La Ruta Pacífica de las Mujeres recoge los testimonios de varias afrocolombianas para contar cómo es su vida en Bucaramanga, una ciudad cerca “a la tradición española”, luego de que fueran desplazadas por la violencia desde diferentes departamentos.
La violencia que lleva al desplazamiento
El desplazamiento forzado por razones del conflicto armado ha obligado a migrar a muchas colombianas y colombianos a sitios muy distintos de sus lugares de origen. Colombia es un país de regiones que ofrece entornos culturales, sociales, económicos y políticos que no son idénticos de una zona a otra, lo cual implica una ruptura con su cultura, pasado y raíces, su cosmovisión del mundo, su estilo de vida, y su proyección futuro. La persona desplazada al llegar al lugar donde se va reubicar de manera temporal o definitiva le toca vivir y readaptarse a esas diferencias. Aunque en ciertos contextos esas distinciones pueden convertirse en nuevos aprendizajes, en otros contextos como en el caso de las desplazadas forzadas suponen sobre todo nuevos impactos ya que por obligación se tiene que rehacer una nueva vida en un escenario extraño donde se está porque no se quiere, expulsada por la violencia y después de haberlo perdido todo.
Las siguientes páginas quieren exponer esta situación contrastando dos idiosincrasias bien diversas, como es el caso de mujeres afrodescendientes provenientes de zonas rurales o de municipios con poca población, que se ven abocadas por el desplazamiento forzado a vivir en una ciudad capital de un departamento con valores culturales más cercanos a la tradición española. Mujeres afrodescendientes provenientes sobre todo de las regiones Pacífico y Caribe que fueron desplazadas por el conflicto armado y hoy viven en Bucaramanga. Doris Lamus y Ximena Useche refieren en un análisis sobre las prácticas disciplinarias vs. expresiones afectivas en Bucaramanga que: [d]urante las décadas de los cincuenta y sesenta la ciudad empieza a expandirse en varias direcciones. Surge una urbe en medio del afán por la industrialización y de la violencia. Sin embargo, esta ciudad conserva una fuerte tradición artesanal desarrollada y mantenida como sustrato de subsistencia de una población euromestiza, que contrasta con el origen mixto de otras ciudades colombianas que contaron con sectores significativos de población encomendada o esclava. En el caso de Bucaramanga la ausencia de estos dos últimos grupos humanos da lugar a un artesanado medio, fuertemente orientado hacia la herencia española, y que desarrolla un comercio tradicional de productos agrícolas y manufacturas, del campo a la ciudad…
De alguna manera lo que se quiere destacar es el choque entre una cultura ancestral que tiene tradiciones muy propias como es la afrodescendiente, con otra cultura másde colonización que tiene valores conservadores que favorecen la discriminación hacia las mujeres, hacia las mujeres negras y hacia las mujeres negras desplazadas. Esta interseccionalidad de su identidad y sus condiciones de vida marcan la experiencia colectiva de estas mujeres.
He sido tres veces discriminada por ser mujer, por ser afro y desplazada. Somos de un empuje que nos caracteriza como mujeres afro. Somos capaces de hacer muchas cosas, porque no es fácil en una ciudad que es tan discriminante.
Esta triple situación de ser mujer desplazada afrodescendiente ha marcado la vida de estas mujeres como una huella que es imposible borrar. El siguiente testimonio describe esta marca. Señal que sobrecarga de manera significativa los cuerpos y las vidas de las mujeres, de las familias y de estos colectivos. Un signo de exclusión como lo refiere esta mujer.
Yo me siento mal porque es uno como si estuviera marcado. En todo uno dice soy desplazado y es como si uno estuviera marcado. Como si uno fuera malo o como si uno fuera el peor. Yo me siento muy mal. A veces he estado donde hay cámaras y más bienme escondo. Sí porque siempre “vea, aquí está la desplazada ¡mírela!”. Entonces no, no me gusta… porque hay muchas miradas… Uno de los títulos creo que más excluyentes que ha sacado el Estado, ha sido la palabra desplazados. Es que en el momento que dicen desplazados es como los que están allá, los pobrecitos, los malos, los que vienen… los que los sacaron porque eran chusmeros, eran paracos, eran ladrones, eran… de todo ¡mejor dicho! Esa palabra nos marca mucho porque esa palabra nos cierra muchas puertas. A muchas mujeres que saben mucho arte, que son profesionales, se les ha cerrado las puertas por el sólo hecho de decir que son desplazadas. Yo creo… que en verdad nosotros no nos debería de caber la palabra desplazado. Es que somos víctimas de los que están allá y nos están sacando a nosotros. Eso es una palabra que no debería ser para nosotros.
Una parte de la historia de estas mujeres es la que se narra en las siguientes páginas. Contar algunos eventos vinculados con las causas del desplazamiento. Escuchar esos impactos culturales ocasionados por la violencia política que impregnan la vida de estas mujeres. Ilustrar las maneras en que ellas han intentado rehacer sus vidas en un contexto tan diferente y señalar sus demandas en torno a los derechos a la verdad, a la justicia, a la reparación y a las garantías de no repetición.
Muchos orígenes de una misma historia
Los desplazados forzados que se encuentran asentados en una ciudad pueden provenir de muchos lugares. Las zonas de expulsión son muy diversas e incluso distantes y culturalmente muy distintas a los lugares de recepción. En Bucaramanga hay poblaciones de origen afrodescendiente que provienen de varias regiones del país. Las mujeres narran el lugar de donde fueron expulsadas así como el motivo vinculado con el conflicto armado.
Yo estaba en el Chocó… no supimos porque los paracos lo mataron, porque de pronto le pidieron algo y él no quiso. Por la muerte de él fue el desplazamiento y porque él llevaba una foto mía y esa no apareció con los efectos personales. Por temor a esto nos vinimos para acá. Tenía como 14 años.
Yo vengo desplazada de Chacón, Antioquia. El motivo fue porque resulta que mi mamá tenía un restaurante y como es un pueblo pequeño y pueblo de zona roja, había paracos y guerrilleros. A mí me había tocado atender los clientes de uno y otro lado. El papá de mis hijos era muy parrandero… Yo tenía 18 años… Una vez se tomaron unas fotos y resulta que entre las fotos quedó él en el medio de unos guerrilleros que también estaban allí. Entonces una vez que llegaron los paracos al restaurante, tenían una lista, tenían una lista de las personas que iban a matar y en esa lista estaba el papá de mis hijos… Mimamá estaba en el restaurante, fue uno de los paracos y le dijo que le vendiera comida, entonces, mi mamá le dijo que a esa hora no había comida. Entonces supuestamente salió el paraco diciendo que la iba a matar porque a él no le querían vender y a los demás sí… Se formó una balacera porque se había metido la guerrilla y entonces a mi mamá le decían que si no se iba del restaurante la iban a matar.
