La arremetida

      
Pacho Santos puede ser lengüilargo. Pero encasillarlo en la categoría de para-político, como pretende Salvatore Mancuso, tiene algo de absurdo.


El vicepresidente Francisco Santos fue acusado por el ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso de intentar fundar el Bloque Capital de las Auc

El Vicepresidente de la República está otra vez en el ojo del huracán por cuenta de las declaraciones de Salvatore Mancuso en las cuales lo acusa de simpatizante y promotor de las autodefensas.

El proceso había sido archivado en primera instancia, pero con el relevo que se ha presentado en la Fiscalía por el retiro de Mario Iguarán, el nuevo equipo consideró, al resolver un recurso, que la exoneración contenida en la providencia fue prematura. Por lo tanto, el proceso arranca otra vez de cero y mientras no se llegue a un fallo definitivo, Francisco Santos estará en el banquillo de la opinión pública. Como el tema dará mucho de qué hablar en los próximos días, es bueno hacer una recapitulación de los hechos que hoy tienen al compañero de fórmula de Álvaro Uribe contra las cuerdas.

El hoy Vicepresidente se reunió cuatro veces con Salvatore Mancuso entre 1996 y 1997. En ese momento Francisco Santos era jefe de redacción de El Tiempo y Mancuso era un mando medio de las autodefensas y un ilustre desconocido para el país. En el archivo del propio diario apenas aparece el primer registro sobre este jefe paramilitar en el año 2000.

Cuando Santos se reunió con representantes de esa organización armada el gran tema nacional era el proceso 8.000 y no el fenómeno paramilitar. Sin embargo, las autodefensas, lideradas por Carlos Castaño, estaban comenzando a expandirse como una mancha de aceite por todo el territorio. Primero en Antioquia (las masacres de Segovia, Remedios y Yondó) y después en el resto del país. Santos, quien había creado en El Tiempo la Unidad de Paz, captó antes que muchos el vertiginoso crecimiento que se estaba dando en ese frente de la guerra. Esto lo llevó a indagar más sobre lo que estaba pasando. “Uno decía: aquí viene un animal grande. Hay que conocer este fenómeno. O lo entendemos o nos va a tragar vivos”, recuerda el Vicepresidente. Para ese entonces reunía con cierta periodicidad analistas del conflicto como Carlos Franco, Otty Patiño, Álvaro Jiménez y León Valencia, para ver por dónde iban las cosas.

De estos diálogos surgió la decisión de que era necesario entender la magnitud del problema. Por medio de algunos ganaderos pudo contactar a Carlos Castaño y éste lo recibió en Córdoba en abril de 1996. Santos viajó a Montería con Carlos Franco, ex guerrillero del EPL y hoy director de la oficina de derechos humanos de la Presidencia. “En Montería me recogió un señor. En el camino me contó que era un ganadero al que la guerrilla había tratado de secuestrar. Ese hombre acabó siendo Mancuso”.

Una vez reunidos con Castaño, la conversación se prolongó durante casi todo el día, para profundizar sobre la naturaleza del fenómeno paramilitar. Castaño le contó con detalles la estrategia de expansión de sus hombres en armas. El Vicepresidente cuenta que salió aterrado. Tanto, que le propuso a Mancuso que fuera a Bogotá y les contara a algunos periodistas de El Tiempo lo que había oído.

Y esa fue la segunda reunión. A la semana siguiente tuvo lugar en el club de El Tiempo, en donde Mancuso se reunió con los periodistas Édgar Torres, Orlando Restrepo y Alirio Bustos. En esa reunión Santos los presentó, se quedó poco tiempo y se fue.

Hubo una tercera reunión en diciembre de 1996. El Vicepresidente cuenta que estaba en una tertulia en una casa de Valledupar en la que preguntó por el fenómeno armado contrainsurgente que se estaba fraguando en ese departamento. “Alguien me dijo: el que sabe es ese, y señaló hacia un muchacho bajito y de bigote de nombre Rodrigo Tovar, que resultó ser ‘Jorge 40’. Me dijo que si quería saber la realidad de lo que estaba pasando en Cesar, lo acompañara. Y así lo hice. Me subí a su carro y, a los tres minutos, llegamos a un lote cerrado. Había un grupo operativo de seis personas en el que se encontraba Mancuso. Fue cuando me di cuenta de que era un tipo importante dentro de la organización”.

