La paradoja de ‘Macaco’

      

La primera extradición de un comandante paramilitar representa un duro golpe para la élite del crimen en el país, pero también es un fracaso diciente en la negociación con las AUC.

 
Macaco fue el primer jefe paramilitar extraditado. Foto SEMANA 

‘Macaco’ pidió en los hangares del aeropuerto de Catam en Bogotá un teléfono celular para llamar a su mamá y se tomó sólo dos minutos para darle una escueta despedida. Luego, sin señal alguna en su rostro que delatara lo que estaba sintiendo, subió la escalerilla del avión que lo llevó a Washington.

En ese preciso momento se empezó a definir una gran paradoja en la guerra contra el crimen en Colombia: la extradición de ‘Macaco’ se constituye en uno de los golpes más significativos dados en el país al narcotráfico, pero también pone al descubierto pruebas que hablan de un estruendoso fracaso de la estrategia de negociación con los paramilitares.

El país tal vez no es muy consciente de a quién se extraditó en la medianoche del martes: Carlos Mario Jiménez, a sus 42 años, es considerado, por su actuar y su poderío, como el más parecido al otrora capo Pablo Escobar Gaviria. Así lo afirman, desde hace más de cinco años, los más curtidos oficiales de la guerra contra los narcóticos. Lo que las bombas fueron para el antioqueño, las masacres son para este. A pesar de que su nombre se ha mimetizado en medio de los de ‘Jorge 40’, ‘Berna’, ‘Mancuso’, ‘Diego’ y ‘Don Mario’, ‘Macaco’ había puesto a funcionar una maquinaria de corrupción y un ejército de asesinos que sembraron tanto terror como en su época lo hizo Escobar.

Desde ese punto de vista, muchos aplauden su extradición. Sin embargo, la otra cara de la moneda es que su envío a Estados Unidos deja muy mal parado el proceso de paz del gobierno con las autodefensas. No sólo porque, como ya se ha dicho, todo el capítulo de verdad y reparación a las víctimas queda en el limbo, sino porque las pruebas que se han recogido muestran todo tipo de irregularidades, por lo menos en el caso del Bloque Central Bolívar (BCB), liderado por ‘Macaco’.

En toda esta historia hay un personaje clave. Se trata de David Hernández López. En su papel de secretario de los cuatro grandes capos del BCB -‘Pablo Sevillano’, ‘Julián Bolívar’, ‘Macaco’ y ‘Ernesto Báez’-, logró recoger detallada información de cómo le pusieron conejo al gobierno durante todo ese período. Con ellos estuvo hasta diciembre del año pasado, cuando decidió entregarse a la DEA y desde hace dos meses está colaborando con la justicia de Estados Unidos.

El ‘ventilador de los paras’ -en entrevista a SEMANA y en largas declaraciones a la Fiscalía- dejó claro que lo que se dio fue una negociación con narcotraficantes de alta pureza. El BCB -la más grande estructura de las 37 que sedesmovilizaron- tenía en realidad 5.000 sicarios al servicio de la mafia -que gozan ahora de la libertad- y no guerreros contrainsurgentes, como se quiso mostrar en su momento. “Nunca combatían contra la guerrilla”, dice.

A la Fiscalía le contó que en la propia zona de distensión de Ralito -creada para que los paracos hablaran de paz con el gobierno- fue en donde a ‘Macaco’ se le ocurrió crear las Águilas Negras, los nuevos grupos armados que hoy son una amenaza para la población civil en distintas zonas del país. Hernández explicó que enel primer semestre de 2005, en medio de una crisis en Ralito, ‘Macaco’ se reunió con ‘Bolívar’, ‘Sevillano’ y ‘Báez’ y les dijo que “lo que había que hacer era iniciar las desmovilizaciones rápidamente y continuar con grupos ilegales en las mismas zonas en donde ellos venían operando”. Y añadió, “Ahí es donde ‘Macaco’ dice Águilas Negras… ¡así se va a llamar!”.

Y en tercer lugar, los testimonios también indican que las declaraciones dadas por los paramilitares a los fiscales de justicia y paz eran fabricadas de tal manera que no trataban de esclarecer la verdad de lo ocurrido, sino de seguir obteniendo beneficios. A Hernández, precisamente, le pusieron la tarea de ir de ‘para’ en ‘para’ acordando cómo acomodar las confesiones. Y para no correr riesgos de contradicciones, ‘Macaco’, según el ‘ventilador’, dio la orden de matar a los desmovilizados. “‘Macaco’ dijo, ‘así haya que matar a los 6.000 desmovilizados, los matamos, pero no debemos dejar cabos sueltos'”.

