La Escuela de Historia y Archivística de la Universidad Industrial de Santander creó un archivo que reconstruye la verdad sobre el conflicto en esta región del nororiente del país.
-Botaban muchísima gente al río. La gente del pueblo, o sea, allá se vivía mucho del pescado, y la gente ya no quería ir a pescar porque normalmente tiraban la atarraya y sacaban con la manta un brazo, la cabeza, una pierna… Eso es muy, muy triste, como ya le digo… el río, decía una señora allá: “El río llora por tantos crímenes”.
La persona que hace el relato se refiere al río Magdalena, el principal afluente que bordea el occidente de Santander, el camino que une a la región del Magdalena Medio y que ha sido testigo de que las tierras más productivas fueron azotadas con una violencia de cinco décadas. La narración hace parte del Archivo Oral de Memoria de las Víctimas (Amovi), un proyecto de la Escuela de Historia y Archivística de la Universidad Industrial de Santander (UIS), financiado por Colciencias y con la asesoría de la Corporación Compromiso.
“Este es un archivo que busca construir la verdad y la memoria a partir de las voces de las víctimas. Pero esta es una memoria razonada e incluyente, es decir, que no sólo permite saber y entender lo que sucedió sino tomar conciencia y actuar”, dice Ivonne Suárez Pinzón, directora de Asomovi. Para la historiadora y especialista en archivística, esta es una iniciativa de la academia que hace una propuesta política “para llegar a cumplir el sueño de verdad, justicia y reparación”.
Aunque Amovi comenzó en junio de 2013, el proyecto echó raíces desde marzo de 2011 cuando la Escuela comenzó a trabajar con víctimas de desplazamiento forzado de diferentes regiones del país que llegaron al barrio Café Madrid de Bucaramanga, un lugar que nació a finales de los años 90 sobre las antiguas instalaciones de la estación de los Ferrocarriles Nacionales, conocida por la torre de la campana y varias bodegas, que cerraron sus puertas en 1992 y terminaron consumidas en un incendio en 2012.
-“Nosotros estábamos en la casa, en la casa, y de ahí llegaron y se metieron. Los guerrilleros cercaron al pueblo y lo invitaron a uno a la plaza para arengarlos. Allí tenían detenidos a los policías… En la incursión lo primero que mataron fue un policía que estaba afuera en la puerta, en el puesto de Policía. Y ahí sí siguió la balacera como hasta las siete de la mañana. Después de las siete nos sacaron a todos al parque… dijeron que eran del Eln”, relató una víctima que se desplazó proveniente del sur de Bolívar.
Esta porción de relato hace parte de una compilación de 25 testimonios, producto de la investigación en el Café Madrid que se publicó en 2013 como Voces contra el silencio, memoria contra el olvido (descargue aquí el libro). “De este proyecto nace la idea de salvaguardar los testimonios, de seguir documentando la historia de víctimas de todos los delitos y de todos los actores armados”, explicó Diana Novoa, investigadora de Amovi.
-“Ya se puso la situación muy difícil porque allá llegaban los grupos armados a amenazarlo a uno: que uno hacía parte del tal grupo. Nosotros “Que no”. Y a la hora de la verdad uno estaba entre la espada y la pared… Pues nosotros veíamos que por lo menos ahí, al principio, bajaba era puro Ejército, llegaban a las casas y uno tenía que cocinarles a ellos”-, recordó una víctima desplazada de una vereda de Lebrija, Santander.
“La verdad está compuesta de silencios”
Amovi basa su investigación en que la memoria no puede quedar preservada en documentos. “Además de un componente académico hay uno político, que busca reivindicación para que la violencia no se repita”, dice Novoa. La investigadora explica que comparten la teoría de la socióloga Elizabeth Yelin, quien plantea que existen dos tipos de memoria: la pasiva y la activa. La primera corresponde a la creación de archivos; la segunda a cómo las personas usan la memoria para lograr cambios.
Con esta idea, el proyecto construye un centro de documentación que completa 2 mil volúmenes de historia del conflicto armado, archivos sobre derechos humanos elaborados por movimientos sociales y 250 entrevistas a víctimas que viven en Santander, algunas de ellas de la región y otras originarias de otros departamentos.
