No fue una manifestación homogénea como se pretendía cuando se programó como reacción al grave atentado con carro bomba que sufrió la Escuela de Cadetes General Santander, que dejó 21 muertos y por lo menos 68 personas heridas. Diversos intereses se expresaron en las calles que, incluso, generaron actos de intolerancia.

La razón de marchar no podía tener mayor fuerza ciudadana: No al terrorismo y la defensa de un país en paz. El ataque con explosivos a la sede de formación de los nuevos agentes de la Policía Nacional, atribuido a la guerrilla del Eln, motivó esta marcha, en la que participaron miles de colombianos en todo en el país. (Leer más en: Se reanuda formalmente la guerra contra el Eln)

El mensaje era claro y así lo impulsaron desde el gobierno nacional, medios de comunicación, líderes políticos de diversas tendencias ideológicas y numerosos sectores sociales: abrazar a la Policía Nacional en estos momentos de tragedia que los embarga y hacer sentir a las familias de los cadetes muertos tras el acto criminal ocurrido el pasado jueves.

Pero tras ese abrazo había, también, una expresión profunda de rechazo al terrorismo, a la violencia y a todo aquello que desestabiliza el camino que, con dificultades, recorre la paz tras la firma de los acuerdos con la extinta guerrilla de las Farc en noviembre de 2016.

Así lo hizo sentir el presidente Iván Duque durante una eucaristía celebrada en la Catedral Primada de Colombia: “Estamos convocados aquí para demostrar que a la hora de enfrentar el terror no reconocemos diferencias ideológicas, ni de partido. Todos somos Colombia cuando la violencia irracional ataca nuestra juventud, todos somos Colombia cuando la barbarie quiere chantajearnos y someternos, todos somos Colombia cuando el terrorismo busca arrebatarnos la esperanza y todos somos y seremos Colombia para derrotarlo”.

Pero esa pretendida unión no se logró y varias Colombias se expresaron en el país: la que homenajeó a policías y soldados, pero también la de los líderes sociales asesinados, los defensores de la paz, la que quiere que se supere la polarización, y aquella que con su no asistencia rechazó el llamado a marchar tras considerar que la marcha sería instrumentalizada por el uribismo para conseguir respaldo a ese proyecto político, que le dijo No a la paz con las Farc.

La promocionada unión de los colombianos no logró imponerse y se expresó, por ejemplo, en Bogotá a la llegada del expresidente Juan Manuel Santos (2010-2018) y su familia a la Plaza de Bolívar, que estuvo rodeada de una fuerte rechifla, pero que pronto fue acallada por otras voces a favor del exmandatario.

Si bien las autoridades en Medellín hicieron varios llamados a respetar el sentido de la marcha, se reportaron varios hechos de intolerancia contra aquellos que quisieron expresarse sobre temas como el asesinato de líderes sociales y el rechazo a la guerra que, según uno de los jóvenes, promueve el actual gobierno nacional. Uno de los activistas fue agredido verbalmente y otro fue golpeado y amenazado de muerte, tal como lo registró VerdadAbierta.com en videos.

Y en Cali, ciudad que ha padecido la barbarie del Eln, como el secuestro masivo de la iglesia La María, la participación fue escasa. Así registramos las movilizaciones en las capitales de Antioquia y Valle del Cauca.

Por medio de un comunicado en su página web Voces, en la madrugada de este lunes, el Eln reconoció ser el autor del atentado. “La Escuela de Cadetes de la Policía Nacional es una instalación militar, allá reciben instrucción y entrenamiento los oficiales que luego realizan inteligencia de combate… en nuestros campamentos, que ante cualquier descuido son bombardeados, también se capacitan combatientes y oficiales; por lo anterior, nosotros no hemos interrumpido, ni aminorado los esfuerzos por la paz, pues tenemos claro que estamos en una guerra”, señaló.