El ‘Führer’ de Urabá (SEMANA)

      

Cómo un joven de escasos 22 años llegó a convertirse en ‘El Alemán’. El jefe de uno de los grupos paramilitares más combativos del país, que esta semana se desmoviliza.






Freddy Rendón Herrera, alias ‘El Alemán’, comandante del bloque Élmer Cárdenas de las Autodefensas Unidas de Colombia. Foto: Semana.

Al penetrar la selva de Chocó desde Turbo y por el río Atrato, hay un dicho que repiten nativos, colonos e indígenas durante el recorrido: “Aquí paramilitarismo y Estado son la misma cosa”. De ser así, su máximo líder es Freddy Rendón Herrera, alias ‘Luis Alfredo Berrío’ o más conocido como ‘El Alemán’. El último de los jefes purasangre de las autodefensas que comienza su desmovilización esta semana.

El territorio bajo su control ha sido el Urabá chocoano, una región repleta de una naturaleza exuberante. Los pueblos de Arboletes, San Pedro, San Juan, Belén de Bajirá, El Cuarenta, Barranquillita, Babilla, Carmen del Darién, Murindó, Viguía del Fuerte, Bojayá, Balsa, Riosucio, Ungía, Acandí, Necoclí y otro puñado de corregimientos -que parecen grandes campamentos en medio de la selva- hacen parte de él.

Son tierras bañadas por decenas de ríos de todos los caudales, habitada por animales exóticos y una vegetación considerada como una de las reservas ecológicas más importantes de la humanidad. Una región de contradicciones en la que esta riqueza choca con la miseria de sus habitantes.

Necoclí, en especial, se ha erigido como el gran centro de operaciones y, desde allí, se ha tejido todo tipo de mitos acerca de la historia de su comandante.

La primera vez que ‘El Alemán’ llegó a este municipio fue en 1994, como ayudante de un camión cervecero. Se enamoró de la zona y allá tuvo su único hijo. Venía de Medellín, luego de que su familia fuera desplazada por la violencia de la vereda las Ánimas en Amalfi, Antioquia. Sus padres sólo pudieron costearle estudios hasta primero de bachillerato, y el trabajo como ayudante fue la única opción que tuvo al ver frustrado sus sueños: ser policía o piloto de avión.

Una vez radicado en Necoclí, comenzó a trabajar como tendero de un almacén de víveres. “Los campesinos me contaban historias de los guerrilleros y yo les pasaba la información a las autodefensas”, comenta sobre sus inicios en un pequeño grupo que luego se conoció como La 70, porque alguna vez llegó a ese número de miembros. Pero en ese momento eran sólo 19, los que compartían una obsesión: librarse del azote de la guerrilla del EPL y de su líder ‘Bocatula’, “el personaje más macabro que ha pasado por la región”, dice.

Tomó la decisión de vincularse de lleno al grupo en 1996, con sólo 22 años de edad. Ahí recibió la pistola cromada 9 milímetros que aún porta y que tuvo con salvoconducto:”Llegó Carlos Castaño, nos reunió y se echó un discurso de dos horas que me dejó boquiabierto”.

El grupo cambió de nombre luego que muriera Élmer Cárdenas, el segundo de la organización, por el tiro certero de un guerrillero, cuando iba en una lancha a la altura de Remacho, por el río Jiguamiandó.

En 1998 aún no estaba convencido del todo de que su verdadera vocación fueran las autodefensas. Para superar la crisis que esto le generó, viajó a Francia con ocasión del Mundial de fútbol, una de sus pasiones. Conoció varios países europeos y luego se trasladó a Estados Unidos, país que dice admirar: “Es la democracia más perfecta del mundo, tanto que casi parece una dictadura”.

A finales de ese mismo año regresó a Colombia convencido de que su camino era la guerra. Su obsesión por el orden y la disciplina le hizo merecedor del apodo de ‘El Alemán’. En ese momento tomo las riendas del grupo y su relación con algunos de sus subalternos, ha llegado a ser tan estrecha que lo llaman ‘apá’. “Dicen que tengo dotes de pastor, porque me gusta orar y encomendar todo lo que hago a Dios”.

Sin embargo, su ascenso en el grupo respondió a cualidades más terrenales. Su alma de guerrero se convirtió en el pasaporte de entrada a las grandes ligas del paramilitarismo y, en especial, a la casa de los Castaño, oriundos de su misma región.

