El pueblo Nasa condenó a los guerrilleros responsables del asesinato de dos de sus guardias indígenas más queridos. Lo más sorprendente es que los acusados eran también miembros de esa comunidad y algunos prácticamente niños.
Por María Clara Calle y Andrés García, enviados especiales de VerdadAbierta.com.
Siete hombres, todos jóvenes, con rasgos indígenas fuertemente marcados, esperan sentados, con las manos amarradas a su espalda, la sentencia que aproximadamente 5.000 personas de su misma etnia, la de los Nasa, están a punto de dictarles. Se encuentran en la palestra pública, en las afueras de Toribío, Cauca, por haber asesinado a dos de los guardias más queridos por la comunidad: el mayor Daniel Coicué; y el valiente Manuel Tumiñá. (Vea: Así fue el adiós que el pueblo Nasa les dio a sus guardias)
Coicué era considerado casi un sabio. Había dedicado buena parte de sus 62 años a defender el territorio y la autonomía indígena. Hizo parte activa de la reactivación de la Guardia Indígena en mayo de 2001 en El Tierrero, entre Toribío y Caloto, cuando los habitantes de este territorio se dieron a la tarea de defender sus resguardos de la presencia de grupos armados con bastones de madera y una férrea acción colectiva. “Nos han quitado al guardia mayor, al más viejo, que nos inspiraba paz y tranquilidad. ¿Cómo puede uno dispararle al que puede ser el abuelo, el papá?”, se pregunta Luis Acosta, coordinador nacional de la Guardia Indígena.
Tumiñá por su parte tenía 42 años y hacía una década se había unido a la Guardia Indígena en 2004. “Nos quitan un gran guerrero dispuesto a todo, siempre era el primero en llegar y pasaba por medio de las balas”, señala Acosta.
Ambos fueron asesinados el pasado 5 de noviembre por Carlos Iván Silva Yatacué, del Frente VI de la Farc, conocido en la guerrilla por su alias de ‘Fercho’ y en la comunidad por haber nacido en Sestiadero, la misma vereda donde murieron los guardias indígenas. Al ser detenido por la comunidad, el mismo día del hecho, Silva Yatacué confesó su responsabilidad.
Hermano contra hermano
Antes de que la comunidad decida qué sanciones les va a impartir a los guerrilleros detenidos, el exgobernador del resguardo de San Francisco Alcibíades Escué, hace un detallado recuento de la violencia que ha padecido el pueblo Nasa desde 1971, cuando fue asesinado el primer indígena después de la conformación del Consejo Regional Indígena del Cauca, Cric. Se trata de una cronología dura y descarnada. Su voz se quiebra casi hasta el llanto cuando dice que los indígenas del norte del Cauca están cayendo por las balas que disparan sus propios hermanos Nasa.
“Aprendieron que preparar a los indios al servicio de la Fuerza Pública, la guerrilla y el paramilitarismo, era la mejor manera de debilitar e involucrar al movimiento indígena en este conflicto que no es nuestro. Es una lección que a partir del asesinato de Abelino Ul -en la década de los 70- todos los actores armados aprendieron y hoy continúa”, dice Escué.
Y fue esto precisamente lo que pasó con el asesinato de los dos guardias. Las autoridades de los 15 resguardos que estuvieron en el juicio concluyeron que ‘Fercho’ disparó a escasos metros contra los dos indígenas cuando éstos le instaron a bajar unas pancartas alusivas a la guerrilla. Los otros seis implicados, dos de ellos menores de edad y otros dos con los 18 años recién cumplidos, están acusados de haber atacado a la comunidad.
Al igual que Silva Yatacué, otros tres de los capturados nacieron en Sestiadero mientras que los guerrilleros restantes son de El Tablazo, Belén y La Bodega, todas veredas de Toribío. Ellos y sus familias crecieron al lado de los guardias Coicué y Tumiñá, bajo la misma cultura que los insta a ayudarse mutuamente y proteger su territorio. La diferencia es que unos empuñaron las armas y se enfilaron a las Farc y otros optaron por enarbolar bastones de mando. “Uno los ve como guerrilleros porque llevan camuflado y fusil pero sin eso, son indígenas. No podemos matarnos entre hermanos”, se lamenta Acosta.
Los Nasa no aguantan más sangre derramada. Según cifras recopiladas por las autoridades indígenas, entre 2009 y 2014 fueron asesinadas 307 personas en sus territorios. Entre los caídos hay niños, mujeres y hombres de todas las edades. No en vano este no es el primer juicio que hacen los Nasa. En 2012 la Guardia Indígena, en medio de constantes hostigamientos y ataques a su territorio, sancionaron a fuete a unos guerrilleros, a quienes además les incautaron y quemaron las armas.
En 2013 la historia se repitió tras el asesinato del guía espiritual Benancio Taquinás. Esa vez, también retuvieron a siete guerrilleros y los llevaron a juicio. Las autoridades indígenas no pudieron recopilar pruebas suficientes contra cinco de ellos y se los devolvieron a las familias; pero a los otros dos los condenaron a 40 años de cárcel. El juicio se repite de nuevo este domingo 9 de noviembre.
