Una crítica radiografía se refleja en el trabajo audiovisual dirigido por Sjoerd Van Grootheest y codirigido por Irene Vélez Torres sobre la situación de los campesinos cocaleros de dos municipios de norte de Cauca. Esta noche se estrena en el país.

“Un retrato sobre campesinos cocaleros que buscan la paz donde sigue la guerra”. Así se define el documental Bajo Fuego (Mississippi Dragonfly, 2020), que aborda desde la óptica campesina uno de los componentes más críticos del Acuerdo de Paz firmado hace ya casi cuatro años con la extinta guerrilla de las Farc: el Programa Nacional de Sustitución Voluntaria de Cultivos Ilícitos (PNIS).

El estreno de este documental no podía tener un ambiente más propicio: se hará en medio de la Muestra Internacional Documental de Bogotá, durante un conversatorio con representantes de la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad y justo cuando la Organización de Naciones Unidas le ha pedido al gobierno nacional que acelere la implementación del Acuerdo de Paz.

El PNIS es que una de las iniciativas pactadas en La Habana, Cuba, entre el Estado colombiano a través del gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos (2010-2018) y la extinta guerrilla de las Farc, consignada en el Punto 4, que pretende ofrecer soluciones concretas al problema de las drogas en el país.

De acuerdo con el más reciente informe de la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el delito (UNODC), el PNIS fue suscrito por 99.097 familias en 56 municipios del país; de ellas, 5.691 familias están distribuidas en las poblaciones caucanas de Miranda, El Tamo y Piamonte.

Este programa generó grandes expectativas entre las comunidades rurales cultivadoras de hoja de coca para uso ilícito. Campesinos, indígenas y afros pensaron que había llegado una real solución a sus problemas de ilegalidad y que, esta vez, el Estado colombiano, con todas sus instituciones, les cumplirían.

Pero la realidad muestra una dura cara de frustración entre miles de familias que firmaron los acuerdos y efectivamente sustituyeron: las ayudas se quedaron a medio camino, algunas fueron inútiles y varias de ellas ni llegaron.

Esa es la situación que expone el documental Bajo Fuego a través de cuatro familias campesinas de los municipios de Miranda y Corinto, norte del Cauca. “Me he arrepentido tanto de haber firmado, ya ahora no vemos un futuro cierto”, dice una de las mujeres que participa en el documental. (Ver tráiler)

Y son esas voces inconformes las que recogieron Sjoerd Van Grootheest (Holanda) e Irene Vélez Torres (Colombia). Ambos se sumergieron, durante los últimos tres años, en las montañas del norte de Cauca para observar, de primera mano y muy cerca del campesinado, la implementación del PNIS.

La experiencia vivida durante ese proceso de inmersión lleva a la codirectora de Bajo Fuego a resaltar, sin vacilaciones, que lo experimentado por los campesinos en relación con ese programa de sustitución voluntaria “es una curva de ilusiones y frustraciones”.

A propósito del estreno de esa pieza audiovisual, este portal conversó con Vélez Torres, formada en Geografía, Estudios Culturales y Filosofía, para conocer detalles del documenta, que hizo junto al antropólogo Van Grootheest. (Ver documental completo)

Enfoque crítico

Sjoerd Van Grootheest e Irene Vélez Torres, director y codirectora de Bajo Fuego. Foto: cortesía Irene Vélez Torres

VerdadAbierta.com (VA): ¿Qué es lo que muestra el documental Bajo Fuego?

Irene Vélez Torres (IVT): El documental muestra la historia de unas familias campesinas en un territorio en la Cordillera Central que se ilusionan con el Acuerdo de Paz, por la posibilidad que tienen de sustituir los cultivos, pero mucho más que eso, por la posibilidad de que llegue la paz al territorio y que haya inversión social. Pero muy rápidamente tienen que afrontar el regreso de la guerra, y el fracaso de la intervención estatal. Es como una curva de ilusión y frustración.

De alguna manera la gente confió, puso de su parte, hubo una voluntad fuerte de apostarle a la paz, pero el compromiso del gobierno nacional fue muy limitado para lograrlo, pero ahora lo se ve es una reconfiguración de la guerra.

VA: El Acuerdo de Paz tiene diversos temas, aristas, matices, pero ustedes abordan el PNIS. ¿Cómo fue el proceso para enfocarse en ese programa?

IVT: Llegamos a la Cordillera Central haciéndole seguimiento a la implementación del Acuerdo de Paz y, específicamente, a la dejación de armas. Ese fue nuestro arranque. Y cuando ya el Frente 6 de las Farc hizo la dejación de armas y se quedó en el territorio, pues nosotros también nos quedamos.

Al inicio teníamos la intención de acompañar la implementación del Acuerdo, pero muy rápidamente eso comenzó a volverse un conflicto en el sentido de que había gente que estaba exigiendo la implementación, pero el gobierno nacional cambió la ruta de esa implementación.

Cuando vimos que allí había un conflicto, nos quedamos con la intención de hacer el registro documental de lo que estaba pasando. Y ya estábamos en esa región desde hacía varios años, entonces la gente nos conocía, había una base de confianza que nos permitió llegar a familias campesinas que estaban en ese proceso de sustitución voluntaria y los acompañamos durante tres años.

VA: ¿Cuál fue el ambiente inicial entre los campesinos?