Fue por eso que nació el mito de que eran familiares, pues en la primera reunión de las Autodefensas Unidas de Colombia, en Córdoba, tanto Vicente como Carlos se referían a él como ‘el primo’. En privado le decían ‘Alemancito’.

Su pasión por el combate es tal, que incluso en uno de los encuentros de las AUC, mientras todos descansaban, él hacía tiros de ametralladora en el polígono, según lo confirmaron tres jefes paras. ‘El Alemán’ asegura que eso es mito y su labor ha sido más de estrategia que en la línea de batalla. “Yo nunca he participado en ninguna confrontación con la guerrilla”, dice.

¿Cuál es la razón para negarlo? Tal vez sea el temor a que lo relacionen directamente con las centenares de muertes de civiles que se le atribuyen a su grupo y con las que se tiñó de sangre este trozo de selva.

A su bloque Élmer Cárdenas se le relaciona con el episodio de un grupo de paras que luego de cortar la cabeza de una de sus víctimas, jugó fútbol con ella. También con el asesinato con sevicia de mujeres embarazadas y la quema de caseríos. Fue el grupo que combatió con las Farc cuando uno de los cilindros explosivos de la guerrilla acabó con la vida de 119 personas que se refugiaban en la iglesia de Bojayá. “La naturaleza de la guerra es sangrienta. Murieron muchos civiles por información mal dada y que nosotros creímos que eran guerrilleros vestidos de civil”. Y buscando dar más explicaciones, agrega: “hubo personas que militaron con nosotros que hicieron actos nefastos, y pagaron por ello. Fueron fusilados”.

Se le cuestiona además por su relación con el Ejército, en particular con la Brigada XVII que opera en la zona y que ha sido centro de críticas porque algunos de sus miembros han violado los derechos humanos. “Nunca hemos tenido un matrimonio con ellos. Digamos que han sido tolerantes”.

También que ad portas de su desmovilización, el grupo continúa combatiendo. Durante la segunda semana de julio fueron noticia las refriegas en Taparal y Truandó, cerca de Riosucio. Esta vez la guerrilla llegó a una zona maderera en la región del Élmer. La ocupación dejó un saldo confirmado de 14 aserradores muertos, pero algunos de los sobrevivientes, consultados por SEMANA, aseguran que dentro de la selva quedan por lo menos cinco cuerpos más, sin contar las bajas de cada bando.

El lanchero, el personero de Riosucio, los profesores, el párroco, los aserradores, todos explican con diferentes palabras, pero con los mismos argumentos, por qué la madera no sólo es su principal fuente de riqueza sino la causa de sus desgracias.

Según ‘El Alemán’: “La industria maderera del Atrato fue nuestra alma”. Pues el Élmer Cárdenas custodiaba y supervisaba el negocio maderero de la región, y de ahí obtenía gran parte de su financiación. En la región hablan del ‘Plan Motosierra’ para referirse a las 87 motosierras que los paramilitares les entregaron hace dos años a aserradores para que trabajaran en el corazón de la selva. Además, los equiparon con mulas, gasolina y víveres. Con esta dotación los trabajadores empeñaban la madera cortada. Con cada entrega se iba descontando una parte del saldo de la deuda. Durante un tiempo el monto restante se cancelaba con unos vales que sólo se podían hacer efectivos en determinadas tiendas. Organizaciones de derechos humanos cuestionaron esta práctica que recordaba los tiempos feudales. “Ustedes hablaron con las personas equivocadas”, dice molesto ‘El Alemán’. “A los campesinos nunca se les pagó con vales sino con dinero para que hicieran lo que quisieran”.

Esta relación entre paramilitares y aserradores ha puesto a estos últimos en la mira de la guerrilla. Así lo confirman los últimos incidentes. Nadie quiere volver a la selva y el miedo es una constante en Riosucio que, según algunos de sus moradores, vive de muerte en muerte. Como si hubiera sido fundado para ser masacrado.

La madera es sólo uno de los negocios de la región. Urabá es la esquina ‘caliente’ del país, fronteriza con Panamá, que, por su ubicación geográfica, es sitio de paso por excelencia para el tráfico de armas, drogas y contrabando. Para ‘El Alemán’ eso es otro de los mitos. Pero de acuerdo con oficiales de la Policía de la zona, estos negocios sí se dan, y no en pocamonta.

Mientras en sus declaraciones le hace el quite a este tipo de actividades, no disimula el entusiasmo que le despiertan las actividades agrícolas. En especial los proyectos que desde hace un par de años su grupo lidera.

