Mujeres resistentes del corregimiento de San José del Playón

      
La Ruta Pacífica revela cómo ha sido la situación de las mujeres en el corregimiento de San José de Playón, en Bolívar. Esta es la hitoria de esta población, azotada por los grupos al margen de la ley, contada a través de las víctimas.

Uno sabía que estaba vivo cuando amanecía y podíamos despertar. De seis a siete de la mañana que uno se levantaba y se tocaba así (señas tocándose el cuerpo), y se abrazaba y decía: “estamos vivos”. Cuando nos levantábamos y alguien pasaba y gritaba “¿cómo están?”, decíamos “estamos vivos”.

marialabajaVivir en medio del conflicto
El corregimiento de San José de Playón, del municipio de María la Baja del departamento de Bolívar, colinda con el municipio de San Onofre, departamento de Sucre y por varias décadas ha sido un corredor estratégico para las diferentes partes del conflicto armado colombiano. Los habitantes de este corregimiento sobre todo desde 1989 han vivido en medio de actores legales e ilegales. La presencia de la guerrilla y los paramilitares, pero también del ejército, ha sometido a las mujeres y sus familias a los diferentes vaivenes de la confrontación armada. Los contextos y por ende los modus operandi no han sido idénticos en los últimos 25 años y las mujeres identifican distintos momentos dependiendo del control que ejerza uno u otro actor armado y que como la población civil siempre estaba en medio de ellos.


La guerra se sufrió con los tres grupos, el EPL, el ELN y las FARC. Esos fueron los grupos que en esos momentos comandaban en esta zona. Ellos se iban retirando cuando iba llegando el más poderoso. Se iba otro, o sea, que el menos fuerte se iba retirando cuando llegaba uno más fuerte que él. El último grupo fue las FARC que quedó comandando toda esta zona.

Aquí hubo varios grupos. Bueno, desde allí empezamos a sufrir porque siempre
paraban esos grupos por allí. Entonces el ejército se metía y quería culpar a los campesinos, porque decían que nosotros compartíamos con ellos. Pero la verdad es que tristemente éramos unos campesinos y no teníamos que ver con el que pasara o dejara de pasar por allí.

La ubicaciónestratégica del corregimiento explica en buena parte la situación y el interés de los diferentes grupos armados por tener una presencia constante en la zona.

La situación geográfica de San José de Playón es un punto clave para esos grupos al margen de la ley para lograr ocultarse. Porque esto tiene acceso por vía marítima y terrestre, y usted sabe que ellos buscan siempre sus montañas de aquel lado de Mesa. Entonces este es el punto más estratégico para esconderse de los soldados. Se puede decir que este es un punto estratégico para la circulación de los actores, porque podían irse para la montaña o salir para el mar. Cuando traían los camiones de ganado, por aquí pasaban a los secuestrados por aquí por Playón y por la vía de Matuya. Eso supuso a Playón ser considerada como una zona roja con la guerrilla y entonces nos miraban desde ese punto de vista, los mismos militares nos veían como auxiliares de la guerrilla. Unos auxiliares involuntarios. Por eso estuvieron varios grupos armados: el ELN primero, después el EPL y por último las FARC.

Los habitantes de San José del Playón han soportado los embates de las distintas partes del conflicto. Una mujer describe cómo esos diferentes grupos armados no estatales han recurrido a la violencia.

La guerra aquí la estamos viviendo hacen 26 años. Empezamos con la guerrilla, primero con un grupo que se llamó el ELN. Después el ELN se retiró y llegó las FARC. Desde allí empezamos a sufrir y con todo nos quedamos allá en el monte, pasando muchas luchas. Ya en 1999 empezaron los paramilitares a hacer masacres, no en la misma vereda donde nosotros vivíamos, pero sí muy cercano. Entonces en el 2000 nos tocó desplazarnos hacia acá y siguieron sucediendo tantos casos acá que salimos de un mal prácticamente para otro, porque acá también eran las cosas peores.

Se identifican los asesinatos y los secuestros como principales hechos perpetrados por las organizaciones guerrilleras. El primer testimonio hace referencia a dos asesinatos cometidos por el EPL y los dos siguientes testimonios a dos secuestros perpetrados por las FARC, en los cuales los secuestrados obtuvieron su libertad luego del pago de una suma de dinero.

En el 89 vi morir a los maridos de mis dos hermanas, a ellas les mataron sus esposos. La una tenía cinco hijos, la otra tenía cuatro. Los mató la guerrilla del EPL. Mataron a mis dos cuñados, los maridos de mis dos hermanas, a cada una la dejaron viuda. Ellos eran hermanos, mis dos hermanas vivían con dos hermanos.

Después secuestraron a un familiar, de aquí mismo de la comunidad. Eso fue, hace más o menos 19 años, por ahí en el 92. Incluso lo pasaron por la zona donde nosotros estábamos viviendo. Porque como esa era una zona montañosa… Lo secuestraron las FARC, por plata. El secuestro terminó en que pagaron la vacuna y lo soltaron.

También secuestraron a mi suegro, le robaron 106 reses. Incluso ahí se fueron unas mías, que fue cuando empezaron a robárseme lo que tenía. Esto fue en el 96. A él lo secuestró la guerrilla, sí las FARC que era la que estaba en esa zona. El secuestro terminó en que tuvieron que pagar 70 millones de pesos para poderlo soltar, más el ganado que se le llevaron que fueron 106 reses. Después continuaron con las vacunas. O sea que después de lo del secuestro tenían que seguir dando hasta que lo dejaron, mejor dicho, limpio después de tener tanto.

La violencia se incrementa con la presencia de diferentes mandos de los grupos paramilitares. Una masacre ocurrida en el año 1999 y el consecuente desplazamiento forzado de la población civil fue un hecho determinante en la pugna por el control de este corregimiento.

Del 18 de agosto al 29 fueron las masacres. El 18 de agosto de 1999 fue la primera masacre que hubo aquí en Playón por parte de los paramilitares. El 18 mataron al señor Joaquín, mataron a tres de los cachacos y a un señor que se llevaron de Meza y el del teléfono, fueron cincoen total. Fueron seis personas muertas ese día, porque allí entró una mujer embarazada que también mataron. A la mujer no sabemos por qué la mataron. A los otros, ellos dijeron que era porque le vendían a la guerrilla.

