Conquistas y carencias de los indígenas Misak

      
Si bien este pueblo, también conocido como Guambiano, aún padece las consecuencias de la época de La Conquista y la usurpación de sus tierras, poco a poco ha avanzado y se vienen consolidando sus logros, alcanzados en las últimas décadas. Su mayor necesidad: tierra.

especial-cauca-misak-300x200La mayoría de los indígenas Misak se encuentran en Silvia, municipio en donde hay poco territorio para que puedan vivir de manera óptima. Foto: VerdadAbierta.com.Los mayores Misak cuentan que son descendientes del Cacique Payán, quien gobernaba un extenso territorio que hoy en día equivaldría a la unión de varios municipios del centro, norte y oriente del departamento de Cauca, incluyendo la capital, Popayán. Sin embargo, con la llegada de los conquistadores españoles y la posterior aparición de terratenientes locales, su espacio se vio abruptamente reducido, hasta quedar agrupados en las verdes y frescas montañas del municipio de Silvia.

Los Misak fueron explotados y sometidos por los nuevos ‘patrones’ en sus tierras ancestrales. Cansados de la represión y del hambre, sus líderes empezaron a organizarse a mediados del siglo pasado para reconstruir su historia y recuperar el territorio que les pertenecía.

Floro Tunubalá, actual gobernador del cabildo de Guambía, cuenta que para esa época, indígenas y campesinos de la región crearon el Sindicato del Oriente Caucano y la Cooperativa Indígena de Las Delicias, organizaciones con las que iniciaron la brega por recuperar sus dominios. Según cuenta, los miembros iniciales de Las Delicias fueron terrajeros de fincas del sector como Las Mercedes e indígenas del resguardo de Guambía.

“Ese intercambio de experiencias y de relaciones empezaron a mover otros cabildos indígenas y con ellos inició el proceso de crear el Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric). Los socios de la Cooperativa fueron importantes en el surgimiento del Cric, los Misak participaron en él y luego se retiraron”, explica Tunubalá, quien también fue gobernador del departamento de Cauca entre 2001 y 2003.

El Cric nació en 1971, pero, por diferencias con sus políticas, los Misak se separaron de él en 1976 y junto con otras comunidades de Nariño y Putumayo, crearon la organización de Autoridades Indígenas del Suroccidente de Colombia (Aiso). (Lea: La sangre que recuperó la tierra de los Nasa)

Fue precisamente en la década del setenta cuando los Misak iniciaron el proceso de “recuperación” de tierras. Durante esos años, los indígenas se enfrentaron a los terratenientes que ocupaban sus antiguos hogares y los dedicaban en gran medida a la ganadería.

“Se ocupaba la finca y se ‘picaba’ mucha tierra para disminuir el pasto y que el terrateniente tuviera que sacar el ganado. A medida que se ‘picaba’, mermaba el pasto; si no había pasto, no había comida para el ganado. Muchas familias indígenas, mientras iban picando, iban sembrando maíz”, recuerda el gobernador Tunubalá, quien agrega que esa fue la estrategia que los Misak utilizaron para recuperar lo que les pertenecía por derecho.

Además de enfrentarse al poder económico y político de los terratenientes, los nativos tuvieron que soportar la dura represión de la Fuerza Pública. Los Misak recuerdan que aunque varios de sus miembros fueron asesinados en esas luchas, fueron muchos más los líderes perseguidos, encarcelados y reprimidos por el poder estatal. Cuentan que, por fortuna, el desangre de su pueblo no fue tan alto como el de otros. Sus registros indican que entre 1970 y 1990 murieron nueve líderes por los choques con el Ejército y la Policía (Lea: El costo de organizarse)

Una vez asentados en las fincas, el antiguo Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (Incora, hoy Incoder) les compró las tierras a los terratenientes y luego se las entregó a los indígenas. De esa manera, una de las primeras fincas que recuperaron fue Santiago, la cual es nervio, corazón y alma de este pueblo, pues está en el centro de El Gran Chimán, nombre con el que es conocido el antiguo territorio del cabildo de Guambía.

En 1981 los indígenas invitaron al presidente Belisario Betancourt a esa finca y le plantearon que “las tierras que habían recuperado y otras que estaban bregando, tenían que ser devuelta a sus gentes y no debían pagar por ellas, porque habían sido de sus antepasados”.