IVT: Al principio, cuando llegamos a la zona, el discurso oficial era de celebrar la paz porque al fin la guerrilla dejó las armas y claro, ahí hay todo un discurso hegemónico que es muy fuerte, pero a la vez es lo que veíamos en campo es que la vida de la gente no estaba cambiando, seguía siendo una vida difícil, empobrecida, con muchos conflictos y mucha desconfianza frente al accionar institucional y con toda razón, porque la gente que se metió al PNIS no le cumplieron.

VA: ¿En qué municipios se centran las acciones del documental?

IVT: Son dos municipios: Miranda y Corinto. Lo interesante de estos dos municipios es que en Miranda hubo PNIS y en Corinto no. Pero en ambos hay mucha espera y mucha desilusión respecto a que debería estar haciendo el gobierno nacional para solucionar el problema de la pobreza rural.

Voces campesinas

Briceida Lemus, una de las voces del documental Bajo Fuego. Foto: cortesía Irene Vélez Torres.

VA: Con respecto a los protagonistas, queda claro que son campesinos de la región. ¿Cómo llegó a ellos?

IVT: Son cuatro núcleos de protagonistas: Leider y Briseida, que son una pareja; Wilderman, Gustavo; Sandra y Albeiro, que también son pareja. A ellos cuatro llegamos por mi investigación activista en la zona. Ahí he hecho investigación con la Universidad del Valle. He estado ahí durante mucho tiempo y conozco a las comunidades de la zona, entonces a través de esa inmersión previa, identificamos a las familias y a las personas.

VA: El documental mira con mucho pesimismo este tipo de programas contemplados en el Acuerdo de Paz. ¿No hay la posibilidad de un enfoque más optimista?

IVT: La verdad es que no. Tenemos una convicción de que la sustitución es necesaria, pero la sustitución requiere no sólo atención de emergencia económica, requiere proyectos productivos, porque, de lo contrario, se genera un asistencialismo económico, que le permite a la gente subsistir mientras recibe la plata para su alimentación durante dos años, pero mientras no tengan para invertir en las fincas, entonces no hay una posibilidad de que puedan superar la economía ilícita.

VA: ¿Qué problemas destacarían en relación con la implementación del PNIS?

IVT: Identificamos varios. El primero, que se quedó en la fase asistencialista y no logró impactar el desarrollo rural porque no llegó con proyectos productivos. Eso genera un bache en la expectativa de la gente, pero también en las oportunidades que la sustitución debería generar.

El segundo: el hecho de que no haya llegado el proyecto productivo genera muchos problemas adicionales que, desde nuestra perspectiva, constituyen una revictimización; por ejemplo, dado que no tienen nuevos proyectos productivos, entonces los campesinos que  antes tenían coca ahora tienen que emplearse en los cocales vecinos, lo que se genera es  que la gente que tenía autosubsistencia a partir de la coca, ahora no tiene cultivos porque nunca llegó la inversión y ahora es mano de obra barata en el cocal de al lado, que no entró al PNIS. Es una gran contradicción en el propósito de este programa. Genera una proletarización obligada.

El tercer problema es ambiental. En esas fincas donde les arrancaron las matas de coca y que no llegó la inversión quedaron terrenos sin cultivos que, en el transcurso de dos o tres años que han pasado, comienzan a generar erosión del suelo, que es imparable porque son zonas de ladera. Estas fincas han comenzado a tener derrumbes masivos en cada temporada invernal. Ese es otro nivel de revictimización porque además de que tienen poca tierra, está perdiendo valor por la falta de cultivos.

Por último, la calidad de vida de la gente desmejoró. La coca daba unos ingresos que permitían la subsistencia de las familias y ahora solamente reciben lo mínimo para vivir. Y a todo ello se suman los actores armados, que están controlando los cultivos ilícitos que persisten en el territorio.

VA: ¿El documental incluye una mirada indígena del PNIS en razón de que en el norte del Cauca habitan las comunidades del pueblo Nasa?

IVT: En el documental abordamos fundamentalmente el proceso campesino, por una razón: el PNIS en Miranda lo suscribieron familias campesinas. En el resguardo indígena La Silla-La Calera no había familias que estuvieran cultivando hoja de coca. En este municipio, los indígenas son, sobre todo, raspachines, y aunque el PNIS se suponía que iba a incluir raspachines, al final no los incluyó.

VA: ¿En el proceso de construcción del documental, hablaron con voceros del gobierno nacional?

IVT: Nosotros estuvimos en varias reuniones en las cuales había interacción entre las comunidades campesinas que estaban inscritas en el PNIS y las instituciones que, a nivel local, eran responsables del programa. Pero este documental habla desde la visión campesina, no intenta mostrar diferentes puntos de vista. Y lo decidimos así porque consideramos que el gobierno nacional tiene suficientes espacios de visibilización de sus visiones, de su orientación, en cambio los cambio los campesinos son voces que no se escuchan.

VA: ¿Cuál es la expectativa del documental?

IVT: Para nosotros es muy importante que tenga visibilidad aquí en el país, que permita que este tema tan difícil para las comunidades sea hablado, dialogado, sea puesto en otro nivel de la opinión pública. Ese es nuestro primer objetivo. Y luego queremos hacer un recorrido por distintos festivales internacionales, en especial los relacionados con derechos humanos.

También nos interesa llegar a los canales de televisión, sobre todo a los canales de televisión pública nacionales.  Es ideal que el público sean esas comunidades rurales que son las que ven los canales regionales públicos.

Imagen de portada: Leider Muñoz, otra de las voces campesinas del documental Bajo Fuego. Foto: cortesía Irene Vélez Torres