En el 99 fue el peor año que vivimos por aquí. Fue la primera masacre que hubo aquí y el desplazamiento masivo, el primero. Aquí pasamos de todo. Aquí empezaron los paramilitares. Entraron, mataron, quemaron tiendas, hicieron todo… Ellos se identificaron, no con nombres pero si con apodos. Estaba por ejemplo Camarón… En el 99 el comandante que se identificó aquí fue Juancho Dique… Estaba Cadena, que era el que comandaba toda esta zona. Entre ellos mismos había una rivalidad para ver el que lograra entrar primero, porque Playón era dizque zona de guerrilla, era zona roja, pues el grupo que se atreviera a entrar a Playón y tomarse a Playón era el grande. Él se atrevió e hizo lo que hizo y ganó su comandancia…

Los grupos paramilitares sembraron el terror en la población y no tenían contemplación por la especial situación de las víctimas. La muerte de esta mujer embarazada subraya la sevicia de los actos realizados por esta organización:

Ella se llamaba Esther. Estaba embarazada y le sacaron el bebé. La rajaron y le sacaron el bebé… así viva y después la mataron. También fueron los paramilitares…

Las disputas por el territorio entre los distintos grupos armados no estatales, se traducían en más violencia. Como lo resalta el siguiente testimonio, se desata una competencia entre las diferentes organizaciones armadas.

El 24 de agosto mataron dos. Esa fue la guerrilla. O sea, ellos estaban era como compitiendo, tú me matas tantos y yo te mato tantos a ti. Esos dos muertos eran dos hermanos. Eso fue como una retaliación… Fueron tres seguidas. La otra fue el 28 de agosto… y el 3 de septiembre fue que mataron a un muchacho, lo mataron los paracos. A todos ellos los mataron porque según ellos eran colaboradores de la guerrilla, pero ellos nunca fueron colaboradores. Desde que empezaron los paramilitares no dejaron de entrar nunca a Playón.

Las muertes de los pobladores por parte de los grupos guerrilleros y paramilitares, hizo que la mayoría de los habitantes del corregimiento se desplazara para otros municipios y San José del Playón quedó prácticamente abandonado.

Aquí la gente empezó a desplazarse el 24 de agosto con la segunda masacre. Como el 90% de la población se fue, quedamos muy poquiticos… Se desplazaron para Cartagena, María la Baja, Sincelejo. Para donde tenían algunos familiares, para allá se iban. Eso fue masivo, porque el gota a gota seguía allí. En mi caso, yo mandé a todos mis hijos y me quedé. Se quedó mi compañero y yo. Mandé a mis hijos y luego los rescaté cuando ya las cosas se calmaron. Yo me quedé sola.

Se fueron más que los que nos quedamos. Si no estoy mal, aproximadamente como unos 3.000 habitantes. Había casas que tenían tres familias. Cuando se fueron quedamos poquiticos. Era un pueblo fantasma. En cada barrio quedaban dos o tres y peor porque nos dejaron ocho días sin luz. Cuando ya iban empezando, cuando querían ser las seis de la tarde, uno sentía un silencio, un temor, que se sentía el ambiente así, pesado. Desde las dos de la tarde hasta los perros se callaban. No se oían ni cantar los pajaritos. Esto estaba solo.

Un número importante de esas personas desplazadas de manera forzada no regresó al corregimiento y más bien al contario, de manera paradójica, se ha venido repoblando con desplazados de otros lugares cercanos.

La gente que se fue realmente no ha regresado. El pueblo está lleno de desplazados. Nosotros llegamos en 2001. En 2000 comenzaron a llegar. Son de veredas cerquitas, veredas que quedan a una hora, dos horas. Aquí no han regresado, poquitos son los que han regresado.

Las mujeres subrayan que son muchos los muertos provocados por el conflicto armado. Se sienten todavía intimidadas y cohibidas para denunciar esos hechos y para identificar posibles lugares donde presumiblemente están enterradas más de una víctima.

Los que se desaparecían los mataban. Los encontraban después muertos. Por aquí mismo tenemos fosas comunes. Ninguno de nosotros nos hemos atrevido a hacer una denuncia de donde están esas fosas comunes por el temor. Porque a pesar de tantos años aún no nos atrevemos. Ellos están presos pero desde allá mismo comandan y por eso el temor de nosotras a hablar abiertamente. Esto es poquito para lo que nosotros tenemos que decir y lo que hemos pasado porque la historia simplemente se conoce a poquito… Ni siquiera alcanzamos a decirla toda porque el llanto, el dolor no nos deja. O sea, tenemos que hablar como a medias porque… eso fue muy grande. Yo le digo a ustedes que si me pongo a escribir esa historia me gastaría toda una libreta y no termino.

Las disputas por el territorio se trasladaban también por el control de la población. Cualquier actor armado acusaba a una persona por pertenecer o por colaborar con el bando contrario. Hasta la fuerza pública hacía este tipo de imputaciones.

El ejército aquí siempre acusaba a uno de guerrillero por el simple hecho de que la guerrilla venía aquí. Nosotros éramos de aquí y decían “casi siempre ustedes no dicen nada porque ustedes también son unos guerrilleros”… Como mi mamá vendía pescado llegaba y decían que les fritaran arencas. Doscientas, trecientas arencas y nosotros decíamos que no íbamos a fritar nada. Nos decían “a nosotros no nos las fritan, a la guerrilla sí”…

La instalación de retenes por las partes en conflicto no solo se ejercía para vigilar la circulación de los habitantes sino para controlar el ingreso de alimentos al corregimiento. Una acusación recurrente era que los víveres eran para alguno de los actores armados.

Yo venía aquí a Playón. Cuando iba, cogían, me revisaban para ver qué llevaba. Si llevaba más de una libra de sal, “usted no tiene por qué llevar más de una libra”. Revisaban las compritas que llevábamos. Cuando íbamos subiendo los paramilitares nos revisaban. Teníamos que llevar solamente lo que íbamos a consumir en la semana, pero de poquitico, porque si llevábamos algo más éramos colaboradores de la guerrilla.

Subíamos a pasar hambre allá, porque al no dejarnos llevar lo que nosotros necesitábamos, lo que íbamos era a pasar hambre… Sobrevivimos así como he hecho aquí, con una troja para poder consumir las verduras y eso porque no podíamos llevar nada.

Además del control de víveres, los paramilitares usaban técnicas de control social de la población, imponiendo castigos a los que no cumplían sus órdenes. La justicia privada era impuesta incluso a costa de la vida de muchas personas.

