Un ex soldado monteriano conocido como ‘El Chuzo’ fue testigo desde 1991 de cómo Mancuso reclutó a sus hombres en Córdoba y se hizo el jefe paramilitar más temido en la región.
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En 1991, Salvatore Mancuso era un prestigioso ganadero que se paseaba como cualquier paisano por las calles de su natal Montería. ‘El Mono’, como se le conocía en la sociedad cordobesa, hijo de un inmigrante italiano y una colombiana, había regresado a Córdoba después de haber estudiado hasta séptimo semestre de Ingeniería Civil en la Universidad Javeriana y administración agropecuaria en la Escuela de Formación Técnica Agrícola en Bogotá. A su retorno a Montería se enteró de que el frente 38 de las Farc extorsionaba a su familia.
Entonces, en la zona de Tierralta, en el Alto Sinú, tenían presencia frentes del Epl, del Eln y el 18 de las Farc. El Eln controlaba Frasquillo, en el piedemonte del Nudo de Paramillo, mientras el Epl tenía control del Urabá y el alto San Jorge, y las Farc mandaban en el Nudo de Paramillo.Estas guerrillas constantemente amenazan, boleteaban, secuestraban y asesinaban a finqueros como Macuso. Por eso él, al igual que otros ganaderos, empezó a visitar los cuarteles militares, como la XI Brigada con sede en Montería, buscando protección para sus negocios.
Fue en esos años entre 1990 y 1991, según lo recuerda Edwin Manuel Tirado Morales, a quien más tarde se le conoció en el mundo de las autodefensas como ‘El Chuzo’, cuando Mancuso empezó a conformar las temibles Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá (Accu).
‘El Chuzo’ fue testigo y protagonista de cómo el empresario se convirtió en paramilitar y cómo dirigió el grupo que asesinó y torturó indígenas, dirigentes sindicales, campesinos; robó tierras y desplazó centenares de familias, en la región. Todo esto lo contó ‘El Chuzo’ en una audiencia de Justicia y Paz en Barranquilla en donde empezó a rendir versión libre.
De la mano de los militares
Tirado Morales, nacido en Montería, habla con paciencia y piensa cada una de sus palabras antes de contestar. Con facilidad recuerda el día en que conoció a Salvatore Mancuso, cuando buscaba trabajo en la Brigada XI de Córdoba.
Por su cercanía con los militares, Mancuso empezó a seleccionar a los soldados retirados uno a uno. ‘El Chuzo’ cuenta que los esperaba a su salida de los destacamentos. Incluso que sus amigos militares empezaron a recomendarle nombres de aquellos soldados que se destacaban por ser troperos y dispuestos a entrar en acción contra la guerrilla.
Los finqueros de Tierralta le habían encomendado a Mancuso la misión de reunir un grupo de ex militares para formar unas autodefensas que les cuidaran sus propiedades y los protegieran del azote de la guerrilla.
Así fue como lo reclutó mientras buscaba empleo. ‘El Chuzo’ se topó con la oferta del ganadero a quien se le veía con frecuencia como invitado especial en cuanta ceremonia se hiciera en las bases militares. Mancuso fraguaba sus planes contraisurgentes y ‘El Chuzo’ sería uno de los primeros que le ayudaría a ejecutarlos.
Fue así como el ganadero Mancuso reunió a doce ex soldados del Ejército recomendados por sus comandantes en la hacienda La Capilla, de propiedad de su entonces esposa, Marta Dereix. Edwin o ‘El Chuzo’, como lo empezaron a llamar desde entonces, fue uno de los convocados.
“Mancuso me ofreció 150 mil pesos y a los soldados apenas le pagaban 110 mil. Ni siquiera lo pensé”, dice. Además, le ofrecieron techo y comida. “Sabíamos que pagaba los sueldos con los aportes que daban los finqueros”, agrega. Muy pronto sabrían qué les pedirían a cambio. Desde el primer momento, como relata ‘El Chuzo’, contaron con la bendición de los comandantes del Ejército en la región.
