Las Farc: mujeres de primera y de segunda

      
Es muy distinto el trato que ha recibido la holandesa Tanja Nijmeijer al de la gran mayoría de mujeres que integran las Farc. Estudio analiza las diferencias y lo que vendría en el postconflicto.
Informe advierte del trato de primera y de segunda que reciben las mujeres en las filas de las Farc.

Mientras que a cientos de mujeres guerrilleras de las Farc, muchas de ellas preparadas y con largo tiempo en la organización, se les da un trato de segunda, a la holandesa Tanja Nijmeijer la muestran en La Habana como la cara femenina del grupo subversivo, una imagen que dista mucho de la realidad que se vive en los campamentos rebeldes. Así lo concluye el informe No llores por Tanja, Colombia. Mujeres en el conflicto armado elaborado por el investigador Mauricio Rubio de la Universidad Externado de Colombia para la Fundación Ideas para la Paz (FIP).

Lo que queda claro de este documento es que la visiblización de la guerrillera ‘Alexandra’, como se le conoce a la holandesa en las filas insurgentes, es una estrategia de mercadeo de las Farc para mostrar un rostro amable ante el mundo. No obstante, la opresión, servidumbre y violencia sexual marcan la diferencia de lo que viven muchas de las mujeres guerrilleras. El análisis de Rubio se basa en una encuesta que realizó la FIP a cerca de 1.500 desmovilizados en 2008.

Según una excombatiente citada en el informe, “en la guerrilla, más que una mujer muy abeja que sabía pensar, yo sólo les servía para cocinarles, para la hamaca, para llevar a un muerto, para informar los movimientos del enemigo, y tenía que decir que sí y callarme”. Si bien algunas alcanzan representatividad política, sus oficios en los campamentos no se modifican.

Uno de los aspectos más determinantes para el trato diferenciador que reciben las mujeres de las Farc es el origen: mientras que a alias ‘Alexandra’ se le valora por su condición de europea, a las colombianas se le refuerza su condición campesina a través de tareas de servidumbre. De Tanja, el abatido jefe guerrillero Jorge Briceño Suárez, alias el ‘Mono Jojoy’, decía que era “una revolucionaria europea, es una internacionalista y a través de ella pueden llegar muchos más, porque la explotación es mundial”.

Uno de los primeros puntos diferenciadores que destaca Rubio en su investigación es el origen de las mujeres guerrilleras. Mientras Tanja proviene de una familia de clase media, en la que predominó la buena educación y la comodidad que da un país como Holanda, las colombianas, en su gran mayoría, vienen de entornos pobres, particularmente campesinos.

Una desmovilizada citada en el documento ilustra esa circunstancia: “Vivía con mis padres y dos hermanos en una casa de dos habitaciones, en la finca de mi abuelo paterno. Era una casa muy chiquita… mis padres dormían en una habitación. En la otra había tres camas y ahí dormíamos los siete hermanos. Yo dormía con mi hermana mayor y el hermano que me seguía. Para estudiar, lo hacíamos primero uno y luego los otros. Era la única forma porque no había plata. Por eso yo no hice sino hasta tercero de primaria”.

Otro de los aspectos diferenciadores de Tanja con sus “compañeras” de las Farc es el académico. Mientras ella tuvo una transición a la vida universitaria tranquila, apoyada por su familia y subsidiada por el Estado holandés, “un porcentaje no despreciable de las combatientes representadas por Tanja fueron separadas a la fuerza de sus familias, o se refugiaron en la guerrilla huyendo de parientes que las violentaban”, advierte el informe.

Lo que demuestra esta investigación es que las motivaciones de incorporación de las mujeres a la insurgencia no sólo se han centrado en las condiciones de pobreza. De hecho, en la encuesta realizada por la FIP y citada por Rubio, sólo una de cinco mujeres aduce este motivo como causa de pertenencia a las Farc. En su mayoría sobresalen las condiciones sociales y familiares de abuso y violencia sexual por sus propios parientes, amigos o vecinos.

“No son pocas las jóvenes campesinas que han buscado refugio a la violencia de su entorno inmediato en los grupos armados”, afirma Rubio. No obstante, cuando ingresaron a la guerrilla se encontraron con una verdad que frustró sus deseos de encontrar un escenario justo. “La mayoría de las mujeres reclutadas, independientemente de su edad, se ven obligadas a atender a los guerrilleros, en un esfuerzo por mantener la moral de la tropa y evitar el riesgo de seguridad que implicanlas aventuras amorosas con civiles”, dice el informe.

Varios testimonios revelan como la mujer vinculada al conflicto se perpetúa como un instrumento sexual. Martha, desmovilizada, fue violada antes de entrar a la guerrilla: “al haber sido violada tan pronto llegué al campamento, me di cuenta que era la regla y no la excepción”. Otra menor cuenta como son tratadas, como si estuvieran en un mercado sexual: “Él (un comandante) me pidió para su frente, porque allá a las mujeres las piden los hombres; piden a la mujer que les guste de las que salen a formar. Pero hay veces que cuando las llaman a formar es para que las escojan”.

Los relatos citados por Rubio muestran que la experiencia de la violencia sexual previa a la vinculación al grupo armado organizado ilegal influye en el comportamiento violento. Uno de los casos, lo narra una mujer identificada como Eloiza, quien fue violada sistemáticamente por su padre a quien le decían ‘El Demonio’.

