“Si en la Mesa hubiera más mujeres la negociación iría más rápido”

      
Por primera vez el tema del género se volvió importante en una negociación de paz en Colombia. Tres mujeres de las Farc hablan sobre su papel en La Habana, sobre su deseo de participar en política,y la violencia contra las mujeres.

subcomision-de-genero-mesa-pazLa Mesa de Conversaciones de La Habana ha recibido tres delegaciones del movimiento de mujeres para escuchar sus propuestas de género. Foto: ficinad el Alto Comisionado.

Las conversaciones de La Habana empezaron sin mujeres. A un lado y otro de la mesa había hombres hablando de terminar la guerra; y tras ellos, unas cuantas mujeres haciendo labores de apoyo técnico, Elena Ambrosi, por el lado del gobierno; y Alexandra Nariño (Tanja) por el lado de las Farc.  La foto de la negociación empezó a parecer incompleta. Impresentable. Y fue así como el gobierno nombró, a finales de 2013 a dos mujeres como plenipotenciarias de su equipo: Nigeria Rentería (quien renunció para presentarse como candidata a la gobernación de Chocó), y Paulina Riveros. Del lado de las Farc, las mujeres fueron llegando, y ocupando posiciones. Hoy son 17 de los 40 delegados que hay en La Habana, una de ellas, Victoria Solano, plenipotenciaria.

Pero más allá de la creciente presencia de las mujeres en la Mesa, lo más interesante es que a finales del año pasado se haya abierto una subcomisión de género que ha tenido tres encuentros con 18 organizaciones que trabajan por los derechos de las mujeres, con enfoque de género, y por la diversidad sexual, y que han dejado sobre la Mesa un bloque de propuestas para ser incluidas en los acuerdos.  “Lo más innovador es la participación que se ha dado a estas organizaciones, usando el modelo que se usó con las víctimas” dice Belén Sanz, representante de Onu Mujeres en Colombia.  Las mujeres dejaron propuestas sobre la Mesa y por eso se creó la subcomisión.

Algo nuevo para las Farc
“Yira Castro” lleva más de 30 años en las Farc. Asegura que las mujeres son el 40% de esa guerrilla.

Para las mujeres de las Farc, en este caso para Yira Castro, Mireya Andrade y Erika Montero,  esto del género ha sido una experiencia nueva, porque en la montaña no se habla de eso, “a lo mejor porque allá todas somos iguales” dicen.  Las tres tienen varias cosas en común: han pasado más de 20 años con un fusil en las manos; tienen mando en algún frente de las Farc; historias de vida marcadas por la violencia; una gran esperanza en que se alcance un acuerdo; y ganas de hacer política. Sus tareas en Cuba van desde escribir documentos,  hasta manejar las comunicaciones de la guerrilla y hacer algunos segmentos en los programas de radio y televisión.

¿Si esta negociación estuviera en manos de mujeres andaría más rápido? les pregunta VerdadAbierta y ellas responden, sin dudarlo, que sí. “Si hubiera más participación activa, sí, porque las mujeres tenemos más capacidad de persuasión, somos organizadas, decididas, y muy ejecutivas” reafirma Yira Castro.

Castro es locuaz, directa, y critica sin piedad a los medios de comunicación en el noticiero que cada domingo saca la delegación de las Farc por internet. Ha pasado 32 años de su vida en la insurgencia. Ingresó a los 14 años, cuando sus padres, militantes comunistas, tuvieron que huir de su pueblo, la familia se dispersó, y ella quedó rodando de casa en casa. Reconoce que cuando ingresó, lo hizo forzada por las circunstancias, pero luego fue afianzando su decisión de ser guerrillera. “Lo que pasa es que esta vaina se alargó”, dice.

Erika Montero, también es guerrillera, y explica que lo que busca la subcomisión de género, a la que pertenece, es incidir para que los acuerdos reflejen la igualdad de oportunidades que deben tener las mujeres en la paz. Sólo incidir, porque la subcomisión no tiene voz ni voto en la Mesa. Su papel se reduce a presentar propuestas que reflejen el diálogo que han sostenido con las organizaciones de la sociedad civil.

“Erika Montero” hace parte de la subcomisión de género y aspira a participar en política, si se llega a un acuerdo de paz.

