La falta de garantías para el ejercicio de la oposición política empujó a este campesino de los Montes de María a ver en las armas una opción, pero luego de haber pagado una condena por rebelión, aspira a un cargo de elección popular con la Unión Patriótica.
Leonardo Villanueva Acosta ha pasado los últimos 30 años de su vida entre la lucha armada y el ejercicio de la política. En 1994 fue electo concejal del municipio de Chalán, Sucre, por la Alianza Democrática M-19. Tras un año en esas lides, y luego de ser amenazado por grupos paramilitares, decidió vincularse al Frente 35 de las Farc. En el año 2004 fue capturado por tropas de la Infantería de Marina de Corozal y condenado a 5 años de cárcel. Una vez pagó su pena y animado por el regreso de la personería jurídica a la Unión Patriótica (UP) decidió volver a exigir garantías, tierra y recursos para los campesinos nuevamente por la vía democrática.
Tras su salida de la cárcel, Villanueva volvió, en palabras de él, a ser lo que era: “un campesino trabajador de la tierra”. Se dedicó a cuidar sus cultivos de yuca, ñame y tabaco negro, a y sacar adelante a su familia. El regreso a la vida civil lo puso de nuevo en contacto con la sociedad, que a su modo de ver, no ha cambiado tras 13 años de ausencia. “Las condiciones siguen siendo las mismas por las cuales había tomado las armas, la gente no tiene más que el pancoger, la tierra está en manos de unos pocos y no tenemos incentivos para trabajar la tierra”, dice.
El cambio de patrullar los Montes de María, con 15 kilos de equipamiento encima y fusil al hombro, a recorrer las calles de Chalán, su pueblo natal, le significaron a este campesino tener contacto directo con su gente. Aunque se alejó por unos años del escenario electoral, nunca abandonó el ejercicio de la política. “Estar al tanto de la gente, conocer lo que les aqueja, participar de los espacios de socialización es lo que teje las relaciones y forja la política”, afirma Villanueva.
Los 13 años que pasó este labriego entre la ilegalidad y la cárcel solo trajeron cambios para su propia vida: “Yo pensé que, al menos, íbamos a tener mejoras por parte del Estado para los cultivos, en vías y en desarrollo social, pero no, al único que le cambió todo fue a mí, me estigmatizaron igual que hace unos años, mi familia demoró en recomponerse y a pesar de no tener encima el peso del paramilitarismo, e incluso de la misma guerrilla, muchas condiciones de desigualdad social se mantenían”.
Inquieto por la situación económica y social de Chalán, hace un año Villanueva decidió vincularse a un partido político y encontró en los principios y plataforma política de la UP las razones suficientes para volver a aspirar, luego de 20 años, a un cargo de elección popular, teniendo, paradójicamente, las mismas propuestas con las que ganó el consejo por la Alianza Democrática M-19.
La política en medio de laguerra
Hacer política en los Montes de María no ha sido tarea fácil. Desde la década de los 70, la lucha por la tierra ha generado serias disputas entre campesinos, Estado, guerrillas y grupos paramilitares. En esta región se perpetraron 56 masacres entre 1993 y 2009, además de cientos de asesinatos selectivos; la violencia también generó masivos desplazamientos forzados, lo que condujo a una ruina económica que no se ha podido remediar.
En la década de los 80, la primera guerrilla que hizo presencia en la región fue MIR-Patria Libre-, un grupo que no superaba los 100 hombres en armas que luego se convirtió en la Unión Camilista-Eln, los mismos que se desmovilizaron en 1994 en Ovejas, Sucre, bajo el nombre de la Corriente de Renovación Socialista. Luego de ello vendría la aparición de los primeros hombres de las Farc y su posterior consolidación en la región con los frentes 35 y 37.
La presencia de la guerrilla significó para la región el inicio de cobro de vacunas, hurto de ganado a los grandes hacendados y marcó el inicio de una guerra política, económica y militar que desangró a la población.
Para inicios de los 90 los pequeños grupos de hombres armados que emergieron en las fincas de los grandes hacendados se transformaron en grupos de paramilitares. ‘Los Rodríguez’ y ‘Los Meza’ fueron los primeros en iniciar la persecución y asesinato de líderes sociales y políticos, en especial contra miembros de la UP. De allí surgieron jefes paramilitares como Rodrigo Mercado Peluffo, alias ‘Cadena’, quien luego se convirtió en uno de los comandantes más temidos de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc); de igual forma, varios miembros de ‘Los Meza’ fueron asociados a políticos de ese entonces, entre ellos a Álvaro García Romero, condenado posteriormente por sus nexos con grupos paramilitares. (Ver: La tragedia que se fraguó en los Montes de María)
Villanueva recuerda que Chalán se convirtió en el corredor de los actores armados. “Por acá pasaba la guerrilla, los ‘paras’”, recuerda. Este municipio es considerado “el corazón de los Montes de María”, cuyos senderos fueron estratégicos para la movilización de tropas irregulares. Su conexión a través de varias rutas con el Golfo de Morrosquillo fue clave como corredor del narcotráfico.
