El 19 de diciembre de 2000, paramilitares setomaron este corregimiento de Valle del Cauca y mantuvieron secuestrados por doce horas a sus habitantes, con la zozobra de ser asesinados en cualquier momento.
Hace doce años los paramilitares secuestraron a la población de Barragán en su iglesia. Imagen: VerdadAbierta.com -la foto de la iglesia fue tomada del site del municipio de Tuluá-. – El diciembre de terror que vivió Barragán, Valle del Cauca – Arrancó el juicio más grande contra ‘paras’ en Justicia y Paz – Las autodefensas que antecedieron al Bloque Calima |
Ese día comenzó muy temprano para los campesinos que habitaban el casco urbano de Barragán y los minutos transcurrieron como horas. A las cinco de la mañana los paramilitares del Bloque Calima golpearon las puertas de las casas y sacaron por la fuerza a sus habitantes a las calles.
Los que se demoraron en abrir, los amenazaron con lanzarles bombas y granadas.
Lo que buscaban los paramilitares era reunir a todos los habitantes en la iglesia para que pasaran por su listado de supuestos guerrilleros y hacer “limpieza” en la región.
“Guerrilleros”. Ese fue el calificativo que los hombres de Éver Veloza, alias ‘HH’, les dieron a los agricultores, ganaderos y comerciantes de Barragán desde la noche anterior, cuando se tomaron la población luego de combatir con la guerrilla en los alrededores.
En ese momento obligaron a los campesinos a encerrarse en sus viviendas, pero en las primeras horas del día siguiente, retomaron la incursión, en la que asesinaron, robaron, dañaron propiedades e hicieron desplazar a un gran número de personas.
Durante una audiencia de imputación de cargos ante un magistrado de control de garantías, la Fiscalía 53 de Justicia y Paz reconstruyó cómo fue la historia de ese oscuro martes 19 de diciembre de 2000, en vísperas de la primera Navidad del nuevo milenio.
Luego de encerrar a la mayoría de habitantes de Barragán en su templo -algunos escaparon durante el enfrentamiento con la guerrilla-, alias ‘Percherón’, segundo al mando de la “incursión”, y alias ‘Santos’, uno de los jefes políticos del grupo, cotejaron las cédulas con un listado que tenían y escogieron a seis hombres para que fueran asesinados.
Las víctimas fueron Ariel Silva Ruiz, Jaime Vela Cuesta, Cornelio Barona, Wilmar Vallejo, Idelfonso Acuña y Melquisedec Puentes. A estas personas las amarraron y por último les pintaron con aerosol letreros que decían Auc, los tildados de colaboradores de la guerrilla y fueron entregados a Yesid Enrique Pacheco, alias ‘El Cabo’, para que les diera muerte.
‘El Cabo’ los llevó a 400 metros de la iglesia y los tendió en el piso bocarriba. Luego inició una especie de carrera con alias ‘El Gringo’, uno de sus subalternos, para ver quién degollaba más hombres. ‘El Cabo’ dobló el número de víctimas de su subordinado y asesinó a cuatro.
Al ser interrogado durante las versiones libres sobre si estas víctimas fueron torturadas, el desmovilizado jefe paramilitar reconoció que sí y se cuestionó: “¿qué más tortura que saber que se van a morir y observar que se está abriendo el hueco (fosa)?”.
Una vez sin vida, a estos seis hombres les rajaron el abdomen, “para que no se fueron a reventar” y no se salieran de la fosa en la que todos fueron enterrados. Los cuerpos fueron exhumados días después por sus familiares y enterrados en el cementerio de Barragán.
Pero la historia de ese día no terminó allí. Durante casi doce horas el resto de pobladores estuvieron retenidos por los paramilitares dentro de la iglesia y fueron sometidos a toda clase de insultos, amenazas y torturas psicológicas. Además, no recibieron alimentos ni bebidas.
Uno de los sobrevivientes de la masacre le resumió a la Fiscalía cómo fueron esas interminables horas en las que los pobladores estuvieron encerrados con los paramilitares en la iglesia.
“El comandante ‘Percherón’ nos trató mal, diciéndonos que éramos “guerrilleros” y estábamos buenos para meternos una bomba y acabar con todos. Andaba con un cuchillo grande pasándoselo por las manos”, relató uno de los sobrevivientes.
Este ex jefe paramilitar dejó mella en varios de los sobrevivientes de Barragán y uno de ellos lo calificó como alguien “muy malo” porque “en la iglesia tenía unos cuchillos que sacaba y afilaba en presencia de todos”. Además, varias personas contaron que ‘Percherón’ en varias ocasiones les dijo que “había subido a hacer limpieza”.
Finalmente, entre las cuatro y las cinco de la tarde, los paramilitares dejaron salir a los campesinos de la iglesia, pero éstos se encontraron que, mientras estuvieron retenidos, el resto de la tropa del Bloque Calima saqueó casi todas las viviendas y establecimientos comerciales.
Los paramilitares robaron joyas, electrodomésticos como lavadoras y televisores. También se llevaron mercancías como ropa, comida, bebidas, instrumentos de odontología e incluso medicina veterinaria. Arrasaron con todo lo que encontraron en su camino, y como definió una de las víctimas, “lo que no se comían lo dañaban, y no encontré nada en buen estado”.
En algunos casos, los hombres del Bloque Calima también se robaron los ahorros que los campesinos tenían destinados para comprar los regalos de Navidad o para viajar en vacaciones y visitar a sus familias que vivían por fuera del corregimiento. En otros también se apoderaron de ropa que fue comprada para estrenar en las festividades decembrinas.
Con la moral por el piso y aterrorizados con la posibilidad de ser asesinados en cualquier momento, muchas familias decidieron desplazarse de Barragán y dejarlo todo atrás. Varias de ellas regresaron meses después cuando los paramilitares salieron de la región, pero no encontraron nada, ni sus muebles, ni animales, ni cultivos.
En ese día, los paramilitares también asesinaron a Juan María Galvis y Frank Esteban Beltrán, a quienes consideraron como auxiliadores de la guerrilla después de interrogarlos.
Ese día los paramilitares asesinaron a ocho personas, dejaron millonarios robos, destrozos en propiedades privadas, cientos de civiles secuestrados, desplazados y aterrorizados.
En las versiones libres ante la Fiscalía y ante sus víctimas, los paramilitares trataron de explicar ese comportamiento irracional. Elkin Casarrubia Posada, alias ‘El Cura’, quien ingresó como refuerzo a Barragán el 20 de diciembre de 2000 y tomó el mando de la “incursión”, fue uno de los que tomó la vocería.
El ex jefe paramilitar le pidió perdón a toda la población de Barragán y reconoció que ellos estaban sometidos a la guerrilla. “Yo sé que la guerrilla se tomó el puesto de Policía y mandaba en el pueblo. Cuando los sacamos (a las Farc), quedaron bajo el yugo de nosotros”, señaló.
Así mismo,también explicó que “siempre donde llegamos a zona guerrillera por primera vez, íbamos destruyendo el pueblo porque lo sindicábamos como de colaboradores de la guerrilla”.
Estos hechos hacen parte de la audiencia de imputación parcial de cargos de la Fiscalía 53 de Justicia y Paz, que aún se encuentra realizando investigaciones para encontrar más víctimas de ese corregimiento de Tuluá. Dentro de sus actividades se encuentra versionar a exparamilitares que participaron en la masacre y recientemente fueron postulados al proceso de justicia transicional.