Yo vengo de San José de Antioquia, yo tenía 15 años cuando me desplazaron más abajo de Rionegro… Yo fui desplazada con mis hijos de por allá por amenaza y porque mataron un sobrino y… nos amenazaron a nosotros… Nos tocó que venirnos y dejar todo por allá, porque trabajamos bastante para comprarla pero a la hora nos tocó dejar eso botado por allá.
La violencia directa que han sufrido las familias, ya sea por las amenazas o por la muerte de alguno de sus miembros, es la razón para que las personas huyan de sus lugares de residencia como estrategia de supervivencia. En los tres primeros testimonios, la razón fue la muerte del esposo lo que determinó el desplazamiento de estas mujeres y en el último, fue el asesinato de un hijo.
Me desplacé por la muerte de mi esposo. Mi esposo subía a curar a la guerrilla y los paracos me están buscando hoy en día. El alcalde dio la orden para que nos sacaran en el carro…
A mi esposo lo mataron un 8 de diciembre del 2000. Los paracos lo mataron, se robaron cosas. Nosotros estábamos en Magangué. Dejaron tirado el cuerpo en el puerto. El cuerpo lo traje hasta Aguachica y de ahí a San Rafael, ahí vivía el papá. De allí nos vinimos para acá. Mi hermana me llamó y me dijo que pusiera la denuncia y me vine con mis dos hijas.
A él lo mataron un sábado y nos lo entregaron un domingo. Después del funeral cogí mis corotos y me vine con los tres chinos, ella 4 años, el otro 5 años, la otra 3 años y yo tenía 5 meses de trabajo. Llegamos donde la suegra que vivía en Bucaramanga, llegamos a ser una carga para ella. Me ayudaron en el barrio, fui madre comunitaria.
En Medellín me mataron mi hijo. Lo que pasa es que en Medellín… en las comunas hay unos grupos… Se metieron los milicianos diciendo que iban a hacer una encuesta… Y la encuesta era mirando cuántos jóvenes había en el barrio para integrarlos al grupo de ellos. Entonces el hijo mío no quiso meterse ahí. Seguimos la vida normal cuando de pronto un día llegó un muchacho del barrio y lo convidó que lo acompañara a hacer un mandado. Entonces yo le dije que “no, que él no se iba a ir a ninguna parte” y se lo llevó. Me dijeron que murió… Eso fue en el 92.
La toma de los pueblos por parte de los grupos armados no estatales, en particular por las organizaciones guerrilleras, es otra causa del desplazamiento forzado. Las personas huyen por la presencia de las partes en conflicto en el lugar de su residencia. La llegada de ellos es un motivo para huir.
En 2000… nos vinimos porque la guerrilla se metió al pueblo. Entonces comenzaron una balacera y a dispararle a la gente porque decían que no estaban de acuerdo con ellos. El marido mío estaba amenazado. Llegamos a Zaragoza, a un pueblo que estaba como a 35 minutos.
La desaparición forzada de personas es otra de las causas del desplazamiento. En el siguiente caso, esta mujer se desplazó porque un sobrino y el propietario de la finca donde vivían fueron desaparecidos:
A mí me desplazaron por amenaza porque yo vivía en San José de los Chorros… eso queda más debajo de San Rafael. Ellos llegaron una noche… Mi sobrino salió a San Rafael a una fiesta y ahí lo cogieron… Los paramilitares, lo cogieron y lo echaron en una camioneta y se lo llevaron, lo perdieron y no apareció… Nosotros vivíamos en una finquita y nos dijeron si ustedes no se pierden les va a pasar lo de su sobrino. Al dueño de la fincatambién lo desaparecieron y nunca lo encontraron. Donde trabajaba y vivía mi hijo llegaban todas las noches y le dijeron que si seguían averiguando les iba a ir mal. Mi hijo me lo dijo y entonces me vine para Bucaramanga que estaba una hija.
El Estado también causa hechos de violencia contra la población civil y aunque ciertos desplazamientos suceden por el enfrentamiento armado entre las partes en conflicto, algunas mujeres identifican que la responsabilidad está en cabeza del Estado, como en el siguiente caso donde se señala al ejército de la muerte del marido de la mujer.
En el 96 me mataron el marido. Nosotros vivíamos en esa vereda y nos tocaba colaborarle a guerrilla, ejército, a lo que fuera tocaba colaborarle… Eso es en medio de la Fortuna y Barranca. Llegaban guerrilleros: “bueno necesitamos que usted nos haga de comer”… pero a él lo mató el ejército. ¿Por qué? Porque en la finca donde nosotros estábamos él tenía una moto. La guerrilla venía y le decía “bueno, hágame el favor y nos lleva a tal lado”. Él le tocaba coger la moto y llevarlos. En un enfrentamiento que hubo… el ejército mató a un guerrillero que él lo llevaba. Esa vez a él lo hirieron… También hubo otro enfrentamiento y ahí sí lo mataron a él, el ejército lo mató… Nos amenazaron a nosotros… Cuando yo me vine para acá, para Bucaramanga, yo tenía cinco meses de embarazo del niño que tengo. A raíz de eso nosotros nos vinimos.
Los acosos y las amenazas de los grupos armados no estatales causan temor y miedo y son una de las modalidades más efectivas para causar desplazamientos forzados. Esos amedrentamientos no solo tienen un efecto psicológico sino que en muchos casos los cumplen, es decir, que se presentan víctimas mortales si los amenazados no cumplen la voluntad de los actores armados. En los siguientes tres casos, fueron estas las causas del desplazamiento:
Por lo que me ha contado mi mamá, vivíamos en Lebrija, Cesar, tenía 6 años. Nos desplazamos porque mi padrastro tenía una droguería y los paracos le pidieron que le vendieran drogas y él dijo que no. Estuvimos un tiempo pero un día un paraco me echó una moto encima, no pasó nada pero nos estaban acosando. Entonces decidió mi mamá que nos debíamos ir.
