“Los desaparecidos nos hablan todo el tiempo”

      

El periodista Javier Osuna acaba de publicar un libro sobre los hornos crematorios utilizados por los paramilitares para desaparecer a 560 personas en un pueblo cerca de Cúcuta. Hace un año quemaron su casa y recibe constantes amenazas.

entrevista javier osuna 1Javier Osuna es el director del Festival de Literatura de Bogotá organizado por la Fundación Fahrenheit 451. Foto: Brenda Gutiérrez.Javier Osuna termina esta entrevista escuchando un poema en YouTube: “Esto es lo más hijueputa que se ha escrito sobre la desaparición forzada”, dice. Y en la pantalla de su computador sale la imagen de un poeta chileno parado frente a la fachada del Museo de la Memoria en Santiago de Chile. Es Raúl Zurita, tiene barba y está vestido de negro. La voz es profunda y Osuna lo observa hipnotizado: “Todo acabó. No queda nada”, recita el poeta.

Pareciera como si la letra o la voz de Zurita lo sobrecogiera de una manera especial. No sabe cuántas veces ha visto ese video pero parece no cansarse. Tal vez, sin que esa sea la intención, el poema comienza a resumir lo que este periodista de la Universidad de la Sabana le ha tocado vivir en el último año por cuenta de su primer libro: “Me hablarás del fuego. Los hornos de la infamia” (ediciones B), una investigación sobre los hornos crematorios en Norte de Santander donde los paramilitares desaparecieron a sus víctimas hace menos de quince años.

Por cuenta de este trabajo lo amenazaron y le incendiaron la casa. Hoy le toca usar chaleco antibalas y, para pasear a su perro por el vecindario, debe estar acompañado por un escolta que no lo desampara ni en las universidades donde dicta clases de periodismo. Por eso el libro, aunque comenzó con un propósito casi ensayístico y académico sobre la desaparición forzada en Colombia, terminó siendo un relato testimonial escrito desde las entrañas.

Para ejemplificar el nivel de persecución al que ha estado sometido, cuenta que hace dos meses viajó a Cúcuta por última vez porque solo le faltaba ver el lugar donde fueron construidos los hornos, a 10 minutos del casco urbano de la capital, en una vereda llamada Juan Frío. Quería conocer el sitio donde, según su investigación, Jorge Iván Laverde, alias ‘El Iguano’, excomandante del Frente Fronteras del Bloque Catatumbo de las Autodefensas, había cometido una barbarie que hoy muy pocos recuerdan.  

Consiguió las coordenadas gracias a varios testimonios y llegó acompañado por su escolta y un buen número de policías proporcionados por la institución en Cúcuta. Era meterse en la boca del lobo. Minutos después de haber dado con el lugar -y mientras tomaba fotos de las ruinas de los hornos-, los escoltas lo obligaron a subirse al campero en el que se transportaban. Seis motos con hombres armados venían por la carretera. Osuna cerró lo ojos y pensó que ese sería el fin de todo. Los escoltas ganaron en velocidad pero el miedo se mantuvo, incluso, hasta su regreso a Bogotá. Decidió encerrarse a escribir tres días seguidos y terminar el libro: “Después del punto final, pegué una chillada larga. La necesitaba”.

Verdad Abierta: ¿Por qué eligió trabajar el tema de los hornos crematorios en Norte de Santander?

Javier Osuna: Yo cubrí para Verdad Abierta las audiencias de Jorge Iván Laverde ante la Fiscalía cuando comenzó a hablar del tema y quedé muy impresionado. Pero solo fue hasta una mañana que yo iba en bus  y el conductor puso una emisora donde estaban hablando, precisamente, sobre los hornos. Me acuerdo de que fue la noticia de la semana. Ese día sentí asco porque todo lo que decían los medios, tenía que ver con las declaraciones de Laverde y no con las víctimas y su dolor. Desde ahí me quedó la espina atravesada y me sentí en deuda con los familiares de los desaparecidos.

V.A.: Pero en la época de esas declaraciones (2008), el tema de la barbarie paramilitar no era nuevo, otros postulados habían relatado crímenes terribles…

J.O.: En general, mi trabajo en VerdadAbierta con el tema del paramilitarismo me abrió los ojos, pero yo sí creo que la desaparición forzada es el gran crimen de Justicia y Paz.

