En el informe La verdad de las mujeres, las habitantes de Quinchía, Risaralda, cuentan cómo vivieron las detenciones arbitrarias realizadas durante la Operación Libertad y las consecuencias que trajeron para sus vidas.
Yo creí que me iba a morir, llegaron a las cinco de la mañana, requisaron la casa, voltearon los colchones, pedían explicaciones… yo me quedé en un solo llanto, no me daba cuenta de nada, yo andaba y era como por el viento. La primera vez que fui a visitarla no me dejaron entrar porque no tenía permiso. Me quedé muy triste y cuando se acabó la visita me dejaron solo saludarla. La segunda vez tampoco me dejaron entrar y el permiso estaba allá. Por tres veces no me dejaron pasar. El sufrimiento fue horrible, iba cada quince días con el niño porque si pasaba más tiempo, el niño se desprendía de ella y al salir era un tormento porque el niño se ponía muy mal, llegaba con mucho dolor de cabeza… cuando salió en libertad, casi me muero de la alegría, tenía muchos nervios porque de pronto la asesinaban…
Contexto y antecedentes de los hechos
El municipio de Quinchía se ubica sobre la cordillera occidental de Colombia y es uno de los catorce municipios que conforman el departamento de Risaralda. Su población, para el año 2009 (DANE) era de 33.503 habitantes (17.235 hombres y 12.268 mujeres), mostrando una baja significativa respecto al año 2001 en donde la población se calculó en 39.910 habitantes, los cuales se encuentran ubicados principalmente en zonas rurales. Buena parte de esta disminución se debe a la violencia que el municipio ha padecido desde finales de la década de los 90. La extracción del oro es actualmente su principal fuente laboral, ya que cerca del 60% de sus habitantes viven de la minería.
La historia de la violencia política en Quinchía ha estado relacionada con su tradición liberal y con la economía basada en la producción del café, que ha llevado a la apropiación de territorios y de medios de producción. El municipio no ha sido ajeno a las dinámicas del conflicto armado, su ubicación geográfica facilitó que allí se diera la presencia de diferentes actores armados. Durante la década de los 80 se asentó el Frente Oscar William Calvo del EPL y durante la década de los noventa las AUC, con el Bloque Central Bolívar.
Para los 80 aparece en el municipio una facción del grupo guerrillero EPL… dicho asentamiento se debió a la tradición liberal del municipio, el cual vigiló y controló la zona desde los ochenta, hasta el año 2006, cuando los gobiernos municipal y nacional dieron de baja y capturaron a los cabecillas del grupo insurgente. En la década del noventa, con la influencia de los grupos de narcotraficantes y de los hacendados del Eje Cafetero, se crearon los grupos paramilitares, auto reconocidos desde 1997 como Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). A partir de la aparición deestos grupos, empezó una época de guerras sangrientas entre guerrilleros y paramilitares, lo cual terminó por victimizar aún más a los quinchieños. La presencia de los paramilitares en Quinchía se evidenció en la época de la detención masiva, debido al señalamiento público. (2009:18)
La detención masiva
La madrugada del 28 de septiembre de 2003, un año largo después de haberse posesionado como presidente de Colombia Álvaro Uribe Vélez y amparado en su política de Seguridad Democrática, se dio inicio a la Operación Libertad en el municipio de Quinchía, con el propósito de capturar guerrilleros y auxiliadores del frente Oscar William Calvo, una disidencia del grupo armado EPL. La Policía, el Ejército y la Fiscalía General de la Nación realizaron detenciones arbitrarias masivas de más de 110 personas del municipio que fueron catalogadas como presuntos guerrilleros del referido grupo. Entre las personas capturadas se encontraban funcionarios públicos de la Alcaldía Municipal, incluido el alcalde, y población campesina, entre la que se encontraban cuatro mujeres. Dichas detenciones se llevaron a cabo bajo los cargos de rebelión, secuestro, terrorismo y homicidio con base en declaraciones de testigos anónimos. En la Operación Libertad participaron mil uniformados de la Policía, el Gaula y el Ejército, 120 vehículos, tres helicópteros Black Hawk y un avión fantasma. El ministerio de Defensa Nacional registró los hechos en su página web como se recoge a continuación.
Desde la 1:00 de la madrugada, 800 uniformados de la Policía y cerca de 200 unidades de la Fiscalía se desplazaron desde Pereira hacia los mencionados municipios con el fin de cumplir las órdenes de captura. Movilizados en helicópteros, camiones, buses, camionetas blindadas, los efectivos de la Fuerza Pública dieron los golpes en el casco urbano y 17 veredas de Quinchía, donde los presuntos subversivos actuaban libremente.
Las personas capturadas fueron trasladadas a diferentes cárceles del país, permaneciendo privadas de su libertad hasta veintidós meses. Aunque estas capturas arbitrarias, masivas y selectivas de Quinchía no fueron las únicas que se realizaron en el país en esa época, este municipio fue uno de los lugares donde mayor número de personas estuvieron privadas de su libertad. Sus habitantes estuvieron expuestos a los paramilitares, quienes cometieron ejecuciones extrajudiciales por considerar a sus pobladores como colaboradores de los grupos guerrilleros. Dos años después de la detención masiva, se comprobó que 111 de los detenidos eran inocentes. Las acusaciones que sindicaron a las personas detenidas estuvieron fundamentadas en testimonios de declarantes anónimos, quienes presentaron argumentos falsos a cambio de prebendas ofrecidas por parte de la Fiscalía y el Ejército.
En ninguna casa encontraron ni papelería, ni armamento, ¡A ninguno!, para sacarlos a las cuatro de la mañana de la casa. Si eran guerrilleros ¿Por qué estaban durmiendo? Por ejemplo, a mi esposo lo cogieron en el parque y sale en el periódico: “guerrillero cogido esta tarde, el lunes tal, a las cuatro de la tarde…”. Yo me pregunto: “¿Un guerrillero va a estar tomándose un tinto y no tenía ni siquiera una navaja en el bolsillo?”.
La Operación Libertad tuvo como principal propósito hacer efectivas sesenta órdenes de captura, luego de que las autoridades adelantaran las indagaciones iniciales sobre un ataque que había sufrido la Policía el 2 de mayo de 2003, en la vereda San José de Quinchía, en el cual una patrulla de la Policía Nacional había sido emboscada por miembros del frente Óscar William Calvo del EPL. En los hechos, tres agentes perdieron la vida y cuatro más resultaron heridos. Según la Policía Nacional, la Unidad Nacional de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario de la Fiscalía General de la Nación adelantó averiguaciones durante seis meses, con el apoyo del CTI y la Policía Judicial (Sijín) de Risaralda, profiriendo finalmente “medida de aseguramiento, consistente en detención preventiva sin beneficio de excarcelación, contra 65 personas sindicadas de concierto para delinquir, terrorismo y rebelión … Supuestamente, los sindicados son auxiliadores del bloque Oscar William Calvo, del Grupo guerrillero EPL que opera en esa región del país …”.
El 2 de agosto de 2005 fueron dejadas en libertad 62 de las personas que habían sido capturadas hacía veintidós meses. En el desarrollo del proceso penal se fueron desvirtuando cada uno de los cargos y su libertad fue ordenada por un fiscal delegado ante el Tribunal Superior de Bogotá, en decisión de segunda instancia, al demostrar que “El examen jurídico estableció que la prueba tenida en cuenta para imponer la medida de aseguramiento en contra de los procesados se debilitó ante el hallazgo de nuevos elementos. La acusación se mantuvo para cuatro personas”.