El gobernador Tunubalá calcula que entre 1537 y 1960, los Misak vieron cómo poco a poco su vasto territorio fue devorado, hasta quedar limitado a 16 mil hectáreas, de las cuales el 40 por ciento está en zonas de páramo. Sin embargo, por medio de su lucha y su resistencia desde 1970 hasta ahora han recuperado alrededor de diez mil hectáreas, que el Estado ya les legalizó.

El Derecho Mayor
A medida que los líderes y mayores Misak iban pensando que era necesario recuperar el territorio de sus ancestros, forjaron un concepto o una filosofía que a la postre de los años terminó incluida en la Constitución Política de 1991, con el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas. Concebían al territorio como la base para desarrollar su estilo de vida particular, era un medio, no un fin.

“En la década del ochenta comenzamos a generar otro proceso retomando la historia de la lucha por la tierra. Los Misak dieron un paso importante cuando sacaron el Manifiesto Guambiano, que es un documento político que habla del Derecho Mayor, como un derecho preexistente y vigente. Este Derecho Mayor también se entiende como un conjunto de derechos, que son al territorio, a la educación, a la salud, a la cultura, a todos los campos”, explica el gobernador de Guambía.

Esa visión empezó a coger forma en la finca Santiago. “Allí se empezó a hablar que los cabildos éramos autoridades antiguas y que queríamos dirigir nuestro propio destino. Se habló que el Gobierno tenía que entender que los cabildos eran autoridades propias y los interlocutores válidos para hablar con el Estado”, cuenta otro líder de la comunidad.

“También se planteó el reconocimiento de la lengua y de la cultura indígena. Se habló que se tenía que reconocer nuestro desarrollo y que queríamos mantener nuestra identidad, por lo que el Estado tenía que apoyar a los pueblos con sus propias características”, agrega Tunubalá.

Ese pensamiento de los Misak encontró eco en los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, quienes desde su cosmovisión también planteaban algo similar, pero la denominaban Ley de Origen, y ambos pueblos empezaron a trabajar juntos.

Cuando se dio la Asamblea Nacional Constituyente, Misak y Arawacos postularon la candidatura de Lorenzo Muelas, un líder de Cauca que de niño padeció los abusos de los terratenientes, y resultó elegido como representante por los indígenas, junto con Francisco Rojas Birry (Embera-Katio de Chocó) y Alfonso Peña (Nasa de Caldono y miembro del Quintín Lame). “Así se logró cristalizar que esos derechos de los que estábamos hablando desde diez años atrás, fueran reconocidos en la actual Constitución Política”, explica Tunubalá.

Los problemas territoriales
Si bien el Estado saldó una deuda histórica con las comunidades indígenas del país reconociendo en la Constitución Política sus derechos al territorio, al autogobierno y al desarrollo de sus propios planes de vida, también es cierto que por acción u omisión, ha causado enfrentamientos entre estas comunidades por la tierra.

Uno de los casos más graves en Cauca es el enfrentamiento entre los cabildos Guambía (Misak) y Ambaló (Ambalueños), quienes se disputan la pertenencia de varias fincas, pues cada etnia considera que hacían parte del territorio de sus antepasados.

En septiembre de 2001, la confrontación llegó al extremo de la violencia. En esa ocasión, cuatro miembros de la comunidad Misak perdieron la vida cuando disputaban la posesión de las fincas Chero y El Trébol. Esos choques se dieron en medio de un complejo rompecabezas territorial, en donde ambas partes alegan tener la razón y ser los herederos de una posesión milenaria. (Lea artículo de la BBC: Guerra indígena en Colombia)

Los indígenas de Amabaló señalan que alrededor de mil 800 hectáreas de su territorio están en manos de los cabildos de Totoró y Guambía (ver tablas), y que este último tiene la mayor parte de sus tierras. Sin embargo, la respuesta de Guambía es diferente y argumenta que los ambalueños descienden de los Misak (de ellos), y que de un momento a otro, para adquirir tierra, decidieron desconocer su pasado y decir que son de la etnia Nasa.

Además de esa argumentación histórica, los Misak sostienen que los ambalueños no lucharon por la tierra en la década del setenta como ellos. “Ambaló nunca luchó por la tierra, cuando los Misak tomábamos las fincas, ellos iban a ‘picar’ entorno a nosotros. Nunca enfrentaron a la Fuerza Pública, siempre buscaron que nosotros entráramos a las fincas, para tomar ellos después. Yo nunca vi a los de Ambaló caminando adelante en las fincas ‘picando’. Siempre aprovecharon la estrategia nuestra”, cuenta el gobernador Tunubalá.

