¿Hasta dónde han llegado los aportes de las víctimas al proceso de paz?

      
En La Habana hubo momentos tensos entre gobierno, Farc y víctimas a cuenta de los relatos contados. La pregunta que se hacen diversos sectores, incluidos los afectados, es: ¿De qué servirán los viajes de cinco delegaciones a la isla?

0-quinto-grupo-victimas-cubaEste es el quinto y último grupo de víctimas que participó en los diálogos de paz entre el Gobierno y las Farc: Jairo Barreto López, Camilo Villa, María Susana Portela Lozada, Juan Manuel Hernández Sosa, Domingo Tovar Arrieta, Gloria Cecilia Londoño, Francia Márquez, Mauricio Armitage, Nilson Antonio Liz Marín, Piedad Córdoba Ruiz, Isabella Vernaza Paredes y Magda Correa de Andreis..

“Para decirlo de una manera vulgar, en La Habana pudimos enrostrar a los victimarios y detallarles cómo han vulnerado los derechos de los colombianos”, dice Marisol Garzón, quien durante su viaje a Cuba cuestionó al general (r) Jorge Enrique Mora. (Lea: Víctimas en La Habana: los que fueron y los que faltaron)

Ella fue una de las 60 víctimas elegidas por el PNUD, la Universidad Nacional y la Conferencia Episcopal para hablar en la mesa del proceso de paz frente a delegados del gobierno y las Farc. Después de llegar a la capital cubana y saludar a los negociadores que los recibieron, esta mujer, al igual que las otras víctimas, tuvo 15 minutos para hablarles de su caso, aunque con una particularidad.

En 2000, sicarios de Medellín integrantes de la temida banda ‘La Terraza’ emitieron un comunicado en el que afirmaron que ellos eran los que habían matado al periodista Jaime Garzón, el hermano de Marisol, y de paso señalaron que el entonces general Mora fue quien le pidió el asesinato al paramilitar Carlos Castaño. En La Habana, ella se paró frente al exoficial, quien hace partedel grupo negociador del gobierno y lo interpeló. “Le pregunté por qué no quiso atender a mi hermano cuando él lo buscó y por qué lo tildaron de guerrillero. Le pude decir, tres veces, que él no fue ningún guerrillero”, relata Garzón.

Como ella, muchas víctimas les hicieron preguntas a las Farc y al gobierno sobre sus casos personales y de otras investigaciones por desapariciones, secuestros, asesinatos, atentados y masacres. El primer espacio para hacerlo era uno formal, donde, una a una, las víctimas narraban su historia mientras la contraparte solo escuchaba. Allí hubo momentos de tensión, como cuando Reinel Barbosa se quitó la prótesis que tiene como pierna culpando de ello a las Farc y al Estado, o cuando el general Luis Mendieta exigió saber dónde están los secuestrados que tiene la guerrilla.

El otro momento era menos acartonado, en la hora del almuerzo, donde todos podían decidir en qué mesa sentarse y con quién conversar. Por ejemplo, Marta Luz Amorocho se sentó con guerrilleros que le preguntaron más sobre el hijo que perdió y el otro que quedó herido en el atentado de las Farc al club El Nogal. En estos momentos fue donde más se sintió el pulso de la participación de las víctimas en los diálogos. 

Incluso afectados por los paramilitares o las guerrillas, responsabilizaron al Estado de la violencia que vivieron. Una muestra de ello es Alberto Tarache, reclutado a sus 13 años por los paramilitares en Casanare y quien fue a Cuba en el cuarto grupo. Él les dijo a los delegados que el primero que le vulneró sus derechos fue el Estado porque a sus 12 años ya tenía que trabajar como mecánico.

Casos similares ocurrieron en el primer grupo, que viajó el 15 de agosto. Menos de un mes después, las 12 personas de la segunda delegación estaban acompañadas por un grupo de la Unidad para las Víctimas, en el que estaba la directora de esa institución, Paula Gaviria. “Nos sentimos humillados porque la Unidad no necesitaba estar allí haciendo pantalla, sino que su trabajo está en temas como justicia, verdad y reparación. Aunque ellos estuvieron callados todo el tiempo”, explica Garzón.

Una persona que conoce de cerca el proceso de paz detalla que la presencia de Gaviria fue la carta que se jugó el gobierno para evitar tantas críticas en su contra, pero la Unidad de Víctimas lo desmiente, aunque siguió acompañando las delegaciones en su visita a La Habana.

“Yo le dije a la Mesa que es difícil creer que se esté negociando la paz mientras en el territorio la guerrilla sigue con actos de vandalismo y, en la ciudad, la Fuerza Pública y las instituciones nos presionan al reclamar nuestros derechos. Después del almuerzo, la doctora Paula pasó por mi lado y cruzamos un par de palabras”, recuerda Reinel Barbosa.

Paula Gaviria explica que ella abordó a Barbosa, quien tiene un proceso en la Unidad de Víctimas hace ocho meses, y en ese momento él le dijo que hablaría mal de la institución. La respuesta de la directora fue recordarle que tenía una reunión con el equipo de la Unidad, que fue aplazada por el viaje a La Habana, y que le estaban respondiendo a las solicitudes de proyectos productivos.

“Adentro dijo un montón de cosas. Mencionó una toma de la Plaza Bolívar que hicieron las víctimas de minas antipersonales y aseguró que fueron sacados a la fuerza, pero no dijo quiénes. La Alcaldía de Bogotá era la que los quería sacar a las patadas y no les pasó nada por la mediación que yo hice”, explica Gaviria.