Mi papá es afro y mi mamá es indígena, nosotros nos fuimos con mi mamá para Valencia – Córdoba. Mi mamá hacia collares en guayú, hamacas y vivíamos muy bien. Pasó que cuando llegaron los paramilitares al pueblo, empezaron a matar a todos los que tenían en listas por nombre. Un día dijeron que estaban buscando a la familia XX y le dijeron a mi mamá que nosotros participábamos llevando mercancía. Eso fue en mayo en 2006 aproximadamente. Entonces mi mamá se fue. A nosotros nos tocó volarnos porque un día el vecino nos avisó que ya venían por nosotros. Fue toda la familia: mi madre, esposo, hermanos. Salimos solo con la ropa puesta y nos fuimos para Planeta Rica y de ahí para Bucaramanga.
Vivía en Puerto Berrio, en una vereda, y yo les hacía comida a unos trabajadores. Llegaron como 30 o 40, fue el 22 de octubre, y me pidieron que les hiciera la comida gratis y yo les dije que no. Entonces nos amenazaron y me dijeron: “no la quiero ver ahora más tarde, si venimos le hacemos algo a la niña”. Ese mismo día nos fuimos. En Puerto Berrio nos llegó una nota diciendo “sabemos que están cerca”. De ahí nos fuimos para Cartagena.
Algunas personas en situación de desplazamiento llegaron a Bucaramanga porque tenían un familiar cercano pero asentarse de manera inmediata en un sólo sitio no fue posible. Algunas han estado en muchos lugares, como en un permanente desplazamiento, ya que encontrar un espacio definitivo donde residir no es fácil en una situación de permanente vulnerabilidad.
Llegué a Bucaramanga y llegamos al barrio María Paz, allí vivía una hija mía. De ahí vivimos en Esperanza Tercera Etapa. De allí nos echaron por ser desplazados. Nos fuimos después a unos cambuches.
Yo llamé a una hermana de mi ex marido para que me buscara una habitación. Llegué a un apartamentico, pero con los cuatro niños me cobraban más. A última hora conseguí una habitación en el Rincón de la Paz.
Llegué a Nueva Colombia en el norte de Bucaramanga. Después se fue a una finca en San Pablo Cachira de Norte de Santander, duré como 5 meses. Me regresé a la invasión llamada Transición. Después a un lote en Rio Negro y luego me salió mi casita en Claveriano.
Llegué a una pieza en Rincón de la Paz. De ahí he estado en cinco casas y la última es un cambuche en el mismo barrio.
Las condiciones de vida en los primeros lugares de asentamiento son de mucha precariedad para los desplazados. La insatisfacción de sus derechos se acrecienta por la mala calidad de las viviendas y por la carencia de servicios públicos. Estas condiciones de precariedad y hacinamiento se convierten en factores de riesgo especialmente para las mujeres y las niñas, quienesquedan expuestas a violencias de género y especialmente violencias sexuales.
Para dormir habían dos camas: en una era mi mamá y padrastro, y en la otra mis hermanas y yo que éramos tres. No teníamos ningún servicio. Como vivíamos cerca a mi nona nos bañábamos allí. La luz era con velas y se cocinaba en leña.
Nosotros la primera vez que llegamos a la invasión, yo vivía casi al costado de la Nueva Colombia… ahí nos bañamos, en las pilas que habían de la Nueva Colombia… Lo demás lo hacíamos a veces en el monte, mientras que conseguimos un baño. Hicimos los baños ahí… Después nos sacaron de ahí y nos echaron más arriba, en frente de la Nueva Colombia. Después nos echaron para la invasión arriba, como es Sector I.
Vivimos muy regular. Salen culebritas, alacranes, el baño queda a dos cuadras. Yo estoy muy contenta donde estoy. Yo riego cosas para espantar las culebras y duermo con mi baldecito.
Nosotros los desplazados nunca habíamos vivido eso. Tener que hacer sus necesidades en un balde, en una bolsa y esperar a botarlos en la noche. Vivir en un cambuche es complicado.
Impactos de la violencia, desplazamiento y discriminación
Los efectos en el cuerpo y vida de las mujeres son múltiples, tanto por el impacto de los hechos de violencia que ocasionaron la expulsión de sus lugares de residencia, como por las diferentes cargas que ha significado para ellas el desplazarse y sobrellevar la condición de mujeres víctimas afrodescendientes en un contexto cultural muy diferente. Las mujeres en la búsqueda de encontrar respuestas a lo sucedido, viven con sentimientos de culpa al pensar que no hicieron lo suficiente para evitar lo ocurrido y/o de rabia por no encontrar a los responsables directos de los hechos.
Pensé que pude haber hecho algo por mi hermano. Decían que había tenido contacto con la guerrilla y un día los paramilitares escucharon eso, pero él no era guerrillero… Yo pude hablar con los paracos y decirles que no era guerrillero o llevárselo a mi mamá. Yo creo que mi mamá me culpa por eso, porque yo me lo llevé a vivir conmigo.
El día de ayer me hizo pensar que pude hacer algo para que no mataran a mi marido, pues a él le dieron los tres avisos y uno sabe que al tercero lo matan. Entonces tal vez no reaccioné o no reaccionamos, pues él decía: “váyase usted y yo me quedo aquí”. Yo le cogí rabia a mi padrastro porque pensaba que por culpa de él nos desplazaron.
El sentimiento de tristeza es permanente y algunas mujeres estiman que el olvido de lo ocurrido les puede traer cierta tranquilidad. El recuerdo es doloroso, de ahí que muchas mujeres eviten traer a su memoria los hechos o hablar de lo sucedido.
Estos son recuerdos que uno quiere olvidar. Eso fue muy duro, pues los paramilitares que eran amigos de él fueron al funeral y ponían las armas encima de la mesa. Eso es muy duro.
Ese dolor y tristeza se materializa en el cuerpo de las mujeres. No solo las afectaciones son psicológicas sino que se traducen en la salud física de ellas. Las enfermedades y dolencias producto de la violencia y el desplazamiento, son reconocidas por ellas.