V.A.: ¿Por qué?

J.O.: Esta investigación me ayudó a entender algo que parece lógico pero no está instaurado en la sociedad: a los seres humanos no se les puede desaparecer. No se les puede borrar del paisaje… si usted lee bien, se da cuenta de que el libro no es sobre el crimen en sí, sino sobre la ausencia de solidaridad frente al dolor por esas personas que borraron del paisaje. Me obsesioné con eso.

V.A.: Hace menos de dos meses usted estaba en Cúcuta arriesgando su vida por terminar la investigación y tan solo hace un mes, le puso el punto final al libro, ¿se siente aliviado?

J.O.: No sé si aliviado pero estoy feliz porque lo terminé. Ese libro es un milagro: a mi me amenazaron y quemaron mi casa, incluido el computador donde tenía casi el 50 por ciento de la investigación pero lo logré. No me callaron.

entrevista javier osuna 4La pintura en la portada del libro fue hecha por un militar testigo de lo que ocurrió en los hornos.V.A.: Las amenazas, las intimidaciones, la persecución, lo ocurrido en su casa… ¿Vale la pena sacrificar la tranquilidad por un libro?

J.O.: He pasado días terribles. Días en los que ni podía salir a comprar una bolsa de leche, y lo terrible del miedo es que te rebaja a una sombra de lo que eres. Pero, por otro lado, yo soy feliz haciendo periodismo y cuando lo dejo de hacer, la paso muy mal. No hacer periodismo es matarme un poco. Así que el sacrificio no es solo por esas personas que desaparecieron sino por mi condición de periodista. En otras palabras: lo que he entendido es que mi vida es tan importante como la vida de los que quedaron en esos hornos.

V.A.: El libro incluye la historia de Luis, Moisés y Víctor, tres de las 560 víctimas en Norte de Santander, pero sabemos que hubo otros hornos en Antioquia. ¿Por qué cree que un tema de tal dimensión ha estado casi invisible para la buena parte de la sociedad?

J.O.: Cuando quemaron mi computador, yo llevé el disco duro a un experto en informática, acá en Bogotá. Le supliqué que me salvara alguito. Él me llamó al rato para decirme: “Javier, no se puede hacer nada con esto a menos que usted pueda revivir las cenizas”. Mi hermano escuchó esa frase y al tiempo, cuando leyó el libro, me comentó: “lo que el técnico te dijo ese día es lo que tu hiciste: tratar de juntar las cenizas para que nos hablen”. Y yo creo que tenía razón. La solución para este flagelo es sintonizarnos con la voz de los desaparecidos. Tenemos que cortar la pedagogía de la invisivilización y aguzar el oído para escuchar a aquellos que no están.

V.A.: ¿Por qué cree usted que, en general, escuchamos más la voz de los secuestrados que la de los desaparecidos?

J.O.: En Colombia asumimos la desaparición como un crimen sin solución. Hay que romper con esa cultura. Yo pienso que mi generación es la que debe nombrar a esos seres humanos y no conformarse con el testimonio de los perpetradores.

V.A.: Su investigación incluyó una entrevista con alias “El Iguano”, ¿cómo fue hablar con el hombre protagonista de la barbarie?

J.O: Yo me sorprendí mucho con las cosas que él me dijo en esa entrevista. Duramos dos horas y media y yo tuve que ir acompañado de un colega porque temía salirme de casillas y ser brutalmente grosero con Laverde. Me di la oportunidad de escuchar al otro ser humano con la intención de encontrar respuesta a mis preguntas y me dijo cosas como que estuvo a nada de que ‘Karina’ de las Farc lo reclutara o que tenía hermanos desaparecidos.

entrevista javier osuna 2Aún quedan restos y evidencias de lo que ocurrió durante dos años en esta vereda cerca a Cúcuta. Foto: Javier Osuna.V.A.: ¿Por qué mandó a construir los hornos?, ¿qué lo llevó a tanta sevicia?

