Las Farc cosecharon odios en el Oriente antioqueño

      
Se propusieron expandirse al Oriente antioqueño, hasta el colidante norte caldense, para ganarse a la población a la que fuerzas oscuras no estaban dejando renovar su política, pero sus métodos crueles les sabotearon su objetivo. A la brutal reacción paramilitar, la guerrilla intentó competirle en barbarie, hasta que no le quedó un amigo por esas tierras.

A finales de 2003, en una vereda de Sonsón, Manuel Muñoz Ortiz, conocido con el alias de ‘Iván Ríos’, en ese entonces jefe del Bloque José María Córdova de las Farc, le confió a su jefe de seguridad, Elda Neyis Mosquera, alias ‘Karina’, una preocupación que lo rondaba. Tras 10 años de haber iniciado una arremetida sin precedentes en Antioquia, la estructura bajo su mando se había concentrado en doblegar esta región con violencia, descuidando lo político. “Así nosotros no vamos a tomar el poder ni vamos a tener el respaldo del pueblo”, recuerda ‘Karina’ que le dijo ‘Ríos’.

Para ese momento, el oriente de Antioquia, una región de 23 municipios exuberante en bosques y páramos, donde se encuentran el aeropuerto internacional y el complejo hidroeléctrico de San Carlos, y la atraviesa la autopista que une a la capital antioqueña con Bogotá, era un cruento escenario de guerra.

‘Iván Ríos’ sabía muy bien de lo que le hablaba a ‘Karina’. Durante los noventa, el Bloque José María Córdova apeló al secuestro, al narcotráfico y atacó a la población civil, acciones que iban en contravía de lo planteado en la VIII Conferencia Guerrillera de abril de 1993, realizada en La Uribe, Meta, cuando las Farc decidieron mejorar las relaciones con la población civil.

En el Oriente antioqueño los medios sabotearon el fin. “Fue una colonización guerrillera a punta de bala”, recuerda un periodista de la esta región, quien fue testigo de la irrupción de las Farc, cuando empezó a ampliar su presencia en la región con el Frente 9 en San Luis, Cocorná, Concepción y Alejandría, y luego con el 47, en Argelia, Nariño, Sonsón y San Francisco. Contrario a otras regiones del departamento y del país, aquí no lograron conectarse políticamente con sus pobladores.

Los conflictos que provocó el Estado
En un principio, no fue la guerrilla la que hizo sufrir a la gente de esos parajes, sino el propio Estado impulsando el progreso. Según un informe del PNUD, la construcción de los embalses entre la década de los setenta y ochenta, de la autopista Medellín – Bogotá y del aeropuerto internacional José María Córdova, afectaron social y económicamente a los pobladores que, en su mayoría, eran pequeños comerciantes y agricultores.

Incluso se considera que el primer desplazamiento masivo ocurrió cuando construyeron la represa de El Peñol, lo que provocó la reubicación total del pueblo sin tener en cuenta la opinión de sus habitantes. “El nivel de intervención por parte del gobierno en la zona fue arbitrario, sin consultar”, dice un defensor de derechos humanos de la región.

Carlos Ruiz, uno de los tantos ciudadanos que ha participado en los últimos años en jornadas por la memoria en la región, recordó que la construcción de los embalses afectó también la economía campesina, de la que subsistían miles de pequeños propietarios.

“Aquí se producían alimentos para Medellín y para buena parte de la Costa, pero ese cambio en la tenencia llevó a un cambio en el uso de la tierra y en las actividades, especialmente en el altiplano, en donde los campesinos principalmente productores de alimentos se convirtieron en mano de obra barata para las empresas”, explica Ruiz.

La construcción del embalse Peñol-Guatapé también generó el surgimiento de diversas organizaciones sociales, entre ellas el Movimiento Cívico del Oriente y la Asamblea Provincial del Oriente, que acumularon una importante fuerza política al margen de los partidos tradicionales. Otros, como el Movimiento de Acción Peñolita ganó la Alcaldía de El Peñol en 1987 y otras organizaciones cívicas llegaron a los concejos como los de Guatapé y San Rafael.

Pero para desgracia de estos movimientos, su entrada a la política fue rotulada como “subversiva” y comenzaron a ser perseguidos por diversos sectores contrarios a sus posturas cívicas que se respaldaron en paramilitares del Magdalena Medio financiados por narcotraficantes y apoyados por la Fuerza Pública.