A mí me dio un preinfarto. Cuando me dieron la noticia… quedé enferma… Con un dolor acá, un desespero en el pecho… y ya quedé enferma de la tensión. Me hicieron el electro y me dice el médico: “le sale una cicatriz en el corazón”… Me dijo: “¿por qué te dio el infarto?” “por la muerte de mi hijo”. Entonces yo también a raíz de eso quedé muy enferma, me dio un soplo en el corazón. Yo estuve muy enferma… ni los médicos supieron qué era. Me hinché tantísimo a raíz de todo lo que nos sucedió.
Yo antes del desplazamiento no iba al médico. Ahora tengo dolor en una pierna. Al principio de ser desplazada tenía que dormir casi sentada y se me olvida todo.
Como yo vi quien mató a mi marido y su muerte, sueño con el agresor y todavía voy al psicólogo.
El miedo es un sentimiento que sigue persiguiendo a las mujeres, que las invade, ya que una vez se vive una experiencia de violencia se queda con la sensación de que en cualquier momento puede volver a repetirse. El temor no viene solo sino acompañado de la impotencia, de la tristeza, del insomnio, sentimientos que modifican la vida de las personas.
Yo sentí mucho miedo. No podía ni dormir, pensando a qué hora podría aparecer muerto. Después de esto muy poco salía.
Todavía me da miedo de salir, porque ellos en la calle lo buscaban a uno. A mi afectó la muerte de mi sobrino, me la pasada llorando. Por la pérdida de la persona la vida no tiene sentido.
Cuando mataron a mi esposo, yo dependía prácticamente de él. Tenía miedo cuando alguien se me acercaba porque pensaba que me iban a matar. No dormía, sufrí de depresión y no sabía qué hacer para sostener a la familia. También uno lo extraña, a mi esposo. Entonces a mi dijeron que no me ponga a investigar y yo dejé eso así porque me dio miedo.
Esas vivencias de temor muestran el impacto subjetivo y la amenaza real, ya que las mujeres no sólo fueron amedrentadas sino que siguen siendo amenazadas. La violencia las sigue incluso hasta lugares bien apartados.
En Rincón de la Paz casi soy desplazada por segunda vez. Era amiga de un policía y los paracos me veían como la sapa. Ya había rumores de que me iban a matar en diciembre. En noviembre empezó la bola. El problema es que ellos matan a gente inocentemente.
Volví a vivir amenazas, porque prácticamente eso fue una amenaza. Yo no me fui porque me sentí con valor de enfrentar, porque… el que nada debe, nada teme. Cuando uno dice eso es porque ha hecho las cosas de forma clara. Pero yo viví mucha violencia de ver matar a las personas. Verse uno impotente que uno no puede hacer nada, no puede averiguar y tampoco puede denunciar.
Las mujeres identifican el alto impacto que el desplazamiento forzado les ha generado en su identidad no solo como mujeres, sino como mujeres afrocolombianas. La estigmatización a la población desplazada también ayuda a configurar estos efectos y a generar identidades construidas desde los otros hacia ellas, que se suman a los imaginarios presentes frente a su condición étnica y cultural que aumentan el impacto vivenciado.
Me siento mal porque es como si estuviera marcado, si fuera mala, lo peor.… Uno de los títulos más excluyentes ha sido la palabra desplazado. Esa palabra nos marca mucho, nos cierra puertas al decir que somos desplazados…Uno se siente discriminado hasta cuándo va a un centro de salud, pues los funcionarios lo atienden de mala gana… He sentido pena, lo miran mal a uno. La gente no tiene claro de qué se trata. Lo relacionan que uno es paraco.
Escuchamos que hay programas especiales para población desplazada y uno llega para participar y le dicen que como es desplazada quieren que todo se lo regalen. Asiste a instituciones públicas y los funcionarios y funcionarias son despectivos, no tienen una atención efectiva, eficiente y respetuosa. Además debe trasladarse a diferentes instituciones y dependencias y ninguna da respuesta.
Esos tratos diferenciados con las personas en situación de desplazamiento, son muy presentes en los colegios, como lo señalan los testimonios de las mujeres adolescentes. El trato tiene está atravesado en muchas ocasiones por los prejuicios que llevan a actos de discriminación.
Al decir que uno es desplazada la discriminan a una y la ven mal. En el colegio había unos compañeros que me molestaban por ser desplazada. Eran odiosos, a veces ni me hablaban.
Yo solola pasaba con un muchacho que también es desplazado. En el colegio una profesora me la montó, pues cada vez que pasaba algo, a mi amigo y a mí nos echaba la culpa. Los compañeros nos miraban raro, todo feo.
Tuve un inconveniente con un profesor de física, pues al principio yo la pasaba sola, no me gustaba estar con los otros niños. El profesor de física me hizo perder la materia por ser desplazada.
Además a la condición de desplazada, debe sumársele dos condiciones adicionales: una la de ser mujeres y la otra de ser afrodescendientes. Como lo dice el primer testimonio que aparece en este caso colectivo, estas personas son tres veces discriminadas, por ser mujeres, afros y desplazadas, situación que la consideran más gravosa en un departamento como el de Santander.
Es muy difícil, porque en Santander son racistas, muy humillativos. Es difícil adaptarse cuando uno voltea y le dicen “negro”. Siempre la he vivido… Un ejemplo es, dicen: “mire la negra, la negra cuscús debajo del bus”. Estas son cosas difíciles y humillantes.
Son notables las diferencias culturales entre una región como la santandareana con otras zonas tradicionalmente afrodescendientes. Los valores culturales son muy distintos y el choque cultural es una fuente de estrés y de una diferencia marcada que no encuentra su lugar para estas mujeres desplazadas.
Aquí en Santander si usted se va a comer un pescado no tiene el mismo sabor. A tomar un borojó ya no está fresca la fruta. Aquí las casas son pequeñas, nuestras casas son grandes. A nuestros muertos nos gusta cantarles, llevarlo a la casa. Aquí es en una funeraria. En cuestiones de la música, no se escucha nuestra música.
La música de la cultura negra es diferente, reggaetón urbano pero de allá. Aquí solo es vallenato, merengue. Cuando vivíamos en el barrio Caldas, los pelados lo humillaban a uno. Más grandecita no lo he sentido.
Son precisamente algunas de esas diferencias culturales las que han traído dificultades en la adaptación de estas mujeres, sumada a la situación de que Bucaramanga es un municipio cercano al medio millón de habitantes, con dinámicas y dificultades propias de una ciudad de esas características.
