Plebiscito: lo que pasa cuando un acuerdo de paz se decide en las urnas

      

Aunque no estaba obligado a ello, el presidente Juan Manuel Santos dejó la decisión final sobre el pacto con las Farc en manos de los ciudadanos, situación que ha profundizado la polarización política en el país. Situaciones similares se han vivido en otras partes del mundo. VerdadAbierta.com presenta un breve repaso histórico a algunos procesos refrendatorios.

plebiscitos 1Una de las afectaciones más graves de la guerra en Guatemala fue el asesinato sistemático de indígenas mayas. Se estima que habrían muerto cerca de 25 nativos a manos de tropas estatales y paramilitares. Foto: Juan Diego Restrepo E.La historia de aquellos países que vivieron bajo conflictos bélicos internos de larga duración y optaron por una salida política negociada enseña que sectores representativos de todas las capas sociales suelen oponerse radicalmente a esta decisión bajo argumentos que van desde la traición a los valores de la Patria; pasando por la claudicación de la civilización ante la violencia; la legitimación de la insurrección violenta como método de acción política; o simplemente el odio, la discriminación racial y la intolerancia.

Pasa en Colombia con motivo del Plebiscito que se celebrará este domingo, mediante el cual se espera refrendar el “Acuerdo para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”, firmado el pasado 26 de septiembre en Cartagena. El grado de polarización al que llegó la sociedad durante los cuatro años de negociaciones ha generado un clima de incertidumbre no solo frente a lo que pueda suceder en las urnas, sino frente al proceso de paz en sí mismo.

Como nunca había ocurrido en la historia reciente colombiana, todos los sectores sociales se han involucrado en un acalorado debate al que no le ha faltado su dosis de distorsión y desconocimiento y donde no pocos han apelado a causas religiosas, emocionales y patrióticas para defender tanto sus posturas por el Sí o por el No. Lo que brilla por su ausencia, hasta el momento, es la violencia. Para un país donde pensar distinto implica convertirse en objetivo militar y cualquier voz altisonante ha sido eliminada, lo ocurrido hasta ahora constituye todo un logro.

Se trata, ni más ni menos, del costo que supone pasar de la confrontación armada a la disputa de los argumentos. Bien podría decirse que hoy la sociedad colombiana está transitando los mismos pasos que alguna vez recorrieron – con las mismas dificultades – los norirlandeses y los ciudadanos de la República de Irlanda en los meses previos a la ratificación en las urnas del “Acuerdo de Viernes Santo”, mediante el cual se buscaba ponerle fin a una guerra tan vieja como el mismo continente europeo. Allá, al igual que acá, sectores unionistas protestantes y una minoría católica republicana mostraron sus profundas reservas frente a la negociación de paz tras considerar que el Acuerdo traicionaba las “justas causas” que dieron lugar a la confrontación armada.

Y es que quizás no haya tema que despierta más pasiones y polarice más que un acuerdo con un grupo alzado en armas. Algo similar vivió la sociedad guatemalteca cuando el Congreso convocó el Referendum para ratificar el “Acuerdo de paz firme y duradera”, suscrito por el gobierno de Álvaro Arzú (1996-2000) y la Unidad Nacional Revolucionaria Guatemalteca (Unrg), el 29 de diciembre de 1996.

Contrario al caso europeo, donde pese a la férrea oposición de reconocidos líderes protestantes –y algunos católicos- los ciudadanos apoyaron masivamente el Acuerdo, el agitado ambiente político guatemalteco, sumado a la actitud reticente de los militares y sectores empresariales con el proceso de paz, llevó a que el No se impusiera en las urnas y comenzara “la fractura del Acuerdo de Paz Firme y Duradera”.

¿Qué ambiente político se vivió en ambas naciones previo a las refrendaciones?, ¿qué implicaciones tuvo en cada país esa decisión? VerdadAbierta.com presenta un breve análisis de lo ocurridoen estas experiencias como referente histórico para la jornada que se apresta vivir el pueblo colombiano.

