“Lo ideal es que surja un frente amplio de izquierda”
Las Farc nunca han dejado de hablar de política ni de reivindicar esas aspiraciones que losllevaron a alzarse en armas hace casi 50 años, aunque muchos colombianos hayan terminado por creer que se volvieron sólo un negocio de secuestro y narcotráfico. Por eso, en medio de la carrera electoral que ya comenzó y tras haber firmado un acuerdo de participación política que incluye el diseño de un Estatuto de Oposición por el que partidos como el Polo Democrático pelearon por años, son conscientes que el tema de la paz marcará la agenda de campaña.
Fuerzas partidarias que le apuestan al proceso en la Habana, como aquellas que nunca estuvieron de acuerdo con que se comenzara (las uribistas en particular), continúan enviando señas a sus electores de lo que prometen en este escenario de conversaciones después del 7 de agosto cuando termina o repite mandato Juan Manuel Santos.
Lo propio hace la guerrilla aunque en palabras de Marcos Calarcá “aún si pudiera participar legalmente en esta contienda no lo haría, porque con ese sistema electoral no hay garantías”.En la Habana causó un fuerte remezón la destitución del alcalde Gustavo Petro por la Procuraduría, pues sostienen que si no toleraron a un hombre que viene de hacer política tanto tiempo, “mucho menos van a tolerar la presencia de las Farc que tienen una agenda más patriótica y antineoliberal”, en palabras de Rubén Zamora.
“Hemos dicho que la reelección no contribuye al proceso, porque el gobierno no está contribuyendo con el proceso, lo ideal para estas elecciones es que surja un frente amplio de izquierda donde puedan converger todas las fuerzas amigas de la paz, independientemente de quién sea el candidato, siempre y cuando abandere el cambio”,insiste Zamora.
El regreso de Aida Abella como candidata de la Unión Patriótica y el fantasma de lo sucedido en los 80 con la persecución a ese movimiento político, así como las acusaciones de que la Marcha Patriótica tiene vínculos con las Farc, hacen parte de debates internos que preocupan a la hora de pensar en un escenario posconflicto.
“A los de la Marcha los están matando y encarcelando acusándolos de tener vínculos con las Farc y no hay ninguno”, apunta Calarcá. “Hay que cambiar ese régimen de acabar con el que piensa distinto porque si no, nosotros entregamos las armas y más temprano que tarde otros la recogen, porque las causas están ahí”.
“Cuando sucedió el genocidio de la UP, yo ya estaba en las Farc, si hubiera continuado mi actividad política sería concejal o parlamentario pero estaría muerto, el ingreso a la guerrilla se volvió un mecanismo fundamental para la conservación de la vida”, dasegura al respecto Andrés París.
El acuerdo parcial alcanzado en noviembre de 2013 busca en esencia que esos escenarios no se repitan: que hayan garantías de seguridad para líderes de organizaciones y movimientos sociales, defensores de derechos humanos y, por supuesto, candidatos. Pero contrario a lo que anhela el presidente Juan Manuel Santos (lo dijo a El País de España), ver a los representantes de las Farc sentados en el Congreso, los delegados coinciden en que quisieran ayudar a la sociedad a fiscalizar a sus gobernantes desde un movimiento político (el escenario natural sería el Partido Comunista) pero no necesariamente desde una curul.
De hecho entre los hombres y mujeres que se desmovilizarían (ningún delegado confirma el número, pero se calcula que está alrededor de las nueve mil personas en armas) es probable que la mayoría ni siquiera han pensado cómo sería seguir su vida como militantes de un partido democrático.
En el tira y afloje de la negociación, los farianos en la Habana desconfían que Santos haya elegido combinar una presión militar con una presión negociadora “para exterminarlos”, y no haya aceptado la propuesta de cese al fuego bilateral.
“Hay que entender que la reincorporación nuestra a la vida política pasa por el cumplimiento de eso que llamamos propuestas mínimas. Nosotros no estamos trayendo la revolución a la mesa pero para Colombia es revolucionario que se le garantice la vida a la gente, eso es un mínimo, pero hoy día seguimos dándonos bala en el monte”, dice Calarcá.
En ese escenario de diálogo al que le falta camino por recorrer, insisten casi al unísono, que se alejan de toda posibilidad de una rendición, entrega o desmovilización que no sea un gran tratado de paz refrendado por una Constituyente.
La guerrilla quiere refrendar el Acuerdo al que se llegue por medio de una Asamblea que sería conformada por 141 integrantes entre los que hayan miembros del Estado, guerrilleros, campesinos, indígenas, afrodescendientes, trabajadores, víctimas, mujeres, estudiantes, comunidades LGTBI, militares retirados y refugiados o exiliados en el exterior. “La Asamblea no es para que debata otra vez los acuerdos de la mesa, sino las cosas que quedaron pendientes”, explica Calarcá.
No obstante la propuesta, que se ha convertido en una bandera de las Farc casi como la de la reforma agraria, es inviable para el gobierno que no ve necesario cambiar la Constitución y que considera que un referendo es suficiente para someter los acuerdos a voluntad del pueblo. La discusión es prematura si se tiene en cuenta que ni siquiera se sabe quién estará gobernando Colombia en el siguiente periodo. Las Farc dicen que mientras el gobierno de Cuba y la comunidad internacional rodeen el proceso, ellos no se pararán de la mesa, por lo menos no unilateralmente.