VerdadAbierta.com recorrió esta zona veredal, ubicada en el departamento de Tolima, a tan sólo cuatro horas de Bogotá, donde se concentran más de 270 guerrilleros en tránsito a la vida sin armas. Allí, hace más de medio siglo, se gestó una de las primeras insurrecciones campesinas que dieron origen al grupo guerrillero.
Ha transcurrido poco más de un mes desde que llegó el último grupo de guerrilleros de las Farc a esta Zona Veredal Transitoria de Normalización (ZVTN) que han bautizada como Antonio Nariño. Provenientes de varios municipios del país, integrantes de los frentes 17, 25, 51, 53 y la Compañía José María Carbonel han hecho del territorio su última casa para dar los primeros pasos hacia la vida civil.
La composición de guerrilleros concentrados allí es diversa: unos ingresaron a través de las redes y milicias urbanas, y otros lo hicieron en las áreas rurales directamente con los distintos frentes. Asimismo, varía su edad y grado de escolaridad.
Algunos de quienes tienen origen urbano se iniciaron en la insurgencia dentro del Partido Comunista Clandestino Colombiano (PC3) y otros en el Frente Urbano Antonio Nariño, cuya misión fue llevar la guerra a Bogotá recurriendo a acciones militares de alto y mediano impacto. De allí, que varios de ellos tengan carreras universitarias o hayan cursado varios semestres en las distintas instituciones de educación superior. Los que ingresaron en las regiones son de origen campesino y buena parte de ellos vienen de los departamentos de Meta, Guaviare y Caquetá.
Para llegar a esta ZVTN hay que recorrer algo más de media hora en carro desde el casco urbano de Icononzo hasta la vereda La Fila; allí hay que subir una pequeña colina para arribar al área de recepción que, por lo general, suele estar colmada de periodistas de medios nacionales e internacionales, representantes de organizaciones sociales y personajes de la vida pública.
Transitar por esta región del oriente del departamento significa recorrer los mismos pasos que dio el campesino Juan de la Cruz Varela en 1949 cuando organizó las primeras autodefensas campesinas en Iconozo y Villarrica, de la mano del Partido Agrario Nacional y el Partido Comunista, para alzarse en armas contra el gobierno de Mariano Ospina Pérez (1946-1950) y el posterior mandato del general Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957).
{gallery}icononzo-201703{/gallery}
Esta vez, sus pobladores serán testigos no de un levantamiento armado sino, por el contrario, del fin de más de 50 años de confrontación armada con este grupo insurgente. Atrás quedaron las historias de los bombardeos a Villarrica, los asaltos militares y la confrontación entre los paramilitares del Bloque Tolima de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) y la guerrilla de las Farc.
Las verdades del conflicto en Tolima
Lo cierto es que hace más de 12 años la guerra no se siente en esta región. Los últimos recuerdos que se le vienen a la cabeza al jefe guerrillero ‘Carlos Antonio Lozada’, comándate del Frente Antonio Nariño e integrante del Secretariado de las Farc, fue la persecución en contra de su tropa que generó la puesta en marcha de la Operación Libertad I durante el primer gobierno de Álvaro Uribe (2002-2006).
“En esa retirada hacia el departamento del Meta, como teníamos en la parte de atrás el obstáculo del río Sumapaz, la única zona por donde se podíamos cruzar, porque no estaba vigilada, contradictoriamente era el puente que va a la base militar. Pues nos tocó pasar ese puente por la noche, nos perdimos y amanecimos dentro de la base… ahí nos tocó permanecer un rato mientras apareció un campesino que nos sacara de la zona. Semanas después llegamos donde el comandante ‘Mono Jojoy’. En la huida me salvé de morir varias veces”, recordó, con voz frágil el jefe guerrillero.
Hoy son pocos los combatientes que quieren hablar de la guerra, han cambiado el fusil, los entrenamientos de orden cerrado y las tácticas de estrategia militar por más horas de lectura, pasatiempos, el estudio de los acuerdos, y los nuevos retos a los que se van a enfrentar cuando funden el nuevo partido político. Muestra de ello es la realización de la primera escuela nacional de comunicaciones, a través de la cual se pretende formar a miembros de todos los bloques insurgentes en labores de comunicación y propaganda.
Mientras avanza la construcción y adecuación del territorio, la recepción del lugar ha servido para recibir a representantes organizaciones sociales, voceros de partidos políticos y familiares de los guerrilleros que asisten al lugar buscando rencontrarse con sus hijos.
Charlas informarles
Al fondo del salón de la recepción, entre la naturaleza, se pueden ver los municipios de Chinauta y, un poco más al fondo, Fusagasugá. Entre tintos, las conversaciones más usuales que se escuchan se centran en anécdotas sobre la experiencia guerrillera, las nuevas perspectivas de los combatientes de cara a la dejación de las armas, el enfoque de género de los acuerdos y las historias de las largas jornadas de trabajo de cada uno de los guerrilleros.