El país donde ganó el No

plebiscitos 2Organizaciones de derechos humanos estiman que el conflicto armado que padeció ese país entre 1960 y 1996 dejó por lo menos 45 mil desaparecidos. Desde 2004, cada 21 de junio, se conmemora el Día Nacional contra la Desaparición Forzada. Foto: Juan Diego Restrepo E.El 29 de diciembre de 1996, luego de poco más de seis años de negociaciones, los representantes negociadores de la Urng y del gobierno suscribieron en la ciudad de Guatemala el “Acuerdo de Paz Firme y Duradera”, con el que se ponía fin a 36 años de conflicto armado. Se trató de un documento en el que se consignaron 128 acuerdos que contemplaban un vasto programa de reformas políticas, sociales y económicas nunca antes vistas en Guatemala.

Allí se planteaba la necesidad de reestructurar la justicia, el sistema electoral y las Fuerzas Militares; emprender acciones tendientes a consolidar la paz mediante el respeto por los derechos humanos; reparar, dignificar y valorar la cultura de las comunidades indígenas afectadas por las confrontaciones; garantizar la reinserción de los insurgentes en la vida social y política del país; mejorar las políticas educativas y de productividad del agro guatemalteco, entre otras. Allí también se designó a las Naciones Unidas para verificar el cumplimiento de los acuerdos.

“Pero para 1999 muchos de esos acuerdos no se estaban cumpliendo”, recuerda Claudia Samayoa, defensora de derechos humanos de Guatemala y además víctima del largo conflicto armado interno que padeció este país centroamericano.

Según esta activista, “para gran parte de la sociedad el conflicto dejó de ser un problema en 1983. Se cometió un genocidio que prácticamente significó una derrota estratégica para la guerrilla. Ellos seguían operando, pero en zonas rurales. Por ello, cuando comenzaron las negociaciones, el respaldo mayoritario provino de lo aquí se conocía como sociedad civil”.

En ese momento la “sociedad civil” la conformaban personas provenientes del sindicalismo, el cooperativismo, movimientos campesinos, estudiantes y defensores de derechos humanos, que, en esencia, fueron los sectores sociales que más padecieron la represión militar. Con todo y ello, el 26 de diciembre de 1996, tras la firma del Acuerdo de Paz, “hubo una gran fiesta en todos los centros poblados porque se reconocía que lo que estaba pasando era importante”, recuerda Samayoa.

Más que las negociaciones, lo realmente traumático fue la implementación de los acuerdos. “Los empresarios se mostraron partidarios del proceso, pero luego comenzaron a oponerse a su implementación. Por ejemplo, se planteaba una reforma fiscal para corregir la desigualdad en el país. No se logró y no se ha logrado. Lo mismo pasó con los militares. Estaba planteada una reforma a todo el Ejército y no se logró. Las reformas a la justicia para acabar con la impunidad y castigar a los culpables de delitos atroces también quedaron en veremos”.

El Salvador y Guatemala: espejos para Colombia (II)

Las reformas consignadas en el “Acuerdo de Paz Firme y Duradera” comenzaron a transitar un tortuoso camino legislativo que fue empantanando el proceso de paz y que sus defensores solo veían superable mediante una reformaconstitucional. Todas las fuerzas políticas aceptaron la convocatoria a un Referendum.

Desde 1992, la Fundación de Antropologia Forense de Guatemala trabaja intensamente en la búsqueda e identificación de los desaparecidos durante la guerra civil que azotó este país centroamericano. Foto: Juan Diego Restrepo E.Sin embargo, meses antes de su realización sucedió un hecho que comenzó a marcar el espinoso rumbo de la “paz firme y duradera”, el asesinato del obispo de la Iglesia Católica Juan Gerari, ocurrido el 26 de abril de 1998, dos días después de publicar un informe titulado Guatemala, nunca más donde se consignaron todas las atrocidades cometidas por las Fuerzas del Estado en su guerra contrainsurgente.

El documento recogía un trabajo de 4 años adelantado por el proyecto interdiocesano denominado Recuperación de Memoria Histórica (REMHI), liderado por el obispo Gerardi y que tuvo el carácter de comisión de investigación extrajudicial. En reacción a sus contenidos, el prelado fue brutalmente asesinado a golpes en su casa. En el homicidio estuvieron implicados tres militares y un sacerdote. “No solo eso. Los militares no quisieron recibir el informe; los empresarios no quisieron recibir el informe; y el gobierno no quiso recibir el informe”, reitera Samayoa.

