La barbarie de ‘Cadena’ en San Onofre

      
Por años, ‘Cadena’ y sus hombres pisotearon a San Onofre, en donde abusaron de mujeres y hombres a su antojo. Memoria Histórica logró que sus habitantes contaran esos años terribles y cómo sobrevivieron.

 

Cadena fue desaparecido en 2005. Foto Semana

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María Emma Wills y el grupo de Memoria Histórica reconstruyó la forma cómo los paramilitares abusaron de los habitantes de San Onofre (Sucre), quienes resistieron en silencio varios años en estado de total indefensión.

El libro que cuenta con dos apartados titulados “Mujeres y guerra. Víctimas y resistentes en el Caribe colombiano” y “Mujeres que hacen historia. Tierra, cuerpo y política”, muestra cómo los paramilitares crearon un sistema, en el que la violencia sexual y el racismo fueron sus armas predilectas para el control social.

El terror en San Onofre
Libertad, Berrugas, Rincon del Mar, Labarcé, Alto de Julio, Plan Parejo e Higuerón, son algunos de los corregimientos de San Onofre (Sucre), que estuvieron bajo el control de los paramilitares del Bloque Montes de María durante casi una década. Tiempo en el cual impusieron reglas de comportamiento y establecieron sanciones a quien se atreviera a incumplir sus órdenes.

San Onofre es un municipio ubicado en la llanura que hay entre Los Montes de María y el Golfo de Morrosquillo. Allí, a orillas del mar, en el triángulo entre Rincón, Berrugas y Libertad, estableció su base o campamento principal Rodrigo Mercado Pelufo, alias ‘Cadena’, el jefe militar del Bloque Montes de María.

La región de los Montes de María, ubicada entre el Río Magdalena, la serranía de San Jerónimo y el Golfo de Morrosquillo, en los departamentos de Bolívar y Sucre, se ha hecho visible en las últimas décadas, desde los años 70, por las luchas campesinas agrarias y la presencia a partir de los años 80 de grupos guerrilleros y de autodefensa, hasta cuando aparecieron las Farc y lasAuc en los años 90 y las incursiones contra la población civil la convirtieron en una escenario de guerra en donde se cometieron más de 40 masacres.

En San Onofre y sus corregimientos los paramilitares ejercieron como únicas autoridades, sin oposición estatal, y regularon la vida cotidiana de los habitantes a su antojo. Establecieron castigos públicos, imponían trabajos forzados, se apoderaron de las fiestas patronales y hacían valer por las armas privilegios económicos y sociales.

En este minucioso trabajo, el grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reconciliación y Reparación, muestra cómo la presencia y el accionar del Bloque Montes de María no fue igual en toda la subregión.

Mientras en los municipios ubicados en la Troncal del río Magdalena y en la zona de montaña, hacían incursiones y cometían masacres, en San Onofre se asentaron y fueron produciendo un orden social regulando la vida cotidiana de los pobladores.

Ese control y presencia habitual de los paramilitares en San Onofre y sus corregimientos, implicó la moderación de cuerpos, espacios públicos y prácticas sociales.

Alias ‘Cadena’ y ‘El Oso’, establecieron pautas de comportamiento, regularon la vida afectiva, la vida sexual y la cotidianidad, especialmente de las mujeres.

La monografía de MH reconstruye el accionar paramilitar sobre la vida cotidiana de los pobladores, así como las afectaciones que el conflicto armado impuso a las mujeres, a la población civil, en la cultura y el orden social en la región.

Los paramilitares instrumentaron, para establecer su dominio, un lenguaje y una violencia en la que promovían la construcción y consolidación de un orden social en el marco de la dominación armada.

¿Cómo lo hicieron y quiénes fueron las principales víctimas? Las adolescentes entre 14 y 17 años, las mujeres y los homosexuales, fueron las principales víctimas, pero no las únicas. También los hombres sufrieron en silencio el maltrato y el abuso contra sus hijas, madres, hermanas y esposas.

A través de tres hechos muy impactantes, un reinado de belleza con niñas adolescentes, peleas de boxeo entre homosexuales y la rapada a tres mujeres, Memoria Histórica ilustra el complejo proceso de regulación de la vida y el control social que impusieron los paramilitares en San Onofre. Las mujeres fueron relegadas a la vida privada, a ser madres y esposas ejemplares, mientras que a los homosexuales los castigaron y convirtieron en objeto de burla y ofensa.

Además, en un pueblo de afrodescendientes, ser blanco era sinónimo de distinción social. Los paramilitares al querer imponer un orden que desconocía la cultura, las costumbres y la raza predominante, generaron el caos y el desorden.

Los testimonios de las víctimas hablan por sí solos: “Las menores que participaron en el reinado, fueron obligadas a reunirse a solas con ‘El Oso’, el jefe paramilitar de Libertad, donde se llevó a cabo el reinado. Las candidatas que no aceptaron, tuvieron que irse de la región y tres o cuatro de las 17 niñas que concursaron en representación de igual número de corregimientos y veredas. Ay de quién no asistiera”, contó una de las fuentes.