Estos ejércitos privados sembraron el terror en la región. Entre 1984 y 1989 fueron exterminados decenas de militantes de izquierda. “Se trazó una frontera invisible que era la autopista Medellín – Bogotá, en donde guerrilla y paramilitares se daban bala de lado y lado”, cuenta un habitante de la zona.

El asesinato que más impacto tuvo en la región a finales de los ochenta, fue el de Ramón Emilio Arcila, un dirigente de Marinilla y líder del Movimiento Cívico del Oriente, quien se proyectaba como el más seguro ganador de la Alcaldía de su municipio. Según cifras del Cinep, de enero de 1988 a octubre de 1991, en el Oriente antioqueño fueron asesinados 66 miembros de movimientos sociales.

La llegada de las Farc
Aunque a comienzos de los noventa, las Farc tenían frentes en Antioquia, su zona de mayor influencia no era el Oriente sino el Urabá, así como el occidente, donde tenían un grupo que entraba esporádicamente a poblaciones como Santa Fe de Antioquia y Caicedo. (Ver Frente 5 de las Farc, protagonista de la guerra)

En la VII Conferencia de las Farc (1982), se constituyeron nuevos frentes que operarían en Antioquia y Chocó. Surgieron entonces el 34, en los límites con el Chocó entre el Atrato y el Darién; y los frentes 35, 36, 37, en el Nordeste antioqueño. Del Frente 5 surgieron el 9 y el 58; y del 18, salió el Frente 47, que en un principio operó en el Magdalena Medio y luego, en la década del noventa, se asentó en el Suroeste y Oriente lejano de Antioquia.

En 1997 se realizó una reunión del Bloque José María Córdova en Urrao, Antioquia, a la que asistieron los comandantes de los frentes 5, 18, 34, 36 y 57. Allí decidieron arreciar la ofensiva en Antioquia y delegaron la responsabilidad de las incursiones en los frentes 9 y 47.

Pero la entrada de las Farc a la región también tuvo otro objetivo: contener la expansión de los paramilitares del Magdalena Medio y controlar la zona de embalses con la intención de sabotear las hidroeléctricas y ‘apagar’ al país. (Ver: Vicente Castaño llevó las Accu al Oriente antioqueño)

El Oriente antioqueño estaba bajo la vigilancia de la Brigada IV del Ejército, pero la falta de presencia estatal en los municipios más apartados de la región y la descoordinación entre la misma Fuerza Pública fueron aprovechadas por la guerrilla para entrar y dominar este territorio con algo de facilidad.

También en 1997, el Secretariado de las Farc ordenó a todos sus bloques y frentes sabotear las elecciones regionales. Entonces los jefes del 47 y el 9 les exigieron a todos los candidatos a las diferentes instituciones que renunciaran a sus postulaciones o de lo contrario serían asesinados.

Carlos Zuluaga, quien fue candidato ese año y ganó la alcaldía de Granada recuerda que con esta advertencia la guerrilla desestabilizó la región y mucho más cuando arreciaron los retenes en las vías. “Empezaron a obstaculizar a las administraciones cuando Álvaro Uribe asumió la Gobernación de Antioquia (1995-1997). Presionaban en las carreteras y quemaban carros”, dijo.

Entonces, Uribe decidió ir de pueblo en pueblo como muestra de solidaridad con los aspirantes y le pidió a todos los habitantes del Oriente que no se dejaran amedrentar por los grupos armados.

En ese momento, el jefe del Frente 47 era un guerrillero conocido con el alias de ‘Harrison’, mientras que el 9 estaba comandado por alias ‘Marcos’, un tipo señalado de ser muy violento a quien acusaban de ser responsable de varios asesinatos en los que las víctimas aparecieron degolladas.

El año de 1997 también fue recordado por la arremetida de los paramilitares de Ramón Isaza, que cometieron masacres en varios municipios de la región. Como retaliación, la guerrilla voló varias fincas en La Unión, mató al presidente del Concejo de ese municipio y a los candidatos a las alcaldías de San Carlos, San Rafael, El Peñol y Guatapé. En reacción a estos crímenes, los candidatos de 20 de los 23 municipios del Oriente renunciaron masivamente. (Ver: La batalla entre ‘paras’ y guerrilla)

La presión de la guerrilla sobre las elecciones fue tal que se decidió trasladar los puestos de votación a las cabeceras de los municipios y el resultado fue la altísima abstención. En municipios como San Francisco solo votaron 11 personas, en San Carlos 52 y en El Peñol 140.

