Escrito por: María Paula Barrios, especial para VerdadAbierta.com

La producción de yogurt y queso se ha convertido en una alternativa económica y una herramienta para la construcción de paz en Puerto Lleras.

En un camino de trocha, con el cielo totalmente despejado y un aire tibio que nos acompaña, recorremos las carreteras del Bajo Ariari, aquellas que hace 20 años fueron testigos de la toma guerrillera perpetuada por las Farc en el municipio de Puerto Lleras, Meta.

Al viajar por este camino, es indudable no pensar en cuántas historias ha vivido este municipio, que no sólo fue objetivo de la guerrilla de las Farc, sino también de los paramilitares y el narcotráfico, este mal, que, sin quererlo, se convirtió hace años en una economía fundamental para los campesinos de esta región.

“Todas las experiencias bienvenidas sean porque hay que sacar las cosas buenas, gracias a todo lo que nos ha pasado, nos hemos fortalecido como municipio y me incluyo, porque siempre pienso en comunidad”, afirma Erley Montaña, líder social que nos acompaña en este viaje.

Después de un recorrido de casi una hora, nos vamos aproximando a una de las fincas de la vereda Veracruz, donde nos recibe José Montaña, el papá de Erley, y quien hace parte de los campesinos de la zona que hace años, sin ayuda del gobierno nacional y por voluntad propia, decidieron erradicar manualmente los cultivos de coca.

La idea de abandonar la ilegalidad surgió luego del asesinato de algunas personas de la vereda. Un día en medio de un compartir de cervezas, la comunidad, luego de llevar más de ocho años en la ilegalidad, decidió dar un paso al lado y demostrar que se puede salir delante de una forma diferente.

Después de tomar esta decisión, José Montaña reunió a su familia y vecinos con la idea de formar una asociación y construir una microempresa dedicada a la producción de yogurt, loncherines (refrescos en bolsa) y queso doble crema, así nació la Asociación de Lácteos Asohatico.

Iniciaron diez socios, quienes, empeñados por construir un futuro mejor, sacaron de su dinero para comprar materiales y en la época de vacaciones y fines de semana se dedicaron a construir una planta procesadora de leche, que tiene la capacidad de almacenar hasta 700 litros diarios.

“Tomando esta decisión, queríamos demostrar que sí es posible hacer las cosas bien y se puede generar un proceso económico diferente a la ilegalidad del narcotráfico”, asegura Erley.

Mejorando la producción

Loncherín. Foto: María Paula Barrios.

Justo al lado de la finca de José Montaña, vive María Margot Álvarez, quien hace parte de la Asociación y, desde hace un año, es la persona encargada de recibir los 350 litros de leche que actualmente procesan. Dos veces a la semana, se dedica a la producción de yogures de fresa, mora, maracuyá, melocotón y guanábana. También, a diario, realiza el proceso de cuajar la leche para transformarla en queso doble crema.

Gracias al esfuerzo de sus socios, Asohatico ha logrado conseguir la certificación INVIMA, lo que le permite vender sus productos en las zonas urbanas de Granada y Puerto Lleras.

A pesar de que el sector lácteo es una de las industrias más importantes en la economía nacional, representando el 24.3 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del agro, es decir, el 1.23% del PIB total nacional, y es el sustento de 400 mil unidades productoras del país, el cambio climático ha hecho que los productores se vean enfrentados a inviernos y sequias cada vez más fuertes y prolongados.

Para mitigar estos efectos, mejorar la producción de las fincas y los ingresos y calidad de vida de cada asociado de Asohatico, el programa AmPaz-Ambiente y Paz, implementado por la organización alemana Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ) y sus contrapartes colombianas, vienen trabajando en el desarrollo de estrategias para lograr una producción más rentable y sostenible que incluyan prácticas ambientales.

“Es importante brindarles a los asociados la oportunidad que manejen un tema de alimentación de los animales y mejoren la producción de sus fincas”, asegura Erley. Para ello, se trabaja en generar un negocio con una mayor viabilidad económica, con una responsabilidad ambiental, social y mejorar la calidad del producto.

Construyendo paz desde el territorio

Erley Montaña y José Montaña. Foto: María Paula Barrios.

Don José, un hombre oriundo de Yopal (Casanare) y quien por causas ajenas salió de su tierra y se estableció en Puerto Lleras, logró, junto con su esposa, sacar adelante a sus diez hijos, hoy en día todos profesionales.

Entre ellos, está Erley, quien se ha forjado como un líder social y es conocido en el municipio por la ayuda que presta a la comunidad. Además de dominar el inglés, alemán y francés, es sociólogo, politólogo y especialista en paz y desarrollo territorial. Se empecinó desde pequeño, mientras estudiaba para ser fraile religioso, en sacar el lado positivo del conflicto en medio del cual creció.

“Los valores empiezan desde la persona, hay que sonreirle a la vida, no sabemos cuándo una sonrisa cambie a una persona, baje un arma y hasta cambie la estructura en que vivimos”, afirma Erley.

A pesar del conflicto que ha padecido su región, Erley está convencido de que Puerto Lleras está viviendo un proceso de transformación económica, social y cultural, lo que, según él, traerá una verdadera paz al municipio: “Como sociólogo quiero romper el paradigma de la violencia en la comunidad, la paz no se va a solucionar de la noche a la mañana que es lo que muchos malinterpretan, la paz comienza con cada uno y es lo que estamos logrando hoy en día en el municipio”.

En su interés por ayudar a su comunidad, Erley ha trabajado con agencias de cooperación internacional como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Agencia de Renovación del Territorio (ART) en temas asociados a los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), una iniciativa pactada en el Acuerdo de Paz con la extinta guerrilla de las Farc.

Hoy en día, Erley trabaja desde las Juntas de Acción Comunal, generando temas de empoderamiento, en las que incluye asociaciones de víctimas, agricultores y ganaderas.

Este hombre, de 33 años, gracias a une beca, está próximo a irse a Rusia a cursar una maestría en Posconflicto y Derechos Humanos, pero asegura que apenas termine volverá para aportar todo su conocimiento y educación a su comunidad.

Después de pasar el día recorriendo la finca de su padre, a punto de finalizar esta entrevista y  sentados debajo de un árbol con extensas ramas por el que se cuelan unos delgados rayos de sol, Erley nos cuenta que a pesar que toda la vida le han dicho que es un soñador, tiene dos  grandes sueños que espera cumplir pronto: el primero es llevar a sus padres a conocer el mar; el segundo es implementar la cátedra de la paz en cada vereda de su municipio para así lograr una verdadera transformación social.

Para conocer más de este proyecto, visite la página https://www.giz.de/en/worldwide/71965.html