Según Santos, esa reunión no duró más de 15 minutos y en ella le preguntó a Mancuso qué había pasado con tres personas desaparecidas en Codazzi. El paramilitar le respondió que estaban muertas. El periodista, sorprendido por la crudeza de esa afirmación, trató entonces de que les devolvieran los cadáveres a las familias, pero no fue posible.

Finalmente -dice Santos-, hubo un cuarto encuentro. Este se dio en 1997, cuando lideraba el Mandato Ciudadano por la Paz. Cuenta que conoció una lista negra en donde había personas que trabajaban con él en la campaña contra el secuestro, como Ana Teresa Bernal -entonces directora de Redepaz- y el periodista Holman Morris. “Fue entonces cuando busqué a Mancuso para decirle que no matara a esas personas. Me recogió otra persona en Montería y fuimos a una finca a dos horas de la ciudad. Me acompañó otra vez Carlos Franco. Al encontrarme con Castaño le pregunté: ‘¿Esto de las autodefensas para donde va’ Él me respondió: ‘Esto se desordenó, está creciendo demasiado, los narcotraficantes se están metiendo y yo estoy perdiendo el control”‘.

Mancuso dice que hubo una quinta reunión entre ‘Jorge 40’ y Santos en el restaurante Carbón de Palo en el norte de Bogotá. El Vicepresidente lo niega categóricamente.

Cuestión de interpretación
Sobre los anteriores hechos no hay mayor discusión. Esta se cifra en lo que dijo cada uno en las reuniones. No necesariamente se trata de la palabra del uno contra el otro, sino más bien de la interpretación que cada uno de ellos hace sobre conversaciones que tuvieron lugar hace más de una década.

Independientemente de las frases exactas que se dijeron, es evidente que Mancuso tiene interés en inflar la participación del entonces jefe de redacción de El Tiempo para crear la impresión de que hay una doble moral en el tratamiento judicial que se le da a la para-política. En otras palabras, que por convicciones ideológicas similares le va mejor a un niño bien de la elite bogotana que a un campesino de Córdoba.

El mensaje es claro: o todos en la cama o todos en el suelo. Esta estrategia quedó consignada en una grabación que apareció en el iPod de Mancuso de una conversación de él con la ex congresista Eleonora Pineda. En esta quedaba claro que el jefe paramilitar consideraba que la mejor forma de defenderse era comprometer a personas de distintos sectores en los escándalos de la para-política. El contenido de esa grabación consta en el expediente y es parte del proceso.

A Mancuso no le falta razón en pensar que hay una doble moral en cuestión de para-política porque es obvio que ni están todos los que son, ni son todos los que están. En su momento, empresarios, ganaderos, militares, dirigentes políticos y buena parte de la alta sociedad consideraron que,ante la posible toma de país por parte de la guerrilla, el paramilitarismo era un mal menor. Cuando el país conoció a Carlos Castaño a través de la entrevista que le dio en televisión a Darío Arizmendi, muchos fueron los comentarios favorables que se escucharon ante la dimensión de la cruzada contrainsurgente que pretendió venderle al país. Hoy todos esos conceptos han sido revaluados y existe un consenso de que el mal menor acabó convirtiéndose en el mal mayor. Es decir, que el remedio acabó siendo peor que la enfermedad.

Eso no significa automáticamente que Santos fuera uno de los abanderados de la causa. Pero sí deja claro que dentro de ese contexto se reunió como periodista con algunos de los protagonistas de ese nuevo fenómeno de la violencia colombiana, y que le impactó lo que oyó.

