Aún no ha sido proyectada La Negociación en las salas de cine y tan sólo un minuto y medio de promoción generó una gran controversia por cuenta de sectores políticos, liderados por el senador Álvaro Uribe Vélez. La directora habló con VerdadAbierta.com sobre su trabajo y lo que propone para un país que no logra resolver la polarización entorno a la salida negociada con la guerrilla más antigua del país.
“Es una satanización tan grande que no podemos ni siquiera empezar a hablar”, afirmó anoche la documentalista en el Museo de Arte Moderno de Medellín ante un nutrido auditorio que llegó expectante a escucharla al final de un día marcado por una intensa actividad en redes sociales en la que le pedían a Cine Colombia no proyectarlo en sus salas.
El rechazo inicial provino de Álvaro Uribe, senador por el Centro Democrático y expresidente de la República (2002-2006/2006-2010), quien, a partir de una pieza publicitaria audiovisual de un minuto y 30 segundos, lo descalificó y le sugirió a la empresa cinematográfica que cancelara su proyección, que inicia mañana y va hasta el próximo domingo. En igual sentido se pronunció el exministro Fernando Londoño. Ambos se sintieron agredidos en la pieza promocional.
Srs Cine Colombia:
Faltan uds a la objetividad al facilitar que nos acusen al dr Fernando Londoño y a mi persona d enemigos de la paz.
Cuando el No ganó el plebiscito propusimos modificar los acuerdos, no eliminarlos.
El Gbno desconoció el plebiscito en afrenta democrática.
— Álvaro Uribe Vélez (@AlvaroUribeVel) 27 de noviembre de 2018
Finalmente, Cine Colombia no acogió la propuesta y anunció que se proyectaría el documental tal como estaba programado desde meses atrás. Si bien a través de un comunicado informó que “en ningún momento ha sido presionado para que dicho documental sea retirado de la cartelera de cines”, al parecer hubo un momento de vacilación, que generó que la compra en línea de los boletos se suspendiera por unas horas, según denuncias que se ventilaron en redes sociales.
“Lamento que este documental salga en estas condiciones. En esa descalificación no construimos democracia ni construimos sociedad”, dijo Martínez ya casi al final de un conversatorio sobre La Negociación, que fue convocado por la Caja de Compensación Familiar Comfama y moderado por la periodista Ana Cristina Restrepo, en el que tampoco se pudo ver ni el documental completo ni la pieza publicitaria que generó el candente debate en redes.
La documentalista, que tiene una profunda experiencia en la cobertura del conflicto armado colombiano y se conoció nacional e internacionalmente por su documental La Sierra (2005), realizado en una de las comunas más violentas de Medellín por aquellos años de fuerte paramilitarización de la ciudad, contó que el expresidente Uribe conocía el documental, “de mis repetidos requerimientos para que me diera una entrevista y él, entiendo perfectamente, declinó, y me facilita material, y me sorprendo ahora que diga que no la parece. No entiendo eso. Tuvo toda la oportunidad del mundo de hablar”.
Cuatro días antes del conversatorio convocado por Comfama y del debate que generó entre los opositores al Acuerdo de Paz, VerdadAbierta.com habló con Martínez sobre lo que fue construir este documental, los retos que enfrentó y lo que pretende con este aporte audiovisual.
VerdadAbierta.com (VA): Finalmente, se va a presentar su documental en el país. ¿Qué representa este momento para usted?
Margarita Martínez: (MM): Llevo seis años trabajando en este proyecto y había sido periodista de agencia de noticias AP (Associated Press) durante las conversaciones del presidente Andrés Pastrana (1998-2002) con las Farc en San Vicente del Caguán. Por eso siento que es la culminación de muchísimos años de trabajo de mi vida profesional.