Sobre cuáles son los temas cruciales en los que las mujeres quieren tener influencia, Montero no tiene respuesta. “Son muchos” dice. Y aclara que “nosotros no estamos haciendo la revolución en la Mesa. En La Habana estamos buscando es terminar con la confrontación armada, para que nos entendamos a través de la palabra”.  

Sin embargo, pone algunos ejemplos de cómo se está trabajando para que el tema de género se refleje en lo acordado.  “En lo de la tenencia de la tierra,  en el acuerdo se habla de campesino, y debe decir también campesinas, porque la mujer tiene derecho a ser propietaria. Hay viudas, desplazadas, y ellas solas son capaces de producir”.

¿Se toman en serio los negociadores sus propuestas? “No es tan sencillo” responden. “Estamos en una sociedad machista pero da la casualidad de que en las Farc esos espacios se nos han ido abriendo de un tiempo para acá. Se nos ha ampliado la visión”.  

Igual reflexión hacen sobre la participación política, un tema en el que tienen claro interés para el futuro. Montero dice que se sueña participando en el Congreso, debatiendo. “Me veo dando la pelea ideológica con los políticos de Colombia, codeándome con ellos. Porque dado el nivel de corrupción la política sataniza y espanta a mucha gente. Pero las luchas sociales si no se politizan no logran su objetivo. Por eso debemos aspirar a posiciones de poder”.

¿Discutiría con Uribe?  “Claro. También me gustaría discutir con Claudia López, que con diferencias abismales en la parte ideológica, es una mujer interesante, capaz y valiosa”.

Mireya Andrade ya tuvo la experiencia de la política, y no duda en decir que volvería a ella, muy a pesar de que fue una de las víctimas del exterminio de la UP.  “Yo soy del norte del Cauca, y era concejal, y mi esposo, era diputado cuando lo desaparecieron”, poco después ingresó a las Farc.  

Sin reconocer la violencia sexual
“Mireya Andrade” también hace parte de la subcomisión de género. Antes de ingresar a la guerrilla fue concejal.

Sobre la experiencia de encontrarse con otras mujeres, las víctimas, que fueron 36 de las 60 que estuvieron en La Habana, dicen que fue una experiencia dura “porque sufre la madre del soldados, del paramilitar, la del guerrillero”.  Sin embargo, hay un tema que no aceptan ni reconocen: la violencia contra las mujeres en el seno de la guerrilla. “Los medios hacen propaganda negra con eso” dicen.  “No conozco un caso de violación de un camarada a otra camarada o una campesina” dice Castro. “Es imposible que un movimiento sea opresor del 40% de su militancia”, reitera.

Pero la realidad de la que hablan mujeres desmovilizadas y víctimas es otra (ver informe de VerdadAbierta.com aquí). Como lo han demostrado diversos estudios académicos, el aborto inducido, relaciones sexuales con menores, los severos castigos, son no excepcionales sino frecuentes y pocosancionados (ver informe: No Llores por Tanja, Colombia); y en el caso de las víctimas, tal como lo demostró el exhaustivo trabajo de campo hecho por la Ruta Pacífica con su informe La Verdad de las Mujeres, todos los grupos armados, incluidas las Farc, han incurrido en este tipo de violencia, considerada hoy como un crimen de guerra. (Ver informe)

Sobre estos hechos, como sobre muchos otros ocurridos durante el conflicto, las Farc no han hecho un reconocimiento frente al país, especialmente porque muchas de estas actuaciones han sido normalizadas en manuales y códigos de la propia organización. Para las guerrilleras “esto es una comunidad totalmente distinta, con sus propias reglas y costumbres”.  

“No vamos a decir que en una guerra de 50 años no se han cometido errores, pero de ahí a la cantidad de vejámenes que nos endilga hay mucho trecho. Si fuera así usted cree que yo con mi carácter que es fuertecito, ¿me hubiese quedado 32 años recibiendo malos tratos?” riposta Castro.  

Si bien las Farc están aún lejos de reconocer la realidad de la violencia sexual y de género; el mayor esfuerzo de las organizaciones de la sociedad civil, que envían sus propuestas a la subcomisión de género, es que los acuerdos reflejen la necesidad de incluir a las mujeres y las minorías sexuales en todos los puntos pactados, y los que faltan por acordar (ver comunicado comunicado). Y que la paz sea incluyente con ellos y ellas, si es que se llega a un acuerdo final.