Así lo registro en una columna cuya primera línea fue: “Sé de lo que me van a tildar por escribir esta columna: de derechista, paramilitar, violador de derechos humanos etcétera. Pero como en nuestro país el susto prevalece y la gente se cuida de no decir las cosas, entre otras porque las palabras pueden costarle a uno la vida, muchas de nuestras realidades no se conocen…” y procede posteriormente a señalar que el matrimonio del narcotráfico con la política había desembocado en un poderoso ejército de autodefensas que habían germinado ante la ausencia del Estado. Y concluye que ese nuevo poder tendría que ser tenido en cuenta como la cuarta parte de una negociación de paz que incluiría a las Farc, el ELN y el EPL.

Todo lo que Santos pronosticó en esa columna acabó sucediendo 10 años después y su olfato periodístico terminó siendo premonitorio. Mancuso considera que ese escrito y otros del mismo tenor prueban que Santos era un aliado de la causa. Registra que al ser el primer periodista que tuvo la valentía de registrar la ausencia del Estado en varias regiones del país y el apoyo social que tenían las autodefensas en las mismas, iba a hacer inevitable que tuvieran que ser considerados como un factor político.

El problema de la argumentación de Mancuso es que si tener esa percepción era ser aliados de ellos, la mayoría de los colombianos en ese momento estaría en esa categoría, ya que en esa época la guerrilla estaba ganando terreno militar día a día.

Al respecto Santos señala que Mancuso ya se retractó en el proceso de la totalidad de esas afirmaciones. Además agrega que sus reuniones con esos personajes se limitaban a su función como periodista y ha negado que se haya identificado con la organización paramilitar.

Pero si en gracia de discusión lo hubiera hecho, es decir, que en esos tête à tête con Castaño, Mancuso y ‘Jorge ’40’ hubiera simpatizado ideológicamente con su proyecto contrainsurgente ya sea por cortesía, por miedo o por convicción, no sería un delito. Como tampoco es delito que un profesor universitario encuentre justificada la causa revolucionaria de la guerrilla a pesar de que las Farc matan y secuestran todos los días. Las dos posiciones reflejan simplemente el derecho de opinión que tienen los colombianos. Hace parte de la libertad de pensamiento y expresión en un país libre y democrático.

Como opinar en Colombia no esdelito, todo el caso contra el Vicepresidente está centrado en unas frases que él supuestamente habría dicho para sugerirles a los paras la creación de un bloque capital para defender a Bogotá en momentos en que la guerrilla estaba avanzando en Cundinamarca.

Esas frases pueden ser mentiras, exageraciones o verdades. Muchos allegados a Santos, que saben que es lengüilargo, no descartan que haya podido soltar, mitad en serio y mitad en broma, comentarios de esa naturaleza. Semejante imprudencia para algunos podría rayar en lo ilegal. Sin embargo, para que se configure un caso penal se requiere mucho más que frases al desgaire. Tiene que haber una mínima colaboración, o articulación o coordinación con los protagonistas de la organización armada. La justicia tendrá que investigar si alguno de esos pasos posteriores tuvo lugar.

Pero lo más débil que tiene la denuncia de Mancuso contra el Vicepresidente al encasillarlo de para-político es que en ese momento no había política. Las otras personas que han sido vinculadas a procesos penales por sus vínculos con las autodefensas lo han sido porque obtenían algún beneficio político, económico o electoral por esta alianza. De ahí que Vicente Castaño llegó decir que el 30 por ciento del Congreso era de ellos.

Francisco Santos no era ni político ni candidato a nada. Era jefe de redacción de El Tiempo y fundador de País Libre, una organización dedicada a luchar contra el secuestro. Sus reuniones con Carlos Castaño y con Mancuso no le aportaron ni un peso ni un voto. Este es el principal argumento en su defensa.

La razón por la cual se abrió nuevamente el proceso es que la Comisión Colombiana de Juristas apeló el fallo inhibitorio de primera instancia por considerar que la investigación no se hizo con el rigor requerido. El propio Fiscal encargado advirtió que la reapertura no entrañaba ningún grado de culpabilidad, sino simplemente de reservas frente al procedimiento. Habrá que ver a qué conclusiones llega esta nueva investigación.

Más allá de la indagación penal, lo que quedó claro es que si Pacho Santos hizo algún tipo de chiste inoportuno, le salió muy caro.

Publicado en Semana edición 1434 de 25/10/2009