Sergio Córdoba reconoció, en versión libre, el asesinato de unos comerciantes de El Carmen de Bolívar. Sus viudas y familiares supieron al fin cómo fue su triste final.
En breve: Durante una versión el exjefe paramilitar Sergio Manuel Córdoba Ávila, alias ‘120’, ‘El Gordo’ o ‘Caracortada’, relató un episodio sobre la desaparición de cinco comerciantes y una joven informante. Sólo uno de ellos apareció, los otros cinco fueron asesinados pero se desconoce dónde están sus cuerpos.
Paramilitares mencionados: ‘El Chuzo’, ‘Mano e Trinche’, ‘Boyera’, ‘Federico’, ‘Tolemaida’, ‘Rafa’, ‘Amín’. Lugares mencionados: San Jacinto, El Guamo, Zambrano, Plato, San Juan Nepomuceno, Bosconia y El Carmen de Bolívar, municipios donde el Bloque Norte realizaba actividades delincuenciales. |
‘El Gordo’ o ‘Caracortada’ fue uno de los más sanguinarios sicarios en los Montes de María. Foto VerdadAbierta.com |
Diez años después casi nadie recuerda con detalle lo que pasó hace una década. ¿Cómo era la vida en un pueblo de la costa, en los Montes de María en el año 2000? Para ser más precisos: ¿cómo era la vida en pueblos como El Carmen de Bolívar, San Juan Nepomuceno, San Jacinto, El Guamo, Córdoba y Zambrano? Estaban bajo fuego; peor aún: estaban sometidos al fuego cruzado de la guerrilla, el paramilitarismo y la fuerza pública. Los tres disparaban contra la población civil.
En esos años, para quienes lo olvidaron, no lo quieren recordar o simplemente nunca lo supieron, El Carmen de Bolívar llegó a ser un pueblo fantasma. Asomarse a la carretera que comunica a Cartagena con Sincelejo, más o menos 200 kilómetros entre una capital y otra, daba terror. A las seis de la tarde la cerraban al tráfico pues a las tractomulas las atracaban los piratas terrestres, a los viajeros los bajaban de sus carros y los secuestraban, atentaban contra los peajes y los quemaban, al ganado lo acribillaban en los potreros, las fincas las incendiaban y a orillas de la carretera tiraban a los muertos, fuera del perímetro urbano de los pueblos para que el levantamiento del cadáver no le tocara a la policía sino a la Infantería de Marina.
Era tal el terror que todos sospechaban de todos. En esos días camionetas con vidrios oscuros, sin placas, se paseaban por el pueblo, despacio, muy despacio. Adentro iban presuntos informantes que señalaban, daban nombres y después los paramilitares volvían con listas de casa en casa y la gente desaparecía. Arrancaban las puertas de las casas amarrando gruesas cadenas a las defensas de las camionetas de vidrios oscuros. Y no eran sólo los paramilitares, también lo hacía la guerrilla. Y la fuerza pública tenía informantes que se atrevían a señalar a inocentes como si fueran guerrilleros. A la gente la sacaban de sus casas en el casco urbano y la embarcaban como animales. Más nunca se supo de centenares de personas desaparecidas de esa manera.
Las que sí recuerdan el infierno que vivieron son las viudas, los hijos y las hijas, las madres y los padres que se quedaron cuidando sus muertos. Muchos habitantes se fueron desplazados, invadidos por el miedo; los que pudieron vender sus fincas o aquellos que tenían un familiar en Barranquilla, Cartagena o Sincelejo, abandonaron la región. Cielo, la viuda de Antonio Segundo Medrano Meza, desaparecido el seis de febrero de 2000, recuerda que todas las noches estallaban bombas en el pueblo: en las casas de familia, en las tiendas, en la estación de policía, en el parque, en el hospital, en la alcaldía, en la calle, en los bares y en los billares. Nada detenía la violencia.