A pesar de vivir varios años aquí, no me he acomodado, no me he adaptado. En mi tierra me siento más libre. Mi cultura es diferente, en el transporte, la alimentación, la vivienda. Es diferente el ritmo de vida de esta ciudad a otras ciudades.
En Medellín hay pandillas, pero aquí hay más inseguridades, lo apuñalan fácilmente. Los arriendos son costosos. Uno se resigna, pero es difícil de tener tantas amistades a estar ahora calladito. El tema del transporte, donde yo vivo es difícilconseguir bus.
La ciudad ofrece otras facetas distintas de inseguridad y violencia. No solo el conflicto armado ha penetrado muchas ciudades sino que otras formas de violencia, sumadas a la drogadicción, son obstáculos reales que viven la población desplazada en ciertos sectores de Bucaramanga.
Transición es un lugar tremendo. Hay muchos actores, hay pandillas, paracos, guerrilla, delincuencia. Es una situación muy difícil, porque una viene con una violencia pero aquí ve una violencia peor.
La drogadicción trae robo, esto me hizo mucho daño. Mi hijo es drogadicto. Él nació en Rincón de la Paz, se crió conmigo y la abuelita. La de bienestar le preguntó que porqué consumía si fue por la familia y él dijo que lo habían dañado era los amigos.
A mí me da tristeza ver a los niños en eso [las drogas]. En Barranca si me dijo un amigo que lo acompañara, que ganaba más de un millón de pesos, que acompañara al que vendía. Entonces me regresé a Bucaramanga, porque ya la estaban acosando mucho.
Las mujeres logran identificar impactosdiferenciados sobre todo en el caso de sus hijas e hijos. Reconocen las dificultades y problemas que han tenido tanto ellas como madres y ellas como hijas en su condición de desplazados por el conflicto armado:
Eso me ocasionó una discordia con mi suegra, porque me echa la culpa de eso. A mis hijos les afectó mucho. Mi hijo es muy rebelde. Le pega a las hermanas y esto puede ser generado por la ausencia de su padre. En mi casa se tratan como perros y gatos entre los hermanos… Mi hijo también decía que iba a matar a los del ejército.
El niño estaba pequeño pero decía que iba a matar a quien mató a su papá. Tuve que llevarlo al psicólogo. Él tenía como 5 años y es un poco rebelde.
La situación fue muy difícil para ellos [hijos, hijas y sobrina]. Ellos eran muy allegados a él. La mejor amiga de mi hija fue torturada y asesinada por los paracos. Esta es una situación muy difícil. Después de este hecho me bloqueé, se me puso en blanco la mente y todo esto fue a raíz de esto.
Este rol de muchas de las mujeres de ser madres y padres a la vez les ha significado una sobrecarga no solo económica sino sobre todo emocional. Encarar la vida en esas condiciones es muy duro para cualquier persona y cualquier mujer.
Yo me veo como mujer que mis metas se acabaron, ya no tengo sueños. También tuvimos que asumir una responsabilidad de padre y madre. Yo pensaba como le voy a hacer si ya todo se había acabado.
Incluso esta situación de desplazamiento ha producido episodios de violencia intrafamiliar. Las afectaciones se suman ya que evadiendo una violencia pública se sufre una violencia privada, en muchos casos invisibilizada por las propias víctimas.
Yo veía a mi madre triste, a mi padrastro también. Cambió mucho con nosotros y especialmente conmigo. Cuando le dio leucemia a mi hermanito cambió. Nos golpeaba. Yo tengo un resentimiento con ella, pues ella era muy fuerte conmigo y mis hermanos.
Llegamos a donde mi nono y con la esposa de mi nono. Eso fue terrible porque ella nos pegaba y yo no me dejaba. Ella a cada rato nos insultaba. A los dos años mi mamá nos buscó.
La violencia, el desplazamiento, la adaptación a un nuevo entorno, la reconfiguración de la familia luego de innumerables pérdidas, entre otras, son factores que inciden en la sexualidad de las mujeres. Si bien para algunas de ellas se transformó, para otras se acabó. Por lo demás, para las adolescentes y niñas el vivir en un cambuche se ha convertido en una situación de vulnerabilidad frente a los eventuales abusos sexuales.
Yo conseguí una segunda pareja. Yo no me fui a vivir con el porque lo amaba. Lo hice porque me podría ayudar a sacar adelante a mis hijos y me ayudara a criar y sostener a los hijos, y apoyo para el sostenimiento de todos. Cuando tenía relaciones con mi actual pareja, yo cerraba los ojos y pensaba en mi otro esposo. No he sentido ningún orgasmo. Ya no hay tanto deseo.
Me secó los deseos, ya no siento deseo por una persona. En el mismo año del desplazamiento se me fue la menstruación o sea sexualmente estoy muerta.
Claro, si hubo cambios en el sexo. Al principio la vida con él fue buena. Después tomaba mucho. Ya no me pega, ni me insulta, ahora ya no toma. Él me va a buscar y yo le digo no me joda, déjeme quieta, pero es más por una relación que tuvo hace muchos años con el papá de su hijo mayor.
Cuando se tiene niñas se siente más vulnerable, porque en los cambuches hacen violaciones.
También causa un impacto considerable, la llegada inicial al nuevo destino de residencia. La inmediatez en la salida hace que las mujeres en situación de desplazamiento no estén preparadas para asumir las cargas y retos de asentarse en un lugar ajeno a sus costumbres. Así muchas de ellas hayan llegado dondefamiliares, los primeros días tienen un efecto permanente sobre lo que significó salir adelante pese a las adversas condiciones.
Cuando llegué a Bucaramanga, llegué con una niña, un niño, mi esposo. Llegamos donde mi suegra, con la ropa y ya. Después quedé embarazada. Estábamos en un estado terrible. Él me miraba, yo lo miraba y nos poníamos a llorar. Yo decía cómo vamos a tener esta niña. Yo en este estado sin podernos sostener. Hasta me inyecté. El marido de mi suegra le dio un trabajo a mi esposo y le daban cuatro mil pesos diarios.
Así sean familiares si usted no aporta da pena. Después ella estaba en embarazo. A veces era muy humillante. Nosotros no entendíamos porqué nos había sucedido a nosotros, porqué lo mataron. La gente nos desplaza. Siempre uno está señalado hasta por la misma familia.
