La Universidad de Córdoba comenzó su proceso de reparación y verdad

      
Después de padecer los asesinatos, amenazas y el control paramilitar, esta universidad, con la ayuda de Memoria Histórica, Fiscalía y Procuraduría, inicia el camino para saber lo que realmente pasó.

unicordoba300x200   
La Universidad de Córdoba fue tomada por los paramilitares en 2000. Foto VerdadAbierta.com  

En los años más álgidos de la incursión paramilitar, personajes extraños que se hacían pasar por estudiantes, se colaban en los salones a seguir con atención las clases de ciencias sociales impartidas por los profesores del alma mater. Se sentaban en los pupitres y tomaban nota de lo que ellos consideraban una amenaza a los intereses de la extrema derecha. Algunos universitarios y docentes no aguantaron, y se fueron a otros países exiliados de la lluvia de balas que acabó con la vida de muchos de sus compañeros. Canadá, Cuba y Venezuela fueron algunos de esos destinos elegidos para borrar el pasado y poder vivir la vida.

Todos esos casos pretenden ser desempolvadas por la Comisión de Memoria Histórica de Colombia. Justo el 9 de abril, día de las víctimas, sus representantes estuvieron en la Universidad de Córdoba y presidieron, junto con la ministra de Educación, María Fernanda Campo, el acto de inicio de la dignificación de la institución.

La mezcla de regocijo e incertidumbre fue notoria en ese acto. Aun así las víctimas siguieron con el silencio que se apoderó por años del claustro, a pesar de que la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, empezó el proceso de reparación colectiva de la Universidad de Córdoba.

La ministra María Fernanda Campo Saavedra calificó el acto como ejemplarizante, pues jamás se había empezado un proceso de esas características en una institución de educación superior.

De hecho si hubo casos de presencia paramilitar en otras universidades del Caribe colombiano, nunca ninguna tuvo la fuerza, el embate, la criminalidad y el terror como la de la Universidad deCórdoba. “Es algo histórico para Colombia, para la comunidad educativa de la Universidad y para Córdoba, es la primera vez que en Colombia y tengo entendido que en el mundo, que se reconoce la reparación colectiva, en este caso de una universidad pública”, dijo la Ministra, emocionada por el acto.  

Por su parte, Serafín Velásquez, coordinador del Comité de Impulso de Reparación de Víctimas, agregó que el proceso de reparación es la ruta para  empezar a reivindicar el daño que hicieron los paramilitares entre 2000 y 2008 de todas las fuerzas vivas del alma mater.

“Se afectaron los derechos de docentes, trabajadores, estudiantes, y directivos. Esto es un reconocimiento a esa vulnerabilidad en la que estuvo inmersa la Unicor por 8 años con consecuencias muy nefastas”, dijo Velásquez.

Memoria de la barbarie
Durante la toma y control de la universidad por parte de los paramilitares, la zozobra, los asesinatos y los desplazamientos, hicieron que se apagara la voz inconforme del Movimiento Estudiantil. Allí se instaló una especie de manual de conducta que prohibía los grafitis en cualquier sitio de la institución de educación superior, so pena de enfrentar un juicio semi-público por parte de quienes se infiltraban en los salones.

A pesar de las intimidaciones, los estudiantes no daban su brazo a torcer y pintaban consignas en contra de la sombra negra que cobijaba el claustro, pero los mensajes sobrevivían pocas horas. En las noches, ‘brigadas de limpieza’ entraban a la institución y volvían a pintar las paredes de blanco.

“No quiero recordar lo tortuoso que fueron esos años. Yo en las mañanas no quería despertarme e ir a trabajar dictando clases en la Universidad. Pensaba que en cualquier momento iban a entrar al salón y me iban a secuestrar o a matar”, relató a Verdadabierta.com, vía skype, una docente que se encuentra fuera del país, y quien lo abandonó todo por esa presión absurda, que hacían esos personajes extraños que deambulaban por salones y pasillos de Unicórdoba.

“Como contratista cordobés recuerdo cuando aparecí en la lista negra que no tenía derecho a volver a contratar en la institución, porque habían designado unos nuevos proveedores que hacían parte de las bolsas de empleo de los congresistas Eleonora Pineda y Miguel de la Espriella, posteriormente presos por parapolítica”, le contó a este medio un ingeniero.

Esas épocas temibles dan cuenta de una toma paramilitar amparada en el argumento de acabar con la corrupción política que reinaba en la Universidad de Córdoba. Eduardo González Rada fue el último rector del grupo político Mayorías Liberales, orientado por el entonces senador Juan Manuel López Cabrales. Quiso volver aspirar a la rectoría pero las Autodefensas se lo prohibieron.

A partir de ese momento los paramilitares de Salvatore Mancuso, hoy extraditado y preso en Estados Unidos, se tomaron la institución. A la rectoría llegó de Víctor Hugo Hernández Pérez, hoy prófugo de la justicia sindicado del crimen del profesor Hugo Iguarán Cotes y del también exrector Claudio Sánchez Parra, quien estuvo detenido, quedó en libertad pero aun enfrenta un proceso en la Fiscalía.

Le corresponde a la Fiscalía, a la Procuraduría y la Comisión de Memoria Histórica recoger todas las piezas para armar ese rompecabezas. En Córdoba el sentir de la comunidad universitaria es que no todo lo dicho ha sido suficiente y no todo lo develado incluso por algunos de sus protagonistas es completo.

“La verdad en este caso ha sido contada a medias para proteger demasiados intereses de quienes están libres, deberían estar en la cárcel y siguen amenazando; e incluso de estamentos que resultaron untados por acción o por omisión”, precisó un trabajador de la institución quien pidió reserva de su identidad, pero quien no se perdió ni un minuto del acto de inicio de la reparación en la Universidad de Córdoba.

Las palabras fueron refrendadas por un excompañero: “Ya no vivo en Córdoba, estoy en otra ciudad del país trabajando, pero me invitaron a venir a esto porque es necesario. Quiero creer, pero lo haré en la medida en que se cuente por qué mataron a tantas personas, quién lo ordenó, quiénes callaron sabiendo lo que estaba pasando, quiénes nos hicieron ir a nosotros los miembros del sindicato, un estamento que se fragmentó y también tomó su orilla”, dijo un extrabajador de la institución.

En el salón no estaban todos los que son, pero quienes se quedaron, dijeron que están dispuestos a atreverse. En la Universidad de Córdoba soplan otros vientos, o por lo menos eso parece. Cada rincón revela una parte de la historia de silencio, impunidad y confusión, que ha reinado por años en el claustro.