Había personas a quienes la guerrilla secuestraba y empobrecía y después eran asesinados por los paramilitares, quienes los acusaban de ser colaboradores de la subversión. Cielo, que se quedó en El Carmen esperando noticias de su esposo desaparecido todavía recuerda que a las seis de la tarde las calles del pueblo quedaban desiertas. Incluso que dejaron de dormir en las habitaciones próximas a la calle y que la mayoría de las noches, durante varios años, lo hicieron en el piso.
Nunca tuvieron años de tranquilidad. Antes del 2002 no había seguridad y de ese año hacia adelante porque había seguridad estatal pero con la presencia del Bloque Héroes de los Montes de Marías. “Nos sentíamos secuestrados, no teníamos libertad”, dice Cielo. Hasta que en 2005 comenzó la desmovilización de los grupos paramilitares
En la región se escuchaban varios nombres como causantes de esta violencia: Martín Caballero, jefe guerrillero de las Farc, y ‘Mano de Trinche’ y ‘El Gordo’ o ‘120’, cabecillas de los paramilitares. Hubo momentos de control guerrillero y otros de control paramilitar. Durante gran parte de los 80 y 90 fueron las Farc las que sembraron el terror. A partir de 1997 fueron las Autodefensas Unidas de Córdoba que se extendieron hacía los Montes de María bajo el mando de Salvatore Mancuso, quien había recibido la misión de Carlos Castaño de arrebatarle ese territorio a las Farc.
Mancuso encargó de la misión a Edwin Tirado, alias ‘ElChuzo’, quien empezó con un pequeño grupo con el que incursionaba en los municipios de la región. Tirado fue fundador del grupo de Mancuso en Tierralta en el año 1991. Pero fue capturado a finales de 1997 cuando iba a ser transferido a un ‘grupo élite’ bajo el mando de Vicente Castaño. A Tirado lo remplazó otro hombre de confianza de Mancuso, Sergio Manuel Ávila Córdoba, alias ‘120’ o ‘El Gordo’, quien hasta ese momento había sido el administrador de las fincas del jefe paramilitar.
Ávila Córdoba fue jefe del grupo durante casi cuatro años, entre comienzos de 1998 y el 31 de julio de 2002, fecha en la que fue detenido cuando preparaba el ingreso del grupo en Cartagena. Durante la última semana del pasado mes de febrero, Sergio Ávila, alias ‘El Gordo’, estuvo en versión libre en Barranquilla. Ya había estado en noviembre de 2009 y las salas de audiencia donde se transmitían las versiones en San Jacinto, Calamar y El Carmen fueron insuficientes para albergar a la gente que iba a escucharlo para saber qué había ocurrido con sus familiares. Y para esta ocasión, con transmisión satelital de la versión a una sala en San Jacinto, la gente volvió a concurrir masivamente.
El primer día de versión empezó contando varios hechos, que enlazados unos con otros, provocaron tanta conmoción en El Carmen como cuando ocurrieron hace diez años. Empezó con la desaparición y muerte de Elsa Patricia Díaz, la hija de la dueña del Hotel Alferez, asesinada por el mismo Ávila. Cuando el grupo paramilitar comenzó a delinquir en el municipio, Alfonso Terán, alias ‘El Boyera’, un militante urbano, se hospedó en El Alferez y comenzó a enamorar a Elsa Patricia. Al poco tiempo la convirtió en su novia y la convenció para que fuera su informante y le contara quiénes se hospedaban y además señalara a aquellas personas que ella supiera o creyera que pertenecían o eran auxiliadores de la guerrilla.
Un día Elsa Patricia señaló como ‘colaboradores’ de la guerrilla a cinco comerciantes muy conocidos en el municipio, que compraban electrodomésticos en Maicao y los vendían en Medellín y en menor proporción en los pueblos de la región. Los paramilitares comenzaron a buscar la manera de desaparecerlos y a través de Elsa Patricia a ganarse la confianza de los hombres.
