El 29 de julio de 2002 fueron asesinados cinco menores de edad en zona aledaña a la finca El Tolima en Ovejas, Sucre, entre ellos se encontraba el hijo de esta líder comunitaria, representante de la Asociación de Mujeres Desplazadas del Tolima. VerdadAbierta.com habló con ella y una de sus hijas para reconstruir la historia.
Entre los años 2002 a 2004, en el desarrollo de la Política de Defensa y Seguridad Democrática, se realizaron varias acciones militares de alto impacto que pretendían reducir organizativa y militarmente a las guerrillas en las ciudades y cabeceras municipales. En la región de Montes de María se adelantó la ‘Operación Mariscal Sucre, que dejó como resultado más de un centenar de personas procesadas por el delito de rebelión, otras más desplazadas y varias asesinadas.
Para 2002, Miguel* había entrado a estudiar octavo grado en el colegio Gabriel Taboada Santodomingo, de Ovejas. Como era su costumbre, todas las mañanas se despertaba a ayudarle a su mamá, Luisa Medina, a preparar ‘el frito’ que luego vendía en la plaza principal del pueblo. Era el único hombre de la familia entre cinco hermanas.
“Desde que Miguel había cumplido los 16 años las cosas se me habían facilitado más, él podía ayudar en las tareas de la finca, al ser el mayorcito tenía más responsabilidades”, asegura Luisa, quien además señala que para la época de lo único que vivían era de la venta de ‘el frito’, siempre acompañada de su hijo.
La vida de la familia Medina cambió la noche del 29 de julio de 2002 cuando les avisaron que Miguel había sido encontrado con signos de tortura y violencia en el cuerpo luego de presentarse combates entre la guerrilla de las Farc y laInfantería de Marina. “A mi hermano ese día luego de llegar del colegio lo llamaron a que se fuera con otros compañeros de estudio a no sé qué hacer, luego de eso no regresaron y ya fue hasta que nos enteramos lo que les había pasado” afirmó Silvia*, una de sus hermanas.
“No he aprendido a perdonar”
“Desde ese día, la vida quedó partida en dos, no había motivos para continuar, mucho menos después de ver la manera tan inhumana en que los asesinaron. A mi hijo le habían amarrado las manos atrás de la espalda, lo golpearon y lastimaron por todo el cuerpo. Me lo entregaron con un uniforme de guerrillero, el cual no tenía ni un rasguño, debajo de toda esa ropa aún tenía el uniforme del colegio, recuerdo bien que llevaba la camisa blanca y el pantalón gris.
Al día siguiente, la prensa publicó que la Infantería de Marina había dado de baja a cinco guerrilleros, en otro periódico escribieron que habían caído extorsionadores de Ovejas, entonces uno no sabe finalmente, según la prensa, qué eran. Pero ni lo uno ni lo otro, la verdad era que todos eran menores de edad y estudiantes de octavo grado del colegio del pueblo.
Fue la Policía la única entidad que se atrevió a responder todas mis preguntas. El Ejército, como siempre que hacen algo malo, ya se había ido del pueblo. Al entonces teniente Carrillo le dije que si mi hijo era guerrillero me dieran las armas con las que delinquía o que si extorsionaba me diera la plata que habían recogido esa noche, lo único que me pudo dar fue el carné del colegio que Miguel llevaba en el uniforme ese día.
El hecho que mataran a mi hijo significó que yo perdiera el miedo. Desde esa trágica fecha, y hasta el día de hoy, yo puedo decir que no he aprendido a perdonar. A mí me dieron ganas de meterme en algo para que me mataran, tenía mucho odio y rencor por lo que nos habían hecho, mucho más cuando nunca hubo una versión positiva de los hechos, siempre ellos fueron los culpables de que los asesinaran.
Gracias a la ayuda de Dios pude empezar a salir adelante con el resto de mis hijas, colocamos una demanda por falsos positivos la cual nunca prosperó por falta de pruebas contra quienes los habían asesinado. Sin embargo, si me dieron una plata, pero un billete no hace justicia cuando una madre pierde a su hijo, uno busca la verdad y las autoridades creen que uno está es pidiendo es dinero y no, una vida ni se paga ni se reemplaza.
El daño que nos hicieron matando a mi hijo fue muy grande, hoy más de 10 años después uno viene a entender que para ese entonces matar a supuestos guerrilleros significaba plata y ascenso dentro del Ejército y pues bueno, es una realidad con la que toca vivir, pero de la cual uno nunca se va a olvidar”.
La doble victimización
Luisa Medina llegó a la finca ‘El Tolima’ huyéndole a la guerra. En 1997 se tuvo que desplazar forzadamente del corregimiento Pijiguay, jurisdicción del municipio de Ovejas, Sucre, tras la masacre cometida por paramilitares de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, quienes asesinaron a seis personas señaladas de pertenecer a la guerrilla del Eln.
“Nosotros llegamos acá al pueblo a buscar un nuevo futuro alejados de la violencia, pero lo que encontramos fue más problemas: al poco tiempo de estar acá asesinaron a Miguel y de ahí para acá ni se diga la cantidad de malas circunstancias que se nos presentaron”, aseguró la líder comunitaria.
Vivir en medio de la guerra significó para Luisa tener que convivir con todos los actores armados durante varios años. “Acá por la finca o venían los ‘paras’ o venía el Ejército, y si tocaba cocinarles, pues tocaba porque si no, ¿otro muerto más? Era el día a día en la finca. Esto se convirtió en el paso de los unos y de los otros”
Una mañana llegaron a la casa de Luisa tropas del Ejército con hombres encapuchados y señalaron a una de sus hijas de ser guerrillera. “Cuando vinieron a matar a mi hija yo le dije a la persona que se escondía detrás del pasamontañas: si usted dice que es guerrillera es porque usted también lo es o lo fue. En ese momento me le tiré encima para que mostrara la cara, siendo golpeada y humillada por los integrantes del Ejército.
Menos mal en todo ese alboroto llegó toda la comunidad, sino la historia para contar sería otra, esto ha sido muy duro, por todos los lados nos han caído encima. Ahora nos toca decirle a Dios que gracias por haberme aguantado cuando no quería saber nada de la vida, cuando el odio me invadió y cuando quise hacer justica por mis propias manos. En lo que me quede de vida seguiré acá en mi finca cultivando la tierra y viendo crecer a mis demás hijas”.
Esta victima relató su historia al proyecto Rutas del Conflicto usando la herramienta Tu memoria cuenta.
Yo sobreviví al conflicto es un proyecto de periodismo testimonial y participativo que le da continuidad a las Rutas del Conflicto, proyecto de Verdad Abierta y el Centro Nacional de Memoria Histórica, y que busca que las víctimas cuenten su propia historia sobre hechos poco visibles. Usted puede mandar su testimonio a Tu memoria cuenta www.rutasdelconflicto.com o al correo electrónico Esta dirección de correo electrónico verdadabierta@gmail.com.
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