Entran a las 5:30 a.m. con abuso de autoridad tanto física como verbal. Hacen detenciones sin orden de captura y no había pruebas… Requisan buscando armas: chuzaban los colchones… rompen el piso… hubo golpes. Los sacaron amarrados y después de detenido le preguntaron por el nombre y no era. Sin embargo se lo llevaron pero el seguimiento, la persecución venía de mucho tiempo atrás… Yo digo que hubo alguien que los señaló y que les pagaron trescientos mil pesos a cada informante… Era inhumano e injusto que hubieran detenido al señor invidente… Yo me acuerdo de ver los muchachos con la cara llenita de tierra y raspados porque los tiraron al suelo, ¡Me fui a quitarles toda esa tierra de la cara! Veía todos esos aparatos que volaban ahí encimita de nosotros y los camiones donde los iban a llevar… Sin embargo, para la prensa los más importantes eran los políticos…
El anterior relato, que está construido con las distintas expresiones de las mujeres participantes en el taller de reconstrucción de la memoria, evidencia cómo ocurrieron los hechos y cómo los vivieron ellas. Además de las arbitrariedades cometidas en la detención ilegal, se suma el dolor de las mujeres de prever que dichas violaciones de derechos humanos no serían reportadas, documentadas ni investigadas con el rigor y objetividad necesarios como serían los casos de las detenciones de los políticos de la región. Las mujeres fueron violentadas verbal y físicamente por agentes del Estado, por el mero hecho de ser mujeres. Estas experiencias disminuyen las posibilidades de denuncia y constituyen para ellas una muestra de la falta de confianza del Estado y su falta de credibilidad en las posibilidades de protección y salvaguarda para las mujeres.
Pues, en mi caso yo no tuve problemas con los de la guerrilla. ¿Que tuve problemas con los del EPL? No. ¿Que tuve problema con losde las FARC? No. ¿Que porque esta gente se forma en el campo yo tenga problemas con ellos? No. Allá, los que fueron a atropellarme cuando yo estaba desnuda, porque ya me iba a arreglar para venirme para el pueblo, cuando mi casa fue allanada, no fue la guerrilla, sino por la policía, por gente del mismo gobierno. ¡El gobierno fue el que nos hizo todo esto!
A pesar que la legislación colombiana establece que los informes de inteligencia y las órdenes de operaciones no pueden obrar como pruebas válidas en un proceso penal, en muchos casos, las autoridades judiciales han procesado y ordenado la captura de personas argumentando como motivo válido y suficiente los datos contenidos en dichos informes. Las detenciones arbitrarias llevadas a cabo en Quinchía se hicieron con base en señalamientos efectuados por “informantes”, “cooperantes” y “reinsertados”, según los cuales los ciudadanos(as) detenidos tenían algún tipo de vínculo con distintos frentes de la guerrilla. Lo que se lee entrelíneas es una culpabilizaciónde las víctimas.
Estaba sorprendida sin saber qué pasaba en el pueblo. A nosotros nos acusaron por muchas cosas, una sola persona podía tener diez, trece delitos…
Inmediatamente que los sacaron de allá los llevaron por guerrilleros, pero no eran guerrilleros. Los sacaron de la cama. Al hermano mío, el más viejito que ahora tiene 78 años, lo levantaron de la cama en pantaloncillos, ni le dieron tiempo para que se pudiera quitar el pantalón. El otro hermano que vive ahí abajito, que era el que estaba en Pereira, salió a cepillarse para vender panela aquí y ahí mismo le dijeron que tenía que acompañarlos, y así, con los zapatos sin cordones, y lo amarraron y así se lo trajeron, y la panelita que estaba lista para traerla la sacaron y se la comieron, y allá fue a dar…
La falta de claridad sobre los procesos de judicialización y culpabilización de que fueron objeto hace que las mujeres aún encuentren inexplicable las privaciones de la libertad, porque nunca se conocieron las pruebas para llevar a cabo su detención. Los argumentos usados por las autoridades, se sustentaron en el fortalecimiento de los grupos guerrilleros pero en el proceso penal no se logró comprobar los nexos con éstas organizaciones.
Nos metían a varias familias en una pieza por hora y media. Los nombres y los apellidos no concordaban y se lo llevaron. Luego de la libertad dijeron que fue una equivocación… A él lo detuvieron por supuesto fortalecimiento a la guerrilla por comida. Al salir hubo persecución por los paracos.
Yo estuve aquí por equivocación. Nos encerraron casi dos años. Nos soltaron y nunca hubo condena porque nunca hubo pruebas. Me pregunto el porqué de la detención.
Las privaciones de la libertad estuvieron acompañadas de la ausencia de información básica a las mujeres detenidas y familiares de los detenidos. El cambio en los roles de género fue un proceso inmediato, en medio de una enrme situación de crisis en el pueblo y las familias, mediado por las circunstancias que impactaron las dinámicas cotidianas y que causaron fracturas al interior de las familias y en su organización tradicional.
Cuando se llevaron a mi cuñado estuvimos muy tristes… Yo vivo acá en el pueblo, salí a la calle y me sorprendí cuando vi todos esos helicópteros por encima. ¡Uno no podía ni caminar porque ahí estaba todo ese GAULA! … cuando pregunté qué pasaba me dijeron: “¡Cómo le parece que tienen a un poco detenidos!”, y yo: “¿Cómo así?, ¿A quiénes?”, y disque: “Ah! de por allá de la Primavera, disquede la familia suya”. Yo: “¿Cómo así? ¿Por qué?”… que habían detenido a Lucy y a mi cuñado… “¿Y a ellos por qué?”… si Lucy estaba estudiando y a mi cuñado yo casi nunca lo veía… Yo me preguntaba por qué, si era un hombre que se mantiene trabajandodiario… Entonces me dijo: “Yo no sé, ¡Pero a ellos los tienen allá!”. Entonces mi hermana quedó solita, ella no tenía quién le colaborara, a quién pedirle plata para irlo a visitar, le tocaba trabajar…
Aunque muchas mujeres fueron víctimas directas de este operativo, en sus relatos se percibe la vivencia y observación de los atropellos perpetrados contra sus familiares. Los sucesos inesperados desatan un proceso largo de vivencia de injusticias y falsas implicaciones.
Ese día, el concuñado que yo le digo, no describía a Aldemar como él era, por eso es que decía mi esposo: “Yo en ningún momento ni soy bajito, ni soy moreno, ni gordo; todo lo contrario, alto, flaco y mono”. Muy diferente a como describían, el señor decía que lo conocía y que lo había visto llevar comida a la guerrilla…
A él lo acusaron de terrorista porque él hacía pólvora, papeletas y chorizos y todo eso para quemar en los 31… con eso se conseguía la comidita para darle a los niños. Él notrabajaba, ese era el arte de él, ese fue el problema de él, que lo acusaran de terrorista que porque él era el que fabricaba las bombas, el que hacía esas cosas para la guerrilla y ¡nada que ver! Pues, él una semana en la casa, que lo que trabaja es para la casa y cómo lo iba a ver uno en cosas, si es que él no le gustaba salir, llegaba a las seis … Trabajador sí era, y a dormir y descansar, él no era una persona que le daba pereza, era muy echado para adelante.
En el siguiente caso, las autoridades, al encontrar que a quien iban a capturar se encontraba enfermo, deciden capturar a su hijo argumentado que es sólo una cuestión de rutina y que no era el único que se estaban llevando del pueblo, como si se tratase de un trueque o intercambio de culpables.