El seis de febrero de 2000, los cinco comerciantes emprendieron viaje a Maicao a recuperar una mercancía y se llevaron a la joven, quien al parecer estaba coqueteando con una de las víctimas. El viaje hacía Maicao fue por la ruta El Carmen, Zambrano, Plato, Bosconia, Pueblo Nuevo, Valledeupar y de ahí hasta La Guajira.
El vehículo en el que viajaban los cinco comerciantes y la joven era escoltado a distancia por ‘Boyera’, quien iba en una moto informandole a alias ‘120’ por dónde iban. Este a su vez llamó al comandante del Bloque Norte, Rodrigo Tovar Pupo, alias ‘Jorge 40’, para informarle sobre la operación en que se encontraban.
El exjefe paramilitar le dijo que montaran un retén en Pueblo Nuevo, retuvieran a los cinco comerciantes y devolvieran a Elsa Patricia a El Carmen de Bolívar. Así lo hicieron, en un operativo en el que participaron ‘120’, ‘Federico’, ‘Tolemaida’ y alias ‘Rafa’, bajaron del vehículo a Rodrigo Duarte, Guillermo Chamorro Peña, David Muñoz Meza, Antonio Segundo Medrano Meza y Orlando José López Paz y se lo entregaron a alias ‘Amín’.
A Elsa Patricia la enviaron en una camioneta de las Auc a El Carmen de Bolívar, llegando a las 11 de la noche del mismo seis de febrero. Ya en el pueblo se sabía que los comerciantes habían sido secuestrados, así que la aparición de la joven creo la expectativa de que los demás serían devueltos también. Esperanza que Elsa Patricia se encargó de animar diciendo que a los compañeros de viaje los habían secuestrado, pero que los devolverían como había ocurrido con ella. Lo cual era mentira porque ella los había acusado de ser colaboradores de la guerrilla.
Trece días después, el 19 de febrero de 2000, en cercanías de Bosconia, a orillas del río Magdalena, apareció el cadáver de Rodrigo Duarte. Las esposas de los cinco secuestrados fueron a Bosconia, Plato y Pueblo Nuevo, todos los pueblos por donde pasaron sus esposos, preguntándole a la gente si sabían algo de ellos. En Bosconia los habitantes pasaban cerca de ellos y les decían: “este pueblo es muy peligroso, váyanse”. Cielo fue a la policía y el comandante le dijo que él no tenía vehículos ni personal para salir a buscar a sus esposos en la zona rural y además, que “sus esposos eran colaboradores de la guerrilla”.
Las autoridades y los habitantes de El Carmen comenzaron a preguntarle a Elsa Patricia qué más sabía del grupo que los había secuestrado, qué les diera pistas.
‘Boyera’, se dio cuenta del riesgo y ‘120’ ordenó que la llevaran a una finca campamento del grupo armado, pero a los pocos días comenzó a rebelarse diciendo que quería regresar, que la dejaran ir o de lo contrario contaría lo ocurrido con los cinco comerciantes. Alias ‘Caracortada’ consultó con ‘Jorge 40’ qué hacer y éste le dijo que la matara. El mismo paramilitar la asesinó y la arrojó al río por un sitio conocido como La Bodega, en la bocatoma del acueducto de El Guamo. Nunca más se volvió a saber de la muchacha.
Aparece la verdad
Durante diez años y dieciséis días, Cielo, la viuda de Antonio Segundo Medrano Meza, uno de los comerciantes desaparecidos que en ese entonces tenía 34 años, indagó infructuosamente por el paradero de su esposo y padre de sus dos hijos, una niña de ocho años y un recién nacido de un año de vida. Había continuado con su vida y no cesaba en su búsqueda.
Por eso el 22 de enero pasado, cuando Tica, la viuda de Rodrigo Duarte fue a decirle que alias ‘Caracortada’ había contado lo que había ocurrido, no lo podía creer. Ella estaba en El Carmen y las versiones de Sergio Ávila las estaban transmitiendo a una sala de víctimas adecuada en el municipio de San Jacinto, a veinte kilómetros de distancia. La amiga le dijo que al día siguiente iban a ir las otras viudas para preguntarle sobre el caso.
