Uno de los nuevos escenarios que traerá la etapa de posacuerdos con las Farc será la Comisión de la Verdad. Se espera que allí se detallen hechos como la acción armada perpetrada en este barrio de Apartadó y sobre la que no hay justicia ni verdad para sus víctimas.

Cada 23 de enero, los habitantes del barrio La Chinita, en Apartadó, Urabá antioqueño, realizan un solemne evento simbólico para recordar a las 35 personas asesinadas hace 22 años por un comando del Frente 5 de las Farc. Además de rendir homenaje a quienes perdieron la vida aquel día, los sobrevivientes del atroz hecho renuevan sus exigencias al grupo guerrillero para que explique el porqué de tanta crueldad.

En este barrio sienten que la historia escrita hasta ahora tiene vacíos y zonas grises que sólo podrán ser esclarecidos mediante un minucioso trabajo de esclarecimiento de la verdad en el que, indudablemente, tendrán que participar algunos miembros de las Farc.

Víctimas de La Chinita esperan explicaciones de las Farc

Labores como esa es la que se espera realice la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, mecanismo de carácter temporal y extrajudicial cuya creación fue acordada entre el gobierno nacional y la guerrilla de las Farc. Tal como quedó establecido en el Punto 5 del Acuerdo del Fin del Conflicto con las Farc, su objetivo es “promover y contribuir al reconocimiento de las víctimas; determinar la responsabilidad de quienes participaron directa e indirectamente en el conflicto armado; y decirle a toda la sociedad lo que sucedió”.

Para Carlos Medina Gallego, doctor en Historia y docente de la Universidad Nacional, en esta Comisión “se hará explícito algo en lo que hasta ahora no se ha hecho énfasis y es que a este lugar tienen que llegar todos los responsables, no solamente las Farc, sino de otras organizaciones e instituciones que participaron en el desarrollo del conflicto y que hasta ahora no se les ha convocado de manera directa, entre ellos las Fuerzas Militares, el Estado colombiano y las terceras partes que financiaron y se beneficiaron del mismo”.

La guerra que mató la esperanza en Urabá

En el Urabá antioqueño esperan que la masacre del barrio La Chinita, una de las más crueles cometidas por las Farc en esta región agroindustrial que, además, marcó el inicio de una dura persecución contra los desmovilizados de la guerrilla del Epl agrupados en el movimiento político Esperanza, Paz y Libertad, constituya uno de los ejes de trabajo de la Comisión pues, como lo aseveró Medina, “la masacre de La Chinita es una cicatriz profunda que queda en el rostro de la lucha revolucionaria”.

La masacre

Pero, ¿qué fue lo que ocurrió aquella madrugada del 23 de enero de 1994? La noche anterior, todo el barrio La Chinita (hoy barrio Obrero) se vistió de fiesta para recibir personas de barrios vecinos que venían para una verbena popular que Rufina González tenía preparada con el fin de recolectar fondos para el estudio de sus hijos.

Promediando la 1:30 de la madrugada comenzó la balacera. “La gente comenzó a caminar rápido y en segundos se escuchaban las ráfagas, porque no eran disparos eran como tiros tras tiros y de repente se llenó esta casa”, recordó Digna, hija de Rufina, quien relató además que “la sala era bien grande, adentro estaba el DJ que estaba colocando la música y de repente se llenó todo, a mí no me dio tiempo de correr porque la gente no dejó, entonces me fui bajando porque esto se iluminó, todos los orificios de esta casita de tablitas estaban iluminados de la balacera que había afuera”.

Esos mismos disparos los escuchó, a unas pocas calles del sitio, Euclides Angulo desde su cama: “yo estaba acostado ahí, escuchaba el plomo, sólo tenía un rancho de madera, miraba por los huequitos de las tablas, cuando yo vi que pasaron siete guerrilleros corriendo, uno llevaba un radio”.  Cuando todo quedó en silencio, el anciano salió a la calle y lo primero que vio al doblar la esquina fue a un joven muerto que regresaba a su casa después de la fiesta y a cuatro más que estaban jugando antes de que los sorprendiera la muerte.