“Cuando en su frente les dieron a las mujeres la orden de ajusticiar un infiltrado a cuchilladas, ella sólo tuvo que pensar que era ‘El Demonio’ y que “por fin le había llegado su momento. Ahí me calenté… le di dos veces. Con fuerza. Con todo lo que me daba el brazo”. Algo sorprendido, el comandante preguntó de dónde había salido semejante guerrera. “¿Guerrera? yo no era más que una hija ofendida”.

El tema de la violencia sexual en los campamentos guerrilleros fue consignado por Tanja en su diario personal: “Ahora Lozada (comandante) tiene otra mujer, una chica de 16 años, de tetas enormes. Esta muchacha es una putica, tira con todo el mundo y es muy tonta”. Aunque son los mismos comandantes guerrilleros quienes la mayoría de veces inician a las niñas en la sexualidad, luego las critican y rechazan por sus compartimientos: “(A las peladas) -escribó Tanja- las paran delante de todo el personal de la compañía y les han dicho: ustedes confundieron FARC-EP con BAR-EP, si ustedes quieren ganarse el sida podría destruir toda la unidad”.

La historia de Tanja, en cambio, es la de una activista idealista que creció en un ambiente culto; aunque de origen campesino, terminó su bachillerato y siempre estuvo rodeada de libros, música y arte que alimentaron su espíritu revolucionario. Tuvo la oportunidad de hacer una carrera universitaria y de conocer personajes que la acercaron, intelectualmente, a la idea de la izquierda. Su vinculación fue por decisión personal.

Contrario a ella, la conciencia política e ideológica de las campesinas reclutadas no es, como en el caso de la holandesa, una decisión formada desde el análisis, la discusión sobre la historia y las razones que conducen a la lucha revolucionaria, sino un adoctrinamiento escuelero, y, como señala el informe “tiene que ver ante todo con el rígido reglamento disciplinario que regulará todas sus actividades cotidianas”.

También sobre este tema anotó Tanja en su diario: “Los días más aburridores eran aquellos en los que nos leían los manuales. Después tocaba explicar lo que decían y si uno no era capaz, lo castigaban. Si uno se quedaba dormido lo hacían dar vueltas en redondo del aula y todo el mundo se burlaba”.

Los castigos, escribió Tanja, a quien escasamente le tocó vivirlos y quien gozó de varios privilegios, son humillantes, arbitrarios y sexistas, como le pasó, según su relato, a Machina, una guerrillera que se quejaba cuando le ordenaban cocinar. Sus respuestas las iba “anotando el comandante en un papelito y así le arman un prontuario… Le tocó cavar 300 metros de trinchera, cargar 200 viajes de leña y cocinar durante 30 días para los guerrilleros”. Otra guerrillera que trabajaba en la emisora de las Farc criticó algunos abusos de los comandantes, la castigaron amarrándola por tres días a un árbol.

¿Qué vendrá con el postconflicto?

Uno de los puntos centrales del documento escrito por Rubio, reflexiona sobre lasmujeres guerrilleras en un escenario de postconflicto. Según el investigador, “la brecha que separa la ardua vida de las jóvenes farianas de la romántica y excitante trayectoria de Tanja, sin duda aumentará en el postconflicto”.

Si bien en algunas circunstancias hay una aparente similitud entre la dura vida en campamentos de Tanja y las demás guerrilleras, lo que prevé Rubio dista mucho de esa realidad: “Para la holandesa el paso por la guerrilla colombiana se ha ido convirtiendo en un trampolín hacia una tal vez rutilante carrera política o en la burocracia internacional, mientras que para sus compañeras de lucha la metáfora más adecuada sería la del rodadero o despeñadero hacia una vida tan azarosa y precaria como la que llevaban de niñas al ser reclutadas por el grupo armado”.

“Para las mujeres reinsertadas las perspectivas pintan precarias”, se lee en el informe y, además, se afirma que “no se conocen esquemas adecuados de reinserción a la sociedad que, en forma adicional a un empleo, dependen de reparar vínculos familiares y reinventar relaciones de pareja”.

Uno de los mayores problemas, en ese sentido, estará en subsanar la relación con los hombres, tal como se desprende del testimonio de una excombatiente identificada como Marta: “por estas experiencias de abuso sexual siendo tan joven, aprendí a odiar a los hombres. Todos los días se veían muchos atropellos a los que nos sometían como mujeres, independientemente de nuestra edad… Aprendí que la mujer para los hombres de las Farc es un objeto sexual que sirve, además, para matar y para cocinar”.

Para Tanja, según afirma Rubio, el porvenir es luminoso: “En esa rutilante carrera postconflicto habrá menos bala pero no menos acción: política, mundo, admiradores cultos, entrevistas, biografías, películas. Ella lo presiente”.

Para la mayoría de las guerrilleras, ese futuro no es claro. Tantos años sometidas, humilladas y recibiendo un trato de segunda no es un buen augurio. Pero no todo es pesimismo para el investigador: “Es probable que la sagacidad, el manejo del riesgo, el respeto a la autoridad mezclado con la ruptura de ciertos esquemas de subordinación y de estereotipos de género ayude a la reinserción laboral de las reinsertadas”. La incertidumbre ronda a todas aquellas mujeres que no son Tanja ni están representadas por ella.