello, Itagüí y Envigado. Hasta ese momento, año 1996, las Accu no habían llegado a Medellín.
VA.: ¿Quién sabía de ese doble trabajo de convencimiento?
H. L.: En la Iglesia nadie sabía de ese doble trabajo. En la Alcaldía de Medellín, el único que no sabía de ese proceso de las autodefensas era el asesor de paz y convivencia Luis Guillermo Pardo, porque en la Alcaldía no le tenían confianza.
VA: ¿En Medellín tuvieron apoyo de la Policía?
H. L.: Los policías se sentaban con nosotros con un plano de la ciudad en la mano, para saber qué sectores faltaban por controlar por parte de las autodefensas. Fue así como diseñamos un programa de cuadrículas de la ciudad. Cada sector le fue asignado a una banda y de esa forma se fue controlando la ciudad. Todo en Medellín se sabía: quién habitaba las casas, quién desocupaba, quién llegaba a ocupar. Imagínese que se pudieron hasta elaborar diagnósticos de riesgos para evitar desastres invernales. De esa manera tuvimos en esos procesos por lo menos 7,800 jóvenes.
VA: ¿Cuándo decidieron aplicar ese modelo en Bogotá también recibieron ayuda de algún miembro de la Policía?
H. L.: Altos oficiales de la Policía de Medellín anunciaron nuestra llegada a altos mandos de la capital.
VA: Usted acusa a sectores de la Policía, varios de ellos aún activos, de haberse articulado a las Auc, pero son las investigaciones de esta institución las que dicen que usted es financiador de las llamadas ‘Autodefensas Gaitanistas de Colombia’, también conocidas como la banda de ‘Los Urabeños’.
H. L.: No soy lo que dicen que soy. Yo no tengo ningún proceso en Colombia, salvo el de concierto para delinquir por mi pertenencia a un grupo de autodefensa. Ni siquiera tengo delitos que se ajustan a la Ley 975. ¿Dónde están las pruebas que demuestren que yo seguí delinquiendo?
VA: ¿Si usted es un desmovilizado por qué no se presentó ante los tribunales de Justicia y Paz para hablar de todo lo que sabe?
H. L.: Ha habido toda una persecución contra mí. Como no me pudieron matar, entonces siempre me han alejado de Justicia y Paz, para evitar que no declare. Yo inicié el proceso de reinserción en Puerto Berrío, con 450 hombres. Frank Pearl y Luis Carlos Restrepo me pidieron que me quedara al frente de ese proceso, cuando bien me pude ir para mi casa porque no tenía delitos cobijados por la Ley 975.
Estaba en Puerto Berrío atiendo el llamado del Gobierno Nacional para presentarme bajo la Ley 1424 y contar lo que sé, pero justo antes de eso me dictan orden de captura y me comienzan a señalar como jefe y financiador de ‘Los Urabeños’. Para diciembre de 2011 me habían absuelto de todos los cargos en Colombia y no tengo ninguna orden de captura ni por narcotráfico ni por pertenecer a grupos armados ilegales. Yo no he vuelto a delinquir después del 2005. Para mí el mensaje era muy claro: no te arrimes a declarar. El Ministerio de Defensa considera que yo soy un caso de seguridad nacional, pero no sé con qué pruebas me hacen esas sindicaciones ¿Qué será lo que yo tengo que tanto preocupa al Estado colombiano?
VA: Los cargos contra usted los ha hecho la justicia de Estados Unidos y por eso lo han pedido en extradición…
H. L.: Para los generales en Colombia estoy muerto, saben que ya no existo, pero yo soy terco; si me extraditan a Estados Unidos, mi posición es irme a juicio y defenderme de todas las acusaciones que me hacen. Yo no soy un narcotraficante. Reto al que sea a que me demuestre que yo envié cocaína a ese país. No hay ningún testigo que pueda demostrarlo. Todo lo que me han hecho es un montaje.