De la fiesta no quedó mucho: el bullicioso parlante se quemó; la olla de mondongo que la hermana de Digna iba a vender se la llevaron los guerrilleros después de la masacre; un congelador repleto de cerveza para vender también desapareció. Fue la noche más violenta vivida hasta ahora en La Chinita y Digna fue testigo de ese caos.

“Unos rezaban, otros gritaban encima de otros, pero estando en el congelador veo que me pasa una luz tan fuerte por un lado que eso me dio mucho miedo, me paré por encima de todo el mundo y me pasé a la última pieza”, dijo la mujer, quien recordó cómo uno de los guerrilleros quería echarle fuego a la casa, pero otro lo convenció de desistir de su idea al sentir el llanto de unos niños.

“Aunque lavaron mucho, la sangre quedaba debajo de las camas y ya esas casas no las podíamos habitar. A parte de eso, la sangre quedó en el canal y eso no podía correr. Todos esos olores nos hicieron ir de la casa”, aseguró Digna y como ella, su madre y sus hermanos, otros habitantes del barrio se fueron después de aquel episodio. “Cuando fue la masacre, la gente quedó traumatizada”, agregó Euclides Angulo.

Según Mario Agudelo, exdirigente de Esperanza, Paz y Libertad, un mes antes de la masacre hubo un intento de ingreso de las Farc a La Chinita, pero falló porque “una gente los vio, avisaron y la gente se fue a dormir a la Diócesis de Apartadó”. Este movimiento alertó a las autoridades de las débiles garantías de seguridad que tenían en ese entonces, pero solo después de la masacre fue instalada una base militar de la Brigada 17 para mejorar esas condiciones. “Si esa base no la ponen ahí, le digo que no sé que hubiera pasado”, complementó Angulo.

La Chinita, de finca a barrio

chinita 2Por estas polvorientas calles, a la media noche del 23 de enero de 1994, un comando guerrillero de las Farc ingresó al barrio y asesinó 35 personas. Foto: Juan Diego Restrepo E.Como muchos barrios en el Urabá antioqueño, La Chinita nació tras un proceso de invasión de tierras. El 8 de febrero de 1992, cientos de familias de obreros bananeros que salieron de los campamentos de las fincas donde trabajaban y sin tener dónde vivir decidieron ocupar 110 hectáreas de propiedad del empresario Guillermo Gaviria, el fallecido padre del exgobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria Correa. Los ocupantes, que superaron las cinco mil personas, fueron apoyados por el movimiento político Esperanza, Paz y Libertad.

Hoy este barrio recibe el nombre de Obrero y lo habitan más de 35 mil personas en 7.517 viviendas. “El 80 por ciento de personas que viven aquí son trabajadores bananeros, el resto son vendedores ambulantes, pequeños campesinos que vivían alrededor y no tenían cómo acceder a una vivienda”, explicó Ciro Abadía, representante de la Asociaciónn de Víctimas de Apartadó, quien recordó: “invadimos ese barrio, no con el fin de apropiarnos de las tierras sino con el fin de ayudarle a muchos trabajadores que vivían en los campamentos de las fincas bananeras y que no tenían vivienda, no tenían un espacio”.

En su momento, el Ejército intentó defender la propiedad de los Gaviria, pese a la resistencia tanto de los obreros, que ya se habían radicado allí, como de los “esperanzados”, quienes también se negaban a salir de aquella finca hasta tanto se garantizara un nuevo espacio para esas familias. Años después de la invasión, el predio logró negociarse entre la comunidad y el gobierno del entonces presidente Ernesto Samper (1994-1998), que lo compró por más de cuatro mil millones de pesos.