J.O.: Laverde es producto de una conformación social que yo no entiendo. Uno de los hornos, por ejemplo, fue construido como castigo a uno de sus subalternos que había hecho algo malo. Le dijo que desenterrara y quemara a 20 cadáveres de una fosa común porque “le estorbaban” para construir una finca (hoy conocida como Pacolandia y ofrecida el año pasado por los paramilitares como forma de reparación a las víctimas del Frente Fronteras). Él no dimensiona el tamaño de su barbarie.

(En el libro dice, además, que varias semanas después de las declaraciones de ‘El Iguano’, Salvatore Mancuso, comandante paramilitar, ratificó todo desde una prisión en los Estados Unidos explicando que la directriz provino de Carlos Castaño, máximo jefe de las AUC, quien dio la orden con el fin de desaparecer los cadáveres de sus víctimas desde 1999).

V.A.: ¿Cree en todo lo que le dijo?

J.O.: No soy nadie para entrar en la cabeza de Laverde. No puedo exonerarlo de las cosas que me ocurren pero tampoco culparlo. Y prefiero creer que ese día hablé con un hombre que ya no hace parte del conflicto. Yo espero que él esté arrepentido. Y ese esprecisamente el reto de la justicia transicional en Colombia. Si nosotros no somos capaces de romper con la Ley del Talión es muy difícil salir del hueco en el que estamos. Esto no es solo para el tema paramilitar sino también el guerrillero. Si como sociedad no somos capaces de entendernos y de entender a esos seres humanos, no logramos nada.

V.A.: ¿Él ya leyó el libro?

J.O.: No. Se lo quiero entregar tan pronto salga de la cárcel porque no quiero mandar el mensaje de “cómo es posible que el hombre que hizo esto, ya esté libre”. No me quiero tirar la libertad de Laverde.

V.A: ¿Por qué no le dice ‘El Iguano’ que es como todo el mundo lo conoce?

J.O: Estoy haciendo un tremendo ejercicio. No me he vuelto a referir a Laverde como ‘el Iguano’ porque yo quiero pensar que el hombre que saldrá de la cárcel en pocos días (ya cumplió la pena máxima de 8 años) es Jorge Iván Laverde Zapata y no el hombre de una estructura que hizo semejante atrocidad.  Si eso no es así, si yo me equivoco, muchas personas tendrían porqué estar asustadas en estos momentos.

V.A.: Los familiares de los desaparecidos en Norte de Santander, ¿siguen con miedo?

J.O: 560 personas fueron incineradas en los hornos del Norte de Santander pero este libro solo cuenta la historia de tres. Estuve detrás de esas familias más de un año y la explicación a eso tiene que ver con el miedo. Después de tantos años, nadie quiere hablar. Los paramilitares allá no son un asunto del pasado.

V.A: ¿Quién está detrás de sus amenazas?

J.O.: Yo creo que los reductos paramilitares.

entrevista javier osuna 3Según Osuna, los hornos están siendo demolidos a mazazos por gente que quiere borrar toda evidencia de lo que allí ocurrió. Foto: Javier Osuna.V.A.: ¿Se arrepiente de algo que haya hecho o dejado de hacer durante la investigación?

J.O.: Cuando pasó lo de Cúcuta pensé no solo en la vida mía sino en la de las personas que me acompañaron.  Pero a pesar de todo, esa experiencia fue bonita porque el sentimiento que yo tenía era de: no me lo impidieron. La sensación de censura obliga a volver sobre sí mismo.

Mire: este libro ya está en la librerías pero los lectores no saben todo lo que tuvo que pasar para que se pudiera escribir, y estar allá fue importante por eso, porque no lograron impedirme pisar el lugar de los hechos. Para la gente puede ser extraño pero cuando yo llegué a los hornos, a esos huecos, yo me quería meter ahí… Yo pensaba: a cuánta gente se llevó esto… y yo miraba restos de zapatos alrededor y sin poder hacer nada. Para mí fue muy potente ese acto. Es la base del texto. Ese viaje es el principio y es el final.

V.A.: A partir de este trabajo periodístico, ¿se siente un militante por los desaparecidos de este país?

J.O.: Yo no sé si militante, creo que me falta mucho. Pero esto es lo que quiero hacer con mi trabajo periodístico en adelante. Vendrán más libros sobre desaparición. Quiero sintonizarme más con la voz de los desaparecidos para devolvérsela a la sociedad. De acáno me muevo, si no me movieron con esto que pasó…