A esa reunión asistieron ‘Bocaelobo’, ‘El Cable’, ‘Cumbe’, ‘El Mulo’, ‘El Peluca’, ‘El Pisco’, ‘Cantinflas’, ‘El Perro’, ‘El Gordo’ y ‘El Pipón’, como fueron bautizados y se les conoció en toda la región. Allí dejaron sus nombres de pila, su pasado como militares y empezaron a ser los hombres de Mancuso. Los doce elegidos para constituir su propio comando paramilitar. En La Capilla, Mancuso les entregó radios y unas cuantas armas, y les encomendó la protección de una docena de fincas de propiedad de ganaderos de Córdoba entre las que se encontraban Veracruz, El Tronco, La Caimanera, La Pradera, Currayado y La Yuca, contra las que la guerrilla del Epl y las Farc se habían ensañado.
Las fincas estaban pegadas unas a la otra y esto permitió que muy pronto se consolidara una improvisada red de informantes, que primero le pasaba datos a los militares y después empezó a encarar a la subversión.
A finales de 1991, al grupo se le sumó otro ex militar Hernando Fontalvo, al que le pusieron el apodo de ‘El Pájaro’, y le ayudó a Mancuso a consolidar su jefatura paramilitar.
Muy pronto empezó la acción, ‘El Chuzo’ recuerda que hicieronla primera incursión de la mano con el Batallón de Contraguerrilla No. 11 Cacique Coyará, de la Brigada XI de Montería. “Todo se hizo con información que Mancuso dio al Ejército”, explica. Nueve soldados y dos suboficiales llegaron a la vereda Corea cerca a Tierralta, guiados por el propio jefe paramilitar, y emboscaron a una escuadra de guerrilleros del Epl que acampaba en la escuela del pueblo. “Cuando nos vieron abrieron fuego, pero cayeron tres de ellos, el resto huyó”.
En la región, empezaron a aparecer nuevos grupos paramilitares. Como el de Disney Negrete quien comandaba a ocho hombres. “Él tenía problemas con la guerrilla y armó su grupo a la entrada de Volador (un corregimiento del municipio de Valencia en Córdoba)”, dice el ex paramilitar.
Allí, según cuenta ‘El Chuzo’, el comandante era alias ‘El Viejo’. Este grupo patrullaba la zona de Los Volcanes y hasta El Caramelo, de donde saldría después elegida como representante Eleodora Pineda. Sin embargo, nadie tenía el dominio de la región y cada grupo entraba y salía sin conocer límites. “Había guerrilla por todos lados”.
En Tres Piedras, municipio de Córdoba, había otro grupo comandado por alias ‘Colita’ y se decía que había otro en Puerto Libertador. Ya para ese momento, las pequeñas bandas de paramilitares reconocían que en el Urabá existían las Autodefensas al mando de los hermanos Carlos y Fidel Castaño a los que se les llamaba como ‘Los Tangueros’ o ‘Los Mochacabezas’.
Los Tangueros estaban al otro lado del río Sinú y eran independientes; respetaban los terrenos de los nuevos paramilitares. Lo mismo pasaba con el grupo de Mancuso, Negrete, ‘El Viejo’ y ‘Colita’. Hasta que en el 93 un grupo de ganaderos fueron a donde ‘El Mono’ y le llevaron el mensaje que los señores del otro lado del río querían hablar con él. Mancuso junto a sus doce hombres fueron a la finca Las Tangas donde se encontraron con los hermanos Castaño y Carlos Mauricio García, alias ‘Doble Cero’. Allí sellaron la conformación de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu).
Macuso entraba a la Brigada a su gusto
Después de dos años, el grupo se consolidó como apoyo de los militares. Además de brindar información, cometían asesinatos, señalaban presuntos guerrilleros y empezaron a cobrar ‘vacunas’ a los finqueros a cambio de protección. Una de las primeras incursiones en contra de presuntos guerrilleros fue coordinada por ‘Memín’ cuyo nombre real no suministró ‘El Chuzo’ , pero de quién dijo era del Batallón Junín de la XI Brigada.