Después de esa transacción, la Alcaldía de Apartadó organizó una compra colectiva donde cada núcleo familiar debía pagar su lote, cuyo precio oscilaba entre 900 mil y 1 millón de pesos, teniendo como base 600 mil pesos de subsidio por parte del extinto Instituto Nacional de Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana (Inurbe). De esa manera lograron tener sus escrituras.

“Ya después de que tener el territorio formalizado, cada uno empezó a hacer sus ranchitos que, al principio, eran de plástico, varillas, y uno quedaba casi que a la deriva”, rememoró Angulo, quien en ese entonces se desempeñaba como obrero de Sintrainagro, el sindicato bananero apoyado por Esperanza, Paz y Libertad.

Para Abadía, la simpatía y el apoyo de sus habitantes hacia el trabajo político de los desmovilizados del Epl fue lo que motivó la masacre por parte del Frente 5 de las Farc, pues estos, después de la firma de los acuerdos con el gobierno nacional fueron señalados como traidores de la lucha armada de la izquierda. “Las Farc masacró a la gente en ese barrio porque había la tendencia política de Esperanza, Paz y Libertad creciendo con un potencial de trabajadores, campesinos, gente que se sentía respaldada y aprobada con el movimiento”, aseguró.

Hipótesis que ha hecho historia

Hasta ahora, la versión que más fuerza ha tomado para explicar este atroz crimen ha sido la entregada por los miembros de Esperanza, Paz y Libertad. De acuerdo con Mario Agudelo, exmilitante del Epl, días antes de la fiesta organizada por Rufina González hubo un evento proselitista para impulsar la candidatura de dos “esperanzados”, como se les conoció popularmente en la región, al Congreso de la República.

“Nosotros estábamos impulsando la candidatura de Darío Mejía a la Cámara de Representantes y la de Aníbal Palacio al Senado”, declaró Agudelo. Algunos integrantes de este movimiento tienen la hipótesis de que las Farc creían que allí, en la fiesta de Rufina, estarían los principales líderes del movimiento y los candidatos y que podrían aprovechar el escenario para asesinarlos.

Por aquellos años, la guerrilla de las Farc había iniciado una feroz persecución contra los desmovilizados del Epl, que paulatinamente se fue extendiendo a los simpatizantes de su movimiento político. Según Corpolibertad, entidad que agrupa antiguos “esperanzados”, entre 1994 y 1996 se registraron 18 masacres y 763 ataques contra excombatientes del Epl, entre homicidios, atentados, desplazamientos forzados y amenazas. Asimismo, se presentaron más de 2 mil ataques contra sindicalistas que simpatizaban o mantenían vínculos con los desmovilizados.

La masacre en el barrio La Chinita también marcó el inicio de una serie de matanzas en fincas bananeras durante la primera mitad de los años noventa donde no siempre resultaron claros los móviles ni los responsables. Por ello, durante el mandato de Gloria Cuartas en la Alcaldía de Apartadó (1995-1997), se creó una Comisión de Verificación de los actores del conflicto en Urabá.

De esta Comisión hizo parte el sacerdote Leonidas Moreno, director de la Pastoral Social de la Diócesis de Apartadó y director Ejecutivo de Cordupaz. El prelado aseguró que pese a que “de la masacre de La Chinita no ha habido una aceptación directa [por parte de las Farc], en la verificación de actores del conflicto comparando el estado de muertes de uno y otro lado, uno podía concluir que estaban en una guerra”.

Recién llegado de Roma a Urabá, tras finalizar sus estudios en 1994, el sacerdote Moreno reconoció en la región un fuerte cambio en el mapa político y del conflicto donde Urabá sufría fuertes embates de la violencia: “empezaba uno a ver que Esperanza, Paz y Libertad, que había hecho una cosa buena desmovilizándose, empezaba a ganar más participación política”. Pero la desmovilización del Epl no significó un descenso inmediato de la violencia. Por el contrario, ésta se recrudeció y generó nuevos conflictos en los que Farc tuvieron un papel preponderante.