Así, con un Acuerdo de Paz tambaleando, con reformas prioritarias que no lograban concretarse, con unas fuerzas militares reacias a cualquier transformación oreconocimiento en materia de justicia y con un empresariado aliado a fuerzas políticas para entorpecer la implementación de lo acordado, el Congreso convocó a Referendum el 16 de mayo de 1999 para tratar de salvar el pacto firmado el 26 de diciembre de 1996.

“Pero el Congreso metió su trampa, porque elaboró un cuestionario de cinco preguntas donde solo tres eran del proceso de paz (pueblos indígenas, justicia y fuerzas militares) y las otras dos tenían que ver con reformas económicas”, relata Samayoa, y agrega: “tenían que ganar las cinco preguntas. Pero surgió un fuerte movimiento que se oponía a las dos reformas económicas que, además, se juntó con el sentimiento discriminatorio contra los indígenas”.

Como era de esperarse, solo participó el nueve por ciento de la población guatemalteca, en su mayoría la denominada “sociedad civil”, diezmada por décadas de dura represión militar. En las urnas los votantes le dijeron Sí a las preguntas relacionadas con el proceso de paz mientras que el No se impuso en las preguntas referidas a las reformas económicas. “Como todas estaban amarradas, perdimos la oportunidad de la reforma constitucional. Y ese fue el punto de quiebre del proceso de paz”, declara la activista.

Desde entonces, la nación centroamericana ha vivido un posconflicto tan complejo como el conflicto armado. La violencia se transformó. El crimen organizado encontró terreno fértil sus negocios ilícitos; el Estado se negó a aceptar su responsabilidad en la comisión de graves violaciones a los derechos humanos; el esclarecimiento de dichos hechos y el castigo a los culpables quedó en veremos. Expulsar los sectores corruptos del Ejército se convirtió en tarea titánica.

“Pero hoy creo que el proceso de paz sí sirvió”, declara Samayoa. “Hoy no se acusa a nadie de ser guerrillero. Se acabó ese discurso contrainsurgente. Tenemos muchas violencias, pero la violencia política se acabó. Yo, que soy defensora de derechos humanos, actividad sumamente riesgosa hace 30 años, puedo decir que a pesar de todo, el proceso sí sirvió”, concluye.

Protestantes y católicos dijeron SÍ

Las huellas de la guerra entre católicos y protestantes aún están presentes en las paredes de Belfast. En la imagen, mural en barrio católico en homenaje a los fallecidos en la huelga de hambre de 1981. Foto: Juan Diego Restrepo E.

El 22 de mayo de 1998 fue un día histórico para Irlanda del Norte. En esa fecha, poco más de 750 mil norirlandeses, algo así como el 70 por ciento de la población apta para votar, le dio su respaldo al llamado “Acuerdo de Viernes Santo (Good Friday Agreement), suscrito por los entonces primer ministro de Gran Bretaña, Tony Blair; primer ministro de la República de Irlanda, Bernie Ahern; y ocho líderes políticos de Irlanda del Norte, entre ellos, Gerry Adams, número uno del Sinn Fein, considerado como el brazo político del Ejército Republicano Irlandés (Irish Republican Army – IRA).

El acuerdo puso fin a una guerra que enfrentó por ocho siglos a católicos y protestantes sin que ninguna de las partes hubiera logrado doblegar a su enemigo. Un conflicto que desde la segunda mitad del siglo XX dejó más de 3.500 muertos por cuenta de las acciones terroristas llevadas a cabo por grupos armados de uno y otro bando.

La historia señala que la confrontación entre católicos, protestantes e ingleses se remontan al siglo XII, cuando el rey Inglés Enrique II decidió enviar sus hombres a la isla de Irlanda para ejercer soberanía en nombre de la Corona Británica.

