Después de ser una comunidad dedicada al campo y de ser ejemplo de asociatividad agropecuaria, tuvieron que salir por culpa de la violencia paramilitar. Hace poco se reunieron en Cartagena durante una audiencia de víctimas.
A sus 80 años, don Clímaco* trata de ocultar la tristeza entre sus arrugas y una amplia sonrisa cuando cuenta cómo era su vida en la vereda La Pelona, del municipio de San Onofre, en Sucre, antes de que hombres del Bloque Héroes de los Montes de María desplazaran a las 55 familias que vivían en la parcelación.
Esta comunidad campesina fue una de las primeras víctimas del Bloque Norte,cuyos miembros señalaron a los pobladores de colaborarle a la guerrilla. En una reciente audiencia realizada en Cartagena, y en la que participó a través de videoconferencia el ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso, preso desde mayo de 2008 en Estados Unidos, los labriegos asistieron con camisetas blancas que tenían leyendas como “Soy víctima, exigimos reparación” y “Soy víctima, exigimos justicia”.
En esta audiencia, convocada por el Tribunal de Justicia y Paz de Bogotá, las víctimas de La Pelona se mostraron unidos y dispuestos a revivir los tristes episodios que los afectaron. Valerosos, se pararon ante el micrófono para que Mancuso y sus hombres recordaran cómo acabaron con la tranquila vida de una comunidad.
“Yo tuve ocho hijos en La Pelona, ahí los críe a todos, pero llegó el exterminio y nos arruinaron en todas las formas; desde el desplazamiento, mis hijos no han tenido vida, emigrando, trabajando por una miseria, ahora todos están regados, llenos de compromisos. Nosotros estábamos acostumbrados a trabajar en la parcela y de ahí sobrevivíamos todos porque en esas tierras se producía de todo”, rememoró don Clímaco. (Ver La barbarie de ‘Cadena’ en San Onofre)
Su recuerdo se remonta a 1970 cuando el antiguo Incora (hoy Incoder) compró una finca de 566 hectáreas, la parceló y se la adjudicó a 55 familias, las mismas que se asociaron y encontraron en el trabajo agrícola la mejor manera de vivir.
Un joven líder dijo ante la presidenta del Tribunal de Justicia y Paz de Bogotá, la magistrada Lester González, que en La Pelona se producía yuca, maíz y ñame, y por intermedio del INAT (Instituto Nacional de Adecuación de Tierras) consiguieron que les construyeran un minidistrito de riego.
“Allá daba gusto ver cómo las tractomulas hacían fila para cargar la yuca que llevaban a otras partes del país. Organizamos la Asociación y a través de ella procesábamos el maíz y la yuca, teníamos un minidistrito de riego para cinco hectáreas, había una escuela, éramos unidos, hasta que vino esa bomba paramilitar que hizo que unas familias se fueran para Cartagena, Barranquilla, Riohacha y otros sitios de la Costa, los hogares se desintegraron y muchos de nuestros jóvenes tomaron caminos equivocados”, explicó el joven.
El pecado de La Pelona fue su ubicación. Está muy cerca del mar, al lado del corregimiento de Berrugas y de Rincón del Mar. Eran vecinos de la finca El Palmar, la misma que Rodrigo Mercado Pelufo, alias ‘Cadena’, tomó como base para salir de allí a cometer las masacres (más de 40) en toda la región de los Montes de María junto con Marco Tulio Pérez, alias ‘El Oso’, zona que años después sería dominada por Uber Bánquez Martínez, alas ‘Juancho Dique’.
Los campesinos de La Pelona se convirtieron en unos vecinos incomodos para las autodefensas y aunque no ocurrieron masacres en la parcelación sí presenciaron lo ocurrido en septiembre de 1996, con Sabas Anaya Agresot, quien apareció sin vida y con signos de tortura en la vía San Onofre-Tolú Viejo, luego de ser sacado por un grupo de hombres de un billar en el caso urbano de San Onofre.
La muerte de uno de los parceleros causó conmoción y alertó a los demás campesinos, que a pesar de lo ocurrido y a sabiendas que lo habían matado los paramilitares que lo acusaron de colaborador de grupos subversivos, siguieron su vida cotidiana. Sin embargo, el hecho que originó el desplazamiento masivo y que hoy los tiene frente a un proceso de reparación colectiva y esperando los fallos de restitución de tierras, ocurrió un año después.