Se iban a llevar a mi esposo y al verlo tan enfermo se llevaron a mi hijo… dijeron: “no pues, dejémoslo a él y nos llevamos el muchacho”. Entonces que “el muchacho se va con nosotros”. Como él estaba en pantaloneta dijo: “¿Me van a llevar así?”, y dijeron ellos: “No pues, que se vista”. Yo les decía: “Pero, ¿Para dónde se lo van a llevar y por qué?”, y yo era llorando… Me dijeron: “Tranquila madrecita, que a él no le va pasar nada, nada señora, esté tranquilita que a él no le va pasar nada, quédese tranquila que a él no lo llevamos porque es cuestión de rutina, va mucha gente de aquí”… pero ellos no mostraron nada allá. Es que eso fueron unas cosas tan raras, porque en la casa tampoco mostraron papel de ninguno, únicamente: “Nos lo llevamos”.
Incluso, las mujeres refirieron cómo hijos fueron detenidos por defender a sus padres, extendiendo la sospecha a las actitudes de apoyo y protección hacia los familiares.
A mi hijo como lo defendió, entonces le dijeron: “¡Ah bueno!, ¿Es que usted también es de estos? Y si es que usted quiere ir allá, ¡Listo, camine!” y ahí mismo lo amarraron… Era que don Miguel estaba muy borracho entonces, lo amarraron y él empezaba a hacerle fuerza a esas tiras que tenía en las manos y eso lo estaba cortando… A él lo aporrearon muy feo, porque por encima del enchambranado lo aventaron afuera, y como llevaba dos días de beba, entonces lo aventaron amarrado. Mi hijo decía: “¿Por qué tienen que tratar tan mal a mi papá si él nada le está haciendo?”, y entonces ahí mismo ya empezaron a aporrear al muchacho… ¿Por qué estuvo él detenido? A él le tocó pagar por el otro. ¿Cuánto estuvo él detenido? Veintidós meses y el papá estuvo ocho meses.
Lo importante de esta operación era sumar detenidos, encontrar culpables a como diera lugar. No sólo se detuvo irregularmente e indiscriminadamente a más de cien habitantes de la región, sino que se realizaron ejecuciones extrajudiciales, como lo expone una mujer que evidenció el asesinato de un vecino y cómo a su cuñada le tocó enfrentarse a las autoridades para que no fueran a matar a su hijo, quien presentaba una discapacidad auditiva.
Ahí, debajo de mi casa, mataron uno, y a un sobrinito mío que era sordomudo lo iban a matar en el corredor, que porque no les decía dónde estaba el papá, sabiendo que era sordomudo. ¡Qué iba a saber! La mamá fue la que le tocó decir que no le hicieran daño a él, porque era sordomudo, el hijo del hermano mío. A ellos sí los hicieron volar, ese mismo día que estaban buscando en la casa, que esa gente estaba buscando en la casa. Yo no sé quiénes eran…
Violencias específicas contra las mujeres
Aunque la mayoría de los detenidos fueron hombres, entre los que se encontraban el alcalde, candidatos a la alcaldía, campesinos, comerciantes, mineros y ancianos; sus esposas, madres o hijas vivieron las consecuencias de la ausencia de sus familiares. Además, cuatro mujeres de la comunidad fueron acusadas de ser guerrilleras y detenidas. En el siguiente caso, la madre narra la detención de su hija sin haber sido informada de los motivos de su captura:
Ella es única hija. Yo tuve tres hijos y al mayor me lo mataron. Cuando la detuvieron, llegaron como a las cinco de la mañana, yo todavía no había prendido el fogón cuando vi que llegaron las camionetas, le dije: “Mija, ¡Ahí viene la policía!”. De los nervios fui por ella y le pregunté que qué había hecho. Cuando llegaron esos carros se bajaron a requisar la casa, voltearon los colchones y la levantaron a ella. Se fueron para la cocina para que les hiciera el desayuno… Mi hermano se levantó y les dijo: “Pero vea, ella ¿Qué está haciendo? ¡Ella no está haciendo nada!”, pero le decían que tenía que irse con ellos para Pereira… Yo ese día me quedé en mero llanto, yo decía: “Me voy a morir, ¡me voy a morir!”. Ya como a las cuatro de la tarde me dijeron que ella no se había ido sola, que se habían llevado como a ciento veinte personas de Quinchía, que ahí iba otra muchacha de San José, que ahí iban otras mujeres.
Una de las mujeres, detenida por siete meses en la Penitenciaría la Badea (Dosquebradas), relata el momento tan doloroso vivido por ella cuando fue detenida arbitrariamente. Cómo ella y las otras mujeres fueron humilladas, sometidas al escarnio público y discriminadas por el simple hecho ser mujeres.
Sí, a mí me entraron allá y ahí mismo se pusieron a tomarme fotos y videos. Entonces, los que fueron por mí a la casa dijeron: “No, ¡Es que ella no tiene orden de captura!”, y fueron, me encerraron en una pieza por ahí 20 minutos. A los 20 minutos llegó él con unos papeles y vi que era una orden de captura para mí. Entonces, yo le pregunté: “¿Por qué si usted dijo que yo no tenía orden de captura?”. Me dijo: “No, pero es que ya la mandaron de Bogotá”. Yo firmé y ¡Ahí firmé mi sentencia de muerte!, porque de ahí para allá, fueron vueltas y todas esas cosas… A mí me llevaron en un taxi y llegando a Anserma dijo uno de esos policías: “¡Ah!, pero nos adelantamos muchísimo y atrás no vienen más, ¿Qué tal que los compañeros de ella nos ataquen por acá?”. Entonces en Anserma pararon en el terminal, se bajaron y abrieron esas cuatro puertas, ¡Y yo ahí esposada ya que chillaba! Todo el mundo se amontó ahí a mirar, ¡Yo era así, agachada! Y ellos esperando que pasara el resto de patrullas con los demás y se quedaron de últimos conmigo, el resto se fueron.
Esta otra mujer no encuentra ninguna otra justificación a su detención sino la de que un joven del pueblo, que era informante de los paramilitares, con quien ella apenas había logrado cruzar algunas palabras y que la señaló como de la guerrilla, quizá sólo por el hecho de ser mujer.
La verdad no sé, fue así, porque el muchacho que declaró en contra mía me hablaba en el colegio, él trabajaba en una casa haciendo de comer,me hablaba en el colegio y siempre se sentaba conmigo… A él cada rato lo llamaban y yo le preguntaba: “Nuvier a usted, ¿Por qué lo llaman tanto?”, y me decía: “Es que mi mamá está muy enferma en Pereira”. Pero diario me preguntaba por la guerrilla, que si los había visto. Cuando el día de la captura, el día del reconocimiento… leí esa papelería y al final decía el nombre del muchacho. Luego él se retractó, como a los dos meses. Él, primero juró ante las autoridades que sí, que yo era guerrillera y que andaba armada, luego se retractó de eso, entonces, la verdad no sé por qué, se enamoró de mí.
Otra de las estrategias de los victimarios es hacer sentir culpables a las mujeres de lo que les pueda ocurrir, por atreverse a enfrentarlos y no permitir que violentaran a sus familiares. Las mujeres, además de enfrentarse al dolor de las detenciones de sus esposos, hermanos, hijos, se convierten en blanco de los victimarios bajo el argumento de que ellas se buscan que las golpeen, las maltraten sicológicamente y las culpabilicen de cualquier acto que se cometa en contra ellas.