A lo anterior se le suman las pérdidas de los bienes materiales. Los desplazados dejaron sus propiedades, sus enseres, sus animales y demás pertenencias. Aunque no pueden compararse con la pérdida de un ser querido, si son perjuicios importantes para estas personas, sobre todo cuando lo poco que tuvieron fue obtenido a costa de importantes sacrificios.
Perdí motores. Recuperé el equipo, tv y una cama, porque ellos revolcaron toda la casa y para que uno iba a volver. Ni siquiera recuperamos la ropa. No soy apegada a las cosas materiales pero esto lo afecta a uno, pues si uno tiene un capital, con eso saca a sus hijos adelante. Uno queda desprotegido.
Yo siempre tenía mis animales. Yo no saqué nada, solo salí con una muda de ropa en el bolso y con la que tenía puesta. Llega uno sin nada. Le da uno duro cuando alguien le regala ropa de segunda o en un mal estado. El perder su tierra y saber que no pueden recuperarla, porque todavía en el Chocó está bajo el control de un grupo armado ilegal.
Significa mucho porque donde llega, llega sin nada y debe empezar desde cero. Las cosas materiales se consiguen pero la vida no. Lo material con el tiempo se puede recuperar.
Yo no perdí cosas materiales, pero si extraño el campo. Extraño vivir allí. En el campo uno tiene todo a mano y en la ciudad se dificulta pues si uno no trabaja no tiene dinero para comprar mercado, etc.
Algunas mujeres recuerdan con nostalgia los lugares de origen, las esperanzas de visitarlo aún las acompaña. Sin embargo, en muchos sitios la situación de violencia no ha mejorado y eso les genera temor, incluso hasta para hacer una visita temporal. Cada experiencia es distinta pero existe mucha nostalgia de ellas por reencontrarse con sus seres queridos y con sus espacios anteriores de vida.
Tengo ocho años que no he ido a mi tierra. Yo me entero por mi padre lo que sigue pasando allá. Hace un año mataron a mi hermano. Papá y mamá le dicen que las cosas allá siguen lo mismo, que lo que dice el noticiero no es verdad… Me hace falta muchísimo abrazar a mis papás, hermanos. Estamos a tanta distancia que solamente por teléfono se pueden comunicar.
A uno le dicen que no se debe apegar a lo material, pero uno nace con eso. Estar lejos de la familia también duele. A veces uno no lo expresa. Se siente en el corazón y a veces uno no lo expresa.
El año pasado fui a Medellín. Me contó una amiga, que los que mataron a mi hijo ya no existen, que ahora está otro grupo. Regresar es volver a donde mi hijo murió, ver a las amistades.
Es una alegría. Cuando pasé cerca, pues iba para Barranca, comencé a llorar. Le da uno tristeza, nostalgia.
Sé que están las cosas calientes. Yo hablo con gente de allá… Esa gente no se ha ido de allí. Si uno va al pueblo le da temor… Una vez fui a Magangué y estaba asustada. Duré dos días y fueron terribles.
Fortalezas, identidad y organización de las mujeres
A pesar de estos impactos en el cuerpo y vida de las mujeres, ya sean individuales, familiares y comunitarios, ellas han intentado salir delante de muy diversas maneras afrontando la adversidad producida por el conflicto armado y por su condición de mujer desplazada afrodescendiente. Algunas de estas mujeres tenían algún familiar en Bucaramanga quienes se constituyeron en el primer eslabón de ayuda al recibirlos y orientarlos. La familia es el soporte inicial para enfrentar una nueva realidad.
Mi mami se vino primero. Llegó donde una ex esposa del tío de ella, al barrio Nueva Colombia. Colocó el denuncio, recibió las ayudas. Casi al mes llegué embarazada con mi hija.
Yo llegué a donde mi hermana. Vivía en un cambuche en la Cumbre. Puse el denuncio en Florida.
También los vecinos, las personas cercanas a sus familiares o las autoridades barriales les dieron a las mujeres desplazadas desde el inicio un apoyo y sobre todo las aconsejaron de qué hacer, a dónde dirigirse. La denuncia es el paso previo para obtener alguna tipo de ayuda gubernamental.
Entonces una señora me dijo: “no es que las cosas a veces no son como Dios quiere que sean”. Mi esposo decía: “pues no nos podemos echar a llorar, sobre algo que ya pasó vamos a salir adelante”. Esa meta no la pusimos nosotros… No sabíamos nada de eso de desplazados, ni nada de eso, sino que la señora de al lado nos djo: “¡vayan y pongan el denuncio!, vayan a la Cruz Roja, vayan a esto”…
Entonces nosotros pusimos el denuncio, fuimos a la Cruz Roja, nos explicaron casi todo eso. Gracias a Dios nos colaboraron.
Nos dieron un lote por la 45 y tocaba bajar al barrio Rincón de la Paz y comprábamos agua. Después la presidenta de la junta nos ayudó a gestionar y se empezó a tener luz, baños comunitarios.
Las entidades del Estado encargadas de ejecutar programas de atención a la población desplazada han sido un soporte importante para estas mujeres y sus familias. Esa ayuda a veces se convertía en un aliciente para buscar una fuente de ingresos.
Pedimos las ayudas del gobierno. Me dije que no me iba a quedar haciendo nada. Empecé a vender ayacos, después helados. Nunca me he quedado quieta. Después de un tiempo mi suegra dijo que ya estaba cansada que buscáramos otra casa. Cuando buscamos una pieza nos dijeron que con niños no. Encontramos un apartamentico chiquito. Con la ayuda humanitaria de emergencia compré celulares y vendí minutos. También logré que me apoyaran para crear una miscelánea. Tenemos metas y las estamos tratando de alcanzar.
Me fui a Defensoría del Pueblo. Ahí mismo hablé en la Cruz Roja y me dieron las primeras ayudas. Nos dieron alimentos para tres familias. Esto fue por un tiempo de siete meses…
La UAO [Unidad de Atención y Orientación] también nos ayudaba. Nos daban charlas, por cada charla daban un mercado. Acción Social en estos momentos nos da ayuda humanitaria.
Además del Estado, las mujeres desplazadas mencionan otras organizaciones, sobre todo organizaciones no gubernamentales pero también organismos intergubernamentales y hasta personas naturales que les han ofrecido ayuda. Se resaltan las capacitaciones y las asesorías. Los procesos organizativos ofrecen compañía y orientación a las mujeres para enfrentar su condición de víctimas y su situación de desplazamiento.