“Ejecutaron a presuntos guerrilleros, recuperaron ganado y realizaban operaciones contra extorsionistas”, explica ‘El Chuzo’.
“Cuando se prendía el candeleo (los enfrentamientos con la guerrilla) -dice- el Batallón Junín nos apoyaba , no usábamos camuflado, nos vestíamos de civil”. El Chuzo sabe qué militares y en qué operativos participaron conjuntamente fuerzas mixtas, Ejército y autodefensas. Mencionó en su última versión ante Justicia y Paz al ex comandante de la Brigada XI, el coronel Julio Charris Solano, como uno de los militares más cercanos a Mancuso. Era tal la familiaridad, que el ex jefe paramilitar entraba a la Brigada en carro y se devolvía para su finca en helicópteros del Ejército.
‘El Chuzo’ asegura que en una ocasión hicieron un operativo mixto en Batata, para el que reunieron más de 100 hombres con los que se enfrentaron al quinto frente de las Farc, comandando por alias ‘El Manteco’.
Mancuso estuvo en la batalla que duró ocho días. En la vereda La Unión, el Ejército recogió en helicópteros a los hombres de las autodefensas. Para entonces ya estaban en las Accu, alias ‘El Pájaro’ y ‘El Chuzo’, y éstas entregaban a los militares las bajas que propinaba a la guerrilla. Según ‘El Chuzo’, estos fueron los primeros “falsos positivos”. La forma de hacerlo, dice El Chuzo, era simulando un combate y ellos se encargaban de entregar al ejército a los presuntos guerrilleros muertos en combate.
Otro militar que según El Chuzo, colaboró con las Auc, fue el coronel Martín Orlando Carreño, quien fue comandante de la Brigada XI de 1994a 1997. En la audiencia el ex paramilitar se refirió a él como “el mismo ex candidato a la gobernación de Santander”.
‘El Chuzo’ también contó que cuando su grupo hacía patrullajes, Mancuso se encargaba de pedirles a los oficiales que despejaran la zona y que cuando necesitaban apoyo, ellos les daban refuerzos. En especial de los batallones Junín y Coyará.
Relató cómo, en un operativo, por ejemplo, aunque iba un sargento y 19 hombres, la mayoría soldados del ejército, el líder era Mancuso, y el armamento que utilizaban, fusiles Galil y ametralladoras, era del Ejército.
‘El Chuzo’ mencionó la colaboración que recibieron de parte del mayor Walter Fratini, quien era comandante del Batallón Coyará y quien fue mencionado por Mancuso en una de sus primeras versiones como uno de los principales apoyos que tuvieron las autodefensas en Córdoba. Fratini murió en un retén del Epl cerca a Tierralta.
También dijo que el coronel Leonardo Ortiz Chavarro, comandante de la Brigada XI, el teniente coronel Agustín Lasso Cortez, comandante del Batallón Junín y el coronel Lema del Junín tuvieron buenas relaciones con Mancuso.
Esta relación con los militares, según ‘El Chuzo’, le permitió al jefe paramilitar escapar de emboscadas guerrilleras como una que le montaron en el puente de Betancí cerca al municipio de Valencia, en donde, ante el tiroteo de la guerrilla, le tocó tirarse a la ciénaga de la Caimanera con su esposa embarazada y uno de sus hijos, para después ser rescatado por hombres de la brigada.
Con el control armado, Mancuso empezó a mandar en la región también en lo político. A partir de 1994, según cuenta ‘El Chuzo’, el ‘Mono’ escogió los alcaldes de la región, entre ellos a Humberto Santos Negrete, quien fue alcalde de Tierralta entre 1994 y 1997.
