Esta facción guerrillera nació en el Urabá para impulsar los derechos de los trabajadores bananeros, pero la competencia con el Epl, lo llevó a asesinar incluso a los mismos trabajadores que decía defender hasta convertir la región en la esquina roja del país.
Las Farc atacaron a poblaciones en Antioquia. Foto Natalia Botero – Semana |
Las Farc llegaron a Urabá a fundar el Frente 5 en 1971 y tal responsabilidad recayó en Alberto Martínez. Era una comisión de menos de diez hombres que se estableció en San José de Apartadó, donde el Partido Comunista (PC) tenía un trabajo de bases sociales entre campesinos y obreros de la naciente agroindustria bananera. Esta facción insurgente emergió luego de que en la Quinta Conferencia, sus comandantes nacionales decidieran expandir sus fuerzas hacia otras zonas de país.
La influencia de las guerrillas liberales en la llamada época de La Violencia, más la aceptación y acogida del PC en esta región, fue camino abonado para que las Farc se asentaran en Urabá y desarrollaran allí su proyecto político y militar. Para ese entonces esta región empezaba a reconocerse como una potencia en riquezas naturales con sus serranías, humedales, tierras bajas del litoral del río Atrato, las sabanas y su abanico aluvial.
La guerrilla eligió el piedemonte de la Serranía de Abibe porque desde allí podía expandirse tanto hacia el sur como al norte, a los municipios de Turbo, Mutatá, Riosucio, Peque e Ituango.
Antes de que llegaran las Farc al Urabá, en la zona ya estaba la guerrilla del Ejército Popular de Liberación (Epl), un grupo que surgió también del Partido Comunista, cuando una facción maoísta seseparó de la pro-soviética, y conformó un partido alternativo llamado Partido Comunista-Marxista-Leninista (PC-ML). El jefe fundador del Epl fue Pedro Vásquez y se situó en el límite entre Urabá y Córdoba, hacia los ríos San Jorge y Sinú.
Durante esa década ambas guerrillas se dedicaron a montar sus bases sociales de la mano de un proyecto sindical que defendía los derechos laborales, intentaba regular la producción del banano y fomentaba las invasiones de tierras. Las guerrillas extorsionaban y secuestraban a los empresarios bananeros para financiarse.
“Las Farc empezaron a crecer y vieron la importancia de dividirse en dos comisiones de trabajo. Una que va de San José de Apartadó hacia San José de Mulatos; es decir, buscando límites con Córdoba; y otra que coge hacia el sur, por los lados de Porroso y Pavarandó, en Mutatá. ‘Raúl’, (Bernardo Gutiérrez), era jefe de la comisión del norte de esta guerrilla, y ‘Wilson’, de la del sur”, cuenta Mario Agudelo ex militante del Epl, ex alcalde de Apartadó y ex diputado a la Asamblea de Antioquia.
En esa avanzada hacia el sur, el Frente 5 tuvo sus primeros enfrentamientos con tropas del Ejército y unidades de la Policía. En uno de esos combates murió Alberto Martínez. En su reemplazo, la Sexta Conferencia de las Farc nombró a Noel Matta, más conocido como ‘Efraín Guzmán’, como el nuevo comandante de esta facción subversiva.
Al final de la década del setenta, con su Estatuto de Seguridad, el gobierno del presidente Julio César Turbay Ayala, impuso los consejos de guerra en los cuales fueron condenados decenas de campesinos militantes del PC. Además, para esos años, Bernardo Gutiérrez y algunos de sus hombres decidieron desprenderse de las Farc y unirse al Epl, lo que fortaleció a esta guerrilla en el norte de Urabá. Desde ahí empezó una rivalidad entre estas dos organizaciones armadas que, en la siguiente década, se disputaron los poderes locales en Urabá.
La llegada de Belisario Betancur al poder en 1982 marcó un cambio. la caída del Estatuto de Seguridad de Turbay implicó un fortalecimiento para estas guerrillas, pues sus brazos políticos ya no tendrían que estar en la clandestinidad.