Látigo para los menores de edad
Mientras la comunidad grita ‘sí’ cuando las autoridades preguntan si la pena debería ser la cárcel, las familiares de los indígenas acusados se desgarran con un ‘no’. Y cuando la mayoría responde que la pena debe ser de 40 años de cárcel para cuatro de los guerrilleros, ellas suplican que sólo les den fuete. Nadie replica cuando ‘Fercho’ recibe una sentencia de 60 años de prisión. “Sólo enjuician a los guerrilleros que matan a un montañero, pero cuando es el Ejército no hacen nada”, susurra desconsolada una madre, olvidando quizá ese julio de 2012 cuando la Guardia expulsó a los militares de la base del cerro Berlín, arrastrándolos de pies y manos. (Lea: La nueva estrategia indígena para sacar el conflicto de Cauca)
Sólo una de ese grupo de mujeres no llora. Es la madre de uno de los dos adolescentes a los que todavía no han condenado. Las autoridades indígenas le aclaran a la comunidad que se agolpa alrededor de los acusados que dos de ellos tienen apenas 14 y 17 años, que también son víctimas de las Farc al haber sido reclutados siendo niños. La madre asiente, tapándose la boca con las manos empuñadas.
La comunidad pide fuete. Veinte latigazos en las piernas de cada uno con un ‘perrero’ de arriar ganado. Las mujeres, ahora también con la voz de la mamá, gritan que sólo les den sólo 10; pero la mayoría se impone. Las autoridades aclaran que no pueden mandarlos a prisión pero sí a un centro de rehabilitación para menores y que después de ello, volverán a juicio para definir cuántos años de cárcel deben pagar.
Las mujeres pierden el control, gritan, reclaman porque les están imponiendo dos sanciones cuando ellos ni siquiera mataron a los guardias. Entonces dejan hablar a los familiares de los guerrilleros enjuiciados.
El reclutamiento no cesa
Con el permiso de las autoridades y de la Guardia, la madre de uno de los menores se sube al estrado para explicar que ella también es víctima del conflicto pues tiene un hermano desaparecido. Dice que no sabía que su hijo estaba en las Farc, que él todos los días salía para el colegio, y que de cuando en cuando volvía con las mejores notas de la clase. Ella, que llegó a Toribío huyendo de la guerra, le pide perdón públicamente a su hijo por dejarlo solo para irse a trabajar, por no darse cuenta de que apenas ella salía de la casa, él se iba con la guerrilla.
El exgobernador Escué apunta que esta triste situación se presenta porque la “estructura piramidal de las Farc” promueve el reclutamiento de indígenas con la falsa promesa de que van a cambiar el país. “Pero a estos indios, niños, jóvenes o adultos, los ponen en contra, no de quienes tienen el poder, sino de su propia familia, de su propio pueblo, de la Guardia Indígena, de los cabildos. Y aquellos indios que no acaten la orden de matar a sus propios indios o de defender a su estructura (guerrillera), son asesinados por sus compañeros”, concluye.
Castigo y remedio
Después de fijar el castigo para losmenores, los indígenas proceden a lo que ellos llaman, la aplicación del remedio para armonizar las vidas de quienes “perdieron el equilibrio” al tomar las armas. Los encargados son 20 alguaciles de la Guardia que pasanal frente con sus bastones de mando, el cual entregan para recibir el ‘perrero’. Luego se escucha el sonido seco del fuete. Con cada golpe una onomatopeya del público, como si a todos les doliera. Los rostros de los jóvenes castigados se ven impávidos con los primeros latigazos y llenos de dolor con los últimos.
Cuando terminan los 20 azotes, cada adolescente es atendido por una misión médica. Al joven de 14 años le permiten hablar con su esposa, otra niña de su edad, y es el único momento en el que llora de manera desconsolada. Los dos menores quedan a cargo de enfermeros por dos semanas, mientras las piernas se recuperan. Solo entonces pasarán al centro de rehabilitación. La justicia indígena ha actuado. Con todo y los cuestionamientos que se puedan hacer a sus métodos.
Mensajes a La Habana
Cualquier persona podría pensar que tras el asesinato de dos miembros tan queridos para la comunidad Nasa por parte de las Farc, estos se pondrían en contra de los esfuerzos de paz que se realizan en Cuba. Pero ocurre lo contrario. “Como organización indígena levantamos la voz para que sigan en sus diálogos, independientemente de que nos están matando”, expresó con mucha claridad el exgobernador Escué.
El coordinador nacional de la Guardia Indígena, Luis Acosta, le explicó a VerdadAbierta.com que la organización indígena está planeando para el año entrante fuertes movilizaciones en diferentes regiones del país para exigir el cese al fuego y respaldar el proceso de paz. Esta postura fue secunda por el Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric), la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (Acin) y la Organización Nacional Indígena de Colombia (Onic), quienes emitieron un sentido comunicado al final del juicio de los siete guerrilleros indígenas.
“Es nuestro deber continuar invitando a que se mantengan los diálogos de La Habana porque estamos convencidos de que este es el único camino posible para terminar una guerra absurda que por más de 50 años ha dejado un huella imborrable en el país de sangre, lágrimas y víctimas. Los pueblos indígenas históricamente hemos demostrado nuestra apuesta a la paz, innumerables han sido nuestros gestos por una salida política y negociada al conflicto armado”, leyó enérgicamente una vocera de las tres organizaciones.
Los indígenas del Cauca creen que el diálogo es la única salida a esta guerra que sienten como ajena y en la que sin embargo están involucrados como víctimas, y también en ocasiones, como victimarios.