A las mujeres que se ponían a pelear las ponían a barrer todas las calles. Desde las de arriba hasta las de abajo, y los maridos recogiendo la basura. Le decían a los peladitos: “búrlense de ellas, búrlense”. Era castigo por pelear o por cuento [chisme]… Muchos se acostumbraron a buscarlos para ponerles quejas… Cuando robaban, por ejemplo un gajo de plátano y otras cosas, ellos tomaban las medidas. Hasta llegaron a matar a algunas personas, ¡cuántos no mataron por aquí! Por mala información. Cogía el que le daba la gana y si le tenía rabia al otro ¡pá! le daba.

Los impactos nunca vistos
Aquí pasaron muchas cosas terribles, primero que aquí nunca se había visto que a ninguna mujer la violaran en su propia casa, y aquí eso llegó a ocurrir. Aquí nunca se había visto quea una persona que llegara en la madrugada por muy embriagada que llegara la atracaran. Entonces estamosviendo cosas que nosotros en esta comunidad nunca habíamos visto.

La violencia perpetrada en San José del Playón producto del conflicto armado no solo ha afectado el corregimiento sino de manera particular a sus habitantes. La dinámica cotidiana de las mujeres se ha visto trastocada por el miedo. Muchas de ellas viven en temor constante ante las personas desconocidas o ante quien porte un arma.

Dolor de cabeza. Temor a tanta soledad que se vivió aquí y tanta violencia y he quedado con miedo a toda persona extraña. Yo cuando veo una persona extraña ya estoy siendo cobarde, con temor.

Hasta este momento yo les tengo miedo a todas las personas que portan armas. Es muy difícil hablar con un soldado. Yo puedo hablar con él pero siento ese dolor. Toda persona con arma, sea soldado, sea policía, le tengo miedo.

Incluso el miedo también ha originado graves afectaciones a la salud de las mujeres. Desde abortos hasta la hipertensión, las situaciones de tensión extrema están en el origen atribuido al miedo.

Muchas mujeres, unas que estaban embarazadas, abortaron, malparieron por el susto.

Yo no sé cómo sobrevivimos, porque no había donde comprar nada. Ni podíamos salir porque teníamos mucho miedo, porque era terrible. Quedar en que no había nadie, sino perros y miedo. Toda la gente tenía miedo. La gente no dormía. Playón está compuesto por puros hipertensos. Aquí la gente está joven y ya es hipertensa. Fue tanto susto, tanta retención que el miedo le hizo a la gente, que hoy estemos casi todos enfermos de lo mismo.

Uno de los aspectos donde más se traducen los impactos de la violencia es en la salud física de las mujeres. Nervios, dolores en diferentes partes del cuerpo, “subidas del azúcar”, calambres, falta de sueño, son algunos de los síntomas a que hacen referencia los siguientes testimonios.

Imagínese soy una persona con azúcar, que ni me puedo alegrar ni me puedo asustar porque se me dispara el azúcar en 300 y 370. A raíz de eso también quedé sufriendo de los nervios que cualquier golpe que escucho ya tengo que ir al baño porque creo que ya están matando a alguien [sollozos].

Se me sube la presión cuando me asusto y dolores en todo el cuerpo. Siento que las caderas se me quieren como abrir.

Siento un dolor en los pulmones, cuando cojo susto. Cuando me llaman por celular ya yo me imagino algo malo. Me aprieto, me da escalofríos y unas dolencias en todo el cuerpo, en las caderas. Ese calambre que yo siento a veces que tengo que poner el pie en el suelo para que se me quite.

El hijo mayor mío decía: “ya viene la tarde mami”. La noche era la cruel, donde todos teníamos pesadillas. Uno no dormía nada. Eran las noches extensas.

También los efectos psicológicos son obvios en estos escenarios de violencia. El estado de ánimo de las mujeres es variable y en muchas ocasiones no quieren recordar lo ocurrido.

Yo estaba casi más loca que otra cosa. Viví bajo el sedante diario y eso afectó a toda la familia. A mi esposo le afectó también… A veces uno no quisiera como recordar eso, son cositas que a uno lo fastidian. A veces se pone uno hasta grosero, porque hay días en que amanece de mal humor que uno no quisiera, pero sí sucede.

La vida sexual de las mujeres ya no es la misma. Las relaciones íntimas se han visto afectadas y no es fácil para ellas contar con una sexualidad normal.

Yo voy a hablar de mí, a mí me afectó mucho. Mire, yo no he tenido un solo marido, no me da pena decirlo, yo siempre he sido una mujer activa, pero eso me mató sexualmente. Estoy tratando de recuperarme. Yo estoy hoy con mi marido pero no me dan ganas de estar con hombres. Yo pienso que a muchas les pasó. El susto, ¿ustedes no creen que eso afecta una relación? Mi primer marido se fue con la violencia. Yo no tenía ganas de estar con hombres. Cuando llegó la violencia, llegaron a la casa donde mi mamá, ahí estábamos todos. Cogieron y agarraron a mis hermanos. A mi señor que trabajaba con mi papá, lo colgaron con una cabuya, no lo mataron, lo montaron en un pilón, colgaron la cabuya y lo amarraron… A mí me quedó una secuela. Me volví a casar con el papá de mis otras dos hijas y también siguió lo mismo. Hasta este momento no he podido tener estabilidad sexual.

Yo siempre era muy alegre y me gustaba tener muchos novios… Entonces le digo que desde que pasó la desgracia… a mi esposo lo mataron… Ya después tuve un novio pero a la presente hasta que me quedé sola. Yo pienso una persona tan alegre. Yo decía soy como los marineros que me gusta tener en cada puerto un amor… Hoy que tengo 55 años siento que soy una mujer que le puedo gustar a otro hombre, pero ahora alguien me dice tan siquiera una broma y ya eso me molesta o no le paro bolas [no le pongo atención]. Yo decía: “sé que cuando tenga 70 años todavía puedo tener mi novio, tener una relación”, pero esas cosas afectan a uno porque uno siempre mira con desconfianza. Entonces no es lo mismo, la vida le cambia a uno en todo.

Los impactos también lo sufrieron los esposos o compañeros, hijas e hijos. Los niños dejan de ir a la escuela y cambian sus dinámicas de juegos basadas en las vivencias de la violencia que han visto.

Mis hijos se atrasaron en los estudios porque nos fuimos y duraron dos años sin estudiar.