El documental empieza con el momento en que el jefe guerrillero conocido como ‘El Medico’ (Jaime Alberto Parra Rodríguez, conocido en filas como ‘Mauricio Jaramillo’), jefe del Bloque Oriental, el más importante de las Farc, en la fase secreta de los diálogos, aborda un helicóptero en la selva para irse a La Habana y cierra con el triunfo del hoy presidente Iván Duque.
VA: Para periodistas con su trayectoria en la cobertura del conflicto armado, la noticia de la paz era la que querían dar, pero cuando llegó, el ciudadano de a pie, sobre todo el de las ciudades, no la sintió así. ¿Qué pudo haber pasado para que se generara esa percepción?
MM: Yo los entiendo, en las ciudades hace tanto tiempo no se siente la guerra, pero que haya paz con el actor más importante de la guerra cambia totalmente los números. Cuando empiezan las negociaciones con las Farc, los ceses de fuego que se pactan, consistentemente todas las cifras de homicidios empiezan la bajar, no sólo en las zonas donde se combatía, sino en todo el país. Somos un país y todo está relacionado. Ya muy poca gente tiene miedo de que lo vayan a secuestrar en zona rural, aunque todavía pase, pero en proporciones muy bajitas.
VA: Cuando el 18 de octubre de 2012 se oficializa en Oslo, Noruega, el inicio formal de las negociaciones y luego se instala la mesa en Cuba, ¿ya estaba concibiendo el documental?
MM: Cuando anunciaron eso, yo ni siquiera quería ver, dije: yo no le entrego mi corazón a esto nunca jamás en mi vida. Yo en San Vicente de Caguán era una reportera y tenía tantas ilusiones, fue un momento de gran ilusión, pero esas negociaciones tan mal hechas, tan mal estructuradas, tan mal planeadas, pues fue una terrible desilusión; y después lo que vino fue una escalada de violencia que trajo ese fracaso. Fue, guerra, guerra, guerra. Yo me sentía como los colombianos: yo en esto no creo para nada.
VA: ¿Y cómo empezó entonces la idea de La Negociación?
MM: Sergio Jaramillo había visto el documental La Sierra y me invitó a hacer un registro visual de las negociaciones para la Oficina del Alto Comisionado para la Paz. Entregué ese trabajo y yo me quedé filmando, recolectando material y haciendo entrevistas. Así que este documental tiene material anterior; material que yo filmé durante las negociaciones; material y entrevistas que hice después. Y una cantidad de archivo que yo he venido recolectando, que las partes me dieron, me dieron el gobierno y las Farc, me dio el anfitrión el gobierno de Cuba, que filmó cosas increíbles.
Incluí imágenes que tengo del hospital militar de hace como seis o siete años en uno de esos picos terribles de esas incursiones que hubo en La Macarena y, evidentemente, era un hospital de guerra, estaba lleno de hombres de 21, 22, 23 años de edad, mutilados, ciegos, con heridas gravísimas para el resto de la vida.
VA: Hay algunos documentales sobre este proceso de paz. ¿Qué tiene de distinto el documental La Negociación con respecto a otros, como por ejemplo el de Natalia Orozco, El silencio de los fusiles (marzo de 2017)?
MM: Unas imágenes inéditas, acceso desde dentro, no desde fuera. Es la historia de un proceso político de la búsqueda de la paz con las Farc. Es que yo estuve adentro de la negociación, es un trabajo de seis años, que empieza en 2012 y se acaba en 2018. El de Natalia, que me parece que sale en un momento maravilloso, y que la gente tenía tantas ansias, no alcanza a cubrir ni siquiera el plebiscito, entonces digamos que son periodos de la historia diferentes.
VA: ¿Cómo se logra adquirir esa confianza para que las partes (gobierno nacional y Farc) y países garantes (Cuba), le hayan dejado estar desde dentro y cedido material?