El reinado duró cuatro días en plena Semana Santa de 2003, las candidatas desfilaban en carrozas, los dueños de finca debían mandar tres o cuatro novillas o en su defecto 400 mil pesos. Una candidata de 14 años, que había capturado la atención de ‘El Oso’, se ganó una novilla, presuntamente robada. En los cuatro días de fiesta hubo música en vivo, ron, casetas, comidas y entretenimiento. Las utilidades por todos los servicios llegaban al bolsillo de ‘El Oso’. “Eran los dueños de la fiesta”.

Pero así como el reinado terminó siendo un escenario donde ‘El Oso’ mostró que su intención era imponer su voluntad y saciar sus apetitos sexuales, las peleas de boxeo entre homosexuales y mujeres en el corregimiento ‘ElAlto de Julio’, dieron lugar a la burla.

Los jóvenes fueron llevados a la fuerza en camionetas blindadas, vestidos con batas blancas y subidos al ring. El encuentro boxístico duró dos días y aunque el evento central fueron las peleas de boxeo y el desfile de los homosexuales y las mujeres. Hubo 14 peleas, picós traídos de Cartagena y música de viento.

“Trajeron a los maricas para burlarse, la gente fue obligada a ir y se reían del espectáculo”, recuerda un testigo. También les tocó pagar y, por supuesto, el dinero era para los paramilitares organizadores.

“Fue un espectáculo fuerte, empezaron temprano, vendían cervezas y comidas y se burlaban de todo lo que estaba ocurriendo”, recuerda otro habitante de la región.

El orden que impusieron no sólo fue con las armas y la intimidación, también lo hacían con el lenguaje. Los paramilitares hablaban del ‘camino recto’, es decir en los pueblos no podía haber ladrones, prostitutas ni drogadictos. Fueron excluidos y eliminados socialmente. Algunos expulsados, otros desaparecidos.

Uno de los testigos dijo lo siguiente: “Para mí ‘Cadena’ era un dictador en miniatura con un código de conducta claro: la gente tenía que estudiar y producir. Si los jóvenes estaban estudiando o trabajando con los padres, no había problemas”.

En otro testimonio, una mujer afirma que “a pesar de la ola de violencia fuerte, fuerte, fuerte, la gente nunca se desmotivó: las que estudiaban seguían estudiando y los que trabajan, seguían trabajando; pero sí: ‘por el camino recto”.

Las mujeres fueron estigmatizadas y debieron acomodarse a lo que la cultura tradicional esperaría de ellas: “su vida se restringía al ámbito privado, a sus hogares, a criar a sus hijos y a mostrarse respetuosas de la autoridad masculina y paramilitar”, dice el informe de Memoria Histórica.

El informe cita por ejemplo que un día ‘Cadena’ le dijo a una mujer: “Yo no mato a los maricas, porque los maricas son más fieles que las mujeres”.

Pero eso no fue todo. Las mujeres no podían estar sentadas en las puertas de sus casas, o reunirse en grupos, porque eran acusadas de ‘chismosas’, ‘pelioneras’ y ‘viciosas’. Esos ‘comportamientos’ eran castigados, los paramilitares sometían a las mujeres al escarnio público y en otros casos las obligaban a trabajos forzados como barrer las calles del pueblo o limpiar las edificaciones públicas.

A las mujeres de Libertad e Higuerón, corregimientos que conservan prácticas religiosas afrodescendientes, las consideraban peligrosas y contrarias a los principios cristianos defendidos por los paramilitares. A esas mujeres las rotulaban de ‘brujas’.

Mientras estigmatizaban a las mujeres, construyeron una noción de hombre, viril y guerrero. Castigaban los cortes de pelo y los aretes en las orejas. Controlaban el cuerpo, la ropa y el peinado. Nadie podía tener el cabello largo ni accesorios.

El informe dice que los paramilitares trataban a las personas como animales.

‘Cadena’ y ‘El Oso’, además de los maltratos mencionados, trataban a la población afro de manera racista. Uno de ellos le contó a Memoria Histórica que, cuando reunían al pueblo, los que buscaban la  sombra o una silla mientras llegaba ‘Cadena’, este criminal los increpaban al tiempo que disparaba al aire : “negros, ustedes se me paran en el sol, como el ganado”.

Además recuerdan que amontonaba a la población con los hombres de su escolta y les decía: “estoy harto, cansado de su desorden. Voy a matar a tres o cuatro para que sepan que yo sí mato. Todo esto es mío decía, espero que mejoren”.

Eso no era todo, le gritaban “negros flojos y los sancionaban con largas jornadas de trabajo.”
Mientras maltrataba a los hombres les decía a las mujeres “negras chismosas”.

La humillación por parte de ‘Cadena’ y sus hombres era permanente y el maltrato fue sistemático, duradero y avasallador.

Después de años de maltratos y vejaciones los habitantes de estas poblaciones del Caribe colombiano empezaron a sentir un aire cuando capturaron a ‘El Oso’ a comienzos de 2004 y ‘Cadena’ estaba en los diálogos de Ralito.

La silenciosa resistencia que habían mantenido durante más de siete años, estalló cuando el sucesor de ‘El Oso’, alias ‘Diómedes’ quiso mantener el mismo régimen y algunos pobladores lo lincharon cuando trató de dar ejemplo con un joven que se resistía al maltrato.