Según la funcionaria, ella le solicitó a Barbosa, después del encuentro en la Mesa de Negociaciones, que dijera la verdad completa. “Luego, en Bogotá, nos hemos reunido cuatro veces y él me pidió perdón porque no quería causar molestias”.

Gaviria precisa que en la primera delegación no estuvo porque nadie la invitó, pero que a partir de la segunda, por su insistencia, logró estar allí para acompañar a las víctimas en lo que considera “un acto muy fuerte” para esas personas.

La directora de la Unidad de Víctimas afirma que ha tenido relación con cerca del 70 por ciento de las 60 personas que hablaron en La Habana y agrega que al finalizar los viajes le entregó a la Oficina del Alto Comisionado para la Paz un documento en el que explicaba cómo esas personas habían representado las regiones del país y los diversos delitos que las habían afectado.

Pero más allá de la incomodidad o tensiones que relatan varias de las personas que participaron en los encuentros con los voceros de las Farc y el gobierno, está la utilidad de esas historias. Según Marisol Garzón, sirvió para entender que éste “es un dolor de todos” y para unir a las víctimas, independientemente de quién fue el victimario.

Esa unión de la que habla Garzón es distinta a lo que se presenció en los tres foros regionales y uno nacional de víctimas. Las personas afectadas por las Farc aseguraron que estaban siendo invisibilizadas. Para el general Mendieta, fue una estrategia que utilizó el grupo insurgente para silenciarlos. “Según nuestras informaciones, iban a recibir a sólo 20 víctimas,que ya estaban seleccionadas. Después de los foros se aumentaron a 60 y luego de hablar en la mesa de diálogos logramos que no nos invisibilizaran”, relata el policía, quien viajó en el tercer grupo y fue el primer miembro de la Fuerza Pública en hablar en La Habana.

Además de las diferencias que hubo al inicio, las víctimas lidiaron con un factor externo. El 1 de octubre, cuando se anunció el tercer grupo de personas que irían a La Habana, el PNUD, la Universidad Nacional y la Conferencia Episcopal, responsables de la selección de las personas, aseguraron que siete de las 24 víctimas que habían viajado hasta el momento habían sido insultadas por su participación en el proceso de paz, mientras que otras tres, junto a dos personas de la organización, habían sido amenazadas de muerte.

Más allá de los riesgos que implicó, José Antequera, hijo del dirigente político de la UP asesinado que llevaba el mismo nombre, cree que hubo logros importantes, como el espacio democrático que se abrió para las víctimas. “La Habana no debe ser lo único. Creo que ahora será más fácil que se den otros diálogos en lugares como el Congreso”, afirma.

Sin embargo, hay reacciones más concretas que esperan las víctimas. Una de las más importantes es saber si las propuestas que muchos de ellos llevaron serán o no incluidas en el acuerdo que se logre con las Farc. Hasta el momento no se conocen cuáles son esas ideas y qué pasará con ellas.

VerdadAbierta.com indagó con algunas de las víctimas que participaron en Cuba y expresaron a grandes rasgos cuáles fueron algunas de las propuestas. Janeth Bautista, víctima que ha luchado contra la desaparición forzosa, propuso reformar la búsqueda de los desaparecidos y que los grupos armados, tanto legales como ilegales, se comprometan más en dar la información acertada de lo que sucedió.

Mendieta exigió que las Farc entreguen a los secuestrados y precisen dónde están los cuerpos de aquellos a quienes desaparecieron. Barbosa propuso que se haga un acompañamiento internacional a lo pactado pues según él, tras la firma se avecina más violencia que la que hoy se vive en las regiones. Antequera espera que ya no se hable de “crímenes por parte de agentes del Estado” sino que se responsabilice a la institucionalidad como tal. Germán Graciano, representante legal de la Comunidad de Paz San José de Apartadó, pidió que se reconozcan y protejan los territorios de paz en Colombia.

Sólo cuando se conozcan detalladamente todas las propuestas llevadas a la Mesa de Negociación y el borrador de lo pactado en el tema de víctimas, se sabrá a ciencia cierta qué tanto los negociadores escucharon los relatos. Por ahora, parece que sí calaron.

Luego de la última delegación, las Farc hablaron delante de las víctimas de la masacre de Bojayá y expresaron el pesar que sienten por el “desvío” del cilindro bomba que cayó en una iglesia y mató a 79 civiles. También afirmaron que ya estaban hablando con líderes para encontrar la mejor manera de repararlos.

Si bien no pidieron perdón de manera explícita, sí es la primera vez durante el proceso que la guerrilla se expresa públicamente por un hecho concreto del que son responsables y aceptan lo cometido. Esto tiene un gran peso al evaluar las declaraciones de las Farc y revela que están preparados para pedir perdón por todos los actos han ocasionado dolor, pero no hablarán de victimarios hasta que el propio Estado no lo haga.

Pese a todas las tensiones internas y externas,  la participación de las víctimas en La Habana generó un quiebre irreversible, tal como lo resalta José Antequera: “Antes de los viajes las víctimas noteníamos voz y ahora somos el centro pues solía ser una discusión de ellos de por qué era necesario llegar al fin. Pero ahora, que se conoce tan detalladamente el sufrimiento de las víctimas, llegar a un acuerdo es una cuestión de humanidad que ya no tiene vuelta de hoja”.