Después de las elecciones, el Frente 9, bajo al mando de Rubén Antonio García, alias ‘Danilo’- muerto en un bombardeo en 2009-, secuestró a los alcaldes electos de Granada, Cocorná, San Francisco, San Luis, San Carlos y San Rafael, además, a cuatro periodistas. Luego todos fueron liberados, con la condición de publicar un comunicado en el que denunciaban las atrocidades de los grupos paramilitares en la región.

“La lógica de la guerra era que si la guerrilla mataba una persona, a los ocho días llegaban los paramilitares y asesinaban a otra en retaliación, y de nuevo venía la guerrilla y hacía lo mismo”, explica el sacerdote Jorge Tovar, quien hoy es director del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Centro y fue párroco de Samaná, Caldas, donde el Frente 47 tuvo una intensa actividad criminal.

La guerra contra las autoridades locales no paró allí y obligó a muchos alcaldes y concejales a despachar desde Medellín o en otros casos a dimitir, como le ocurrió al alcalde de Cocorná, José Aldemar Serna Pérez, quien terminó exiliado tras ser secuestrado en cuatro ocasiones.

Un ex alcalde recuerda que la debilidad de la Fuerza Pública era tal que a veces los policías permanecían encerrados en los comandos porque no tenían cómo patrullar. Fue por eso que varias poblaciones como San Carlos, Granada, Nariño, Argelia y San Francisco, empezaron a ser arrasadas.

El ‘Bloquecito’
Como si lo anterior no fuera suficiente, las Farc decidieron exterminar a los frentes del Eln que habían tenido presencia histórica en el Oriente, al parecer porque ‘los elenos’ se robaron el dinero de un secuestro y se negaron a devolverlo.

Según contó Guillermo Zuluaga en su crónica ‘Enemigos íntimos’, esa guerra provocó que algunos ‘elenos’ se entregaran a los grupos de autodefensa que hacían presencia en la región, sobre todo después de que las Farc se tomaran San Luis en diciembre de 1999, dejando 9 muertos y 5 secuestrados. Algunos se integraron a las facciones de Ramón Isaza y otros al Bloque Metro de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu), comandando por Rodrigo García, alias ‘Doble Cero’.

Para 1998, el Estado Mayor del Bloque José María Córdova ordenó la creación del llamado ‘Bloquecito’, bajo el mando de alias ‘Marcos’, un grupo de 500 guerrilleros de los frentes 9 y 47 cuya misión fue atacar poblaciones y llevar secuestrados a la zona de páramos entre Caldas y Antioquia.

La aparición de este ‘bloquecito’ coincidió con las directrices del Secretariado de las Farc que le exigió a todos sus frentes de guerra incrementar los secuestros de policías y militares para presionar el canje por guerrilleros presos en las cárceles del país. También expidió la llamada ‘Ley 002’, con la que empezaron a secuestrar a personas que ellos consideran ricos si no les pagaban un “impuesto” obligatorio.

Sus primeras acciones se sintieron en la zona cafetera del norte de Caldas, limítrofe con el Oriente de Antioquia, en donde empezaron a extorsionar a pequeños agricultores, que estaban muy lejos de tener el patrimonio del millón de dólares del que hablaba la ‘Ley 002’, pero eran los que a los guerrilleros les quedaba más fácil aplicarla. Esta región había estado al margen del conflicto hasta bien entrada la década de los noventa.

Luego vino la toma de Nariño, Antioquia, en agosto de 1999, en la que asesinaron a 15 personas entre civiles y policías, además de secuestrar a ocho policías y dejar en ruinas al 80 por ciento del pueblo, luego de 36 horas de intensos combates con la Policía y el Ejército. El presidente Pastrana ordenó entonces el despeje de Puerto Venus en Nariño, así como el de los corregimientos de Arboleda y Florencia de Pensilvania, Caldas. Lo hizo por solicitud de la guerrilla con la supuesta excusa de liberar a los secuestrados.

Según un periodista de la región, al día siguiente de anunciar el despeje, ‘Karina’ y sus hombres se instalaron a sus anchas en el casco urbano de Nariño, reunieron a los pobladores en el coliseo central, se excusaron de las incursiones armadas y los asesinatos, y les anunciaron que desde ese momento “mandarían en la región”.

Para molestia de los pobladores, los guerrilleros reconstruyeron la estación de Policía que habían destruido y se tomaron las casas de los desplazados. Todo esto ocurrió a lo largo de un año, en el que controlaron no solo el orden público, sino que hicieron las veces de jueces y hasta ajusticiaron a los pobladores que no se acomodaron a su control.