“Con la tregua de 1984 en el periodo de Betancur se consolidaron las organizaciones sindicales. Al tiempo, las guerrillas establecieron una relación laboral en el marco de Código Sustantivo de trabajo”, dice Gerardo Vega, otro ex militante del Epl, quien también fue Diputado a la Asamblea de Antioquia. En la zona bananera, las Farc incidieron a través del PC en Sitrabanano y el Epl con el PCC-ML en Sintagro
Al respecto, Mario Agudelo explicó que “antes del gobierno de Betancur, el trabajo sindical estaba casi que proscrito en la zona, pues los empresarios no los reconocían. El derecho de asociación no existía. Uno para hacer una asamblea tenía que pedirle permiso al comandante del Batallón Voltígeros. Con la tregua, en cambio, la gente salió masivamente a afiliarse a los sindicatos”.
Producto de esos cambios, reconoce Agudelo, “en un año y medio logramos invadir más de mil hectáreas de tierra en el Eje Bananero, que manejan pequeños productores de plátano”. Después vendrían otras invasiones, ya de carácter urbano, en las que participó tanto el Epl como el PC-ML. Entre ellas está La Chinita, la más grande de todas. Las Farc también aprovecharon para acaparar nuevos territorios. Es así como el Frente 5 se desdobló y se creó el Frente 18, que se instaló en los límites de Córdoba y Urabá.
Pero las Farc quería más y en la Séptima Conferencia (1982) se constituyeron nuevos frentes: el 34, en los límites con el Chocó entre el Atrato y el Darién; y los frentes 35, 36, 37, en el Nordeste antioqueño. Del 5 también surgió el 58, y del 18, el frente 47, en un principio en Magdalena Medio y luego, en la década del noventa, se asentó en el Suroeste y Oriente lejano de Antioquia.
Todas estas estructuras obedecían al “Frente Madre”, es decir al 5 y dieron origen al Bloque ‘José María Córdova’ que luego comenzó a llamarse Bloque ‘Iván Ríos’, en honor a uno de sus comandantes.
La movilización política y el conflicto violento fueron tan grandes que los medios de comunicación empezaron a referirse a Urabá como la “Esquina Roja”. Con la tregua, los movimientos de izquierda podían hacer proselitismo, tener voceros públicos y hacer convocatorias abiertas. Además, producto los procesos de paz del gobierno Betancur con las Farc en La Uribe, Meta, nació en 1985 la Unión Patriótica (UP), partido político al que se integraron gran parte de los militantes de PC en Urabá.
En las elecciones de 1986, la UP obtuvo la mayoría de votos para concejos en Apartadó y Mutatá; en la primera elección popular de alcaldes en el 88 ganó las alcaldías de estos dos municipios y la mayoría de representantes en el Concejo de Arboletes. Para controlar a la izquierda, se consideró a Urabá como Distrito Especial de Policía.
En medio de esa nueva agitación sindical, las Farc desplegaron milicias urbanas en el Eje Bananero, donde el Epl tenía mayor presencia a través de “Los Comures” (Comités Militares Urbanos y Rurales), que estaban dedicados al proselitismo, al activismo sindical y a la seguridad de los dirigentes. Estas estructuras armadas son responsables del homicidio de decenas de empresarios bananeros y de sus capataces. En respuesta de esas acciones, los líderes sindicales fueron perseguidos y asesinados.
Mientras tanto, en el norte de Urabá comenzó una rivalidad entre el Frente 18 y una facción del Epl asentada en Currulao, corregimiento de Turbo, donde tenía influencia el PC. Una de las primeras acciones de las Farc fue asesinar a varios obreros de Sintrabanano, señalándolos de traidores.
“Uno de los hechos que marcaron ese conflicto fue que las Farc mataron al hijo de alias “Caballo”, un combatiente del Epl, trabajador bananero que vivía en Currulao. Éste tomó venganza y mató a dos carniceros que apoyaban al PC. Vino una respuesta de las Farc y masacraron decenas de trabajadores de las fincas bananeras. Esa fue la llamada ‘guerra sindical’ que tuvo una expresión de brutalidad cuando en 1985 la sede de Sintagro fue atacada y ahí murieron dos trabajadores”, recuerda Agudelo.
A pesar de la tregua que el gobierno de Betancur mantenía con estas guerrillas, en Urabá las Farc se enfrentaron en varios momentos con el Ejército a tal punto que en 1988 la región fue declarada como zona de emergencia.