Quien más me ha ayudado es la Fundación Mujer y Futuro. La Fundación hacía era mitigar el dolor del desplazamiento. Son mejores las charlas en grupo y no los psicólogos. Los talleres servían porque aprendimos a hacer cosas manuales. También se creó una mesa para mujeres desplazadas. También me ayudó la Cruz Roja, me dieron charlas, ayudas como mercados, colchonetas, mercado, eso fue al principio cuando uno llegaba. También con Bienestar Familiar. El ACNUR daba charlas. Con las comunidades afro, montaron un proyecto parafortalecer el tema de la cultura de los afro, para que no nos olvidáramos de eso.
Opción Vida. Nos capacitaron como un año para ayudarnos con un proyecto.
Minuto de Dios, en charlas. También me colaboró mucho Doña Mery, que era la señora donde yo trabajaba.
Unas de las estrategias que las mujeres buscan para afrontar sus dolores y tristezas es la religión como forma de consuelo y de sentido. Ellas buscan en la oración y en la iglesia una forma de encontrar una mayor tranquilidad interna que les permita continuar con sus vidas.
Por ejemplo en mi caso me aferré y me metí en el señor Jesucristo, en Dios. Eso fue la fuerza que nos ayudó para seguir y avanzar. Yo cuando llegué aquí busqué la iglesia. Comencé a ir a los cultos y eso me ha ayudado mucho.
Yo también fui a la iglesia… evangélica, me gusta ir. También creemos en Dios y nos mantenemos pidiéndole mucho. Lo mantengo yo cansado de pedirle, pedirle, pedirle.
La violencia y el desplazamiento generan cambios en las dinámicas familiares y en la transformación de los roles tradicionales. En muchos casos las mujeres comenzaron a tener el rol de proveedora, lo que les hizo salir a los espacios públicos y buscar sociabilidades económicas y laborales para proveer a la familia, al menos para las necesidades básicas.
A mí me tocó muy duro. Recién llegada trabajé donde un familiar. Yo llegué al barrio y como me gustan los niños empecé a cuidar sin ser madre comunitaria. Entonces una vecina me dijo: “métase como madre comunitaria para tener el seguro”. Como yo tenía cinco meses de embarazo y fui al bienestar y me dieron el hogar de bienestar. Esto fue bueno porque dije “cuido los niños y a la vez cuido los míos”. Para mí este trabajo significó mucho, me sentía importante, que aportaba en la comunidad.
Aprendí a hacer zapatos. Una vecina me enseñó y con ella siempre he trabajado. Ese trabajo lo hago en la casa. El año pasado hice una pequeña fábrica en la casa. Me dieron una ayuda en Comfenalco y compré un motor e insumos. Este año no me ha ido también y pues eso que yo nunca he pagado arriendo.
Puesto que los niveles de ingreso mejoran en la medida que las mujeres están más cualificadas para determinada actividad, muchas de ellas han buscado formarse y capacitarse más. El aprendizaje a través de cursos es una herramienta que les permite sentirse mejor como mujeres y como trabajadoras.
Hice un curso de zapatería en la Congregación Mariana y con esto conseguí un trabajo. Duré como dos años. Esto fue una ayuda porque mi compañero estaba en otra ciudad. En el curso me pagaban o me ayudan con el transporte. Con esa plata yo pagaba guardería, comida, una señora que me recogiera los niños y pues en ese entonces la plata rendía. De hecho tengo varios cursos de técnicas de ventas, mercadeo, informática en el SENA, en Fundesan de trenzas y peinados.
Estos cursos le sirven por el conocimiento. También la niña está haciendo bachiller. Los niños le preguntan a uno y pues con los cursos uno aprende cosas y de eso mismo le enseña a los hijos. Por ejemplo ahorita nos hicieron una capacitación en cacao.
Sin embargo, algunas mujeres se muestran más indiferentes con los resultados de esas capacitaciones. Señalan que no son garantía de un trabajo según su propia experiencia.
Son cursos y cursos, pero ahí uno no consigue trabajo. Entonces eso le puede servir para aplicarlo en la casa. Los cursos solo sirven para generar conocimiento y no para generar ingresos.
De todas formas, cualquier forma de ganarse la vida y que signifique el obtener unos ingresos es bien recibido por las mujeres. Ellas describen esas actividades, que valoran de manera positiva para salir adelante con sus familias aunque reconocen que algunos de esos trabajos han tenido sus impactos iniciales en ellas.
Hago regañonas [buñuelos de maíz]… El rebusque. Todo lo que sea viable para vender… Vendo en mi casa helados. Yo no los hago, los vendo a 200 pesos y los clientes son los niños.
Para mí fue muy duro. Yo tenía antes muchacha y llegar a trabajar en una cosa como muchacha de servicio. Le dije a la señora que me tuviera paciencia. Tenía en la mañana el trabajo en el hogar comunitario y en la tarde en una casa de familia.
Lo más duro fue vender ayacos [tamales de maíz] en una esquina en Samanes. Tenía que gritar. Se me aguaban los ojos porque tenía que gritar y entonces pasaban los ricos y lo miran a uno como cosa extraña. El primer día lloré y un señor me dio 5.000 pesos. La gente pensaría que uno estaba hambriento y eso me dio duro. Yo quería vender los ayacos, pues no estoy pidiendo limosna. Ese día para mí fue duro.
La violencia y el desplazamiento ha transformado a estas mujeres afrodescendientes y la forma en que se han enfrentado a una nueva vida en Bucaramanga les ha permitido aprender y desaprender muchas cosas, lo que ha transformado también sus identidades. La revalorización de su identidad como mujeres afro es parte de ese proceso, y tiene un efecto positivo tanto en su propia estima como en su capacidad de adaptación y defensa de sus derechos en un contexto a veces negativo. La reevaluación de sus experiencias y la capacidad de extraer aprendizajes está asociada a un crecimiento de las mujeres después de tantos hechos traumáticos.
Nos ha dado dos lecciones que somos valiosas. Nos ha permitido saber que somos valientes y fuertes, que servimos y que sabemos a hacer cosas.
Aprende a hacer uno fuerte, aceptar las cosas así sean duras. Somos unas verracas. Aprendí a defenderme. Como que uno se avispa más. Uno hace cursos, aprende cosas que uno no sabía.
Aprendí a valorar así sea un granito de arroz, eso es algo que uno valora. A tener doble cara, que así nos digan limosnero seguimos pidiendo porque son nuestros derechos.
