Elvia Rosa Badel Beltrán cuenta cómo perdió el 23 de marzo de 1997 a Álvaro Jesús Pérez, víctima de la primera masacre de El Salado.
Elvia Rosa Badel era promotora de salud en El Salado antes de que se desplazara con sus hijos a Cartagena.
Mi nombre es Elvia Rosa Badel Beltrán (60 años), vivo en El Salado y soy víctima directa de la primera masacre que hubo en el corregimiento. El 23 de marzo de 1997 murieron cinco personas, a cuatro las mataron en la plaza 5 de Noviembre y a mi esposo Álvaro Jesús Pérez Ponce, presidente de la junta de acción comunal de aquel entonces, lo sacaron del pueblo y lo asesinaron.
Las cuatro personas fueron Doris Torres, la ‘profe’ del pueblo, y tres miembros de una misma familia: José Esteban y Ender Domínguez, padre e hijo, respectivamente; y Néstor Torres, sobrino y primo de ambas víctimas.
La masacre ocurrió en la mañana de un domingo de ramos. La seño Doris estaba todavía en batica de dormir cuando la cogieron del pelo y la sacaron a la plaza. Y Ender, al ver que la habían tiroteado, agarró una piedra y se la tiró al paramilitar que la había matado. Pero luego el ‘paraco’ disparó y lo mató.
Ellos (las Autodefensas) entraron haciendo tiros al aire, lanzando consignas y gritando que eran de las AUC. Nosotros no sabíamos quiénes eran, porque ese grupo todavía no se veía por estos lares. Decían que querían el pueblo solo para sembrar yuca, maíz y ahuyama; y dejaron mensajes en todas las casas de El Salado.
Un grupo de 10 hombres sacó a Álvaro de la casa. Le dijeron que fuera a una reunión que había en la plaza. Pero uno de ellos le dijo que no quería niños ni mujeres en la 5 de noviembre, porque yo y mis seis hijos ya íbamos tras ellos.
Los paramilitares traían a un joven del barrio Abajo como guía para que dijera dónde vivía el presidente de la junta de acción comunal. A mi esposo lo estaban buscando por el nombre de Álvaro Padilla. Varios campesinos dicen que lo torturaron; que lo sacaron por la vía que va al municipio de Córdoba, Bolívar; y que lo llevaban amarrado, en pantaloncillo, todo golpeado.
La última vez que supe de él fue el 20 de noviembre de 2008, cuando me llamó la Fiscalía para decirme que me acercara al teatro municipal de Sincelejo, porque Mancuso (Salvatore Mancuso) iba a confesar la masacre del 97 en El Salado. Él (el exjefe paramilitar) se hizo responsable del homicidio y reveló que lo habían tirado a un arroyo, cerquita de la Sierra. Aún, después de 18 años, guardo la esperanza de encontrar el cuerpo para darle cristiana sepultura, como él se lo merece.
El día de la masacre, los paramilitares lanzaron bombas, robaron y quemaron tiendas mientras salían del pueblo. El Salado era un corregimiento productor de tabaco de 7 mil habitantes. Pero a raíz de los homicidios vino la destrucción. Algunas familias empezaron a hacer su vida en otra parte, unos se fueron huyendo para Barranquilla, Montería, Sincelejo y Venezuela. Yo viví en Cartagena después de salir de aquí con mis hijos, y apenas tengo cinco años de haber retornado. Perdí una parcela en el predio Arizona Suarero, en donde Álvaro cultivaba. Ahí parí a todos mis hijos pero esas tierras fueron vendidas dizque a una ‘persona’. Ojalá me las restituyan.
Yo sobreviví al conflicto es un proyecto de periodismo testimonial y participativo que le da continuidad a las Rutas del Conflicto, proyecto de Verdad Abierta y el Centro Nacional de Memoria Histórica, y que busca que las víctimas cuenten su propia historia sobre hechos poco visibles. Usted puede mandar su testimonio a Tu memoria cuenta www.rutasdelconflicto.com o al correo verdadabierta@gmail.com
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