Según un informe del diario La Patria, de Manizales, el Frente 47 por su parte también llegó a “despachar” desde Arboleda. “Allí había más guerrilleros por habitantes que soldados o policías. ‘Kadafi’, ‘Moncholo’, ‘El Zorro’, ‘Sucre’, y ‘El Paisa’ parecían intocables. Eran la ley en la zona, nada se movía sin su orden. Por años sembraron terror y muerte en Caldas”.

El padre Tovar recuerda que con la consolidación de los frentes de las Farc, la movilidad se restringió. “Los paramilitares hicieron un corredor liderado por ‘Memo Chiquito’, mientras que a las afueras de Berlín, un corregimiento de Samaná, había otro de las Farc. También trazaron una barrera imaginaria en el corredor entre Berlín, San Diego y La Victoria, en Caldas. Era común ver operativos conjuntos entre la fuerza pública y los paramilitares. Estos querían recuperar el corregimiento de Florencia que era un territorio de ‘Karina’. Muchas veces la guerrilla ni siquiera tenía que usar las armas en el pueblo, un 90 por ciento estaba de camuflado”, dice.

Es este ‘bloquecito’ el que se toma el corregimiento de Florencia, en Samaná, el 18 de mayo de 1999, y la base de La Araña en San Rafael, en mayo del 2000. Al mando estaba ‘Karina’, quien asumió la dirección del 47 cuando el Ejército capturó a alias ‘Harrison’. Fue la primera mujer jefe de un frente de la guerrilla de las Farc, y quizás por ellos, a la gente le chocó más su crueldad que la de los jefes hombres que era más usual.

Ella también participó, el 29 de julio de 2000, en la incursión de 500 guerrilleros de los frentes 9 y 47 al corregimiento de Arboleda, en Pensilvania, Caldas. Ese día lanzaron cilindros bomba y arrasaron el centro del pueblo al detonar una volqueta con un saldo de 14 policías y tres civiles asesinados.

En octubre de 2000, ‘Marcos’ y ‘Karina’ se tomaron el corregimiento de El Prodigio, en San Luis, y después hicieron lo mismo con Granada, el 6 de diciembre, un municipio en donde un mes antes las autodefensas habían masacrado a 17 campesinos. Ese día, durante 18 horas, las Farc bombardearon el pueblo y explotaron un carro bomba con 400 kilos de dinamita, lo que provocó que más de la mitad de los habitantes se desplazara.

Carlos Zuluaga, quien era el alcalde en esa época, le dijo a VerdadAbierta.com que el ataque a Granada fue “tan desproporcionado, que destruyeron 320 viviendas y comercios”. Seis meses después, la guerrilla siguió ensañándose con esta población al asesinar a Jorge Alberto Gómez, quien había sido designado como el gerente de la reconstrucción del pueblo.

El declive guerrillero
‘Karina’ montó un campamento en Río Verde de los Montes en Sonsón, desde donde dominaba Nariño y Argelia, en Antioquia, y Samaná, San Félix, Pácora, Aguadas y Pensilvania, en Caldas.

Ante la encrucijada de violencia, los alcaldes de la región se organizaron e impulsaron varias iniciativas para unir esfuerzos y buscarle salidas al estado de guerra que padecían sus poblaciones. Así nacieron la Asamblea de Alcaldes de Oriente y el Consejo Territorial de Planeación. La Iglesia y algunas empresas privadas y públicas antioqueñas crearon Prodepaz, inspirado en el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio.

Una de las muertes que mayor impacto produjo entre la opinión pública fue la de Jaime Jaramillo Galvis, asesinado el 19 de marzo de 2002, a manos de las Farc, hijo del entonces coordinador de la Comisión Facilitadora de Paz de Antioquia, Jaime Jaramillo Panesso.

Ante el cruel homicidio, Jaramillo Panesso le escribió una carta a ‘Karina’ en la que le pidió ponerle freno a los ataques: “Ya puse mi cuota de guerra, un plante de vida descuajado en sangre. ¿Cuándo va a poner usted su cuota de paz, aportando su plante de vida para con los civiles, para con los inocentes, para con las ciudadanas y ciudadanos desarmados?”.

La respuesta a la crueldad de los frentes 9 y 47 llegó en el primer consejo comunitario que realizó Álvaro Uribe como presidente en ejercicio a finales de 2002: “Hay una señora de las Farc llamada ‘Karina’ en el oriente de Caldas que hay que capturar”. Y ofreció 1.500 millones de pesos por su captura.