Eso impactó tanto en los niños de esa época. Eso fue en el 2003. Yo tenía un grupo de niños pequeñitos en la guardería. Ellos hacían hasta grupos, se ponían a llorar en juego, o sea que se ponían a jugar al llanto. Jugaban al muerto, cargaban al muerto. Por ejemplo jugaban cargando a un niño y empezaban a gritar: “se murió, lo mataron” y todos se ponían a llorar. Ese era el juego que tenían. En el bienestar me dijeron que yo tenía que trabajar con ellos el miedo. Cuando llegaban ellos me decían: “¡seño!, ¿usted no sabe? Los paracos mataron un puerco con un hacha”. A los niños de esa época les ha afectado hasta ahora grandes.

Los niños con la galletica de soda que se les entregaba, le quitaban un pedacito y hacían una pistola. Ellos hacían como disparando ¡papá, pá! Aquel al que le disparaba, ese caía muerto. Todos los juegos eran con muertos y armas. Imitaban a los paracos y a la guerrilla. Yo me cansaba: “las galletas no se utilizan como arma, los palos no se utilizan como arma” y ellos seguían haciendo pistolitas con las galletas. Ese era el juego preferido de ellos.

La salud de las hijas e hijos, así como de los padres, también ha sido afectada y se visibiliza en lo físico y psicológico. El último testimonio no solo hace referencia al impacto mental en el papá de la mujer declarante sino en las pérdidas económicas.

La hija mía quedó así que no puede escuchar nada porque cree que es que van la van a matar.

Yo le comento que tengo un hijo que quedó con un sufrimiento de nervios y dolor de cabeza. Nosotros vivíamos allá arriba y desde allá empezó la cosa.

Mis padres tuvieron que abandonar sus tierras. A mi papá lo afectó psicológicamente. Él no puede salir a la calle. Él tiene más o menos los mismos años que tuvo de haberse ido, que no sale si no es acompañado. Solo no sale a la calle porque le teme a la gente. Cuando yo voy a Cartagena y me toca llevarlo a algún lugar, tengo que estar siempre al lado, agarrándolo, porque a él la gente le da miedo. Y la pérdida de sus tierras. Una cantidad de tierras: 290 hectáreas que tuvimos que dejar abandonadas.

Los impactos del conflicto armado en las mujeres son muy presentes en su rol tradicional de esposas y madres. Les tocó afrontar nuevos roles en un contexto en donde hasta entonces sus maridos eran el sostén económico para la familia tradicionalmente, lo que ocasionaba distanciamiento con sus hijos y tuvo consecuencias en sus procesos de socialización.

La verdad es que todas nosotras hemos sido afectadas, porque nuestros maridos se quedaron sin lugar donde trabajar, no les quedó nada. A nosotras las mujeres nos tocaba ir a Cartagena, a Barranquilla, a Venezuela a trabajar. Nuestros hijos se quedaban prácticamente solos o con la comadre que ya no era igual que con nosotras. Allí fue cuando ya quedan los hijos con otras costumbres, hasta el vicio llegó a Playón. Los hijos cogieron amigos y muchos aprendieron cosas malas, así que eso como madres nos afectó muchísimo.

Las diversas secuelas que las mujeres y sus familias tienen como consecuencia de la violencia ejercida por los diferentes partes del conflicto armado, son relatadas como impactos psicosociales y emocionales profundos que duran hasta ahora. La incapacidad de olvidar y sanar es otra de esas afectaciones presente en la vida de las mujeres.

Quiero decir algo sobre el trauma que a nosotras nos quedó, la marca que nos quedó. Eso a nosotras nunca se nos va a borrar. Nosotras siempre que hablemos de eso, siempre nuestro corazón se lastima. Se lastima porque eso fue lo más terrible que nos ha podido pasar y eso nunca se nos va a olvidar. Yo tengo ocho años de andar tratando de cicatrizar y no he podido, sino que ya yo me he puesto un poco fuerte pero a veces flaqueo. Cuando me tocan estos temas yo no me siento bien, me da dolor de cabeza, me siento que las piernas, las rodillas me flaquean, porque parece que hubiese pasado ayer. Eso no se va a curar por muchos psicólogos, porque nosotras tenemos rato de estar tratándonos con psicólogos y muchas compañeras están en esto y eso no se cura.

Individualmente el conflicto armado me ha impactado de manera mental, ya que jamás podré olvidar todo lo que me ha tocado vivir. Por más esfuerzos que hago para olvidar, el dolor y el temor de esa ocasión siempre me agobian.

Los residentes de San José del Playón fueron estigmatizados como guerrilleros por habitantes de otros lugares. Esa situación se convirtió en una marca para las mujeres que dificultaba la cotidianidad y las oportunidades de los moradores de ese corregimiento.

Muchas veces salía a María la Baja, cuando eso no estaban las motos así como están ahora. Entonces cuando uno venía le decía a algún muchacho: “nene llévame aquí a Playón”. Ellos decían: “¡qué! pa´Playón? yo pa’ el Caguán no voy”. Varias veces nos decían así. A mí personalmente me lo decían. Hasta un día que no sé cómo estaría yo, demasiado llena como decimos aquí, y les dije: “bueno, sí, ¿y tú que vas a decir? Si yo vivo en el Caguán ustedes viven en Ralito – porque allá hay bastante paraco – así que estamos iguales”. Total que él no me trajo, lo hizo otro muchacho. Un muchacho que le dijo: “tú no tienes por qué decirle eso a ella porque la violencia está en todas partes, así que si no la vas a llevar no la lleves y ya”. Cuando uno decía que era de Playón decían ¡miércoles! Y eso a uno le llegaba demasiado.

Lo mismo era que uno iba a buscar empleo. Desde que decía que era de aquí de San José de Playón, no lo cogían. Porque decían que aquí era donde estaba toda la guerrilla y que uno era de la guerrilla. Tenía uno que llevar una persona que fuera bien recomendada para que pudieran cogerlo a trabajar. Si no uno se cansaba y busca y busca y no lo cogían.

También las personas perdieron sus bienes en razón de la presencia de los diferentes actores armados. Lo material fue robado o destruido por la guerra.

Las FARC se nos llevaron 113 reses, 4 mulos de carga, una yegua que paría,y un caballo de raza. Eso fue en el 97. Me cogieron al hijo y me lo amenazaron que si los denunciaba odecía algo, de la familia no quedaba nadie.

Fue mucho lo que se perdió. Todo lo que habíamos conseguido con esfuerzo y trabajo.