Pero al margen de las disputas, las ofensas y los muertos, ambas comunidades llegaron a la conclusión de que para convivir en el territorio de Silvia, deben dejar los rencores de lado y emplear la palabra. Dialogando, hanconcertado la repartición de algunos predios que las dos pretendían. (Lea: Pueblos indígenas buscan superar pleitos de tierra en Ambaló, pero el Incoder no ayuda)

Los indígenas cuestionan el pobre papel del Estado en estos conflictos. “Pensábamos cuando quedaron escritos los derechos en la Constitución de 1991 que iba a cambiar la relación entre Gobierno e indígena, pero eso no funcionó. Antes y después de la Constitución, el Estado no ha querido dialogar con los pueblos indígenas; para que escuche las demandas colectivas de los indígenas, hay que recurrir a vías de hechos como tomarse la vía Panamericana. Ahí sí genera una agenda de trabajo y busca acuerdos, pero no hay una política de Estado para los indígenas”, indica Tunubalá.

Además de los conflictos territoriales con otras etnias, los Misak tienen un problema interno porque la tierra es escasa para tantas familias. “El gran problema que afrontamos es que trabajamos en microfundio: una familia tiene una o dos hectáreas, pero una familia, en realidad, está compuesta por tres. Ese es un gran problema y el Estado no lo reconoce”, sostiene un miembro de la comunidad. Por esa razón, algunas familias han abandonado el resguardo de Guambía para buscar mejor suerte en otros municipios de Cauca, e incluso en otros departamentos como Huila, Caquetá y Cundinamarca.

Logros y desafíos
El conflicto armado siempre ha afectado a los Misak, pero estos han soportado con coraje todas sus envestidas. “Afortunadamente la resistencia fue grande y las familias nunca salieron del territorio frente a la presión de la derecha armada o de la izquierda armada. Siempre hubo la unidad, la fuerza necesaria para resistir y una política muy clara frente a ellos”, cuenta con orgullo un líder de la región, pues no se dejaron sacar del territorio que tanto esfuerzo les costó recuperar.  

En los años ochenta sufrieron la persecución de las guerrillas para que se unieran a sus luchas y acogieran sus ideales, pero se negaron porque ya tenían trazada una hoja de ruta con su Derecho Mayor. Al despuntar el nuevo milenio los grupos paramilitares pasaron por sus tierras y dejaron “amenazas muy fuertes contra los gobernadores y los dirigentes, pero no pasó a mayores”, recuerda Tunubalá.

Esos hechos los denunciaron a través de comunicados y movilizaciones. A la par de esas situaciones, también se han solidarizado con sus hermanos indígenas y han marchado por ellos cuando los afectado el conflicto armado.

Otro logro es mantener por fuera de sus territorios a las empresas legales e ilegales que buscan explotar sus riquezas naturales, tanto hídricas como auríferas. “Uribe (en referencia al entonces presidente Álvaro Uribe Vélez) estuvo a punto de firmar en concesión a una empresa privada el agua que nace en Guambía, en el páramo de Las Delicias, pero nosotros lo impedimos. Luchamos dos cosas: no a la minería ni a la concesión de agua, porque son componentes de la vida Misak y de otros pueblos”, cuenta un líder de la región.

En 2012 desconocidos intentaron explotar oro sin autorización, y el cabildo los expulsó. “Estamos en vigilancia en todas partes, para nosotros no existe la minería artesanal, los recursos que están adentro de la tierra son de mucho respeto y así deben mantener”, agrega este líder.

Quizás uno de los proyectos más exitosos de los Misak es el hospital Mamá Dominga, un centro hospitalario de primer nivel de complejidad que existe desde hace 14 años, atiende a 21 mil afiliados y es administrado por el cabildo.

Otros logros en su haber son los programas de educación propia, el centro de justicia de jurisdicción indígena y el proyecto de procesamiento de plantas en productos naturales para la salud.

Aunque esas conquistas son un indicador de que están alcanzando las metas que se propusieron en 1980, todavía les quedan varios retos por cumplir. El principal de ellos es la ampliación del cabildo y legalizar la tierra que han adquirido en los últimos años. Y lograr que el Estado los escuche y diseñe políticas incluyentes para no tener que volver a pelear con sus hermanos indígenas.