“Exceso de fuerza”: las Farc

chinita 3 El jefe guerrillero Joverman Sánchez Arroyave, alias ‘Rubén’ o ‘Manteco’, le explicó a VerdadAbierta.com lo ocurrido en La Chinita y, de paso, le pidió perdón a las víctimas. Foto: Juan Diego Restrepo E.Joverman Sánchez Arroyave, conocido como ‘Rubén’ o ‘Manteco’, actual comandante del Frente 58, y quien para el momento de la masacre en el barrio La Chinita lideraba el Frente 5, que perpetró el atroz crimen, no vaciló enadmitir que ellos fueron los responsables de la incursión armada aquella noche del 23 de enero, pero su versión dista mucho de la que ha posicionado a través de los años. (Ver: Frente 5 de las Farc, protagonista de la guerra)

“Ese cuento de que las Farc es la responsable de la exterminación de Esperanza, Paz y Libertad, es mentira. Ellos ahora se presentan como unas víctimas, cuando realmente en la época eran victimarios”, le dijo a VerdadAbierta.com el jefe guerrillero y explico el contexto que produjo este hecho cruento, que marcó la historia de Urabá.

Comandos Populares de Urabá, base de las Accu

Antes de la desmovilización, el Epl combatió con fuerzas del Estado, con policías, soldados, DAS. Después de la desmovilización, se une a ellos y se deja absorber para convertirse luego en un movimiento paramilitar. Viene esta confrontación, primero con una disidencia de ellos y hay una cantidad de muertos, si no eran los esperanzados, era la disidencia del Epl, pero que, finalmente, a quien le echaban el agua sucia era a las Farc”, relató alias ‘Rubén’.

¿Pero por qué se involucraron? Así lo explicó este insurgente: “Nos tocó enfrentarlos porque la verdad es que había una guerra desatada contra Sintrainagro, contra el Partido Comunista, contra la Unión Patriótica”.

Al abordar el momento de la masacre, alias ‘Rubén’, detalló lo ocurrido: “Lo que hubo fue un exceso de la fuerza, obligatorio. Los muchachos van, no se lo niego, por seis reconocidos paramilitares de los Comandos Populares que iban a estar en esa verbena. Cuando van allá, el partido como tal, ese movimiento de Esperanza, Paz y Libertad, lógico, protegieron allá, y se alzan a capturar a los muchachos con palos, piedras, hubo tiros, los muchachos bregando a salirse para no ser capturados y que los fueran a matar, empiezan a disparar. Ni ellos sabían qué era lo que estaba pasando. Y ustedes saben que un disparo puede causar muchas víctimas, eso fue lo que ocasionó muchas víctimas. Además, los escoltas de los ‘paras’ que estaban ahí, ellos también dispararon, lógico, no mataron guerrilleros, pero pudieron haber matado de ellos mismos”.

En su declaración a VerdadAbierta.com, el jefe guerrillero reiteró la responsabilidad del grupo alzado en armas y, de paso, les pidió perdón a las familias de La Chinita: “Nosotros nunca hemos dicho que las Farc no cometió eso, nosotros estamos diciendo sí. Pedimos disculpas, perdón a los familiares, lo sentimos, lamentamos que haya sucedido esto, ojalá no se vuelva a repetir ni en Urabá, ni en ninguna parte”.

Ala espera de verdad

chinita 4En un acto de memoria, varios familiares de las víctimas recuerdan a través de recortes de prensa lo ocurrido en La Chinita. Ellos reclaman la verdad y exigen que las Farc les pidan perdón. Foto: Juan Diego Restrepo E.“Sabemos que el Frente 5 de las Farc cometió la masacre, pero todavía no hay nadie capturado por eso”, señaló Abadía. Y tiene razón. En su momento fueron detenidas 28 personas señaladas de ser las responsables directas de la masacre, pero la Corte Suprema de Justicia ordenó reabrir el proceso debido a irregularidades cometidas durante la investigación. Sin embargo, la orden de la Corte no se ha cumplido y este sigue “engavetado”.