La economía del corregimiento cambió por completo como consecuencia del conflicto armado. Los dos siguientes testimonios ilustran esas alteraciones que han transformado la forma de ganarse la vida de los habitantes de San José del Playón. La pérdida de recursos económicos y las fuentes de trabajo incluyen la disminución drástica de la actividad comercial y del transporte y producción agrícola.

Económicamente también nos afectaron mucho. Porque este era un pueblo muy pujante, por aquí era por donde salía todo el producto. Desde que empezó la guerra entonces dejaron de entrar los camiones a buscar el maíz, el ñame, los aguacates, bueno hasta millo, también la yuca, el plátano. Todo eso por la guerra se fue acabando. Los ganaderos de aquí se fueron porque a los que no secuestraban, les estaban quitando vacunas. Así que tuvieron que irse. Vendían el ganado, dejaron de trabajar muchas personas. Eso nos afectó económicamente. La ida de las personas que tenían sus platas, porque nosotros siempre hemos sido pobres pero vivíamos mejor. Había donde trabajar, los hombres salían a trabajar, pero ahora si no es en la bendita palma, no es en ninguna parte. Nosotras decíamos, ve a buscarme una mano de plátano donde fulano y ahora ya ni hay. La palma ha echado a perder mucho las cosechas.

Esta violencia ha afectado a la comunidad económicamente demasiado. Playón era un pueblo bastante pujante, había ganadería, había pesca. Aquí sembraban demasiado, la agricultura era la fuente de trabajo más grande. En este momento en el pueblo no tenemos ni un solo carro. En aquella época salían cuatro buses y un camión y tenían que hacer dos viajes a Cartagena porque no alcanzaban. Mientras que ahora hay un solo bus y salen una o dos veces a la semana, porque no hay casi que sacar.

La venta o el arriendo de las tierras han dejado sin fuentes de ingresos suficientes a los campesinos del corregimiento. La subsistencia de las familias no es como antes ya que se perdieron muchas fuentes de empleo y decreció la agricultura familiar y ahora dependen de los cultivos agroindustriales de palma. Esta forma de cultivo intensivo y empobrecedor de la tierra, genera además una ausencia de tierra para cultivos tradicionales de pancoger.

Ahora uno tiene que estar arrendando el pedacito de tierra pa’ poder trabajar.

Pasa la gente hambre, mucha hambre; porque si no cosecha, ¿cómo vende los productos? No comen. En vista que los terratenientes que vivían acá se fueron por la violencia que acabó con la ganadería, les tocó vender las tierras ¿y a quienes?, a los palmeros. Ahora no tenemos tierras para cultivar porque están sembradas de palma. Eran tierras de ganadería quedaron solas y los dueños ahora las han sembrado de palmas. Entonces nos han quitado tierras para nosotros trabajar y quedaron varadas las personas. Porque en una ganadería se necesitan muchas más personas que en una siembra de palma, que lo que es sembrar y cortar cuando ya está produciendo.

Hablando de los campesinos de acá, de estas veredas, se nos presenta un problema porque ya nuestros hijos, nuestros maridos tienen poco acceso para cultivar.

Antes bueno, no la tenían propiamente de ellos pero el compañero de pronto le daba un pedazo para que tu piques y ahí siembras tu ñame, siembras tu maíz, siembras tu arroz. Ahora con la venta de las tierras a la gente de las palmas ya prácticamente nadie tiene donde cultivar. Ahora hay que aprovechar el pedacito de espacio que hay en el patio para sembrar una matica de plátano, un palito de papaya, un palito de mango. Pero cada día en esta zona hay menos tierra para cultivar. Tocará será comer corozo pero como no es de nosotros, no lo podremos comer. No hay tierras, no tenemos tierras donde cultivar.

Otro de los impactos comunitarios ocasionados por el enfrentamiento armado, es la actual fragilidad de infraestructura pública del Estado, como son los servicios de salud y de transporte. Las consecuencias de estas pérdidas colectivas persisten hasta la actualidad. Las necesidades de atención en salud se ven afectadas de forma grave por la falta de acceso a cuidados médicos y la falta de medios para el transporte de enfermos.

Hasta este momento seguimos en la misma pobreza. Aquí cuando se enferma alguien tenemos que correr hacia María la Baja, porque aquí viene un doctor una vez cada dos meses. Hay un puesto de salud, pero se puede asistir al doctor cada mes y medio. Se dice que una vez a la semana pero viene cada mes y medio. Antes el doctor estaba permanentemente, venía todas las semanas, dos veces a la semana. Vamos a María la Baja y nos dicen que acá viene un doctor. Tenemos que esperar dos días para coger una cita. En dos días nos podemos morir.

Aquí estamos tan mal que si aquí cae un enfermo con un ataque o algo así, tenemos que llevarlo en moto. Aquí por la guerra todo se acabó. Las mujeres que van de parto también tienen que ir en moto. A mi mamá le dio un infarto y la saqué en moto.

Las mujeres de San José del Playón señalan que el conflicto armado logro destruir los lazos de identidad que los reconocía como colectividad. Incluso actividades en torno a la religión que fomentaban encuentros entre ellas resultaron afectados por razones vinculadas con el enfrentamiento armado.

También hemos perdido lo que es el sentido de pertenencia. Ya que la mayoría de personas que vivían aquí se fueron y llegaron de otras veredas con costumbres diferentes a las que nosotros teníamos aquí. Los que nos quedamos estamos aquí ya hemos perdido ese sentido de pertenencia, que debemos tener a pesar de todo lo que hemos pasado.

Todo esto espiritualmente también nos afecta mucho. Anteriormente la gente recurría mucho a la iglesia. Ahora tres o cuatro personitas son las que van a la iglesia. Ya nosotros no creemos ni en los curas. Porque aquí nos pasó que uno de los curas era uno de los duros de la guerrilla. Eso nos decepcionó porque veíamos que venía a decirnos la palabra y después cogía, se ponía la camisa y se iba para el monte. ¿Eso qué es? Nosotros lo considerábamos que ese era el mejor cura, pero a mí misma me tocó verlo en el monte y cuando lo veo me sorprendo.

Afrontamiento y organización colectiva
Yo aprendí a criar a mis hijos en mi casa, salía pa’l monte, cocinar, lavar, planchar, eso era lo que yo hacía. Después de todas las cosas quedé toda nerviosa, porque usted sabe lo que es que lleguen a la casa haciendo disparos y acostándonos a boca bajo en el suelo. Yo ahora cambié, soy otra, trabajo y hago mis pedacitos de monte. Ya estoy mejor.