Una zona de enfrentamiento fuerte quedaba entre San Pedro de Urabá y Necoclí. Hubo combates de más de cuatro días contra el Batallón Voltígeros. De 1989 al 1990, las Farc y el Epl también emprendieron juntos acciones contra el Ejército.
En Urabá la situación de orden público obligó a los dos sindicatos a dejar atrás sus diferencias y trabajar juntos. La Coordinadora Guerrillera incidió en grandes acciones sindicales y sociales conjuntas: “Ahí se realizó una de la acciones más exitosas que tuvo la guerrilla, que fue la toma de Saiza en el 88 en la que las Farc y el Epl aniquilaron un puesto de Policía y uno del Ejército” dice Agudelo.
Ese mismo año se realizó el renombrado paro cívico nacional que en Urabá tuvo el intento de ser insurreccional. Luego de 45 días de cese de actividades, el gobierno le quitó la personería jurídica a Sintagro y Sintrabano.
“El 1 de mayo de 1989 se fusionaron ambos sindicatos y se afiliaron masivamente a Sintrainagro. Por primera vez empiezan a compartir el mismo espacio sindical”, Cuenta Agudelo. Pero este acercamiento entre Farc y Epl se rompió radicalmente cuando esta última guerrilla decidió desmovilizarse.
Al finalizar la década del ochenta, entraron al norte de Urabá las autodefensas que comandaba Fidel Castaño, con el fin de erradicar el dominio guerrillero de la zona, y como primer golpe perpetraron masacres en las haciendas Honduras y La Negra, donde asesinaron a decenas de obreros delante de sus familias. Fue el inicio de una persecución mortal contra militantes de los partidos de izquierda y sindicalistas de esta región.
En diciembre de 1990, la VII Brigada del Ejército atacó la que era considerada la sede del Secretariado de las Farc en la Uribe, Meta, en la famosa Operación Casa Verde que buscó acabar con el Secretariado de las Farc.
Según explicó Gerardo Vega, “ahí empezó un nuevo momento para la guerrilla. Las Farc comenzaron a actuar muy fuerte en lo militar desde el norte de Urabá hacia Córdoba. Su nueva estrategia fue la consolidación del territorio, la defensa de éste ante los ataques de las autodefensas y el establecimiento de grandes bases, posicionando campamentos con un mando centralizado”.
Ese giro coincidió con el proceso de paz de varios grupos guerrilleros con el gobierno de Virgilio Barco, que condujo a que el Epl y el M-19 dejaran las armas y se reintegraran a la vida civil. Las Farc reviraron y desencadenaron una persecución contra los desmovilizados, que se habían agrupado en un movimiento político llamado Esperanza, Paz y Libertad.
La Farc apoyó a la disidencia del Epl que no se desmovilizó y que conformó el Frente Bernardo Franco. En 1994 fue la responsable de la horrenda masacre de La Chinita, en la que fueron asesinadas treinta y tres personas, la mayoría de ellos, militantes de Esperanza Paz y Libertad, también conocidos como “los esperanzados”.
A principios de la década del noventa, la guerrilla arreció su ofensiva militar y el Ejército respondió: en 1991 la Brigada XI y la Fuerza Aérea desmantelaron el campamento base del frente en San Pedro de Urabá.
“En esa época empezaron a volar torres de energía. Dejaban la región sin luz por meses. El sabotaje a la infraestructura fue tal que José Antonio López, siendo alcalde de Apartadó por la Unión Patriótica, convocó una manifestación pacífica en contra de la Farc”, recuerda Agudelo.
En 1992 el Ejército desmanteló una pista de aterrizaje ubicada entre los municipios de Juradó y Mutatá que, según sus informes, era utilizada para el tráfico de droga. Desde el 1991 el Frente 34 se dedicó al tráfico de armas y contrabando por la frontera con Panamá, a la extorsión a dueños de empresas turísticas y al manejo de cultivos de coca. Con estas actividades sostenían las acciones del Frente 5.
El gobierno creó en 1993 el Comando Especial Contraguerrilla que se enfrentó en Turbo con el Frente 5 cuando éste pretendía dinamitar una torre de energía. Ese mismo año se crearon nuevas unidades de Fiscalía regional y del Cuerpo Técnico de Investigación en Apartadó, Turbo, Valencia, Unguía y Carepa.