Entonces, con esa vara comenzaron a dañar el piso y luego tuvimos que volver a tapar el hueco, porque reventaron el piso. Les dije: “¿Cierto que encontraron muchas armas?”. Me trataron horrible y se fueron que porque yo era una boquisucia por ponerme a alegar con ellos. Yo les dije: “¡Es que a mí me duele lo que ustedes están haciendo!, porque ustedes deben hacer esto pero donde la gente las deba, ¡Pero es que mire cómo me tienen la familia ahí tirada y vienen a voltearme la casa como me la voltearon!”. En una de esas, llegó un señor de esos y me dijo: “¿Me hace el favor y me presta una aguja que me rasgó el pantalón?”, y yo tenía mucha ira, me fui a buscar la aguja y me dijo: “Pero, ¿A ver el hilo maldita vieja? entonces, ¿Con qué voy a remendar esto?”. Yo con los nervios de punta buscando eso, me decía: “¡Véala!, véala cómo está temblando, ¡Eso es porque está escondiendo algo!”. Yo le decía: “Señor, es que ni porque uno fuera de piedra para no tener nervios al verlos a ustedes con esas armas, ustedes tienen esas armas en las manos y yo sé que eso mata”… Ya cuando me fui a llevarle el hilo, el señor de la cocina me dijo: “Vea señora, mejor quédese callada que si usted sigue así, ¡La salen aporreando!”. Le dije que yo tengo boca para defenderme y ¡estoy en mi propia casa! pero sería de la ira y la tristeza que tenía que uno se pone así.
Cuando los detenidos fueron dejados en libertad, continuaron siendo víctimas de la violencia. La salida de prisión no disminuyó la persecución en algunos casos, sino que aumentaron las amenazas para su vida e integridad.
Uno está muy contento cuando ellos salían; pero, después vienen los peros. Después viene el cuento de la persecución, que a ellos los van a matar. Con esa condición es que salen de la cárcel… Comienza la persecución y los matan, que porque allá no les encontraron nada, entonces había que hacerlo. Otros dicen que por las demandas contra el Estado.
Miguel, el esposo mío, cuando él salió, me llamó y me dijo: “Oiga, yo ya estoy libre”, y le dije yo: “¿Ya está libre?”. Me dijo: “Sí, ya me largaron, pero tengo miedo de salir de la última puerta de la cárcel a pasarme allá, al pueblito”. Le dije yo: “¿Por qué?”, “Porque el hombre que nos dio la libertad, que nos entregó la carta de libertad, nos dijo que no nos podíamos demorar aquí, porque aquí nos recibían los paramilitares y que no alcanzábamos a salir.
¡Eso es una alegría muy grande! Pero, después ¡Fueron los nervios más grandes! porque la gente me decía: “Mande a esa muchacha para otra parte porque los “paracos” la van matar. ¡Los paramilitares van a venir y se la van a matar!”. Yo veía cualquier cosita por ahí, y no tenía vida. Ella me dijo: “Mami yome voy para Pereira”, le dije: “Bueno, ¡Váyase!”. Ya cuando yo la vi que estaba esperando el carro la llamé y le dije: “No se me vaya, ¡Que yo no soy capaz de que usted me deje!, si la van a matar que me la maten aquí, pero no se me vaya”. Gracias a Dios, pues estamos presentes.
Las esperanzas de poder tener el compañero en libertad no garantizaron seguridad a la familia. Más bien conllevó múltiples desplazamientos, amenazas y acosos constantes en la vida de las mujeres. En al menos dos casos incluso la muerte.
Cuando oí los tiros afuera tampoco pensé… había pasado diciembre y como por acá queman mucha pólvora, pensé que eran unas papeletas que habían sonado por ahí. Entonces, imagínese, que yo salí al patio, no lo vi ahí sentado, yo lo llamaba, ¡Y nada! Le dije a uno de los niños: “Mire a ver si su papá se fue para donde el vecino”, se asomaron y me dijo: “Mami, por ahí no se ve nadie”. Esa noche estaba haciendo una luna muy bonita, la luz de afuera estaba apagada, le dije al niño que prendiera la luz, cuando salí, ¡Yo no vi nada! Cuando di la vuelta él estaba ahí tirado y yo dije: “Y a este ¿Qué le pasó?”, pero nunca pensé que lo habían matado, yo pensé que como a él le daba un dolor en el pecho, pensé que era eso, pero no, él ya estaba muerto, ¡Ya vida no tenía!. Eso es algo muy duro.
Cuando eso pasó yo no estaba con él, porque yo ya no quería seguirlo, porque donde estábamos llegaban amenazas. Ya cuando estábamos en Pereira estábamos separados. Sin embargo… siempre nos comunicábamos, hablábamos. Él trabajaba con mercancía. Me acuerdo que yo compré con él todo lo que iba a vender y al otro día se vino de Pereira… Yo estaba en Pereira y cuando por la noche la noticia que a él lo habían matado en el parque, a las siete de la noche.
Impactos en las vidas de las mujeres
La imposibilidad de enfrentar la situación y tras el shock de las detenciones y acusaciones, las mujeres relataron la rabia e impotencia por la inevitabilidad de las detenciones en su aparente legalidad, la confusión y humillaciones, así como una preocupación por el futuro para las personas detenidas y sus familiares. Las mujeres detenidas se refieren a lo que para ellas significó perder la libertad.
Morir en vida, más cuando uno tiene familia. Arrancarle a uno un pedazo con dolor en vida. Es un dolor tremendo. Aún sueño que me detienen.
Sentimientos de impotencia, de extremo dolor, deseos de morir y de no luchar más son algunas de las expresiones más comunes de las mujeres.
Yo creí que me iba a morir, llegaron a las cinco de la mañana… Yo me quedé en un solo llanto… no me daba cuenta de nada.
Salí a la calle y había helicópteros y GAULA, no podía caminar. Sentí dolor y estaba sorprendida porque no sabía nada. Sentía tristeza porque no se podían visitar por falta de dinero. Lloré todo el tiempo, sentía tristeza en mi corazón y en la cabeza.
Sufrí mucho por mi hijo de dos años, pensaba mucho en qué iba a pasar, me daba mucha tristeza, mucho dolor y rabia por el trato que nos dieron. Al salir sentí miedo… desconfianza y ansiedad.
La impotencia es un sentimiento humano que representa la imposibilidad de tener el control y no poder hacer nada para enfrentar una situación difícil o un desafío. La vivencia de “estar en la cárcel” sin motivo supone un sentimiento de profunda injusticia a la vez que sufrimiento por sus familiares y especialmente sus hijos e hijas o padres mayores.
Yo estuve en la cárcel. ¡Sufrí muchísimo! más que todo por mi niño que tenía dos añitos y por mi mamá también. Aquí escribí lo que sentí… pensamientos. Uno allá piensa demasiado en qué le van a hacer, qué va a pasar en la cárcel, si lo van a matar a uno. Entonces, pensamientos como tristeza, dolor, ansiedad, sufrimiento, rabia por el trato allá, ¡muchísimo miedo! y más que todo, desconfianza.
Mi esposo y mi hijo fueron maltratados y para mí fue muy triste ver familiares desplazados. Sentí tristeza, rabia, ¡no sabía qué hacer! Duré tres días que no me provocaba comer por pensar en sostener a mi familia. Comencé a sufrir de la presión.
Las condiciones de justicia y la salida de prisión de las mujeres no han sido equitativas, la arbitrariedad percibida en el distinto trato en el ritmo de las liberaciones se vivieron con sentimientos de confusión y culpabilidad frente al destino que seguían teniendo otras compañeras.