Cielo, abogada y funcionaria de la Procuraduría en El Carmen, no quería escuchar la verdad que durante tanto tiempo había estado buscando. Le dijo que no iba a ir y esa noche lo pensó, no podía dormir, lo reconsideró y viajó con sus amigas a San Jacinto para escuchar lo que el exparamilitar sabía de sus esposos.
Era tanta la emoción, que ese día, dice, diez años después de los hechos, “fue igual al día en que desaparecieron”. El dolor la tenía paralizada, lloraba, no quería entrar a la sala de audiencias, pero se llenó de valor y se presentaron ante la fiscal Lizmary Jurado, quien les entregó un formato que debían diligenciar todas las víctimas.
Al lugar de las audiencias llegaron quince mujeres, entre esposas, hermanas y familiares, todas de negro. Ya en la audiencia la fiscal Jurado, informó al fiscal delBloque Córdoba, que presidía la audiencia en Barranquilla, Francisco Álvarez, que en la sala se encontraban las viudas de los cinco hombres secuestrados y desaparecidos el seis de febrero de 2000, que ellas querían escuchar de la propia voz de Sergio Ávila, alias ‘Caracortada’, la versión sobre lo que había pasado con sus esposos.
Ávila contó lo sucedido con Elsa Patricia, el episodio del retén, y el secuestro, pero dijo desconocer el paradero de los otros cuatro desparecidos, pues él se los había entregado a alias ‘Amín’ y a ‘Rafa’, solo ellos sabían qué hicieron con los cuerpos. El fiscal le dio la palabra y Cielo le dijo a‘Caracortada’ que lo perdonaba, pero que ese perdón no le serviría de nada. Que en nombre de Dios le pedía la verdad.
“Quiero saber dónde está mi esposo. En diez años no hemos sabido nada, necesito darle una respuesta a mis hijos”. ‘Caracortada’ le dijo que el objetivo de esa misión era matar a los hombres porque Elsa Patricia, la informante sacrificada por ellos, les había dicho que eran guerrilleros. Pero que él, Sergio Ávila, no los había matado.
Atrás, en un rincón, se encontraba el hermano de Elsa Patricia, también ignorante de los hechos, escuchaba con estupor lo que había ocurrido con su hermana. Entre avergonzado y con miedo, Juan Carlos Díaz Sierra, permanecía callado, apabullado. Cielo y las otras cuatro viudas se le acercaron y lo abrazaron diciéndole que no sintiera pena, que él no tenía la culpa. La familia de Elsa Patricia ignoraba en lo que su hija y hermana se había involucrado y desconocían la suerte que había corrido, pero ese día alias ‘’Caracortada’’ dijo que él mismo la mató por orden de Jorge 40 y que su cuerpo fue arrojado al río.
Diez años y dieciséis después, El Carmen de Bolívar recuperó parte de la vida que un día tuvo, pero sin duda, no volverá a ser la misma después de haber vivido el infierno que vivieron. Durante estos diez años Cielo no ha sabido qué responderle a su hijo menor que no ha dejado de preguntarle por su padre. Un día, cuando cumplió los siete años, le dijo a la mamá: si mi papá está de viaje, porque no lo llamamos y le decimos que venga o nosotros vamos donde él está. Ese día tuvo que decirle que su padre había salido de viaje y estaba desparecido, pero no siempre tiene la respuesta que sus hijos esperan.
Ahora, cuando ya tiene once años y sabe que alias “Caracortada’ o ‘El Gordo’’ dijo que su padre estaba muerto, le dijo: “mamá, dime una cosa: el gordito ese no te dio ninguna esperanza de que mi papá esté vivo”. Cielo tiene la certeza de que su esposo fue asesinado, pero no descansará hasta encontrarlo.