Como parte de la campaña #UnLíderEnMiLugar, invitamos a Jhoe Nilson Sauca Gurrute, coordinador del Programa de Defensa de la Vida y Derechos Humanos del Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric), para que realice una reflexión sobre la ola de violencia que padecen los pueblos ancestrales de ese departamento. Su trabajo lo realiza en la región más peligrosa para los líderes sociales, que encabeza los listados de asesinatos y amenazas.
La Constitución política reconoce el territorio colombiano como pluriétnico y cultural, pero si vamos al pasado, está nación ha estado marcada por el clasismo y la indiferencia, generando una exclusión y discriminación histórica entre lo urbano y lo rural.
Los pueblos indígenas del Cauca marcamos una historia épica de lucha y resistencia en busca de la armonía, la equidad por la tierra y el mismo cuidado de ésta, creemos que ese es el equilibrio para alcanzar el buen vivir entre el hombre y madre naturaleza. Son 48 años en los que hemos caminado, tejido y propuesto desde nuestros planes de vida, haciendo memoria.
No ha sido fácil el camino: nos ha tocado llorar a nuestros compañeros y compañeras que han ofrendado sus vidas por reclamar y exigir nuestros derechos como pueblos, después de la firma del Acuerdo de Paz firmado entre el gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2018) y la guerrilla de las Farc.
El conflicto armado nos dejó más de treinta y ocho mil víctimas indígenas de las comunidades indígenas filiales al Consejo Regional Indígena del Cauca. Después de la firma del Acuerdo de Paz nos han asesinado ochenta y tres indígenas, algunos en ejercicio de la autoridad indígena: guardias, juntas de acción comunal. Otros murieron en la reclamación de los derechos, tal y como ocurrió en la minga por la defensa de la vida, la democracia, el territorio, la justicia y la paz, donde la Fuerza Pública asesinó al joven indígena Deiner Seferino Yunda Camayo del resguardo de Gebala.
Llegando al contexto actual, nos vemos amenazados por diferentes factores, como los grupos armados que se disputan el control de los cultivos de uso ilícito, la minería ilegal y los corredores del narcotráfico, es aquí donde los mandatos de nuestras comunidades hacen prevalencia sobre el derecho a la armonía y la paz. A nosotros nos están matando por hacerle frente a estas enfermedades, como dicen los mayores; le hacemos frente desde la comunidad, las autoridades indígenas, guardia y los derechos humanos.
Quería referirme a que todas las luchas son importantes para hacerle frente a un gigante que estratégicamente manipula los sistemas para oprimir al pueblo, y favorecer los intereses económicos y políticos de unos pocos, rindiendo la soberanía nacional a los extranjeros como Estados Unidos.
En Colombia importa más lo que se produce, hay más cárceles que instituciones educativas, le han quitado la identidad a su pueblo. Con lo que se produce en la televisión, hoy sólo se ven novelas sobre narcotráfico, la gente aprende a cómo ser tramposa e ilegal por estos medios; no se está contando la verdad y los sistemas colapsan. Este país merece un cambio, pero eso sólo se logra si la gente cambia su conciencia desde lo rural y lo urbano.
Hoy vemos a un gobierno y un Estado insuficiente, egoísta e incapaz de proteger a su pueblo, política y socialmente; un Estado que hace parte de la violencia sistemática contra nuestros pueblos, pero como dice el himno de nuestra Guardia “por cada indígena que muera, otros miles nacerán”.
Finalmente dejo en consideración para quienes socialmente orientamos y representamos las comunidades: en Colombia, el movimiento social, no puede seguir fracturado, las ideologías son buenas, pero hay que juntarlas, el territorio es uno solo y debemos aprender a convivir en él, las luchas deben ser conjuntas porque todas son importantes.