Las mujeres han realizado una serie de actividades que les han permitido salir adelante, enfrentar los dolores y las pérdidas y seguir viviendo en San José del Playón. Se destacan las reuniones con las familias incluyendo los jóvenes que en ese contexto tenían necesidad de protección y de estar juntos.

Otra cosa que sucedió con la primera masacre, que mi casa siempre se ha llenado de jóvenes. Ellos iban y se reunían en mi casa, iban hasta 15 o 16 jóvenes. Ellos se sentían como respaldados porque como fuimos los únicos casi que quedamos y se aguantaban hasta las 12 o una porque tenían miedo de irse para sus casas. Nosotros cuando ya estábamos cansados que queríamos dormir le decíamos: “oigan, ¿ustedes no sienten un carro?”. Enseguida cada quien se paraba y seiba corriendo para su casa.

Las mujeres que no se desplazaron, vivieron en condiciones bastante adversas donde la solidaridad entre ellas fue capital para superar las dificultades. El acompañamiento de unas con otras les daba más seguridad y el compartir incluso sus alimentos les permitió soportar las duras condiciones de subsistencia. La decisión de permanecer juntas incluso frente a amenazas o situaciones de máxima tensión las unió en una acción colectiva de resistencia frente a la guerra y de medidas colectivas de autoprotección.

Mi gente me apoyó y dijo: “si sale uno nos vamos todos”. O sea, si salía uno del callejón salíamos todos. Entonces no vamos a salir, vamos a quedarnos aquí. Si vienen por alguien de nosotros tienen que venir hasta acá. Entonces la gente apoyó la causa, no vamos a salir. Así fue que la calle Guinda Monos quedó sin desplazarse. Quedaron unas personas de allá de las Flores. Quedaron unas cuantas por acá por el Quejío.

Nosotras en mi calle hacíamos barra, nunca salíamos solas. Salíamos en compañía, o sea, todo el grupo. Salíamos a pescar, porque no había forma de buscar por ejemplo la liga [lo que acompaña el arroz]. Entonces salíamos de pesca, cortábamos la leña, pero siempre en grupos, si nos pasaba algo era a todos. O sea, que en ese momento Guinda Monos estaba unido. Si uno tenía en ese momento y el otro no tenía, aquí hay cinco plátanos, bueno vamos a cocinarlos y así sea de medio lo agarrábamos. Yo le doy al uno, este le da al otro y así todos comíamos de lo que en grupo conseguíamos. 

Estas prácticas de resistencia estaban basadas en la solidaridad, en la construcción de relaciones de apoyo y una nueva forma de familia ampliada.

Cuando yo vivía donde vivía, se llama Bola Lucia, había un total de seis viviendas, seis familias. Nosotros hacíamos la vaca. El uno ponía el café, el otro ponía el poquito de azúcar. Nos citábamos en una de las familias a tomarnos ese café en la noche para no acostarnos tan temprano, pero con la pendiente, nosotros prácticamente no dejábamos dormir a los niñitos hasta que nosotros no nos acostábamos, porque teníamos la zozobra de que a la hora de correr, si están despiertos uno lo coge por la mano y corre. Los que más sufrieron fueron los peladitos porque a veces tenían sueño y no nos atrevíamos a dejarlos dormir.

Entonces estábamos las dos solitas. ¿Qué vamos a cocinar? Yo le decía a ella “yo tengo plátano, lo que no tengo es liga” y ella si tenía. Entonces nos compartíamos: ella me daba liga y yo le daba el arroz y el plátano a ella. Así nos aguantamos varios días. No podíamos salir a comprar nada de nada.

Las actividades recreativas como el deporte ofrecían el pretexto de olvidarse aunque fuera de manera temporal de los problemas y era una oportunidad de compartir con otras compañeras. El fútbol fue uno de los juegos predilectos de ellas.

Bueno las actividades eran en jugar fútbol. Cogíamos desde las dos de la tarde hasta las cinco porque después de seis en adelante ya no podíamos estar en la calle. Teníamos limitado hasta el tiempo. Era de dos a cinco porque como todas éramos adultas y teníamos marido, teníamos que ir a atender la cocina.

Con las mujeres, tenía yo treinta y pico de años, con las mujeres adultas nos organizamos y sacamos un equipo, de mujeres. Había más de 30 muchachas que siempre quedaron aquí y todos los días jugábamos fútbol. Todas nos poníamos a jugar fútbol para distraernos. Todas nos poníamos a jugar fútbol para irnos olvidando de los problemas.

También hacían actividades lúdicas con sus hijos. La danza con los niños fue practicada de manera frecuente como lo relata la siguiente mujer.

La danza más que todo era con los niños, sacamos un grupo y hacíamos evento con los niños. Estas actividades las hicimos hasta el año pasado que ya los niños que estaban con nosotros terminaron su bachillerato, unos se fueron, otros quedaron.

El estudio, sobre todo de la educación básica como de la primaria y el bachillerato, fue uno de los alicientes que encontraron las mujeres para rehacer sus vidas. Una mejor formación las hizo más conocedoras y activas como sujetas de derechos.

Yo personalmente, después que eso pasó, me capacité. Yo apenas llegué hasta la primaria, terminé mi bachillerato. Me capacité como madre comunitaria y hasta el momento estoy ejerciendo el cargo de madre comunitaria y me ha ayudado mucho.

También empezamos a estudiar. Validábamos bachillerato, ya eso fue en el 2003 para acá. Empezamos a estudiar los sábados. Al grupo del 2003 nos tocó en San Pablo. Como cuarenta nos graduamos.

Otras mujeres y también hombres recibieron capacitaciones técnicas para desarrollar actividades agrícolas. Lo que les permitía mejorar la situación alimentaria de sus familias y aumentar sus fuentes de ingresos.

Ahí se capacitaron los hombres y también las mujeres, sobre cómo sembrar el maíz, cómo sembrar el ñame diamante que fue la primera vez que aquí se sembró ñame diamante, también con la semilla de yuca. La gente decía: “pero si nosotros sabemos sembrar eso”, pero no tenían la técnica.

Por ejemplo, a nosotros nos llegaban 12 bultos de ñame para que la comunidad la sembrara y daban el maíz híbrido y daban también para la siembra de la yuca. Entonces cuando se sembraba, se debía devolver. Era como un banco de semillas. Se tenía que devolver el ñame, el maíz y la yuca. El PMA [Programa Mundial de Alimentos] nos apoyaba con alimentos, o sea, alimentos por capacitación. Nos daban arroz, aceite, panela y granos por familia. Por medio de esas capacitaciones fue que nos fueron motivando a que nosotras estudiáramos.

