Víctimas de la vereda La Esperanza rindieron un homenaje a la memoria de sus seres queridos asesinados y desaparecidos por paramilitares en 1996.
Los habitantes de La Esperanza marcharon para conmemorar a sus familiares asesinados y desaparecidos. |
Bajo la consigna Caminando por la Esperanza, y portando pancartas y retratos, los familiares de las víctimas conmemoraron con una marcha en un tramo de la autopista Medellín – Bogotá el asesinato del Personero Helí Gómez Osorio y la desaparición de varios campesinos, ocurridos en el municipio del Carmen de Viboral, hace quince años.
El año de 1996 marcó a los habitantes de la vereda La Esperanza. A partir de junio y por seis meses más, comenzarían a padecer toda clase de abusos por parte de miembros de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio (Accm), bajo el mando de Ramón Isaza Arango, alias ‘El Viejo’.
Las incursiones más recordadas las padecieron sus pobladores entre el 21 de junio y el 9 de julio, cuando un grupo paramilitar comandado por Omar Isaza, hijo de alias ‘El Viejo’ hizo presencia en la vereda y después de registrar las casas y maltratar a sus moradores procedieron a identificar a aquellos que, supuestamente, pertenecían a la guerrilla del Epl y a quienes, según ellos, eran sus colaboradores. En esos días desaparecieron a 15 personas, 12 de las cuales eran campesinos de allí y los tres restantes fueron transportadores que viajaban frecuentemente a la zona.
En la vereda comenzó a imperar el miedo entre sus habitantes. “Yo era muy pequeñita, pero me acuerdo que mi mamá lloraba todos los días, teníamos mucho miedo y siempre que aparecía un paramilitar o alguien del Ejército sabíamos que algo malo iba a pasar”, recuerda una de las jóvenes que hace parte del movimiento Hijos e hijas por la memoria y contra la impunidad.
Las primeras investigaciones y denuncias públicas sobre las incursiones de los paramilitares en la vereda La Esperanza las adelantó Helí Gómez Osorio, Personero del Carmen de Viboral en ese entonces. Todo indicaba que las Accm habían señalado a estas personas como colaboradores de la guerrilla y con el amparo y la complicidad del Ejército habían desaparecido a los campesinos.
Los familiares de Gómez Osorio aseguran que por haber asumido la denuncia de los asesinatos y la desaparición forzada por parte de estructuras paramilitares y su estrecha relación con miembros del Ejército y de la Fuerza Pública, “se convirtió en una incomodidad para el paramilitarismo en la región, y en blanco de sus ataques”.
A Gómez lo mataron la noche del 26 de noviembre de 1996, “pero no lograron silenciarlo porque, tras quince años, sus ideas continúan siendo bálsamo y motivo de resistencia y lucha”, dijeron sus familiares enfrente de los asistentes al acto de conmemoración.
En diferentes versiones Ramón Isaza confesó que esta masacre había sido ordenada por el general Alfonso Manosalva Flórez, comandante para la época de la Cuarta Brigada del Ejército, con sede en Medellín y con jurisdicción en buena parte del Oriente antioqueño.
Una historia de resistencia
|
||
Fuente: Producciones El Retorno. |
“Después de que se los llevaron, quedamos vacíos y muy tristes, pero poco a poco entendimos que no nos podíamos dejar morir y que en honor a todos los muertos y desaparecidos debíamos luchar”, afirma una líder del movimiento de víctimas de la vereda La Esperanza explicó su labor comunitaria y quien participó de la marcha.
Esta es la razón que llevó a muchos a integrarse a los grupos que luchaban por rescatar la memoria de los muertos y desaparecidos, los que en un intento de justicia proclaman ser víctimas de los crímenes del Estado y denuncian que eran los mismo soldados los que sacaban a los campesinos para entregárselos a los paramilitares.
El acompañamiento de organizaciones como la Corporación Jurídica Libertad ha permitido que los habitantes de la vereda La Esperanza tomen la palabra para expresar el dolor y la tristeza que han sufrido a lo largo de estos 15 años. Muestra de ese trabajo fue la exposición de fotografía realizada por los jóvenes de la vereda en la que buscaban rescatar los elementos y las imágenes del conflicto.
Una galería de la memoria que se expuso durante el acto de conmemoración en la que los jóvenes consignaron la vida campesina con fotos que muestran su cotidianidad y sus sueños. “Fue un trabajo que hicimos nosotros para contar nuestra vida antes y después de lo que nos pasó”, explicó una de las jóvenes fotógrafas.
Asimismo, los niños compusieron una canción que fue interpretada por uno de los grupos musicales que asistieron al evento y que se ha convertido en el himno de las víctimas de esta vereda.
El Personero Helí Gómez fue recordado con una exposición con fotografías y testimonios recogidos entre las personas que más lo conocieron. Una de ellas fue la de su hermano: Helí era un ‘pelao’ muy generoso, amoroso y servicial. Y cuando entró a la Universidad de Antioquia a estudiar Derecho, terminó de afinar toda esa sensibilidad”.
Pero quizá la muestra más grande de la recuperación que ha tenido la población se vio plasmada en la redacción de una agenda para la reparación de las víctimas de La Esperanza. En el documento, presentado por los jóvenes de la vereda, pidieron respeto por su seres queridos, así como también le exigieron al Ejército que no involucrara campesinos inocentes en la lucha por el control de territorio y, especialmente, hicieron un llamado para que Ramón Isaza, ex comandante de las Acmm y hoy postulado a los beneficios de la Ley de Justicia y Paz, confiese dónde están sus familiares desaparecidos.
En un acto simbólico, el sacerdote que presidio la celebración litúrgica roció con agua bendita los retratos de los desaparecidos que habían sido dibujados en lonas con sus respectivos nombres. La idea era simular el entierro de los cuerpos que aún siguen sin aparecer y así garantizarle a las víctimas el ritual cristiano.
“Para nosotros lo más difícil de tener a los familiares desaparecidos es no poderlos enterrar como Dios manda”, afirmó una de las familiares de los campesinos desaparecidos. Junto a otros participantes prometieron extender por el tiempo que sea necesario su trabajo de memoria y exigencia, hasta que sean por fin oídos y los cuerpos de sus seres queridos sean encontrados.