Todo ello ha implicado que el quehacer político en la región esté supeditado al control y sometimiento de grupos armados ilegales, a lo que se suma la falta de garantías estatales para ejercer la oposición política, situación que, actualmente, supone un reto fuerte para gobierno de cara a la participación de las guerrillas en política una vez se desmovilicen ante una eventual firma de acuerdos de paz.
Logros del pasado
Varias alternativas de poder político surgieron a partir de los diálogos con las guerrillas en el pasado. Una de ellas fue la Alianza Democrática M-19, que, en las elecciones de 1994, obtuvo los votos suficientes para elegir 12 senadores, 9 representantes y varios concejales a nivel regional, entre ellos Villanueva, quien asegura que fue elegido por voluntad de toda la comunidad para hacer política en pro de los campesinos.
Pretender cambiar las condiciones sociales y económicas deuna región sumida en la guerra y abandonada por el Estado pareciera un imposible, pero fue el reto que se impuso Villanueva, no obstante, al año de estar posesionado empezó a recibir amenazas por parte de paramilitares a quienes, al parecer, no les gustaba el programa agrario que había presentado para ser elegido como concejal.
“Siendo Chalán un municipio 100% campesino, empecé a invitar a los alcaldes y a los demás concejales a que trabajáramos en dirección al campesinado, haciendo respetar los derechos de las gentes a la vida digna y a el trabajo”, asegura Villanueva. “La situación no le gustó a los caciques politiqueros que estaban en el pueblo porque ellos estaban acostumbrados a la corbata, al serrucho y a la compra y venta de votos”.
La propuesta que planteó la Alianza Democrática M-19 no cayó bien en la región. Cuentan sus habitantes que la estigmatización comenzó cuando apoyaron la candidatura de Villanueva, quien, junto a sus colaboradores, tuvo problemas con los grandes hacendados. “Por plantear una política diferente fuimos estigmatizados, nos convertimos en una piedra en el zapato y para quitarnos del medio nos señalaron como guerrilleros de las Farc”, asegura un habitante de la región.
Villanueva recuerda que por esas razones empezó una persecución política en su contra. “Todo se tradujo en una alianza de las autoridades y los grupos paramilitares para asesinarme, por fortuna el día que fueron a buscarme me había ido temprano”. No obstante, ese 31 de marzo de 1996, los ‘paras’ fueron también a terminar con la vida del entonces concejal del Movimiento Nueva Colombia, Alfonso Beltrán Chamorro, quien fue asesinado junto con su esposa Yermis Merlano delante de varias personas del pueblo.
“Ese día yo había salido a las 10 de la mañana del municipio, cuando me enteré de lo que había ocurrido decidí no volver”, asegura el entonces concejal. Teniendo como alternativas abandonar el departamento de Sucre e irse a otra región, e incluso fuera del país, la única salida que vio posible fue unirse a la guerrilla. Luchando contra la guerra, pretendiendo mejorar las condiciones sociales y económicas de los campesinos terminó siendo parte de ella.
Del escritorio al monte: 8 años en la insurgencia
De un día para otro la vida de Villanueva giró de manera drástica: pasó de ser concejal a militar en el Frente 35 de las Farc. “Me levanté en armas contra las políticas nefastas del Estado viendo en las filas guerrilleras la única salida para que no me quitaran la vida”.
Con fusil al hombro, se encargó de cumplir el papel de ‘organizador’ en el frente guerrillero.Era el encargado de llevarles mensajes a las comunidades del porqué de la vigencia de la lucha armada. “Yo tenía que explicarles que había causas que originaban el levantamiento en armas como la desigualdad social, que aún sigue existiendo”, afirma y destaca que su labor en la insurgencia fue puramente social.
En 1996, cuando Villanueva ingresó a las Farc, el conflicto en Montes de María estalló. A la guerrilla se le atribuyeron 36 secuestros extorsivos en Sucre, un año antes asesinaron al exgobernador del departamento, Nelson Martelo; dinamitaron fincas de miembros de la Federación de Ganaderos e intensificaron el cobro de extorsiones y la retención y quema de vehículos de transporte de carga.
El 14 de marzo de ese año, Chalán vivió un episodio que quedó grabado en la memoria de sus pobladores: guerrilleros de los frentes 35 y 37 se tomaron el municipio y detonaron mediante control remoto un burro bomba en la estación de Policía, asesinando a 11 uniformados. Aunque en los combates no se registraron civiles muertos, parte del pueblo quedó destruido.