“Ser comunista en Colombia ha significado ser la muerte. Esto para los cientos de enemigos que tenemos, ha significado ser estigmatizados y ahora, sin las armas, es momento de unir muchas luchas y resistencias para reorganizarnos y asumir la batalla democrática”, le dice ‘Isabela Sanroque’, una de las insurgentes que integra la Subcomisión de Género, a una delegación de la Red Comunitaria Trans, con quien intercambiaba ideas alrededor de la diversidad sexual y las distintas identidades alrededor del género.
Cuenta ‘Sanroque’ que hubo un tiempo en el que el Estado usó como arma de guerra a los homosexuales y transexuales para infiltrar las distintas estructuras de las Farc con el fin de sacar información del grupo armado, generar brotes de deserciones y, en algunos casos, cometer asesinatos, razón por la cual los mandos del grupo tomaron medidas para no permitir el ingreso e intensificar los filtros de aceptación dentro de las filas.
De igual manera, asegura esta guerrillera que años más adelante la situación cambió al punto de permitir la diversidad sexual dentrode las distintas unidades, aunque no con el beneplácito de toda la organización, sí con un apoyo de las mayorías.
“¿Por qué nunca las mujeres participaron dentro de los órganos de decisión de ustedes? Acá se ve que en las labores diarias todos hacen de todo y por igual, pero, ¿por qué en política no?”, preguntó una de las integrantes de la Red Comunitaria Trans como preámbulo a otras inquietudes sobre el papel de la mujer subversiva y el rol que están jugando de caraa la construcción del nuevo partido político de las Farc.
Una de las primeras respuestas que se escuchó fue: “nosotras no trabajamos por cuotas, acá se trabaja por capacidades y méritos”. La frase estuvo acompañada de una explicación sobre el cambio que hubo, desde La Habana, en cuanto a los espacios de dirección asumidos por las mujeres que, a juicio de ‘Sanroque’, cambió una vez se definió la nueva composición de instancias como el Estado Mayor Central.
“En la guerrilla el término “empoderarse” es nuevo; antes de éste, todas crecimos con la misma realidad que crecieron nuestros padres y abuelos, que hay que decirlo abiertamente fue machista, en el campo es así, nuestros viejos campesinos, sin saber o no el término actuaron de esta manera, por patrones culturares”, reconoce ‘Sanroque’.
Era la primera vez que esta Red asistía a una conversación con las Farc. Con el paso de los minutos, aseguran sus voceras, se fueron derrumbando los prejuicios con los que habían llegado sobre cómo era la vida guerrillera y, en especial, de las mujeres.
“Me quedo con otra impresión, llegamos acá porque trabajamos con presos de la guerrilla que tienen diversas identidades sexuales. Ahora se cae uno de los mitos que por años nos infundieron sobre la falta de humanidad tanto de los comandantes como de los guerrilleros normales. Tenemos apuestas en común y algunos puntos de nuestra agenda reivindicativa que podemos trabajar. Nos volveremos a ver con ellos”, aseguró una de las integrantes de la Red Comunitaria Trans que evitó dar su nombre.
Mano de obra subversiva
Al caminar por los campamentos construidos por los guerrilleros, la realidad choca con lo acordado por las partes: hasta ahora se está terminando de adecuar la trocha que conecta la vía principal con la Zona; las caletas donde duermen los combatientes no tienen la infraestructura adecuada; hay pocas áreas comunes; y el abastecimiento de agua, que es la misma que utilizan los campesinos de veredas aledañas y los habitantes del pueblo, ya ha generado los primeros problemas de salubridad.
Finalizando febrero se rumoró en Icononzo que por orden del jefe guerrillero ‘Carlos Antonio Lozada’ se suspendieron las obras que se estaban desarrollando en el territorio, según cuentan los pobladores, porque se había incumplido lo acordado y se estaban desarrollando obras que no se habían consensuado con las Farc.
La situación fue confirmada por ‘Lozada’: “nos encontramos con que, de manera unilateral, los funcionarios gubernamentales habían hecho un contrato para realizar unas obras sin tener en cuenta el acta que ya se había acordado para el tipo de construcciones que se necesitaban en las zonas veredales; además de ello, definiendo el tamaño de las construcciones”, sentenció.
“Urge pacto político para acabar con el paramilitarismo”: ‘Carlos Lozada’
La decisión de los guerrilleros fue construir y adecuar las caletas para cada uno de los integrantes de los frentes y acondicionar provisionalmente las áreas comunes para no perder tiempo de estudio y actividades culturales. ‘Rodrigo’, uno de los guerrilleros encargados de la construcción, asegura que ante el incumplimiento del gobierno nacional el deber la “guerillerada” es avanzar para seguir mostrando voluntad de paz, pero que era inconcebible que ni siquiera estuvieran listos todo el material para las construcciones.
