La extensa región del Catatumbo, en el departamento de Norte de Santander, es una fuente de producción de productos agrícolas que alimenta no sólo a los campesinos que trabajan esas tierras, sino a buena parte de los colombianos.
La apuesta de diversas organizaciones sociales locales, entre ellas el Comité de Integración Social del Catatumbo (Cisca) y la Asociación Minga, es la de enfrentarse a los riesgos que generan tanto la confrontación armada como la crisis generada por el cambio climático. Agotamiento de los bienes naturales y pérdida de valores comunitarios son, en parte, los impactos que sienten con fuerza en el Catatumbo.
“Cuando todo se convierte en una mercancía que se desecha, cuando la riqueza de unos pocos es la principal enfermedad que mata millones, nos preguntamos si al final de este camino existen alternativas o si, por el contrario, estamos condenados a desaparecer”, se plantean el Cisca y Minga.
Y con el optimismo que caracteriza a estas dos organizaciones sociales, responden “¡Sí!, construir otro mundo es posible”. Esa convicción, dicen, “la encontramos cada día al salir el sol, al escuchar el canto de las aves, al sentir el olor del café, el calor del fogón de leña en la cocina, la compañía de una familia que a partir de ese momento se apresta a cumplir el propósito de su existencia: producir los alimentos, proveer el agua, hacer práctica la solidaridad, para garantizar la existencia de la comunidad”.
Sin embargo, consideran que “lo bello del campo está en disputa, se agota, es lo que la humanidad ve perderse, ve derrumbarse: la vida, la soberanía y los alimentos para sobrevivir”.
Ante estas amenazas, quienes integran Cisca y Minga impulsan, desde el Catatumbo, “la soberanía alimentaria como una propuesta que pone en el centro de su interés al campesinado que produce, distribuye y consume alimentos, prioriza las economías locales y regionales en la búsqueda de la sostenibilidad ambiental, social y económica”.
Las principales protagonistas en la construcción de esta propuesta han sido las mujeres, quienes, día a día, “tejen con sus manos relaciones de resistencia que desde su cotidianidad establecen nuevas dinámicas sociales, libres de opresión y desigualdades, liderando actividades como la recuperación de semillas y razas nativas, y la diversificación en la producción basada en la Agroecología mediante la recuperación de saberes ancestrales propios de la economía campesina”.
Ejemplo de ello es la lideresa campesina Marina Prieto, del municipio de Teorama, uno de los once municipios que componen la región del Catatumbo. Sus actividades están concentradas en promover la soberanía alimentaria, a través de la cual pretende rescatar la alimentación sana y diversificada de su familia y su comunidad, una apuesta a la que le suma la recuperación del carácter de despensa agrícola de la región.
Su trabajo es el reflejo de la resistencia campesina de cientos de mujeres de esta región fronteriza y ha quedado plasmado en este segundo capítulo de la serie documental “Con los pies en la tierra”, realizada por jóvenes del Catatumbo integrados al Cisca, con el apoyo de la Asociación Minga.
Vea aquí el primer capítulo: