La juventud está poniendo una cuota de sacrificio en las jornadas de paro iniciadas el pasado 28 de abril. Gritan, aplauden y expresan su creatividad, pero también mueren. Y las autoridades insisten que las marchas están infiltradas por grupos armados ilegales. VerdadAbierta.com habló con una joven líder de la primera línea para escuchar qué piensa de esas sindicaciones.
Su voz al otro lado del teléfono es tranquila y trata de explicar aquello por lo que se le pregunta con la mayor precisión posible. Se llama Simona, así, sin más, y ha sido encargada de hablar a nombre de los Escudos Azules, un colectivo de jóvenes que hace parte de la primera línea de las marchas surgido durante las protestas de noviembre de 2019 como estrategia de protección de los manifestantes ante los abusos de los agentes de la Policía Nacional. Su nombre es una alegoría pacífica a los Cascos Azules de Naciones Unidas.
Así como en las calles están expuestas a la violencia que se desata durante las jornadas de protesta, también llevan sobre sus espaldas el estigma que los relaciona con grupos armados ilegales, creado por una narrativa estatal que parece no tener sustento alguno. “Si así fuera, ya hubieran actuado contra nosotros”, plantea Simona.
Tanto el presidente de la República, Iván Duque; como el ministro de Defensa, Diego Molano; el director de la Policía Nacional, general Jorge Luis Vargas; y el fiscal General de la Nación, Francisco Barbosa, insisten en que las marchas están infiltradas por el narcotráfico, las disidencias de las Farc que no se acogieron al Acuerdo de Paz, por células urbanas de la guerrilla del Eln y hasta por el chavismo venezolano. Sin embargo, no hay evidencias concretas. (Leer más en: Supuesta infiltración criminal en la protesta genera dudas sobre políticas de seguridad)
El señalamiento más directo contra el colectivo que representa Simona vino del ministro Molano durante una conferencia de prensa realizada el pasado 3 de mayo: “Gracias al trabajo del Grupo Especial contra el Vandalismo y Delitos Conexos hemos identificado algunas de estas organizaciones criminales: Movimiento JM19, Movimiento Bolivariano de disidencias de las Farc de ‘Gentil Duarte’, los capuchos, los escudos azules y los escudos negros, células urbanas del Eln, 8 y 9 de junio”.
Lo que sí es evidente, y ha quedado registrado en numerosas imágenes captadas por la ciudadanía, es la agresiva reacción de los agentes de la Policía Nacional y del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD). En 10 días de protesta, según la organización no gubernamental Temblores, se registran por lo menos 39 asesinatos, atribuidos a la Fuerza Pública; 12 casos de violencia sexual perpetrados por los uniformados; 963 detenciones arbitrarias; y 28 víctimas de agresiones oculares, entre otras.
Esa violencia, según Simona, refleja la inexistencia de un Estado Social de Derecho que le garantice a los manifestantes la posibilidad de salir a manifestarse sin salir asesinado, molido a golpes, detenido de manera arbitraria sin registro alguno y, en el caso de las mujeres, ser agredida verbal y físicamente por los uniformados. (Leer más en: Piquetes de la Policía: como perros de caza en la protesta social)
Los Escudos Azules también han sido blanco de agresiones. Uno de los ataques más directos afectó a Gareth Sella, quien recibió un disparo en su ojo izquierdo durante una jornada de protesta el pasado 24 de febrero en Bogotá, cuando participaba de una marcha justo contra la brutalidad policial. El impacto del proyectil le quitó el 90 por ciento de su visión.
De esos y otros temas conversó vía telefónica VerdadAbierta.com con Simona.
VerdadAbierta.com (VA): ¿Cuá es el balance que dejan diez días de protestas en el país desde la perspectiva de los Escudos Azules?
Simona: Uno mira con gran emoción el deseo de la gente de volver a salir las calles en medio de una pandemia, con todos los temores y abusos; con todas las cuarentenas que trataron de imponer para menguar lo que está sucediendo. Es una gran inspiración y una gran esperanza que la gente decida salir a las calles teniendo en cuenta también toda la represión por parte de la Policía y del Ejército en distintos lugares.
Venimos del gran paro nacional del 2019, que tuvo mucho eco, el más grande en 40 años, pero llegamos después a toda una quietud en cuanto a la manifestación y que se fue por otros lados, como fue, en época de pandemia, lo que significó por lo menos en Bogotá, en Ciudad Bolívar, los trapos rojos, la gente sacando banderas rojas porque tenían hambre.
Después, con la muerte de Javier Ordoñez (asesinado por agentes de la Policía Nacional en Bogotá el 9 de septiembre de 2020), la gente volvió a salir a las calles, pero esta vez para decir ‘no más brutalidad policial’, y terminamos con un año marcado con la Minga Indígena (que marchó a Bogotá desde Cauca a mediados de octubre del año pasado), con todo lo que eso significa: verlos marchar tan poderosos, tan dignos, por todo el territorio colombiano. Y fue con ese panorama, con subes y bajas, que tuvo la manifestación el año pasado, que nos encontramos ahora con este paro nacional.
VA: Desde 2019, cuando aparecieron en las marchas los Escudos Azules, a este año, ¿qué cambios observa en relación con la protesta social?
Simona: Estamos viendo un cambio significativo en este momento y es que, a pesar de toda la represión, ahora es muy claro, ahora se está evidenciando totalmente. En Bogotá sucedió una masacre el 9, 10 y 11 de septiembre. Ahí se mostró un poco el talante de la Policía. Pero en estos días, desde el 28 de abril, se comprobó que no existe un Estado Social de Derecho.
VA: ¿A qué le atribuyen el alto nivel de agresividad de la Policía en estas protestas?
Simona: En Bogotá, el año pasado, la Policía se comportó de manera brutal, se voltearon la chaqueta, dispararon armas de fuego, fue evidente con la reconstrucción de videos, entonces los índices de abuso ya eran altísimos el año pasado.
¿Qué sucede este año? Que al ser un paro nacional se potencializó en otros territorios, como en la ciudad de Cali. Allá la actuación de la Fuerza Púbica ha sido terrible. Y la postura del ministro Diego Molano es como si estuvieran enfrentándose a un enemigo interno y no a manifestantes, a unos ciudadanos con unos derechos civiles.
Pero así es como forman a la Policía y a los integrantes de ESMAD. Los educan diciéndoles que las personas que salen a las calles atentan contra la democracia, entonces ellos tienen que salvar a su madre patria, siendo que las personas que están protestando también lo están haciendo por sus derechos; incluso, por los derechos de los policías rasos, que tienen un salario bajo, que también son vulnerados, que también reciben agresiones por parte de sus superiores, por eso también el grito y el llamado de todos es que los patrulleros y los policías se unan a ese pueblo que también está luchando por ellos y dejen de apuntarle con sus armas.
VA: ¿Qué reflexión han hecho los Escudos Azules sobre las declaraciones del ministro Molano al exponerlos como una de las organizaciones criminales que actúa en este paro?
Simona: Adelanta una campaña de estigmatización hacia Escudos Azules porque nosotros llevamos una labor legítima. El 24 de febrero, previa a la movilización en la que Gareth Sella perdió su ojo, la DIJIN (de la Policía Nacional) sacó un comunicado interno de alerta roja sobre nosotros y al otro día perdió Gareth su ojo. Es decir, lo que causan es que la Policía salga teniendo una persona perfilada y esa es a la que van a atacar.
Por un lado, dicen que quieren dialogar con nosotros los jóvenes; y, por otro, lo que buscan es hacer un ‘falso positivo’ judicial. Si tuvieran todas las pruebas, estoy segura que ya habrían venido a buscarnos y se habrían quitado a estos jóvenes que están protestando en las calles, pero como no las tienen, lo que siguen haciendo es señalar.
Y lo que causa esos señalamientos es estigmatización y lo preocupante es que más allá puede culminar con un ‘falso positivo’ judicial, que tantas veces los han hecho, y también puede terminar con la muerte de alguno de nosotros o con heridas graves, como en el caso de Gareth Sella.
VA: ¿Y por qué creen que los señalan?
Porque nosotros somos inconvenientes para el país, para las esferas públicas, porque estamos denunciando tajantemente que la Policía mató en una movilización a unas personas. Eso se vuelve incómodo para el establecimiento.
VA: El vandalismo en las marchas no se puede ocultar. Al respecto, ¿cuál es la percepción que tienen sobre los vándalos?
Simona: Evidenciamos en marchas que hemos acompañado que esos actos que salen en medios de comunicación son cometidos por infiltrados de la Policía. Ellos no están en toda la marcha, llegan antes de que se culmine y empiezan a agredir bienes públicos. Entonces, en ese momento, se da la orden de intervención por parte del ESMAD y esas personas desaparecen automáticamente y no se vuelven a ver.
VA: A ustedes los asocian con vándalos por su indumentaria: cascos, máscaras, escudos…
Simona: Es imposible que un joven salga a la calle y no tema por su vida. Si nosotros no saliéramos con escudos y sin cubrirnos el rostro, el nivel de perfilación sería impresionante. Si así estamos completamente perfilados, si así somos hostigados, señalados, si no estuviéramos protegidos, nuestras vidas estuvieran corriendo el mismo peligro que la de un líder social, que hace la misma labor: empodera a la comunidad, sin cubrirse el rostro, les da fuerza, les da energía, voz propia para que continúen con su camino. ¿Y cuál es la respuesta del Estado colombiano? Es completamente violenta.
Ahí es cuando uno se pregunta, quiénes son los verdaderos vándalos: Si son los jóvenes que salen con una maleta llena de sueños a decir que se debe transformar el país o si son aquellos de cuello blanco que están detrás de un escritorio, que están en una finca, y que dicen: ‘Pongamos estado de sitio’; ‘creo que lo mejor es conmoción interior’; ‘creo que lo mejor es que el Ejército esté en las calles’.
VA: ¿Tanto en las marchas como fuera de ellas, sienten que los vigilan, los perfilan, que los mantienen bajo observación?
Simona: No lo sentimos, es evidente en muchas marchas que nos pidan la cédula tres veces, que tengan actos de hostigamiento previos a una marcha o que salgamos y existan persecuciones. Sabemos que estamos en la esfera de ellos, pero también observan a todas las personas que los incomodan. Estoy segura que no somos los únicos. Eso mismo deben hacer con defensores de derechos humanos que elevan su grito y con la prensa libre que decide hablar de otros temas y desde otros ángulos.
VA: ¿De dónde se financian los Escudos Azules?
Simona: Arrancamos con recursos propios, no somos ricos, a nadie le pagan por hacer lo que hacemos, somos estudiantes universitarios, trabajadores, que nos mueve el amor. No nos financia ningún ente extraño y lo único que hacemos es con nuestros propios recursos.
En otras ocasiones, hemos pedido donaciones; por ejemplo, en el caso de Altos de La Estancia, pedimos ayudas en mercados, y mucha gente llevó los mercados y los distribuimos y hacíamos controles de esos. En el marco de la pandemia, entregamos mercados en barrios Santa Fe, Altos de La Estancia, en Ciudad Bolívar y en distintas localidades que estaban necesitando en ese momento ayudas.
Hicimos eso mismo para la Navidad del año pasado en Altos de La Estancia. Pedimos recursos para llevarles juguetes y comida a niños y niñas en la noche del 24 de diciembre.
Y este año, después de lo ocurrido con Gareth Sella, organizamos un evento público en el espacio Odeón, de Bogotá, y allá les pedimos ayuda a distintos colectivos de grafiteros, de emprendimientos independientes, que nos colaboraran ese día. Y recogimos fondos para el tratamiento de Gareth.
En estos momentos, mucha gente nos ha querido ayudar entregándonos elementos como gafas, cascos, botiquines de primeros auxilios, y nosotros los estamos repartiendo en marchas. Entregamos gasas; neutralizadores, como agua con leche de magnesia, para protegernos de los gases; también comida, porque mucha gente que se para en las marchas ni ha desayunado ni almorzado.
Y convocamos a una capacitación de primeros auxilios y entregamos botiquines. La idea era que se armara una primera línea de médicos, que fueran a las manifestaciones, que aprendieran qué hacer en casos de agresiones oculares o cuando están muy afectados con los gases. Es tratar de colaborar con esas cosas que salvan vidas.
VA: Ante la estigmatización de la que son víctimas, ¿han sido detenidos por las autoridades en algún momento?
Simón: Tenemos unas organizaciones que respaldan a Escudos y nuestro proceso, entre ellos Temblores, Congreso de los Pueblos, el Bloque de Víctimas de la Policía Nacional. Todas estas organizaciones amigas que está alrededor de nosotros velan porque estas cosas no sucedan. Obviamente hemos sufrido agresiones, pero detenidos no hemos tenido.
VA: Pese a tanta presión, ¿se ratifican en la idea de ser un grupo de protección en las marchas?
Escudos Azules es la línea de defensa de la vida, del territorio, de la protesta social, eso es lo que somos. Somos la primera línea ante la incertidumbre del Estado, ante los posibles cambios que se quieran dar; somos la inspiración de muchas personas que decidimos cambiar el país; somos esos jóvenes que sueñan con mejores condiciones de vida. Y ahí estamos para proteger la manifestación social, pero también para brindar amor y cariño al compañero de al lado que necesita creer en esa idea de que venceremos.
Otras facetas de los Escudos
VA: ¿Cuál es el papel de la mujer en Escudos Azules y qué se siente estar en primera línea?
Simona: Ser mujer en Colombia, independiente de que esté en la primera línea o no, es un riesgo y más con un encuentro con la Policía Nacional. El año pasado Temblores dijo que las violaciones fueron 108. Esto no se presenta con los hombres. Nuestro cuerpo es un territorio que se vuelve vulnerable.
Un encuentro con un policía puede generar violación porque es la forma cómo generan terror en las mujeres. Ser una mujer que decide ser voz en Colombia, que decide salir a las calles, tiene riesgos y es indudable, pero ahí es importante esa construcción y deconstrucción que se debe dar con los masculino, es decir, yo también cuido a mi compañero que está al lado, independientemente del género que tenga, pero él también debe cuidarme a mí porque todos somos pueblo, todos somos resistencia, todos somos primera línea. En esa medida es fundamental el compañerismo.
Frente al caso puntual de Escudos Azules y mi caso particular, siento que es un espacio seguro para mí ya que me permiten ser voz en este proceso. Aquí no se cohíbe a nadie por el género ni mucho menos, y tenemos la misma capacidad tanto discursiva, como política y social y humana, porque también nos mueve el amor para estar en la calle. Y si nos mueve el amor, pues estamos un poco protegidos, siento yo.
VA: Hay un asunto especial en este tema y es el papel de la mujer Policía. ¿Qué reflexión hace de ellas en esta protesta social?
Simona: Yo siento que pasa algo y es que ellas se deshumanizan a la hora de colocarse el uniforme, como si perdieran los principios. Yo no podría portar el uniforme de una institución que viola a compañeras mías, a compañeras de género. A mí también me inquieta saber qué es lo que está pasando porque estoy segura que esas prácticas patriarcales no se dan sólo en contra de las mujeres. Es una institución misógina, racista, fascista, homofóbica, machista. Tiene prácticas que son muy fuertes contra el que piensa distinto. Es una institución que está completamente corrompida, eso no es de manzanas podridas. Y es evidente con todo lo que está pasando.
Por eso insistimos que el cambio debe ser de la institución completa, desde su proceso de formación, que los capaciten en derechos humanos, en atender al otro, para lo que se supone un Policía, de respeto y cuidado, y no de terror, que es lo que están inspirando en este momento.
VA: Cuando no hay marchas, ¿qué hacen los Escudos Azules?
Simona: Hacen una labor pedagógica muy potente. Una de las banderas que hemos asumido es la reforma policial. Realizamos jornadas en Transmilenio y hablamos con la gente sobre la necesidad de una reforma policial. Cuando no estamos en las calles estamos en distintas labores sociales, como en La Estancia, cuando la alcaldesa Claudia López ordenó el desalojo, nosotros estuvimos con las personas logrando un empoderamiento popular.
VA: ¿Ustedes trabajan en red con grupos de otras ciudades?
Simona: Nosotros sentimos que eso debe corresponder a las propias dinámicas de cada territorio. No es lo mismo ser primera línea en Bogotá, que serlo en Cali en este momento, o en Medellín. Igual, la idea no es de nosotros, se han visto en las protestas de Chile (2019) y Hong Kong (2019). Es un concepto que va más allá de un grupo de personas.
Las personas que deciden salir y ser primera línea lo hacen naturalmente, de forma orgánica, sin necesidad de pertenecer a un grupo, están inspirados por ese deseo de cuidar al pueblo. Hay veces llegamos con nuestros escudos y aparecen otros compañeros que nunca hemos visto con un escudo y son bienvenidos a pararse al lado de nosotros. Esta es una idea popular.
Foto de apertura: Marlon Gutiérrez (@gutty_mg).