En respuesta, las Farc atacaron de forma indiscriminada a los pobladores de la región. Para justificar sus acciones emitieron un comunicado en el que declararon objetivo militar a quienes colaboraran con los paramilitares, que para ese entonces entraron a la región identificados como Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu).
Cumpliento con la amenza, las Farc entrarron a Currulao disparando sin distinción contra la población que estaba en una taberna, acusándolos de ser colaboradores de las Accu. Y en la vereda El Limón, del corrimiento El Tres, atacaron a soldados y trabajadores de fincas ganaderas, desaparecieron a un oficial del Ejército y a un contador de la Brigada XVII.
Fue una guerra en la que ambos, paramilitares y guerrilleros pusieron en el medio de fuego cruzado a comerciantes, campesinos, comunidad indígena, sindicalistas, líderes políticos y comunitarios. Esa confrontación ocasionó el desplazamiento de cientos de personas hasta dejar, incluso, sectores deshabitados.
El objetivo de los paramilitares era lo que denominaron “la pacificación de Urabá”, que se tradujo en la aniquilación de todo lo que oliera a izquierda. El 2 de agosto de 1995 asesinaron a varias personas, la mayoría de ellos sindicalistas, en la discoteca ‘El Aracatazo’, de Chigorodó. Aún se sigue investigado si algunos empresarios, quienes habían sido durante mucho tiempo el objetivo militar de las Farc, apoyarona las Accu.
Al año siguiente el entonces gobernador Álvaro Uribe Vélez declaró a Urabá como zona especial de orden público, y puso bajo control militar los municipios del Eje Bananero. Un año después, la administración departamental comenzó a formalizar las Cooperativas de Vigilancia y Seguridad Privada, conocidas como Convivir. En esa región se crearon trece en total.
En el norte de Urabá el enfrentamiento violento entre guerrilla y Accu se extendió a Necoclí, Arboletes y San Pedro de Urabá. Aumentaron los saqueos a fincas, los incendios, las masacres, el secuestro y la desaparición forzada. Esto produjo que las Farc empezaran a replegarse hacia el sur de la región: el Atrato Medio Chocoano, Juradó, Mutatá y Riosucio. Con ellos se trasladó también el hostigamiento pues los paramilitares crecían y se fortalecían, lo que les permitió repeler y amedrentar a la guerrilla, pero también forzó al desplazamiento a quienes consideraba sus bases sociales.
En 1997 regresó a la región Iván Márquez con la idea de corregir lo que la comandancia de las Farc consideró como errores del comandante ‘Efraín Guzmán’. Según un desmovilizado de las Farc, ‘Guzmán’ había malinterpretado la orden del Secretariado de pasar a la fase operacional, como una orden para sacar a un gran número de guerrilleros de la región del Urabá, hacia Medellín.
Como nuevo comandante del Frente 5, Márquez recompuso la línea militar y se enfrentó a las Accu. “Incluso llegamos a la finca madre de los Castaño en Juan José y El Diamante”, dijo un desmovilizado de las Farc.
En 1998, sin embargo, la Brigada XVII desmanteló la principal base de operaciones de las Farc en ese momento, ubicada en Villa Arteaga, Mutatá. Era el lugar desde el que las Farc planeaban su reconquista de Urabá. Mientras la guerra con los paramilitares la empezaron a librar en el sur los frentes 34, 57 y 58, el Frente 5 se vio obligado a replegarse Serranía de Abibe adentro.
De ahí nació una fuerza militar importante a la que llamaban ‘El Bloque’, cuya fuerza principal, por la calidad y cantidad de integrantes, era el Frente 5. Con ‘El Bloque’, las Farc consiguieron controlar el difícil Cañón de La Llorona entre Dabeiba y Mutatá, y en 1999, arrasaron la base de la Infantería de Marina en Juradó. Según un testigo, de esta base militar se robaron 132 fusiles M-16 A2. Le dieron otro golpe al Ejército en Pavarandó, quitándole otros 32 fusiles al Ejército en Tamborales y derribaron un helicóptero en Alto Bonito en 2000.
Hoy el Frente 5 está reducido a la pequeña comisión muy similar a la que fue en sus inicios hace 42 años. Está bajo el mando de un guerrillero conocido “Jacobo Arango”, y no tiene campamento fijo, pues está forzado a moverse de un lugar a otro por la persecución militar.