MM: Eso es un trabajo de años que se logra con una cantidad de tiempo, una cantidad de perseverancia. Una de las entrevistas más difíciles y la que más tiempo me costó fue la del general (r) Jorge Mora (miembro del equipo negociador del gobierno nacional). Al final le pregunté: ‘General, ¿usted por qué me dio esta entrevista? ¿Le dio pesar de mí’?’ Y me dijo: ‘porque yo respeto el trabajo y veo la dedicación que ha puesto en esto’.
Para todo el que quiera hacer documentales, y en general periodismo, se requiere mucha perseverancia, mucha paciencia, también se requiere mucho ‘cuero’, porque a uno todo el mundo le dice que no. Yo tenía una profesora que decía que un no, significa hola. Detrás de cada cosa íntima que hay en el documental, hay 200 no.
VA: ¿A qué tipo de dificultades se tuvo que enfrentar durante la producción del documental?
MM: Hacer la historia de un proceso político entre enemigos, con una oposición feroz, en un país totalmente escéptico y con un odio profundo hacia la guerrilla de las Farc, hace que el acceso y permanecer en el acceso sea lo más difícil. Cuando se hace ficción, el centro de la ficción es el guion; y cuando se hace documental, el centro de un documental es tener acceso. La dificultad de hacer este documental fue el acceso.
En el desarrollo de este documental cada rato tenía acceso, pero también cada rato lo perdía. De hecho, me sacaron muchísimas veces, y hay gente que lo sabe públicamente. Me preguntaban: ‘¿Tú qué haces acá?’, ¡Vete!, ¡Vete! Eso era muy duro y me preguntaba al otro día: ¿ahora cómo voy? Además, estás en Cuba, había invertido una cantidad de plata en el pasaje, en estar allá, has dejado tu familia, eso tiene una gran cantidad de componentes.
VA: ¿Y por qué perdía ese acceso?
MM: Yo dejé de filmar mucho tiempo con cámara grande porque no conseguía realmente nada; entonces me compré una muy buena cámara, pero chiquita, que me cupiera en la cartera. Aprendí que de esa manera tenía cien veces más posibilidades de que me dejaran hacer algo, entonces me dejaban entrar un momentico, sólo para hacer un registro. Pero había una tensión horrible.
Me dejaban entrar un momentico porque tal vez se aburrían de que rogara tanto y después alguien de un comité, en un corredor, hace un comentario sobre algo difícil y se volteaba, me veía la cámara, y me decía ‘usted qué hace acá’. ¡Váyase, váyase! ¡Ya no más, ya no más!
VA: ¿Quiénes eran los más malgeniados? ¿Los del gobierno nacional, los de las Farc?
MM: (Risas) Los dos, los dos. Es que no es que fueran malgeniados, es que había un nivel de tensión por la responsabilidad de lo que se hacía, pero no era algo personal, si uno se lo toma personal, le toca irse. Yo entendía que era un ambiente tenso y una cámara no ayuda. Es la cámara, no yo.
VA: Eso era en cuanto a lo que ocurría en la sede de los diálogos en La Habana, pero cuando regresaba al país y visitaba algunas zonas donde estaban los guerrilleros rasos y las comunidades alrededor de donde estaban concentrados, ¿qué tipo de dificultades enfrentó?
MM: Desde el 2013 ya había como una calma. Tuve la oportunidad de ir al Batallón Cazadores (en San Vicente del Caguán) y eso supuestamente era guerra, y resulta que todos los soldados estaban acampados porque no había combates. Lo único que había de vez en cuando eran minas antipersonales. Eso no me parecía difícil, pues tenía la experiencia necesaria. Lo que me parecía difícil era cubrir la negociación, eso realmente era la almendra de todo. Es que uno no puede creer que, en una mesa, unos señores que llegan con unos maletines realmente puedan cambiar la vida de tantas regiones.
VA: Durante los seis años de producción del documental ocurrieron en el país hechos políticos que generaban optimismo y pesimismo a la vez, uno de ellos fue el plebiscito del 2 de octubre de 2016 para refrendar los acuerdos y ganó el No. ¿Cómo vivió ese día?