Cuando salimos a la puerta de la oficina los guardianes: “¿Se van, se van?”. Nosotras que sí, y unos nos decían: “Ustedes esa cara que tienen de… sino de chillonas”. Otros decían “¡Qué cara van a tener ustedes de guerrilleras!”… Cuando salimos a una puerta grande, cuando todas: “¿Se van, se van, se quedan o qué?”. Entonces la muchacha y yo nos miramos y dijimos: “Nos vamos”… mientras allá en el fondo estaban las otras dos compañeras, entonces le digo yo: “Solángel, ¿Oralia y Liceth?”. Ellas estaban en el rincón del otro patio… lloraban y para nosotras irles a decir, eso fue horrible… y nos decían que “nosotras por qué y que ellas no”, que “ellas qué habían hecho”.
El miedo es uno de los sentimientos más presentes en una situación de violencia. El uso de la fuerza por las partes en conflicto, incluyendo al Estado, se traduce en un temor constante para quienes lo han soportado. El pánico que vivieron las mujeres no solo fue una vivencia en los hechos mismos de la detención, sino que en algunos casos trascendió para convertirse en una experiencia permanente.
Me dio miedo por ver a todo el Ejército y el GAULA. Tenía miedo porque decían que los paramilitares la iban a matar.
En estos días que están volviendo a asesinar personas me están volviendo a dar nervios, miedo, pienso muchas cosas malas.
Ya cuando ellos salieron de la cárcel los paramilitares estuvieron por ahí… ¡Qué miedo! Esa gente tan grosera. ¡Uno no podía ni hablar!, menos sonreír.
Durante el periodo de detención, las mujeres que tenían familiares en la cárcel sufrieron la sospecha y en muchos casos un trato ofensivo. La culpabilización y criminalización a través de las acusaciones indiscriminadas por parte de agentes del Estado, y la estigmatización social del “por algo será”, se convierten en mecanismos de legitimación del hecho.
Por ejemplo, en mi vereda me preguntaban mucho: “¿Y esta guerrillera qué?”. Eran muy ofensivos. Los soldados también nos trataban así. A mí me decían que el esposo mío estaba allá porque era guerrillero, que era malo.
Los casos de las personas que alcanzaron la libertad y que fueron asesinadas, les generan temores profundos a las otras personas que también fueron dejadas libres, afectando de forma severa su salud y aumentando la incertidumbre y el miedo.
Mientras ella estuvo allá en la cárcel, yo me tranquilizaba un poquito… pero cuando salió me decían que “despachara ese muchacha para otra parte que porque la iban a matar”, que “tal cosa”. Yo no comía, yo no dormía. Pues ahora me está pasando lo mismo que a ella, porque ella me dice cosas y a mí me van cogiendo los nervios.
Ya seguí con problemas de la presión porque a mí casi me mata eso. De tanto pensar me dolía mucho la cabeza… ¡Eso es una vida muy dura! La noche era lo mismo que el día. Cambia totalmente todo porque a los veintitrés meses lo soltaron a él, y a los dieciocho meses llegó de trabajar como a las seis de la tarde y como a las ocho de la noche lo mataron en el patio de la casa. ¡Eso es una vida muy dura!
Las condiciones de miedo, injusticia y encierro para quienes fueron detenidas generaron en las mujeres problemas de salud mental, alterándoles los hábitos alimenticios y do agravando enfermedades. El fuerte sentimiento de injusticia e impotencia suponen rabia y alto estrés permanente en condiciones en las que no se puede hacer prácticamente nada, lo que aumenta el malestar.
Sentíamos asco. Allá nos estábamos enfermando.
Yo no comía. Me enfermé de la presión y me dio mucho dolor de cabeza.
Allá había momentos que decía: “no haber hecho algo de lo que ellos dicen, para saber que sí estoy pagando algo que sí hice”, pero no. Uno se llenaba de algo que le enfermaba el corazón, ¡de odio!, por esa otra persona. Pero allá nos hacían talleres, íbamos a misa, había grupos de oración.
¡A mí no me provocaba comer! Pensar que uno en la casa tenía una familia que sacar adelante, en cómo les iba a dar la comida de ahí en adelante. Saber que el tiempo que yo viví con él, durante veintinueve años. La vida no era sino trabajar y del trabajo a la casa y de la casa al trabajo. Lo mismo mi hijo, él trabajaba por ahí donde le resultara, era el que llevaba la comida. De ahí en adelante nos tocó aguantar hambre porque uno queda como perturbado.
Impactos en la sexualidad y relaciones afectivas
Las condiciones de institución total que supone la cárcel conllevan el control de todos los aspectos de la vida, incluyendo la sexualidad. En la cárcel la situación de la sexualidad de las mujeres no es normal. Las imposibilidades de tener privacidad que deben ser aseguradas por la dirección de la prisión en esos casos no se dieron según el relato de las mujeres. Numerosas situaciones estigmatizantes fueron señaladas por las mujeres, tanto las que iban de visita como las que la recibieron estando detenidas.
Sí, afecta, porque uno llega allá y todo el mundo mirando… porque saben a qué van.
En la Dorada era diferente a Pereira… En la Dorada, los sacan esposados a ellos y si es visita conyugal todo el mundo lo miraba.
Uno entra al patio y están todos, entonces ahí mismo dicen: “fulano de tal – lo llaman por nombres – tiene vista conyugal, y vengan ustedes por aquí y suban por aquí”… A uno lo marcaban con un cosito, con ese bolsito, que tenía jabón e implementos de aseo, el que no lo tenía no iba para eso. Le ponían a uno un sello, un marrano o un avión… Ellos, entonces, decían que iban a comer marrano o que iban a montar en avión… Yo nunca llegué a tener nada porque me daba pena.
Uno se siente presionado. Mi familia me censuraba por la visita conyugal. Como mujer eso lo deja a uno marcado.
Sí, había privacidad, le daban a uno un tiempo… 20 minutos, media hora… nos respetaban el tiempo pero cuando se acababa ese tiempo pasaba el guardia y decía: “se acabó el tiempo” y no se siente uno bien porque todo el mundo sabe.
La presión de no gozar de la intimidad, debido al temor de tener relaciones sexuales en un espacio que no es privado, evitaba que las mujeres pudieran disfrutarlo. El tiempo limitado, y el “secreto a gritos” no permitieron que las mujeres vivieran una sexualidad libre de obstáculos. En ello se conjugan tanto los estereotipos y prejuicios sociales sobre la sexualidad como el nivel de control y falta de privacidad en la prisión.
De mi familia nadie fue… Mi hermana decía que yo salía por una película porno, que nos grababan… Yo nunca le di importancia a eso. Yo normal, yo me sentía bien. Lo que pasa es que eso es muy incómodo allá.… No falta la imprudente que dice: “ustedes salen oliendo a límpido, que no sé qué”…
Las experiencias sexuales de mujeres en lugares de reclusión son objeto de constantes vigilancias. Dentro de las cárceles,el control de las relaciones sexuales se hacía no solo sin la autorización de las mujeres sino de una manera denigrante que afectaba tanto la propia libertad sexual como el deseo sexual, lo que repercute física y simbólicamente.