Negrete fue acusado por alias ‘El Pájaro’, desmovilizado del bloque Córdoba, de haber planeado la muerte del odontólogo, Elías Nassar Ruiz, ocurrida el 27 de julio de 1993, en el corregimiento Callejas. Según dijo El Pájaro, porque Ruiz atendía en su consultorio de Tierralta a los guerrilleros de las Farc. “Él (Negrete) le recomendó al comandante Mancuso asesinar al odontólogo, y yo recibí la ordende ejecutarlo con otros compañeros”, confesó ‘El Pájaro’ en una reciente audiencia de Justicia y Paz.
Según el desmovilizado, la amistad entre Negrete y Mancuso nació cuando el jefe paramilitar ayudó al político a librarse de una extorsión y a recuperar 100 reses que le había robado la guerrilla.
El modelo de Mancuso, tanto en lo político como en lo militar, se extendió por Córdoba y Sucre, y la estrategia fue cada vez más cruenta y dejó más víctimas entre la población civil, a medida que avanzó la década de los noventa.
El pupilo de ‘El Profe’
‘El Chuzo’, estuvo durante ocho años como guardaespaldas de Mancuso. Era su sombra y administraba una de sus fincas. Trabajó con él hasta febrero de 1998, cuando Vicente Castaño lo abordó y le dijo que le habían hablado bien de él y que lo necesitaba para integrar un “grupo élite” que haría trabajos especiales desde Urabá hasta La Guajira. Él se puso a sus órdenes.
De este grupo hacían parte ‘HH’, ‘Baltazar’, ‘El Negro Ricardo’ un ex guerrillero del Epl, Mecateo, El Niche y ‘El Chuzo’, quienes luego asesinaron a líderes políticos, sindicalistas, defensores de derechos humanos, desertores, o personas incómodas para las autodefensas.
Durante su permanencia con ‘El Profe’ como se conocía a Vicente Castaño, participó en dos crímenes: los secuestros y desapariciones del ganadero cordobés Rudolf Paffen y del empresario samario Julio Zúñiga. Ambos están desaparecidos desde septiembre de 1998 y según Éver Veloza alias ‘HH’, quien fuera el comandante del grupo élite, esos cuerpos nunca serán encontrados.
Paffen fue secuestrado, a pesar de haber sido cercano a las Accu, porque utilizó el nombre de la organización para lograr contratos de obras públicas con la alcaldía de Tolú. A Vicente Castaño no le gustó que se aprovechara del nombre de su organización para sacar obtener réditos y ordenó su secuestro.
El secuestro del samario Julio Zúñiga fue motivado por la acusación que le hizo el político del Cesar Jorge Gnecco de que le entregaba armas a la guerrilla. El grupo paramilitar disfrazado con chalecos del CTI irrumpió en una fiesta en El Rodadero (Santa Marta) en la que estaba Zúñiga, de quien se sospechaba era narcotraficante. Según ‘El Chuzo’, le cobraron 25 mil millones de pesos y Zúñiga alcanzó a pagar una parte, y luego desapareció.
Jorge Gnecco fue asesinado tiempo después, cuando los hombres de Vicente Castaño descubrieron que había mentido sobre la relación entre Zuñiga y la guerrilla.
‘El Chuzo’ estuvo casi una década en las Auc, al lado de Mancuso y de Vicente Castaño. Vivió de cerca el crecimiento y expansión de la organización paramilitar, sus relaciones con militares y políticos. Sobre esto último habló poco en esta audiencia. Dijo que en las elecciones de 1998, el entonces candidato liberal a la Presidencia, Horacio Serpa, se reunió con Vicente Castaño, pero que Mancuso había ordenado votar por el aspirante ganador, Andrés Pastrana. Se refirió a los ex alcaldes Aníbal Ortiz, Marciano Argel y Humberto Santos Negrete como políticos elegidos con el apoyo de las Auc.
‘El Chuzo’ fue capturado el 6 de noviembre de 1998 y está condenado por el homicidio del ex alcalde de San Jacinto, Fredy Quiroz Tiedjen, cometido en diciembre de 1997. Hoyestá convencido de que el grupo de los doce cometió muchos errores, justifica su existencia por la ausencia del Estado y su connivencia con grupos al margen de la ley como las autodefensas.