En la media noche del 4 de marzo de 1997, integrantes del Frente Héroes de los Montes de María llegaron a la casa de Andrés Antonio Barón Castellanos, quien presidía la Asociación de Campesinos, lo sacaron y le ordenaron que los llevara a las casas de otros campesinos que según ellos también le colaboraban a la guerrilla. El líder se negó a cumplir la orden y les dijo que prefería que lo mataron ahí mismo porque no podía acusar a ninguno de sus compañeros de algo que no habían hecho.
El padre de Andrés asistió a la audiencia en Cartagena y contó que los paramilitares lo arrastraron unos metros y lo asesinaron: “Yo sentí los disparos, cogí la machetilla y quise salir, pero mi mujer me dijo que mejor no saliera porque no sabíamos qué había pasado y fíjese que habían matado a mi hijo”.
En la audiencia se conoció que existe una persona desaparecida de la vereda La Pelona que no está registrada en los listados de Justicia y Paz. Se trata de Wilfrido Therán Bocanegra, a quien se llevaron de San Onofre. (Ver Entre el poder político y el abuso sexual en San Onofre)
Un regreso a cuenta gotas
Todavía a los campesinos de La Pelona les da miedo decir que son de allá. Ni siquiera aceptan que sus nombres sean revelados. Un hombre moreno, de unos 35 años, le contó a VerdadAbierta.com que “durante 17 años hemos desafiado al miedo y la tristeza. Hubo momentos en que tuvimos que ocultar nuestro documento de identidad porque nos daba miedo decir que veníamos de San Onofre”.
Para las 55 familias no fue fácil. Después de estar 30 años en esa tierra, en la que según sus propios testimonios, “no necesitamos alcalde o policía para arreglar nuestros problemas”, tuvieron que enfrentar una realidad distinta que los obligó a irse a ciudades a trabajar en oficios diversos que tuvieron que aprender sobre la marcha. Aunque se enteraron de la desmovilización y de que la zona está tranquila, la mayoría no regresó.
VerdadAbierta.com conoció que en la parcelación viven actualmente 39 familias, de las cuales 13 están asociadas en proyectos de piscicultura y agricultura. El problema es que varias de estas familias no son las mismas de hace 17 años.
“Creo que solo ocho familias retornaron solas, sin acompañamiento, pero a otras nos tocó mal vender las parcelas, por lo que nos dieran, tres, cuatro millones de pesos, pues había mucha necesidad. Hoy estamos en restitución de tierras, esperando los fallos, que ojalá sean favorables. No teníamos otra opción que vender al primero que se nos acercaba”, afirma uno de los hombres que vestía la camiseta blanca con las leyendas en las que se reconocen víctimas del conflicto armado.
Don Clímaco, uno de los mayores de la comunidad, no ha regresado a La Pelona. Dice que lo haría si existieran garantías. “A mí me persiguieron, me tildaron de guerrillero, de sembrar marihuana, cuando lo único que hacíamos en la parcela era sembrar yuca y maíz. A mi señora para contentarla le digo: ‘no te acongojes, estamos a salvo y eso es mejor a estar muerto’, pero es duro. Cuando nos vinimos a Cartagena pasaba todos los días tempranito el vendedor de yuca y nos daba tres ‘rabitos’ por mil pesos y ella decía: ‘eso era lo que le echábamos a los puercos’ y se ponía triste”.
Lo mismo recuerda el padre de Andrés Antonio Barón: “Hace 17 años que sucedió eso, teníamos un criadero de peces y en esos días habíamos echado bastantes peces. ¿Quién nos repara en La Pelona? Esas tierras nos la dio el gobierno, nosotros mismos hicimos la carretera de entrada, como seis kilómetros, conseguimos un lago con el INAT. La gente de Berrugas y de Rincón del Mar nos dice que cuando nosotros estábamos, a ellos les iba bien porque producíamos para nosotros y para ellos”.
La vereda La Pelona está a 15 minutos de San Onofre. Ha crecido, ya son más que 55 parcelas, y se conformó una aldea que sus pobladores llaman Luis Carlos Galán, en homenaje a este líder asesinado por sicarios al servicio del narcotráfico. Los campesinos de esta comunidad que asistieron a la audiencia en Cartagena y escucharon las palabras de arrepentimiento que pronunció el ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso expresaron que “ojalá todo vuelva a ser como antes”.