Por ello, para Medina, una Comisión de la Verdad, en el caso específico de la masacre de La Chinita y de las demás perpetradas en Urabá por miembros de las Farc hacía los desmovilizados del Epl, además de ser una gran apuesta por el esclarecimiento de la violencia política en el país, podría servir también para “enderezar” la historia política de la izquierda en Colombia, que que se ha tornado cada vez más compleja a partir de las rupturas y desencuentros ideológicos y militares entre los distintos grupos armados.

Por su parte, Álvaro Villarraga, quien está al frente de la Dirección de Acuerdos de la Verdad (DAV) del Centro Nacional de Memoria Histórica y en el pasado integró el Epl, señaló que es una piedra angular, para la memoria histórica del país, el esclarecimiento de lo sucedido en Urabá.

“Aquí (en Urabá) hay responsabilidades delicadas del Estado, de la Brigada 17 del Ejército, de la Policía, de las propias alcaldías, responsabilidades directas por acción u omisión, aquí hay una responsabilidad gravísima y masiva de los grupos paramilitares, de las Farc, de los Comandos Populares, de los gremios ganaderos y bananeros; todos tienen responsabilidades en la crisis humanitaria”.

Ante la falta de justicia, las familias víctimas de la masacre adelantaron un acto administrativo en el que demandaron al Estado colombiano por omisión ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El Estado, a través del Ministerio de Defensa y la Alcaldía de Apartadó, concilió con las víctimas y hasta ahora se han reparado 20 familias mientras se sigue esperando la reparación para las 15 restantes.

En cuanto a la reparación simbólica, el CNMH y la Fundación Cultura Democrática han realizado junto a las familias víctimas “un ejercicio bastante detallado de recuperación de memoria histórica que permitió el reencuentro de todas las familias que no solamente viven en Apartadó sino también en Turbo, en Chigorodó y en algunos municipios y algunas de ellas fuera de Urabá”, aseguró Villarraga, quien también será el responsable del informe que el CNMH publicará al finalizar este año y en el que se espera aclarar muchas dudas que aún persisten sobre este hecho.

Será, sin duda, un “abrebocas” de lo que se espera sea la “Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición”, tal como lo aseguró Medina Gallego: “una reconstrucción de los hechos y una determinación de responsables e intereses del conflicto en el país, esta versión no tiene fines judiciales pues el propósito de la Comisión es encontrar las distintas voces y establecer, más que una verdad, un diálogo entre una “pluralidad de verdades”.

Para esto será necesario considerar también informes desarrollados por instituciones u organizaciones como el CNMH, la Ruta Pacífica de las Mujeres y demás investigaciones en torno a las dinámicas del conflicto. “Yo creo que ellos lo van a recoger y hacer los cruces pertinentes para que salga un informe lo más completo posible”, indicó el docente. “No es la construcción de una única verdad, es colocar en el escenario de la conciencia nacional la tragedia del conflicto, las causas y los determinantes del mismo y la forma en que fue mirado por distintos sectores e intereses”.

Por su parte, la asociación que preside Abadía y que agrupa la mayoría de las víctimas de la masacre, esperan de las Farc un gesto de reconocimiento y perdón similar al que tuvieron con los habitantes de Bojayá en diciembre de 2015, por cuenta del ataque efectuado en esta localidad en 2002. Este líder aseguró que es necesario que representantes del grupo guerrillero hagan presencia en el barrio y pidan perdón no solo por la masacre de La Chinita, sino también por otras como la del Bajo del Oso realizada el 20 de septiembre de 1995 y que, como otras, hicieron parte de la persecución al movimiento Esperanza, Paz y Libertad.

(*) Este artículo hace parte del proyecto Open Society con VerdadAbierta.com