Además, las mujeres recibieron formación en otros ámbitos como en temas de gestión y elaboración de proyectos lo que les permitió fundar algunas organizaciones para desarrollar sus actividades en San José de Playón donde las mujeres han tenido un papel fundamental.

Aquí las mujeres no nos quedamos quietas. Aquí siempre estamos haciendo proyectos, tratando de trabajar. Tenemos asociaciones, estamos organizadas, tenemos cámara de comercio, todo lo hemos hecho. Lo que pasa es que ajá a veces por la falta de recursos uno no sale, no va afuera a buscar las cosas.

Eso fue en el 2003 y fue cuando constituimos la corporación San José de Playón, la tenemos organizada. La fundamos diez personas… casi todas mujeres, no más que tres hombres.

Las asociaciones eran sin ánimo de lucro para trabajar, buscar apoyo psicológico y para la agricultura porque somos campesinos todos y esas personas vinieron de varias veredas. Las asociaciones aún estamos activas, hay una que estamos animando para que se reactive nuevamente.

Un ejemplo de este proceso organizativo ha sido la creación de asociaciones de desplazados no solo para exigir el respeto y la garantía de sus derechos sino para ofrecer acompañamiento psicosocial y formación en proyectos productivos.

Se conformaron cinco asociaciones de población desplazada, llamadas AsoCayeco, AsoPalo altico, AsoMundo Nuevo, AsoTrinidad y AsoPlayón. Ese era el nombre de las veredas. Aso Trinidad estaba conformada por tres comunidades: Santa Fe de Icotea, Mesa y Camarón. Las asociaciones eran sin ánimo de lucro para trabajar, buscar apoyo psicológico y para la agricultura porque somos campesinos todos y esas personas vinieron de varias veredas. Las asociaciones aún estamos activas. Hay una que estamos animando para que se reactive nuevamente.

La presencia de diversas organizaciones no gubernamentales y de la Iglesia católica fue fundamental para el empoderamiento de los habitantes del corregimiento, sobre todo de las mujeres. Rostros Felices, Tierra de Hombres, la Ruta Pacífica de las mujeres y la Pastoral Social de la Iglesia católica, son reconocidas como las principales organizaciones que les brindaron apoyo de muy diversa índole.

Ya no había la facilidad de antes para la alimentación de los niños. Cuando se presentó Rostros Felices hicimos un proyecto para un comedor donde había 100 niños con problemas de desnutrición. Ese proyecto duró dos años. Pudimos recuperar muchos niños con ese proyecto. A pesar que teníamos el inconveniente de los paramilitares que estaban vigilando…

Después llegó Tierra de Hombres, tuvimos capacitaciones con psicólogos en el 2006… nos ayudó demasiado, porque capacitó a un grupo de personas que ayudaban a los niños. En salud y en educación, este grupo de personas, después de capacitada trabajó con los grupos de niños. Dictaban talleres lúdico-formativos como para levantarles el ánimo a los niños.

En 2005, a nosotras las mujeres nos llegó la Ruta Pacífica de las Mujeres. Muy importante porque fue cuando comenzamos a conocer los derechos que tenemos nosotras como mujeres, qué leyes nos amparaban y a dónde acudir para defendernos. Nosotras como mujeres estábamos con la autoestima bien bajita, éramos las sumisas de la historia, nos sentíamos menos que los hombres. Aquí varias compañeras tuvieron la oportunidad de ir a una movilización al Chocó.

En el 2006 apareció la Pastoral Social en las comunidades de Cayeco, Pueblo Nuevo, Palo Altico. Esas comunidades fueron organizadas por la iglesia, la Pastoral Social de María la Baja.

Algunas mujeres han superado el miedo y han denunciado los hechos de violencia ante las autoridades competentes con el propósito que se investigue lo ocurrido y se sancionen a los responsables. Los resultados no son positivos, dado que las mujeres no habían recibido respuesta después de meses o años cuando se hizo la evaluación de su situación, pero ilustran de alguna manera la exigencia del respeto y la garantía de sus derechos ante el Estado.

Hicimos la denuncia en María la Baja ante el personero pero no hizo nada. Me puso a caminar de aquí a Crespo a la Fiscalía diciéndome que había mandado los papeles para allá. Cuando fui me dijeron que no aparecía nada.

En mi caso tampoco pasó nada. Se hizo la denuncia en el personero y en Cartagena, pero nada. Así una información legal que haya hecho algo, nada. Tuvimos una pérdida de 17 reses. Yo hice una denuncia ante la Fiscalía de 22 reses que se me llevaron y a la personería. Me dijeron que llevara unos papeles, los llevé y nada de eso. Bueno yo ya hice la denuncia en la Fiscalía, ya me hicieron todo. En noviembre fue la última declaración que tuve y me dijeron que ya no necesitaba más nada allá… Está en trámite, en trámite y nada me han resuelto.


Por último, las mujeres de San José del Playón destacan aprendizajes de lo ocurrido en su corregimiento. La madurez personal y la capacidad de resistencia son formas de afrontamiento valoradas por ellas. Este crecimiento personal después de los hechos traumáticos muestra la resistencia individual y colectiva de las mujeres.

Hemos aprendido principalmente a valorar más a las personas. Uno aprende a valorar la vida y a los demás y a valorarse a uno mismo. Entendí que tenía que capacitarme para mejorar mi calidad de vida. No podía estancarme, debía seguir estudiando y por eso hasta ahora, cualquier capacitación ahí estoy presente.

Yo vengo de un brazo de Playón, pero los dolores de Playón yo los siento. Por eso le agradezco a mis compañeras que cada capacitación que venía estaba pendiente que yo participara… Yo aprendí a querer a las personas y lasadmiro por tantas cosas que hemos pasado. Yo vivía bajo drogas para tener mi vida tranquila. Esto enseña a querer más a las personas, a sentir el dolor del otro y a valorar mucho a las demás personas.

La verdad que he aprendido muchas cosas. A compartir con todos los demás no solo las cosas, sino la amistad. He aprendido que si uno no se ama a uno mismo no puede amar al compañero.

Reconstruir las condiciones a través de la reparación
Las mujeres exigen demandas vinculadas con el derecho a la verdad. Tanto para saber qué fue lo que ocurrió como para encontrar a sus seres queridos que se encuentran desaparecidos.