Entre risas, este joven guerrillero, con más de 10 años en las Farc, considera que el compromiso del gobierno nacional era brindar mejores condiciones de vida durante los seis meses acordados para permanecer en las zonas veredales, pero la realidad muestra otra cara: “de acá a mañana va a llegar el invierno y esto se va a convertir en un lodazal, y van a empezar a aparecer las primeras enfermedades. Eso hay que tenerlo por seguro, pero asimismo desde ya buscar soluciones. Si no es con el gobierno pues entre nosotros y la comunidad”.
La premonición del joven insurgente se cumplió. Una semana más tarde, con las primeras lluvias, las inundaciones y encharcamientos empezaron a obstaculizar la vía de acceso, algunas caletas se toparon de agua y el desarrollo de las actividades cotidianas se vieron suspendidas por las condiciones climáticas.
VerdadAbierta.com conoció que el pasado martes, en una reunión adelantada entre ‘Carlos Antonio Lozada’ y Carlos Córdoba, gerente del gobierno nacional para las zonas veredales en todo el país, se destrabó el inicio de las construcciones de acueducto, sistema eléctrico y saneamiento. Se espera que en 15 días se avance en las obras para evitar nuevas inundaciones y la propagación de enfermedades causadas por la acumulación de agua reposada.
Legado del ’Mono Jojoy’
En camisetas, gorras, botones, parches adhesivos, cuadernos y libros que usan los guerrilleros se ve la silueta y, en algunos casos el rostro, de Víctor Julio Suárez Rojas o ‘Jorge Briceño’, conocido en las filas como ‘El Mono Jojoy’, jefe guerrillero que fue abatido en un bombardeo el 22 de septiembre de 2010 en La Macarena, Meta.
No se han equivocado los historiadores que han dicho que la historia del ‘Mono Jojoy’ representa, en parte, la historia de la génesis de las Farc. Pese a que la mayor parte de su acción guerrillera se concentró en los departamentos de Caquetá y Meta, sus orígenes se remontan a Tolima: nació en Icononzo y fue, junto con su familia, uno de los primeros grupos de campesinos en ser desplazados hacia la región del Sumapaz tras la guerra que libraba el gobierno contra las autodefensas de Juan de la Cruz Varela.
Leer más: El Bloque Oriental marcó el auge y declive de las Farc
Su padre, Noé Suárez Castellanos, fue combatiente de las filas de las guerrillas liberales bajo el mando de Varela, y su madre fue cocinera de ‘Jacobo Arenas’, uno de los fundadores de las Farc.
Varios de los combatientes que superan los 20 años en las filas insurgentes conocieron al ‘Mono Jojoy’, hoy lo recuerdan como un hombre imponente y artífice de los grandes golpes militares que asestó la guerrilla no sólo contra el Ejércitoy la Policía, sino contra la población civil que, en varias regiones del país llevó la peor parte de la guerra.
Basta con preguntarles a estos antiguos combatientes qué representa el ‘Mono Jojoy’ en sus vidas para que un silencio se apodere del espacio, algunos entre lagrimas prefieren no opinar, otros se retiran y quienes se quedan cambian de humor.
“Para muchos de nosotros ‘El Mono’ fue un segundo padre, más allá del respeto que inspiraba, siempre se convirtió en una guía para cada uno de los guerrilleros. No era como lo pintaban ustedes los medios, no era esa persona sanguinaria que por tantos años le metieron al país. Sí nos corregía, sancionaba, pero ante todo era un ser humano”, comentó ‘Marcela’, una guerrilla de 46 años de edad.
“No es fácil decir todo lo que fue, pero por él es que estamos acá, por él es que muchos decidimos trabajar por la gente. O que lo digan en el Caguán y un poco más hacia el sur, cuántas escuelas, hospitales y carreteras construimos. Eso también fue ‘El Mono’, no sólo el estratega militar que tanto desdibujaron”, agregó otro guerrillero.
Tales descripciones contrastan con el cruel jefe militar que conoció la opinión pública cuando se divulgaron los videos de los soldados y policías retenidos por las Farc, quienes estuvieron recluidos por varios años en la selva en ‘cambuches’ rodeados por alambres de púas, como en un campo de concentración. Bajo su mando se perpetraron numerosas tomas a poblaciones, como la de Mitú en 1998, cuyas consecuencias impactaron a la población civil.
“De estar acá, de seguro estaría con la guerrillerada, como hasta el último día de su vida lo estuvo, ayudándonos a crecer como personas y viendo lo mejor para cada uno. Le aseguro que él hubiera remplazado las actividades nacionales por quedarse acá a enseñarnos a leer y a escribir, como el camarada ‘Pablo Catatumbo’ hizo con él y como hizo durante su existencia él con nosotros”, dice ‘Marcela’.
Y así, entre trabajos de adecuación de la zona veredal, lecturas, conversaciones, recuerdos y atención a los visitantes, los guerrilleros pasan sus días y sus noches en una región que testifica la génesis de la guerrilla de las Farc y también su final como grupo armado, luego de más de 50 años de una cruenta guerra que dejó miles de muertos, desplazados, desaparecidos y daños incalculables.