Allá nos daban alcanfor con soda para no sentir satisfacción… A mí me decían y yo no creía. Una vez le pregunté a la muchacha que nos hacía de comer: “Una pregunta, ¿Es cierto que ustedes en la comida nos echan alcanfor y soda?”. A ella le dio mucha risa y me dijo: “¿Por qué?”, y yo: “Pues, eso es lo que se escucha en los patios”. Entonces ella me miró y dijo: “¿Usted siente satisfacción por estar con un hombre?”, y le dije yo: “Yo no siento nada”. Me dijo: “Ah! bueno, ahí está el resultado”, entonces le dije yo: “¿Qué quiere decir con eso?”…
También se muestran las diferencias en el trato a en las cárceles de hombres de en los lugares de reclusión de mujeres.
Por ejemplo, yo creo que es más difícil la visita de hombres para entrar a la visita conyugal… No es igual… El día sábado allá las mujeres, a las 4:00 am, se levantaban a maquillarse, a ponerse la mejor percha, porque iban los hombres. Muchísimas allá resultaban con novio… Cuando van a tener las visitas conyugales les dan el remedio [Refiriéndose al alcanfor] a las que sabían que iban a ir a visitarlas… Allá cada pareja tiene la visita conyugal cada 15 días… Allá a las diez de la mañana los hombres entraban igual y tocaban una campana y la que tenía conyugal sabía que subía a las celdas. Allá era muy decente todo y subían a las celdas y no dejaban subir.
La estigmatización al interior de las cárceles por los delitos imputados son resaltadas en las narraciones de las mujeres, quienes evidencian el cambio de concepción social de ellas mismas, en cómo se representan ante los demás como una forma de protegerse.
También se dio la situación, cuando iban dos mujeres a visitar una sola persona y la una decía: “Yo soy la esposa” y la otra decía: “Yo también”.
Las cuatro nos manteníamos juntas, nos decían: “las cuatro guerrilleras de Quinchía”.
Las vivencias y experiencias fueron tan fuertes, que al regresar a la familia, configuró nuevos retos y desafíos para ellas y sus seres queridos. En su ausencia cambiaron los roles, los lugares y las percepciones de las otras personas. Estas experiencias traumáticas no sólo transformaron la vida de las mujeres en el ámbito individual sino a su entorno familiar. Era imposible continuar una vida como en el pasado haciendo de cuenta que nada pasó. Estos impactos son muchas veces invisibles a los ojos del estado o la sociedad, pero también de las propias víctimas centradas en la liberación y la alegría por recuperar sus vidas. Los efectos psicológicos, la descohesión familiar o las rupturas afectivas pueden hacer parte del nuevo proceso y son cuestiones de las que nadie se hace cargo.
Un cambio total, uno no es la misma persona… También hubo casos que muchas mujeres no resistieron y dañaron el hogar y muchos hombres quedaron sin mujer. Cuando vinieron la mujer ya estaba con otro.
Me tocó la muerte de él, en la casa propiamente. Estas muchachas trabajaban, ella tenía el niño muy enfermo y estaba en Pereira haciéndole unos exámenes, y las otras trabajando y nosotros en la casa. La tierrita estaba muerta, todo se había acabado.
La continuación del estigma
En su torno social, tanto las mujeres que estuvieron en la cárcel como las compañeras de los hombres detenidos, siguen siendo estigmatizadas y señaladas de pertenecer a un grupo armado ilegal. Como no fueron resarcidos ni dignificados los nombres de las personas detenidas arbitrariamente ante su comunidad, cargan todavía con una huella que llevan en sus cuerpos e identidades.
Los quince años de mi hija le tocaron a él en la cárcel ¡Muy triste! La verdad, hubo mucha discriminación. La gente le decía uno: “¡Esa es la mujer del guerrillero!” y había mucho rechazo y en el colegio también.
Dicha estigmatización también la sienten los habitantes de Quinchía. La Operación Libertad todavía los persigue. Es una historia que no ha sido enmendada.
Después de las detenciones, la gente prefirió sacar la cédula en otra parte, así fueran nacidos acá, como en Pereira. Porque afecta que sean cedulados de acá. Incluso para la policía.
En los trabajos eso afectó mucho, “La gente de éste pueblo es guerrillera”. Claro que ahorita nos están dando otra, que es la minería. Ya somos un pueblo minero, o sea que ya nos están levantando el ego un poquito.
Nosotros quedamos ya marcados en el pueblo, porque a mí me lo dijeron: “¡Por bueno no matan a nadie!”, “¡Por bueno no fueron a la casa!”.
Cambios familiares y apoyo comunitario
El papel que se espera que cumplan las mujeres como cuidadoras de la familia puede hacer que la pérdida de sus seres queridos o la destrucción de sus hogares las afecte de manera particular, tanto en lo económico como en lo emocional. En las situaciones de conflicto armado, muchas mujeres deben asumir papeles adicionales como únicas cabezas de familia y proveedoras de sustento, además de enfrentar el dolor de la pérdida o las amenazas.
Las mujeres con familiares detenidos tuvieron que criar a sus hijos e hijas, suplir el papel de los padres, hermanos o esposos al mismo tiempo que trataban de ganar un sustento en circunstancias difíciles.
Él trabajaba era para todos, para los tres. Cuando se lo llevaron a él, quedé yo sola. No podía trabajar porque tenía que cuidar la niña… en una guardería o dejarla con mi mamá para poder trabajar… Yo lloraba mucho, él lloraba mucho.
Después ya me tocó trabajar a mí… Al principio, como yo le digo, la gente muy solidaria y me ayudaban a cortar la caña y me la llevaban al molinero y yo me iba a moler con el niño más grandecito. Esa era la labor de nosotros. Cuando ya me dejaron sola, el niño y yo seguíamos con lo de la caña. Con la molida sacábamos un poquito de panela y comprábamos lo poquito que podíamos.
Los sucesos violentos suscitaron cambios radicales en la familia. El afrontamiento en estos casos, genera la modificación de roles de las mujeres, quienes también de manera forzada han buscado espacios públicos para alcanzar cierta estabilidad económica de sus familias. La unión familiar se fortaleció, según algunos testimonios, estableciendo una red de apoyo para sostener a la persona encarcelada y a las mujeres que se hacían cargo de sus familias.
Imagínese que yo tengo una tía que llegó a pedirle plata a los carniceros, choferes, para ayudarle a mi mamá para los pasajes. ¡Diosito es muy grande!, porque fueron siete meses… Mi tía estuvo conmigo los seis meses, cada ocho días iba, solamente me faltó un domingo. Ese domingo que no entró desde afuera me dejó la comida. El día miércoles me llevaba cosas de aseo personal, yo la llamaba y ella: “Mija, ¿Qué necesita?”. Ella nunca me faltó, esa fue mi mamá allá.
Las compañeras sentimentales de los hombres víctimas de la Operación Libertad, además de responder a las necesidades familiares, se convirtieron en la voz de aliento de los hombres presos.
Él dice que cuando estuvo en la cárcel me valoró más, porque ningún familiar de él fue a visitarlo, ni el papá, ni la mamá, ni los hermanos. Allá no fue nadie.
Nosotras estábamos encerradas allá pero teníamos la fe y la esperanza de que íbamos a salir. Nuestras familias decían que de lo que nos acusaban era falso todo. Entonces esonos daba fuerzas para soportar y poder decir: “¡Vamos a salir de esto algún día!”. Para mí, es como la expresión que uno puede decir, lo hace por la familia y principalmente Dios porque uno se aferra mucho a él.
La violencia aunque fragmenta las dinámicas individuales, familiares, y sociales, también hizo que las mujeres entretejieran experiencias y fortalecieran relaciones. En medio de las necesidades emocionales y materiales, los lazos familiares y colectivos se consolidaron en algunos casos.