Restitución y oportunidades
Las necesidades económicas y las pérdidas de sus bienes han sido significativas tanto para las mujeres como para sus familias por lo que ellas identifican como una medida de reparación la restitución de lo perdido.
Reparar todo lo que nosotros teníamos. Que fuera con hechos. Debieran de reparar primeramente a las mujeres. Que nos pagaran todo los que nosotras hemos perdido.
Algunas ven en el retorno a sus lugares de origen, donde fueron expulsadas como una medida de restitución de uno de sus valores más preciados: la tierra, el territorio.
Yo me amaño en Bucaramanga, por lo tranquilo, pero estoy en una situación por la hija mía, entonces quisiera irme. Yo fui a Acción Social para el plan retorno. Mi hija está enredada con un tipo que no es de buena calaña, es drogadicto y una vez le dio una puñalada.
Me gustaría regresar a vivir allá. Aquí en Bucaramanga hay mucho racismo y egoísmo.
Sin embargo, a otras solo les gustaría ir de manera temporal a sus antiguos lugares de residencia y vida, tanto porque todavía sienten temor como porque estiman que están más adaptadas a la vida en Bucaramanga. Plantean un retorno temporal, para visitar a sus familias y luego regresar.
Me gustaría volver para ver el pueblo, visitar a familiares, pero irme a vivir no porque estamos acostumbrados acá.
Me gustaría porque me trae muchos recuerdos, tengo mis hermanos. Extraño mucho el lugar. Pero de entrada por salida.
Yo quiero retornar y que de verdad me dieran garantías y no tuviera que volver a desplazarme.
A otras les gustaría ir a un sitio diferente del lugar de expulsión, de forma que pudieran mantener una relación indirecta con el territorio y mayor contacto con sus familias.
Me gustaría meterme en el proyecto de tierras, pero donde yo quiera, no donde el gobierno quiera, porque siempre los meten bien adentro… Estas tierras deben tener garantías de seguridad.
Me gustaría retornar a Medellín, a Frontino directamente no. Estando en Medellín estoy más cerca a mi familia. Aquí me ha tocado más duro. A Frontino me gustaría ir pero entrada por salida.
Volvería a Montería donde están mis padres y no a Valencia, porque la mayoría de las casas la quemaron ellos y ellos habitan ahí.
Otras más, no ven el retorno como una posibilidad reparadora dado que están aún muy afectadas por el miedo y las amenazas en sus lugares de origen. Definitivamente son claras en manifestar que no desean el retorno.
Uno sigue con el miedo que estando allá vuelva a pasar lo mismo, porque siguen allí. No me gustaría volver, me trae malos recuerdos y quisiera olvidarlo.
Las demandas de verdad y justicia también son expresadas por algunas mujeres. El derecho a saber porqué ocurrieron los hechos como un prerrequisito para la reparación, y el derecho a una reparación justa con garantías de no repetición:
Saber la verdad, porqué lo hicieron, cuáles intereses, porqué se metieron con la población rural. Después de esto debe darse una justicia y después una reparación. A un sobrino lo quemaron porque los ricos quieren tener la zona que se llama cabecera del Chocó. Hasta que no se sepa de quien son realmente los intereses la reparación va a ser inútil.
Que los victimarios no se los lleven para otro país, que paguen aquí. Porqué tienen que mandarlos porque allá debían pero aquí también deben. Queremos que ellos confiesen en la versión libre y que paguen aquí, y que el Estado no me pague cuando uno esté viejito. Que nos repare como mujeres desplazadas afro, que sea ahorita. Una reparación justa, que nos den garantía y con seguridad de que no haya repetición, que ellos se comprometan a no delinquir.
También hay solicitudes en materia de rehabilitación psicosocial. Para la siguiente mujer es una medida de reparación más importante que la indemnización.
El gobierno con el dinero no lo pone a uno bien. El dolor sigue, la plata se va. Le deberían poner un psicólogo.
Sin embargo, las mujeres ven en la compensación económica una puerta para salir de su precaria situación y muchas sueñan con tener un trabajo digno o un negocio propio. A lo anterior se combinan demandas con la satisfacción de derechos sociales como son la vivienda y la educación, y sobre todo la superaciónde la discriminación.
Que el gobierno genere empleo para los jóvenes, porque se vinculan en esto en búsqueda de la plata… Una casa y dinero para un negocio… Un trabajo digno… El dinero nos ayudaría para darle mejor calidad de vida. Con un dinero lo invertiría en un negocio… Una casa pequeña donde estemos mi hijo, esposo y yo… Una casita donde vivir. Teniendo el hogar donde vivir, poder poner un negocito.
Me gustaría que me dieran un buen trabajo, que no sea de limpiadora. Una también como negra tiene derechos y puede estar en los cargos de los blancos.
Aunque es un deber del Estado satisfacer estos derechos sociales para toda la población, la falta de garantía de los mismos refuerza el énfasis en que se considere una medida de reparación para ellas.
El gobierno a la hora de verdad no da nada, no hace sino exigir papeles de aquí de allá. A estas alturas ni me acuerdo cómo volver allá. A la gente de allá la han ido matando. Yo pediría una oportunidad para estudiar, para ver si mi hija se motiva. Tener una casa grande, que cuando fuera a abrir lapuerta yo me perdiera para ir abrirla. Eso es lo que yo quiero.
Cuando dan los subsidios de vivienda nos dan los peores barrios, y no me gustaría que mis hijos vivieran allí. Ponen una cláusula en la que no pueden vender la casa o arrendarla. No quisiera que crecieran allí porque son zonas perjudiciales para mis hijos.
Es que deberían dar un subsidio en donde uno pudiera comprar una casa en un buen barrio.
También como garantía de no repetición se exige el fin del conflicto armado, mediante una negociación política con verdad y justicia y con participación de las víctimas.
Que se acabe la guerra, porque con la guerra va a ver desplazamiento… Que se acaben las armas y el conflicto armado… Que haya una negociación entre el Estado, grupos armados ilegales y la sociedad civil. Que haya verdad y justicia. Por eso las víctimas también deben estar ahí en la negociación.
*Este texto hace parte del informe “La verdad de las mujeres víctimas del conflicto armado en Colombia” elaborado por la Comisión de Verdad y Memoria de la Ruta Pacífica por las Mujeres.