Los ingleses terminarían anexando la isla de Irlanda a sus dominios en 1800 mediante el Acta de Unión que crea el Reino Unido, situación que encendió el sentimiento independentista de la minoría católica irlandesa, mientras la mayoría protestante mantenía un sentimiento de unión al imperio británico. Las tensiones entre ambas comunidades, cuyas diferencias culturales y políticas parecían irreconciliables, continuaron a hasta 1916, cuando tiene lugar el llamado “Alzamiento de Pascua”, encabezado por jóvenes republicanos católicos contra el dominio británico.

Ese levantamiento popular fue duramente reprimido semanas después por el Ejército inglés, pero marcó el camino de lo que fue la tortuosa independencia irlandesa y la profunda división entre católicos republicanos, partidarios de la independencia absoluta de Inglaterra; y los protestantes unionistas o nacionalistas, mayoría en la isla y probritánicos.

Así, en las elecciones de 1918, el Sinn Fein, partido republicano, consiguió una clara mayoría en todo el país a excepción del noreste, donde los unionistas mantenían su influencia. La mayoría republicana establece la primera Asamblea de Irlanda y anuncia la independencia irlandesa, rechazada por el gobierno británico y sin reconocimiento internacional. La Asamblea es declarada ilegal y los movimientos que apoyaron el “Alzamiento de Pascua” y que sobrevivieron la represión se transformaron en el IRA.

plebiscitos 4En el barrio protestante de Shankill Road, en Belfast, se destacan los murales en homenaje a miembros de grupos paramilitares que lucharon junto a los ingleses para rechazar toda idea independista de los católicos irlandeses. Foto: Juan Diego Restrepo E.El caldeado ambiente en la isla producto de las acciones del IRA llevó al gobierno inglés a firmar en diciembre de 1921 el Acuerdo Anglo-Ingles con el cual se crea el Estado Libre Irlandés. Pero el tratado terminó dividiendo al nuevo país. De un lado quedó Ia República de Irlanda, cuya capital es Dublin, conformada por 23 condados y tres que territorialmente se encuentran en Irlanda del Norte, cuya sede de gobierno se instaló en Belfast.

Tras la separación, arreció el conflicto pues en estos tres estados de Irlanda del Norte quedó una mayoría protestante, favorable a los intereses de la Corona Británica, mientras que en el resto del territorio quedó instalada una minoría católica republicana. Se estima que entre 1964 y 1984, los enfrentamientos entre las fuerzas del IRA, grupo terrorista que enarboló las banderas católicas republicanas por la independencia total de Inglaterra, el ejército inglés y los grupos paramilitares unionistas dejaron al menos 3.500 muertos.

Por ello, cuando el 10 de abril de 1998 se firmó el Acuerdo de Viernes Santo en el castillo Stormont, en Belfast, la comunidad internacional aplaudió a los irlandeses por alcanzar lo que hasta ese momento parecía imposible. Dicho entusiasmo contrastó con el escepticismo que reinó desde ese momento en Irlanda del Norte y en la republica irlandesa. Movimientos protestantes como la Orden de Orange; partidos políticoscomo el Partido Democrático Unionista; y disidentes católicos del IRA, entre otros, se convirtieron en los principales enemigos del pacto, no obstante, permitió que los unionistas compartieran el poder con los católicos.

En su artículo Las lecciones de Irlanda para el resto del mundo, el historiador británico Michael Burleigh recuerda que no eran pocas las preocupaciones del grueso de la sociedad para ese momento: el acuerdo no pactaba reglas claras para el desarme del IRA, grupo que despertaba grandes reservas en la mayoría unionista. La participación política de antiguos militantes del IRA en la nueva Asamblea autónoma que creaba el acuerdo también despertaba serios reparos entre la población.

Pero la gente acudió a las urnas cómo nunca antes lo había hecho. Desde entonces, Irlanda del Norte vive días de una tensa calma. Según lo plantea Burleigh, el fantasma de la guerra aún se pasea por las calles norirlandesas, aunque hace ya 18 años no estalla una bomba. El Acuerdo de Viernes Santo terminó por darle el impulso que necesitaba la isla para integrarse a la Unión Europea. Sin duda un gran logro para un país donde la reconciliación aún es tarea pendiente.