Como si fuera poco, todas las pruebas dan a entender que seguía con el negocio de la droga funcionando a todo vapor. “Macaco es un barril sin fondo. Póngale un promedio de 7.000 millones de pesos semanales para comprar la base”, concluyó Hernández.

¿Quería irse o no?

Sin duda, ‘Macaco’ no es uno más de los 770 colombianos hasta ahora extraditados. Y por esa misma razón, el anuncio de su envío a Estados Unidos despertó todo tipo de suspicacias.

Las hipótesis van de un extremo al otro: desde los que dicen que ‘Macaco’ estaba moviendo todo el dinero necesario en materia de corrupción para quedarse en Colombia, hasta los que decían que estaba feliz ante la posibilidad de irse y el gobierno quería facilitarle las cosas.

Sobre todo porque en los últimos años ha hecho carrera la tesis de que los narcotraficantes ya no prefieren una tumba en Colombia a una cárcel en Estados Unidos -como reza el eslogan con el que llenaron de sangre el país en la década de los 80-, sino que, por el contrario, están casi haciendo fila para que se los lleven a Estados Unidos, para delatar lo que saben, conseguir unas buenas rebajas de penas a cambio y vivir a sus anchas lejos de todo tipo de enemigos, al mejor estilo de Víctor Patiño Fómeque.

Hay muchas razones para pensar que en realidad él no quería irse, o por lo menos no tan pronto. La negociación de sus abogados con la justicia gringa apenas está empezando, y por ende no tiene claro a qué se puede enfrentar. Así como algunos están de regreso al año o los dos años, también se conocen condenas de 20 y 30 años.

Para el gobierno del presidente Álvaro Uribe y para el Estado en general, ‘Macaco’ se había convertido en un problema de seguridad nacional. Nadie igualaba su habilidad para corromper. No importaba que estuviera al lado de grandes capos del crimen: en la cárcel de Itagüí, él era el que ponía las condiciones, y después aplicó la misma dosis en la cárcel de Bellavista. Recibía de 40 a 100 visitas a la semana, según el relato de David Hernández, y todo por la llave mágica de la mordida a los carceleros. En Estados Unidos no hay manera de que pueda moverse con esa propiedad.

¿qué va a pasar?

El interrogante que queda abierto con la extradición de ‘Macaco’ es qué va a pasar con él con respecto a la Ley de Justicia y Paz, qué impacto simbólico puede teneren el proceso y con respecto a sus víctimas.

“Nadie sabe nada”, le dijo una fuente de la Fiscalía a SEMANA. Sin embargo, todos apuestan a que no se va a ver mayormente afectado el proceso. Estados Unidos ya mostró su total disposición a colaborar para no entorpecer el proceso que señala la Ley de Justicia y Paz. Lo cual quiere decir que la fiscal del caso podrá viajar las veces que necesite a ese país para las audiencias con ‘Macaco’, y las audiencias se podrán transmitir por señal de satélite.

“Será algo muy parecido a lo que hoy hacemos en Colombia: las víctimas presencian en un auditorio por teleconferencia las versiones libres (…) Y la reparación seguirá también su camino”, indican las fuentes de Fiscalía.

De cualquier manera, es previsible que los ojos de las organizaciones de víctimas estén encima de este caso para evitar cualquier desvío. Iván Cepeda, por ejemplo, dice que van a mantener informado al fiscal Luis Moreno Campo, de la Corte Penal Internacional, quien ha señalado que cabría la posibilidad de que haya colombianos que comparezcan ante esa Corte si en Colombia no se logra la verdad, la justicia y la reparación según estándares internacionales.

Falta ver si los aires de Estados Unidos le abren el apetito de la sinceridad a ‘Macaco’, porque hasta ahora es poco lo que ha contado. A diferencia de todos los demás jefes ‘paras’, no ha confesado ningún crimen como de su autoría. En las 10 sesiones en las que ha estado ante los fiscales de Justicia y Paz, lleva un computador portátil con la ‘verdad’ revelada y comienza a leer. Ha contado 578 episodios violentos, con 1.032 víctimas, cometidos por sus hombres, pero dice que no fueron por orden suya. Cuando lo interrumpen, responde sin dar detalles y sigue leyendo. Termina a las 4 o 5 de la tarde, y las víctimas -algunas de las 16.000 que se han inscrito por los sufrimientos que les infligió el BCB- regresan a sus pueblos con la sensación de vacío en su corazón.

Publicado en SEMANA 05/10/08 – Edición 1358