Otra de las órdenes que dio Uribe fue autorizar al Ejército para ejecutar la operación ‘Mariscal’, con la que recuperaron el tránsito en la autopista Bogotá-Medellín. Luego vendría la retoma del Oriente de Antioquia, que inició en marzo de 2003 bajo el nombre de Plan ‘Marcial’. Según estadísticas de la Vicepresidencia de la República, tras seis meses de ofensiva, el Ejército dio de baja a 215 guerrilleros, capturó a 85y logró que se desmovilizaran 188.

Poco a poco la ofensiva guerrillera empezó a disminuir por presión del Ejército y, paralelamente, de grupos paramilitares. En la región operaron las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio, así como los bloques Metro y luego el Héroes de Granada.

La arremetida legal e ilegal hizo quelas Farc se replegaran hacia la zona boscosa del Oriente, en especial a Sonsón. ‘Karina’, en una audiencia de Justicia y Paz, confesó que cuando empezó a sentirse asediada, el Secretariado decidió alejarla del frente de batalla y enviarla como jefe de seguridad de ‘Iván Ríos’.

Sin embargo, personas consultadas por VerdadAbierta.com aseguran que si bien la llegada del Ejército ayudó a diezmar la ofensiva guerrillera, la estrategia estatal produjo muertos entre la población civil, que hoy se conocen como “ejecuciones extrajudiciales”, muchas de cuyas víctimas fueron presentadas como “guerrilleros caídos en combate”.

El acecho del Ejército y de los paramilitares provocó una estampida de guerrilleros que desertaron, incluso traicionando a sus jefes, como le ocurrió a ‘Iván Ríos’, el miembro más joven del Secretariado, quien fue asesinado por su jefe de seguridad, alias ‘Rojas’, el 7 de marzo de 2008.

‘Karina’ contó que fue tal el cerco que ella, después de comandar a más de 300 hombres, se vio reducida a un pequeño grupo de 20. “Siempre estuve huyendo porque no tenía hombres ni armas”. Por los ataques de la Fuerza Pública y la desmoralización de sus hombres, al final el gran terror del Oriente antioqueño se desmovilizó con su pareja en mayo de 2008.

Vendrían más golpes. En junio de 2009 se confirmó la muerte de Jesús Elías López, alias ‘El Paisa’, considerado como el ideólogo de estos frentes a manos de uno de sus compañeros, conocido con el alias de ‘Pedro Perico’. En marzo de 2010 fue detenido Rubén Darío Ortíz, alias ‘Moncholo’, quien había asumido la comandancia tras la deserción de ‘Karina’. Y en abril de ese año, capturaron a alias ‘Luis’, señalado como el jefe de secuestros de esos grupos.

Con respecto a alias ‘Marcos’, cuyo nombre real es Jesús Mario Arenas Rojas, éste desertó durante un año de la insurguencia y fue capturado en Medellín en febrero de 2011. Pese a que se marginó de las Farc “no asume la condición de converso”, explicó una fuente cercana al ex guerrillero, quien explicó que si bien “es fundamental para entender la confrontación armada en el Oriente antioqueño, se ha negado de manera reiterada a ser postulado a la Ley de Justicia y Paz”.

Por ahora, no se puede decir que la paz se haya conseguido en el Oriente de Antioquia y Caldas, pero los frentes 47 y el 9 sí se replegaron, este último, al mando de ‘Kadafi’, un hombre cruel que según información militar estaría en el Chocó comandando un grupo pequeño de guerrilleros.

No se sabe a ciencia cierta el número de víctimas que dejó la violencia en esta región. Se calcula que solo en 2002, uno de los peores años, los grupos armados dejaron 30 mil víctimas civiles entre desaparecidos, mutilados por la minas, desplazados, secuestrados y muertos.

En los años más duros, el municipio del que más salieron desplazados fue Cocorná, con 16 mil personas entre 1995 y 2003, le siguen San Carlos con 13 mil y San Luis con 9 mil. Por el lado caldense, de Samana desplazaron a 15 mil personas y de Pensilvania salieron casi 6 mil. (Ver: Retorno a San Carlos).

Al final, el temor de ‘Iván Ríos’ se cumplió al pie de la letra. Las Farc no lograron hacerse con el control del Oriente, y sus métodos les impidieron ganarse a la gente humilde. Dejaron miles de víctimas, a los pequeños campesinos los desplazaron y empobrecieron aún más, y a toda una región desolada sin que hasta ahora pueda recuperarse de los efectos de la violencia.