Aprendimos a ser más solidarios. A valorar las personas que tenemos alrededor. Uno aprende mucho sobre la convivencia. Siempre éramos cinco y seis las que convivíamos, las que reíamos, las que llorábamos. Nos decíamos qué nos pasaba… Había además mucha tolerancia.
¡Uno tiene que dejar la timidez! porque tiene que aprender a pedir de todo porque cuando no mandaban la buseta para el viaje, ¡Nosotras quedábamos volando! Entonces ya me tocaba ponerme en revolución, conseguía otros contactos, íbamos en chiva ¡y ese viaje era muy duro!
En las dinámicas de sobrevivencia, frente a las consecuencias de la Operación Libertad, las mujeres analizan las vivencias que tuvieron y lo mucho que aprendieron. También las situaciones extremas ponen en tensión o muestran la fortaleza de los lazos, o incluso ayudan a descubrir y establecer relaciones de solidaridad insospechadas y creativas.
Yo aprendí a sacarle algún provecho a la timidez. Cuando me fui para Armenia, cuando me tocó irme, fui y consulté un abogado. Estuve hablando con ese señor y él me hizo una carta, un derecho de petición para yo saber en la Fiscalía de Bogotá cómo se encontraba el proceso de mi hijo. Fue por esa señora que aprendí a ser menos tímida. Porque yo nunca fui una mujer sobresaliente o avispada… y fue esta señora la que me enseñó a comprender y a saber cómo se encontraba mi hijo en Bogotá.
Uno allá aprende, sabe quiénes son los amigos, quiénes son las personas de afuera, que aunque no hayan ido, preguntaron o mandaron una notica, un saludo… Allá se aprenden cosas buenas y malas. La experiencia es desagradable, pero a la vez aprende.
El afrontamiento de las mujeres y sus familias también tuvo respaldo de la comunidad. El apoyo de algunos vecinos, hicieron en ocasiones que la situación fuera más llevadera.
El niño de pronto se le acababa la leche y yo con la misma platica que a veces recogía para llevarle a ella, pues, yo le compraba la leche al niño y para comprar la comida… Por ejemplo, las personas me decían: “Vea, le regalo tanto para que vaya juntando y vaya a verla”. Entonces yo iba juntando esa platica.
Los vecinos, familiares, amigos, decían: “¿Cuándo va ir a Pereira?”… Por ejemplo, nosotros teníamos un amigo que me dio de a veinte mil pesos y me decía: “Tenga, llévemele a la niña estos veinte”. Son personas que son muy bellas personas, que le colaboraban a uno… Yo ahora no me explicó cómo hice para ir donde ella.
La vereda es muy unida, La Primavera… cuando mi mamá iba me llevaba cartas de los vecinos, que preguntaban mucho, que me mandaban saludos, que me mandaban plata. Otros me mandaban cosas de aseo personal.
Él tenía muchas amistades y cuando él estuvo en la cárcel, por esa parte a mí no me fue mal porque a mí me coloraban mucho. Llegaba uno y decía: “Tenga esta librita de arroz para que coma y le dé a esos niños”, y cositas para ellos. Me tocaba ir por allá y me daban comida, el otro me daba diez mil. En ese sentido sí, porque él fue una persona que la gente lo aclamaba, porque como decían era buena persona…
El apoyo comunitario y social de algunos habitantes del pueblo y de las veredas fueron constantes. Durante el período de reclusión las mujeres expresaron el respaldo que sentíanpor parte de sus conocidos, vecinos y familiares. En el momento que salieron de las cárceles, la comunidad acompañó el suceso y se pronunció frente a la alegría de verlas en libertad.
La salida fue histórica y muy bonita, todo el mundo salió al parque a recibirlos. Hubo compañerismo, solidaridad de la comunidad. Había gente que mandaba a celebrar misas por la libertad de los detenidos.
También la llegada aquí fue histórica, eso fue muy bonito, de eso hay video, desde que los llevaron hasta que los dejaron, todo eso está acá… todo la gente se volcó al parque. Todo el mundo estaba feliz, todo el mundo estaba en el parque con ellos.
Además del apoyo comunitario, las mujeres generaron una identificación con otras que han sufrido agresiones similares. En las situaciones de cambios de roles de género asignados, y las necesidades materiales y económicas que se presentan, las mujeres generaron una búsqueda de estrategias organizativas para afrontar las dificultades. La identificación mutua generó confianza en las organizaciones y estrategias de apoyo entre ellas. Las formas positivas de enfrentar las duras experiencias vividas por las mujeres, como las iniciativas de proyectos económicos, necesitan también acompañamiento para hacerlas sostenibles y promover mejores condiciones para su desarrollo.
Cuando pasó lo de Quinchía empezó a llegar la Pastoral, comenzamos a hacer unos algos, a hacer unos tamales, a tener la gente ocupada, haciendo un recuento de su vida, de qué le ha pasado y así fue naciendo la sociedad en este pueblo. Entonces, comenzaron a preguntar: “¿Cuántas personas están de acuerdo con que comience la asociación? Vamos a hacer una asociación de harinas, otra de plátano y otra de calzado”. Comenzamos seis, nos dejaron “crudas”, porque nos hicieron una capacitación de cinco horas, pero ya, en este momento, nosotras vendemos un millón de pesos al mes. Vendemos mucho, pero no sabemos manejarla, porque la verdad uno no sabe administrar la plata y hay algo que nos está fallando. Lo que nos hace falta a nosotras es que nos den una asesoría sobre ese tema y mercadeo para aprender a manejar la plata. Por el momento, nosotras llevamos un año ahí.
Limpiar el nombre y asumir la responsabilidad
Existe una amplia gama de barreras que impiden el acceso a la justicia de las mujeres víctimas de violencias en Colombia, obstáculos que van desde el desconocimiento de sus derechos hasta prácticas de revictimización relacionadas con malos tratos, culpabilización o exposición de la privacidad de las víctimas, entre otras. Algunas de las mujeres refieren haber pasado por ese proceso como una experiencia de rechazo en lugar de un lugar de respeto y apoyo.
Al mes, que voy a la Fiscalía, aparece… que el caso de mi esposo está cerrado porque… a él lo mataron el diez de marzo y el once de abril está cerrado el caso en Fiscalía… A mí me reciben papelería ahora en enero en Acción Social, porque yo me presenté acá en Personería y nada… Aquí no hacen nada sino por el que ellos quieren, al que no lo sacan, la papelería a la basura y, ¡ciao lo vimos!, porque así pasa. La verdad, yo no he ido por allá por tiempo y por plata.
Aunque una mujer que fue detenida manifiesta que no fue maltratada por parte de las autoridades carcelarias y judiciales, como sucedió con otras personas detenidas.
Estuve detenida siete meses en Pereira… A muchísimos los maltrataron, a las familias. A mí, gracias a Dios no me trataron mal: “que esta hijo de tantas”, no. En mi casa no me esposaron, me vinieron a esposar en el pueblo. Tampoco me tiraron en los camiones como a ellos, a mí me llevaron en un taxi. Allá estuve detenida con los concejales, los alcaldes de ese entonces. Como a ellos los visitaban mucho, entonces no sufrimos en cuanto a las cosas de aseo personal, ni la comida y… me llevaron a la cárcel y de ahí me volvieron a sacar cuando me dieron la libertad. Porque… a muchos cada rato les tocaba ir a audiencias, que esposados.
