Los cuerpos que vuelven a El Salado

      
Entre el 2 y 5 de julio la Fiscalía entregará los cuerpos de nueve víctimas de la masacre cometida por las AUC en el año 2000 y que fueron exhumados hace dos años.

dlr-restos-el-saladoJorge Tapia Fernández guarda con recelo esta imagen, la única foto que le queda de sus padres.

La mayoría de las familias de los cuerpos que fueron exhumados en mayo de 2013, descansarán a partir de este fin de semana. La Fiscalía les entregará entre hoy y el domingo próximo los restos de 9 de 12 víctimas que fueron sepultadas en cuatro fosas comunes, luego de que una facción de los paramilitares -comandada por ‘Juancho Dique’, ‘El Tigre’ y ‘Amaury’- matara a 66 campesinos del corregimiento de El Salado, que está a 18 kilómetros de El Carmen de Bolívar, en los Montes de María. (Ver: ‘Amaury’ aceptó cargos por masacre de El Salado).Los familiares de otros tres cuerpos tendrán que esperar, sin embargo, a que la Fiscalía les aclare qué pasó con algunas partes que no aparecen de los cadáveres. Para muchos las heridas que dejó la masacre ocurrida entre el 16 y 21 de febrero del año 2000 siguen abiertas. (Ver: La masacre de El Salado).

Ladis Redondo Torres tenía 21 años cuando mataron a Rosmira Torres (42 años), su mamá, y a Luis Pablo (25), el mayor de sus cuatro hermanos. Ella se había escondido en una finca cuando agarraron a Luis Pablo, un maestro que también se desempeñaba como presidente de la Junta de Acción Comunal de El Salado, a quien le pegaron un tiro después de haberlo apuñaleado; y cuando cogieron a Rosmira y le amarraron al cuello una soga hasta que la ahorcaron. A ambos los enterraron en una fosa común. Lo mismo pasó con Freddy Montes Arrieta (25), que tenía un par de días de haber llegado al pueblo; Dora Torres (60), que estaba escondida en su casa cuando llegaron los “paracos”; Jairo Alvis Garrido (22), que disfrutaba de unas vacaciones; y Ever Urueta Castaño (30), que sufría de retraso mental.

Euclides Torres Zabala (22), que murió cuando buscaba a su papá en la vía que conduce a Canutalito, corregimiento de Sucre, tampoco fue enterrado en una sepultura propia; así como Víctor Arias Julio (72), que se había escondido en el monte; Justiniano Pedraza (60), que era un conocido gallero; José Manuel Tapia (65), que intentó huir mientras le disparaban; Néstor Tapia (58), que murió baleado; y Margoth Fernández (47), a quien golpearon antes de matarla. Ellos son las otras 10 víctimas que fueron enterrados en varias fosas comunes, según el Centro de Memoria Histórica.  

“El día que se hizo la exhumación, la Fiscalía anunció que en un año tendríamos los resultados. Pero pasaron dos años antes de que nos entregaran los cuerpos. No entiendo porqué mamá solo tenía puesto ropa interiormasculina, si ella vestía una blusa fucsia el día que murió. Lo peor es que hay tres muertos incompletos, los hermanos Tapia y la señora Margoth”, afirma Redondo.

Los restos de los 12 cuerpos ya los habían exhumado el 22 y 23 de febrero de 2000, días después de la masacre. Pero el CTI de la Fiscalía los volvió a enterrar porque al parecer no había condiciones de seguridad para sacarlos del corregimiento, que ya por aquel entonces era un pueblo fantasma. Solo después de 11 años, las familias lograron que este organismo judicial hiciera una nueva exhumación e identificara los cadáveres.

Jorge Tapia, de 38 años, se desplazó a Barranquilla después de la masacre. Él había salido con dos hermanos y más de 30 campesinos por el camino que conduce a Zambrano, municipio de Bolívar, el 18 de febrero, día en que los paramilitares rodearon el pueblo. Creía que sus padres, Margoth y Néstor, habían huido por la vía que va a Canutal.  “Los saladeros (gentilicio de El Salado) no dormíamos en el pueblo, ya presentíamos lo que iba a pasar. Pero esa vez, mis papás llegaron antes que nosotros. Mami, según algunos testigos, estaba preparando el desayuno cuando llegaron los hombres armados”, agrega Tapia. (Ver: Los móviles de la masacre de El Salado).

Él y el resto de campesinos se perdieron durante varias horas en los Montes de María, hasta que llegaron a la vereda El Cocuelo. Ahí un hombre les contó que en El Salado habían matado a mucha gente. Los Tapia luego se trasladaron a Mata Caballo, en donde vivía un hermano de Margoth que les avisó que a sus papás y al tío José, los habían matado las AUC, y que fueron sepultados en una fosa común.

“En una reunión a la que apenas invitaron a mi prima Damaris, y a la que -sin embargo- yo asistí, un antropólogo de la Fiscalía nosinformó que no aparecen los restos de la cintura pa’ arriba de tío José, y que los restos de papi y mami también están incompletos. ¡Imagínese! Si no se me ocurre acompañarla, nunca me entero”, afirma Tapia, que trabaja desde hace más de 10 años manejando una motocicleta en el barrio Santo Domingo, al suroriente de Barranquilla, y que se hace unos 20 mil pesos diarios para criar a sus dos hijos.

Los restos de Tapia y de Fernández son los únicos que no van a ser entregados este fin de semana, por lo menos hasta que la Fiscalía explique qué ha pasado con las partes que no aparecen de los cadáveres.