Esta iniciativa comenzó llamándose Proyecto Agrícola y Social (Paso) y hoy es denominada Sistema Regional de Construcción de Paz. En esencia lo que busca es la participación de gobierno, empresarios y campesinos en un mismo plan agrario. Algo muy similar a lo que el gobierno llama Proyectos Productivos y que viene implementando con desmovilizados en el resto del país.

Pero el proyecto Paso de ‘El Alemán’ despierta recelo en la gente de la región. La principal razón es el origen de las tierras donde se realiza. Al Élmer Cárdenas se le señala de ser uno de los grupos que más se ha prestado para despojar a los campesinos de sus fincas. Las denuncias se concentran en especial en la zona de Belén de Bajirá, Riosucio, y Balsa. “No hay un centímetro que le hayamos quitado a nadie -dice -, el desplazamiento fue por la confrontación. Las que tenemos no han sido robadas ni se ha dado muerte a nadie para quitárselas. No son más de 2.000 hectáreas. Si nos toca entregarlas al fondo de reparación, las entregamos porque lo más importante ahora para nosotros es hacer parte de la Constitución y la Ley de donde nunca debimos haber salido”.

Otra inquietud es que este tipo de proyectos sirvan como una forma de control de la población, donde también se les imponga una carga excesiva de trabajo sin una justa compensación. Además, se teme que estos modelos de desarrollo puedan servir para legalizar fortunas mal habidas.

Que sea considerado como el señor de las tierras, dice, es algo que le resbala y que lo hace diferente de otros jefes paramilitares que en la zona tienen grandes extensiones de tierra. “El señor Vicente Castaño tiene unas personas que ha jalonado para sembrar palma en la región, pero sobre eso es él quién debe responder. También hay unas fincas por Riosucio que son suyas, que fueron compradas a los facinerosos de esas comunidades”.

Este no es el único asunto con el que siente que hay distancia. Su grupo fue uno de los pocos que no participaron de las negociaciones de Ralito. “Veíamos, que internamente iban a venir discusiones muy acaloradas y quisimos evitarlas pues eso llevaría a pugnas internas. Menos mal estuvimos al margen”.

Sin embargo, hoy participa en la nueva sede de los ex jefes de las AUC, Villa de la Esperanza, en Copacabana, cerca de Medellín. Hasta ahora se ha desmovilizado la mayor parte de sus 1.500 hombres. Algunos de ellos -según el propio ‘Alemán’- han tomado el camino de la delincuencia. “No sabemos dónde está el 8 por ciento de ellos”, dice.

Mientras esto sucede, la incertidumbre con la que han vivido durante años los habitantes de su zona no parece cambiar. Así lo revela una reunión entre líderes campesinos llevada a cabo en Riosucio la semana pasada. En el encuentro, de más de tres horas, participaron el comandante de la nueva brigada del Ejército que opera en la zona, la Defensoría del Pueblo, el personero municipal y miembros de la Alcaldía. Después de una hora de debate, un líder de la cuenca del río Truandó se levantó y dijo: “Esto no se trata de regalarnos algunas libras de arroz y aceite. A nosotros la guerrilla nos mató familiares y nos quitó las motosierras.¿Por qué el Estado, entonces, no nos da una, o por lo menos nos presta, para comprarlas?”. El coronel del Ejército Richard Gutiérrez, quien presidía la reunión, le contestó que no se podía disponer del dinero de acción social para comprar motosierras, pero el líder lo interrumpió: “Es una tristeza lo que está diciendo mi coronel… mientras ustedes nos niegan las herramientas de trabajo, otras personas, hace dos años, nos dieron más de 80 motosierras para trabajar. ¿Por qué ellos sí y ustedes no?”. Gutiérrez no supo qué decir mientras más de 200 personas estallaron en aplausos.

Una escena que refleja la realidad de este pedazo de Chocó, donde sus habitantes no confian en el Estado porque, a decir de muchos, sólo aparece cuando sucede algo grave, y con ayuda pasajera. Lo paradójico es ver a un sector de la comunidad reclamando por los que años atrás fueran su azote.

Hay expectativa sobre lo que pueda venir después del desmonte militar del bloque Élmer Cárdenas. ¿Podrá la Fuerza Pública garantizar la seguridad? Ese es el punto de partida para que historias como la de ‘El Alemán’ no se repitan.


Publicado en SEMANA, Fecha: 31/07/2006 – Edición 1265