Por si fuera poco, tiempo después, el burro bomba sirvió de excusa al Ejército para ejecutar la operación Mariscal Sucre, en la cual fueron detenidos, sindicados y procesados por rebelión 116 personas, varios de ellos del municipio de Chalán, quienes, según alegaron, nada tuvieron que ver con el atentado, aun así, 26 de ellos pagaron más de 8 años de cárcel.
El panorama de la guerra de mediados de los 90 había dejado como único saldo a la población de Montes de María como víctima. Ejército, ‘paras’ y guerrillas se convirtieron en victimarios de la población civil. Al deterioro social se sumó el inicio de la guerra por el control del narcotráfico y la disputa por el control de la tierra.
Vivir en carne propia la confrontación armada le hizo entender a Villanueva que ésta se ha desarrollado entre los menos favorecidos. “Durante mi tiempo como guerrillero viví muchas cosas crueles, como por ejemplo ver que a los que uno se enfrenta son igual o peor de pobres que uno, todos los militantes rasos, al menos, han entrado a las organizaciones ilegales buscándole salida a la pobreza”.
Aunque sigue siendo un convencido de la lucha de clases y de la creencia de la transformación del país a partir de un nuevo modelo de gobierno, este exconcejal creyó que la continuación de la guerra no iba a traer una buena consecuencia para la sociedad. Vio caer compañeros en combate, perdió amigos y se alejó de su familia; no obstante, persistió con la tarea de hablar con las comunidades, pero tiempo después, reacias a la política guerrerista de la insurgencia, dejaron de asistir a las canchas de los pueblos a escuchar el discurso de Villanueva.
En 2004 fue capturado por infantes de Marina de Corozal en un operativo que realizaron contra los frentes 35 y 37 de las Farc; se le sindicó de concierto para delinquir, terrorismo, rebelión, homicidio y desplazamiento forzado, pero solo fue condenado por el delito de rebelión y pagó cinco años de cárcel.
“En las audiencias reconocí el delito de rebelión, le dije al juez que la labor dentro de la guerrilla había sido social, de orientación a las comunidades, que no iban a encontrarme otro delito porque no había hecho nada más y así fue, no me imputaron más porque fui a la guerrilla por una causa social y no guerrerista”, afirma Villanueva.
De los cinco años que duró en la cárcel fue prudente para hablar, mencionó que a causa de ello su esposa regresó a vivir a Chalán para poderlo visitar y que la mayoría del tiempo lo utilizó en pensar en cómo iba el proceso. “Cuando me absuelven, hice una demanda con el abogado por violación a los derechos humanos, pues me pusieron casi el doble de años y no debía ser así pues no tenían pruebas, y no las había, de otros delitos” señaló Villanueva.
La nueva puesta política
Para Villanueva no fue suficiente con haber pasado 13 años entre la guerra y la cárcel para dejar de pensar en la política. Luego de recuperar su familia y rehacer su vida como campesino, retomó el trabajo que había dejado antes de unirse a la guerrilla, empezó de nuevo el trabajo social y a recuperar las amistades dejadas y otras perdidas por haber sido insurgente.
En 2013, cuando le regresaron la personería jurídica a la UP, Villanueva se juntó con varios activistas de otros partidos y movimientos políticos, entre ellos la Marcha Patriótica, con quienes se sentó a dialogar con campesinos, afros e indígenas para retomaron el proyecto que en el pasado alcanzó una votación significativa y por la que pagó un costo muy alto en vidas, pues fueron asesinados más de tres mil personas, entre militantes, simpatizantes y colaboradores. (Ver: El saldo Rojo de la UP)
Un año después, Villanueva decidió vincularse con la UP buscando, de nuevo, ocupar un cargo de elección popular: “Lo hice por las mismas necesidades con las que hice política hace años, los campesinos deben tener sus verdaderos representantes y Chalán, que toda su composición es campesina, debe tener un representante del gremio”.
No será un proceso fácil para el proyecto que trata de impulsar este exconcejal y exguerrillero. La región de los Montes de María padece graves problemas agrarios, hay escases de alimentos y, sobre todo, persiste el desinterés del Estado en subsanar los males sociales.
Siendo quien nunca dejó de ser, un campesino, Villanueva no sabe si hubiese o no seguido en la guerra de no haber sido capturado; de lo que sí está seguro es que la violencia genera más violencia y que las causas que la generan se deben acabar para que, a futuro, no existan nuevos brotes de insurrección o de crimen organizado.
La historia de este líder político local revela, sin justificar su decisión de haber ido a la guerrilla, que de no garantizarse el libre ejercicio de la política en las regiones, va a ser muy complicado implementar la llamada paz territorial de la que tanto se habla en La Habana. Sin seguridad, justicia y equidad, ese loable propósito podría fracasar.