#ResistiendoEnCuarentena. Abrimos este espacio para que víctimas y comunidades afectadas por el conflicto armado cuenten cuáles son sus necesidades y cómo lidian con la pandemia del Covid-19.
Por Feliciano Valencia Medina, indígena Nasa
Desde el día 6 de marzo, fecha en que se presentó el primer caso de coronavirus en Colombia, las comunidades indígenas empezamos a tomar nuestras propias medidas, dado que somos considerados población de alto riesgo y en condición de vulnerabilidad. Nos enfocamos en proteger especialmente a los mayores y mayoras, pues según nuestras costumbres culturales, son los sabios y sabias que imparten y transmiten los conocimientos ancestrales necesarios para mantenernos como pueblos y culturas en el tiempo.
La responsabilidad del cierre de fronteras, los controles para evitar el ingreso de personal externo y limitar la locomoción de la gente, así como otros cuidados necesarios para prevenir la expansión del coronavirus a nuestros resguardos, recaen primera línea sobre los miembros de la Guardia Indígena. Pero, ¿qué es la Guardia Indígena? La Guardia Indígena se concibe como un organismo ancestral propio y como un colectivo humano de carácter pacífico encargado de controlar, cuidar y proteger los territorios, las comunidades y los planes de vida principalmente.
Hace algún tiempo los mayores y mayoras habían advertido de manera insistente que un “sucio” -término usado para referirse a las malas energías o enfermedad-, se sentía en el ambiente. Nos dijeron que algo andaba mal en el mundo, y que nos iba a afectar de manera grave. Tal advertencia encendió las alarmas en las comunidades, se corrió la voz, y las autoridades ancestrales (gobernadores de los Cabildos) direccionaron medidas para prevenir y estar preparados a fin de enfrentarlo que fuera. Rápidamente pusieron en marcha procesos de articulación con todo el personal que labora en las comunidades, la organización y el proceso comunitario, como lo hacemos cada vez que se avecinan tiempos de crisis.
Ese “algo anda mal”, tal vez lo interpretamos como la reactivación de las acciones violentas que grupos armados al margen de la ley arreciaban en las comunidades y territorios, hechos que han dejado como doloroso resultado varios comuneros asesinados, intimidaciones y todo tipo de acciones criminales que ponen nuevamente en riesgo a la población civil. Por eso dirigimos el foco de las medidas hacia esa amenaza, tristemente conocida en el caminar de nuestro pueblo. “Debemos prepararnos nuevamente a para hacer frente al conflicto armado”, manifestaron nuestras autoridades indígenas en las asambleas, y como tal se daban las directrices.
Pero la realidad en esta ocasión nos puso de frente a un mal desconocido. El coronavirus, como se conoce en el mundo, llegó a nuestras tierras, avanza de manera rápida, y nos tiene en torno a su atención. Menos mal que estábamos sobre alerta y mínimamente preparados. Rápidamente nuestra gente ajustó las medidas para atender dos enfermedades a la vez: por un lado la guerra que se incrementa con su saldo mortal; y por el otro lado el coronavirus, que nos exige también actuar para evitar su expansión hacia los territorios.
Unidos y trabajando día y noche, por ahora hemos logrado evitar que el virus se propague al interior de nuestras comunidades. Hasta el momento solamente se han presentado casos confirmados en dos pueblos indígenas: en el pueblo Yukpa que habita en la serranía del Perijá hacia la frontera con Venezuela (hacia Cúcuta concretamente); y en el pueblo de los Pastos, en el municipio de Cumbal, comunidad de Chiles en la frontera con el Ecuador. En esta región al sur del país, la Guardia Indígena trabaja de manera articulada con la Policía y el Ejército Nacional, a fin de controlar el ingreso de personas con posibles contagios que intentan de entrar por la frontera colombo-ecuatoriana.
El balance de todas las medidas establecidas para garantizar la vida de las comunidades es altamente positivo hasta el momento. Y solo ha sido posible gracias al liderazgo y esfuerzo de la Guardia Indígena, que trabaja incluso las 24 horas del día, en precarias condiciones y bajo el asedio permanente de grupos armados. También ha tenido que hacer frente a la intolerancia de personas ajenas a nuestros resguardos que intentan entrar a toda costa, así como solventar la falta de recursos económicos para cumplir su labor. Definitivamente es de valientes y de gente fiel a los postulados comunitarios llevar acabo el ejercicio del control territorial en medio de tantas dificultades.
Por eso nuestra insistencia al gobierno nacional, concretamente al Ministerio del Interior, para que suministre, de manera urgente, materiales de bioseguridad, alimentos, carpas y demás logística que garanticen mejores condiciones a los miembros de la Guardia Indígena, que se esmeran como el que más en los diferentes puestos de control establecidos en el país. Proteger y respaldar a la Guardia es indispensable para minimizar el riesgo de contagio en las comunidades.
Honor y nuestro más profundo reconocimiento a cada comunera y comunero de la Guardia Indígena.
¡No más olvido! ¡Los territorios indígenas son Colombia, los indígenas somos el pueblo colombiano!