Sin embargo, señala su inconformidad en la forma cómo fue notificada de su liberación siete meses después de estar detenida. Cómo la noticia le tomó por sorpresa, generando en ella profunda alegría pero a la vez sentimientos de impotencia al darse cuenta que sus otras compañeras continuarían detenidas.
Cuando dijo que ordenaba la libertad para los señores. Cuando yo me paré y le dije: “Señora, me hace el favor y me explica más”, y la señora me leyó y yo le dije: “!Eso significa que quedamos en libertad!”, y me dice: “Por parte de la ley, ustedes quedan en libertad”, o sea, yo dije: “¡Gracias a Dios!”. Yo me puse a llorar… le digo yo: “¿No llegaron más libertades para acá?”. Me dijo: “¿Es que por éste caso hay más mujeres acá?”, y le dije yo: “Sí, hay más por éste caso”, y me dijo: “Pues, denle gracias a Dios que llegó la libertad para ustedes, porque aquí no hay más libertades para nadie.
El hecho de que las personas detenidas hubiesen sido dejadas en libertad, no es suficiente para resarcir a las víctimas y a sus familiares. Si bien la experiencia de la Operación Libertad les permitió a las mujeres explorar otras formas de sobrevivencia y buscar estrategias de relacionamiento, las condiciones laborales no fueron positivas. Las mujeres consideran necesario para superar las situaciones de violencia y vulnerabilidad tener oportunidades económicas que les brinden estabilidad financiera a ellas y sus familias.
Pues, para mí tener algo mejor que nos cambiara la vida. Yo pienso que algo donde pueda conseguir la plata, poder sostener mis nietas… Se necesitaría tener la forma de seguir adelante. Yo he pensado muchas veces en que tener la forma de irme y que no me tocara trabajar tan duro, como me toca con el trabajo de la tierra… Me gustaría peluquería, eso me hubiera gustado en la vida.
Yo por ejemplo, quisiera tener una tiendita, tenerla en la casa y poder uno sacarse la comidita de ahí. Es algo que también me hubiera gustado, pero, como se dice: “¡soñar no cuesta nada!”. Uno vuelve a la realidad.
Las responsabilidades familiares se reflejan en los deseos de apoyo a los proyectos económicos no sólo para ellas mismas, sino también para sus familias. Las mujeres al cambiar sus roles de género establecidos tradicionalmente y al alterar sus condiciones cotidianas, planean para sus descendientes las posibilidades que ellas no alcanzaron y evitar la repetición de violencia contra sus hijas e hijos:
Obviamente, uno vive de muchos sueños. Yo, por ejemplo, tengo una hija de quince años y para empezar creo que uno debe tener ganas de salir adelante. ¿Qué quiere uno?, no depender de nadie. También creo que a muchas nos gustaría tener su propia casa. Que uno tenga su plata si necesita algo y no estar por ahí esperando para comprar algo que uno quiere.
Otra cosa, es que en el campo, por ejemplo, los jóvenes debido a la pobreza comienzan a robar y terminan metidos en los grupos.
Yo pienso que en los campos se necesita mucho trabajo psicológico para concientizar a los jóvenes.
La estigmatización de ser víctima de la violencia en Colombia es un episodio que acompaña las mujeres. El sentimiento de haber sido víctimas de abusos y maltratos y de ser testigos de las violaciones perpetradas contra sus familiares, es una carga emocional y social no fácil de superar. Una medida que podría satisfacer a las mujeres es hacer pública su inocencia y el error del Estado colombiano.
Sinceramente, lo primero, es que se quite el nombre que Quinchía es guerrillero. Pues, que la gente se dé cuenta que ¡No todos somos malos! Somos más los buenos que los malos. Que se aclare lo que pasó. Que limpien el nombre de las personas diciendo la verdad. No estar señalados como estamos todavía nosotros, ¡Marcados! Que no haya persecución.
Los auxilios otorgados por del Estado no son suficientes para reparar el daño ocasionado a las mujeres víctimas de la Operación Libertad, pero el daño es tan estructural, que las mujeres consideran que una reparación económica del Estado podría mejorar sus condiciones de vida.
Si a nosotras nos llega una ayuda económica nos serviría mucho para cambiar lo que estamos sintiendo porque todas tenemos las mismas necesidades. En el caso de nosotros que solo teníamos un carro y una moto, ¡Todo eso se fue! Yo ahora solo tengo una piecita donde trabajo, la cocina y ahí sobrevivo.
Hay un tema que no lo hemos tocado acá y es el tema de las platas. ¿Qué va a hacer con esa plata? Porque donde eso llegue a ser verdad, ¡A uno se le viene la gente encima! A mí me dijeron: “Se tiene que ir del pueblo porque ustedes van a recibir esa plata”. Que cuando llegara la plata: “Por favor no lo comenten, porque esto se da para muchos comentarios y a ustedes les puede pasar algo”.
La necesidad de vivir una vida libre de violencias es una necesidad imperiosa de las mujeres que han sido víctimas del conflicto armado, pues aunque la violencia contra ellas se puede encontrar en todas partes, la seguridad en las mujeres es fundamental para transformar la subordinación y la victimización y para transformar éstos escenarios en proyectos que ayuden a construir una auténtica reconciliación.
Yo si espero tener algo para defenderme sola. Algo donde me pueda sentir importante, donde nunca me pisoteen como me pisotean ahora. Un negocio que solo sea mío porque siempre me dicen: “¡Usted no sirve para nada!”. Entonces, para demostrarle que yo si puedo.
Así las cosas, y una vez más, las mujeres sobrevivientes de este conflicto armado colombiano alzan sus voces para reclamar justicia, verdad, reparación y medidas de no repetición.
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Las consecuencias en la infancia
Estos impactos no afectaron solo a los adultos sino también que de manera especial las niñas y los niños. La edad y el desarrollo cognitivo o psicomotor propio de diferentes épocas y las propias necesidades de seguridad y afecto de niños y niñas, refuerzan los efectos de estos hechos. Las consecuencias en la salud de los hijos en cuando la madre es detenida son muy negativas.
El niño tenía 13 años, él ya no estudiaba, porque no le gustó estudiar, él ya estaba trabajando con el papá… En el caso mío, mi hija era muy apegada al papá y hasta ahora la niña no supera la crisis, la niña estuvo en el psicólogo.
De ahí en adelante el sufrimiento era irla a ver con ese niño tan chiquitico porque yo no tenía dónde dejarlo… porque se ponía a llorar y me decía: “¿A mi mamá por qué la tienen allá?, ¿mi mamá por qué no viene?… ¡A mí me hace mucha falta mi mamá!”.
Además los niños y niñas tienen también necesidad de comprender con claridad qué es lo que ocurre y porqué.
Por ejemplo, el niño de mi hija vivía enfermito, a ese niño yo no tenía cómo bajarle la fiebre, yo me puse a hacerle bebidas y… A pesar de que estaba tan pequeñito él era por ahí sentadito preguntando: “¿Cuándo viene pues mi mamá?”, ¿Por qué se llevaron a mi mamá?”. Yo pensaba que ese niño se me iba a morir con esa fiebre.
Pues, la niña de la casa también estuvo muy mal porque no comía, se la pasaba llorando, se acostaba y a veces cuando se quedaba dormida, en el sueño decía: “No se me lleven a mi papito”… Ella estaba buenita cuando a él lo largaron, alegre y cuando lo mataron la niña sufre un problema psicológico.
* Este texto hace parte del informe “La verdad de las mujeres víctimas del conflicto armado en Colombia” elaborado por la Comisión de Verdad y Memoria de la Ruta Pacífica por las Mujeres.