Que a nivel de justicia se sepa la verdad, ya no estamos para esconder las cosas sino que todo se sepa. Que ayuden a las familias para que sepan dónde están sus muertos, porque de pronto saben pero por seguridad no lo dicen. Que recuperen sus muertos y le den cristiana sepultura.

 
El cumplimiento de la ley por parte de las entidades del Estado es central para las mujeres del corregimiento. Que los funcionarios públicos obedezcan con sus obligaciones, es el mínimo para garantizar una mejor presencia del Estado.

Que el Estado obligue a las entidades públicas y a sus funcionarios a que cumplan su función. A veces uno va a la personería y lo que llevas allí, ahí queda. Uno piensa que se está gestionando algo y nada.

Si uno denuncia ante el personero, ante el corregidor, el problema le queda es a uno. Lo bueno sería que las autoridades sean firmes con eso, si tu robaste se castiga porque tu robaste. Si uno les dice, “mira tú me robaste la gallina” ellos en la noche te levantan la casa a piedra.

También ofrecer una adecuada seguridad, dado que las mujeres víctimas se ven afectadas por la inseguridad que siguen viviendo, y mayores garantías de tranquilidad para la población. El sentimiento de abandono por parte del Estado permanece hasta hoy en día entre las mujeres.

Necesitamos un puesto de policía o un puesto militar. La inseguridad que hay en esta comunidad es tenaz, lo que pasa es que nos tienen abandonada, Playón no existe para ellos.

Que el Estado esté más pendiente de nosotros, que sea garante de todos nuestros derechos, porque sí se están formando nuevamente por ahí grupitos que ya nos molestan. Estamos completamente abandonados y necesitamos que estén más pendientes de nosotros que no fuimos culpables del desplazamiento.

En materia de medidas de restitución, sobre todo de la tierra y demás bienes perdidos. Numerosos relatos en el grupo focal hacían referencia a la tierra o los animales perdidos como consecuencia del robo, masacres y desplazamiento. También la satisfacción del derecho a la salud, en condiciones dignas es una exigencia repetida. Mejorar las condiciones del centro de salud, aumentar el suministro de medicamentos, atender de manera especial a las mujeres embarazadas y contar con medios de transporte sanitarios adecuados, son algunas de sus demandas. La accesibilidad geográfica y la ausencia de atención periódica en la propia comunidad son parte de los problemas que refieren las mujeres.

Atención en salud. Estamos prácticamente sin nada en cuestión de salud. No vamos a decir que un médico permanente, pero siquiera que viniera tres veces a la semana pero que fuera puntual y no tres veces al mes. En el centro de salud, una o dos promotoras más porque aquí hay personas que se cortan y tienen que ir a curarse a María la Baja.

El trasporte de enfermos y especialmente de las mujeres embarazadas que van a dar a luz es una demanda recurrente de las mujeres. Estas medidas básicas de salud comunitaria deberían formar parte de un programa de salud para la zona que tenga encuenta las consecuencias de la violencia en las mujeres y la atención en salud como una medida de inclusión.

Un niño por la noche aquí se aprieta y tenemos que envolverlo y llevarlo en una moto y esa brisa le hace más daño. Necesitamos implementos, dotación en el puesto de salud, que incluya un medio de transporte que nosotras las mujeres no estemos expuestas a parir en el camino. Una mujer embarazada si se la coge aquí, pare aquí como sea, sino tiene que coger una moto. Si hubiera un medio de transporte siquiera para transportar a las mujeres embarazadas. Aquí la gente de Playón estamos demasiado abandonada. Tenemos carné, aquí hay carné de Comparta, Comfamiliar, de todo lo que usted quiera, pero, no sirven para nada.

Yo soy partera, comadrona. A veces me siento muy tensa porque hay partos difíciles y aquí no tenemos recursos.

El derecho a la educación es otro de los derechos sociales para el cual se pide una atención prioritaria. Desde el aumento de profesores, pasando por mejorar la calidad de la infraestructura escolar, hasta el ofrecimiento de becas o facilidades para los estudios universitarios, son peticiones de las mujeres del corregimiento. Como medidas de reparación colectiva, la educación está orientada a la mejora de las oportunidades para sus hijos e hijas, así como a unas mejores condiciones para llevarla a cabo.

En educación hay falta de maestros. La escuela no tiene salones disponibles, hay unos salones pero no sirven. Los jóvenes tienen el calor ahí. El aire no entra por la ventanita. En el bachillerato hay unos salones que cuando son las cinco tienen que soltarlos o traérselos p’al quiosco porque ya no se ve nada ahí. Becas para los estudiantes, porque no tenemos recursos para que ellos sigan adelante.

El ofrecer posibilidades de recreación sana y adecuada para las niñas, niños y adolescentes debe ser parte de las políticas públicas que beneficien a los jóvenes. Los efectos de la precariedad y la descohesión social empiezan a darse entre los adolescentes.

Los jóvenes, por falta de manera como ellos ocupar el tiempo los lleva a lo malo. Aquí hay niños de nueve años que ya están consumiendo droga. Los grandes los han vuelto jíbaros pequeños, no están en el colegio y desde que es temprano en la mañana están por los lados del cementerio vendiendo y consumiendo drogas.

 
En fin, las mujeres señalan la importancia de que se impulsen un conjunto de medidas que ayuden a transformar sus vidas, incluyendo la prevención y las garantías de no repetición. El papel del estado en una población.

Queremos que nos vayan reparando lo que teníamos, porque aquí teníamos un poquito de cada cosa. Entonces que el Estado nos vaya reparando y que nos den garantía de no repetición.

Es decir, las mujeres de San José del Playón reivindican un cambio en su relación con el Estado que se oriente a la promoción social y tenga en cuenta la dimensión colectiva del daño sufrido. Reconstruir comunidades afectadas no es fácil ni es una vuelta al pasado que fue. Muestra la necesidad de hacer un proceso de diálogo y compromiso colectivo con la comunidad afectada, valorando las medidas a tener en cuenta de forma conjunta y dándoles un sentido de reparación asociado al reconocimiento a la injusticia sufrida, incluida el abandono que el Estado ha tenido frente a las mismas y las condiciones para retomar su proyecto colectivo.

El trabajo con las mujeres como parte de esos proyectos colectivos en fundamental para entender y poner las bases de la convivencia en un nuevo contexto que les permita que la creatividad, la solidaridad y las maneras en cómo enfrentaron la violencia, reviertan ahora en sus proyectos colectivos. La reparación debería ayudar a eso teniendo en cuenta su proceso colectivo.