El Centro tiene una colección de documentos de la organización no gubernamental Fundación para la Promoción de la Cultura y la Educación (Funprocep); una investigación sobre desplazamiento realizada por la Universidad Pontificia Bolivariana; archivos sobre violencia relacionadas con la construcción de Hidrosogamoso; la obra inédita el poeta Chucho Peña, asesinado 1986; informes de la Corporación Regional para la Defensa de los Derechos Humanos (Credhos); y las entrevistas realizadas a víctimas en el Café Madrid, Bucaramanga, el área Metropolitana, Lebrija, Barrancabermeja, Sabana de Torres y Puerto Wilches.
Aunque las bases de datos, informes y entrevistas se preserven, Suárez Pinto aclara que el centro de documentación seguirá creciendo y los investigadores de Amovi analizarán la información para elaborar investigaciones que serán públicas. “Hay que contextualizar cada uno de los testimonios y contaremos las verdades de las víctimas. Estas no son historias sobre un solo delito o actor. No creemos en esa selección. Nos enfrentamos a una realidad en la que hubo interrelaciones de distintos actores”, afirma.
Según la historiadora, “la verdad está compuesta de silencios” porque según los relatos de las víctimas aún hay temor, le perdieron credibilidad a las instituciones del Estado y sólo tienen confianza en sí mismas.
Santander ha sido víctima de las guerrillas del Eln, las Farc, y el Epl; de los paramilitares del Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) y recientemente, de las bandas criminales ‘Águilas Negras’, ‘Rastrojos’, ‘Urabeños’, ‘Paisas’ y ‘Botalones’.
El Registro Único de la Unidad de Víctimas advierte que estos actores armados expulsaron del departamento a 132 mil personas y son las responsables de que otros 201 mil desplazados buscaran refugio en Santander.
La investigación en el Café Madrid llevó a advertir que solo en el área metropolitana, el mayor centro urbano receptor de víctimas de desplazamiento del nororiente, habría por lo menos 11 mil familias desplazadas sobreviviendo en asentamientos.
Para Amovi, el subregistro del desplazamiento y de otros delitos es alto. Pinzón explica que gran parte de los relatos que ha recopilado el Archivo corresponden justo a esas víctimas que no aparecen en las bases de datos oficiales.
Según los testimonios, los investigadores han ido concluyendo que la violencia en la región fue provocada por varios actores, siendo el gobierno el principal por desatención. También determinaron que los paramilitares son los que más han actuado con sevicia; que el narcotráfico no operó de forma independiente sino aliado a guerrillas y paramilitares; y que sectores de las Fuerzas Militares fueron cómplices de la barbarie.
“Somos conscientes de que hay mucha gente interesada en que no exista la memoria. Por ejemplo, a la gente le impresionó saber que en Buenaventura (Valle del Cauca) había las llamas ‘casas de pique’. En Bucaramanga, también las hubo. Los silencios hacen parte de la verdad que no conocemos y se mantendrán si no hay factores de confianza y de justicia para que pueda haber verdad”, asegura la historiadora.
Para proteger el centro de documentación, Amovi realizó convenios con el Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep) y Amnistía Internacional. Ante Colciencias tienen una propuesta para garantizar la continuidad del proyecto y gestionan en la Dirección de la Escuela de Historia de la Universidad Industrial de Santander (UIS) una reforma del organigrama para que el Archivo Oral no se quede en un proyecto de investigación sino que exista en la estructura orgánica de la Universidad.
Cualquier persona puede acceder al centro de documentación, es decir al material bibliográfico así como al registro testimonial de las víctimas. Sin embargo, para el último caso Amovi diseñó una metodología en el que las entrevistas originales, cuya identidad de las víctimas son protegidas, grabadas y transcritas de forma textual, son reservadas. El público sólo podrá acceder a una versión de consulta presentando una solicitud formal, indicando el motivo de la búsqueda e informando qué aparte de la versión utilizó.
Diana Novoa explica que dada la cantidad de víctimas de la región, el Archivo ha capacitado a cien gestores de formación de la memoria, llevando talleres a víctimas, campesinosy profesionales. De momento, Asomovi trabaja con tres investigadores, un auxiliar y quince practicantes de Historia para realizar las entrevistas y participar de todo el proceso de documentación.
“Las víctimas crearon su archivo, nos dieron su palabra y estamos comprometidos a abrir el camino de la confianza”, concluye Ivonne Pinzón.