MM: El día del plebiscito fue un día, para mí, de nunca olvidar. Semanas antes yo había estado en la Décima Conferencia de las Farc en los Llanos del Yarí (máximo espacio decisorio de las Farc). Y de allí fui a Cartagena, de donde es mi familia, y me di cuenta que iban a votar por el No. Dios mío, yo me sentí en una burbuja en los Llanos del Yarí. Mientras tanto, la oposición y Álvaro Uribe llenaban plazas con unos discursos muy duros en contra del acuerdo, de la impunidad. Y cuando realmente comencé a poner atención, ese día no me sorprendí porque ya llevaba esa última semana viendo y leyendo lo que estaba pasando.
Recuerdo que alguien que trabaja en la Registraduría me dijo, como a las 12 del día, que no había votado casi nadie en varias zonas del país donde se suponía apoyaban el acuerdo de paz, entonces me fui al hotel Tequendama porque el presidente Santos iba a ir allí, y cuando dieron como el tercer resultado y dijeron que va ganando el No, pensé, esto no va a tener reversa, me fui de inmediato a la calle y vi mucha gente celebrando.
VA: ¿Y dolió?
MM: Claro, claro, yo comencé a preguntarme ¿y ahora qué va a pasar? Y, además, yo sabía que las unidades guerrilleras ya estaban en movimiento a los sitios de concentración. Dios mío, pensaba yo, va a haber una matazón.
VA: ¿Qué impacto tuvo el triunfo del No en el desarrollo del documental?
MM: En términos de mi narrativa yo pensaba terminar con el plebiscito, era lo evidente, y pensaba que lo que vendría sería la implementación, pero con ese resultado yo dije que ese resultado marca es una paz más chiquita, sin sueños, una paz sin transformación. Le quitaron a la paz todo el brillo. Y no sabemos qué va a pasar con la implementación. El presidente Iván Duque lleva 100 días y no es muy claro cómo va a ser eso. (Leer más en: Implementación del Acuerdo de Paz aún tiene oxígeno)
VA: En un trabajo de largo aliento como este documental y con un tema tan complejo, es normal que en el equipo de trabajo se presentaran contradicciones. ¿Cómo se resolvieron?
MM: En La Habana, cuando yo veía que nadie me hablaba, llevaba un director de fotografía español, magnifico, amigo increíble, pero dije, no puedo llevar a alguien en un viaje en el que estoy cinco días y sólo me hablan uno, no puedo pagar esto; entonces contraté a un equipo cubano, que son maravillosos. Digamos que fue segmentado el tema de la producción.
Pero en el tema de la edición teníamos una gran cantidad de contradicciones sobre qué queríamos mostrar. Había una enorme dificultad de escoger ese material. Era la angustia de escoger y tratar de mostrar esta historia tan compleja, con tantos actores y tanto material.
VA: La manera cómo se desarrolló este documental fue desde dentro, lo que le dio acceso a más información que la que tenían aquellos periodistas que estaban totalmente por fuera. Bajo una mirada comparada, ¿se equivocaron los periodistas en la cobertura del proceso?
MM: Yo no diría que estuvieron equivocados en la cobertura, pero cada rato pasaba que en la mesa se estaban discutiendo unas cosas y aquí en Colombia se estaban hablando de otras. Había como una esquizofrenia, pensaba yo, pero el gobierno y las Farc nunca la pudieron resolver, y era porque está esa contradicción de unas conversaciones tan confidenciales y delicadas, que ellos querían que se hiciera con hermetismo, pero al mismo tiempo la oposición, los escépticos, empiezan a llenar de supuesta información sobre lo que estaba pasando en La Habana.
Uno de los aprendizajes de este proceso es que las comunicaciones fueron muy malas y en la mesa nunca encontraron la manera de resolver el tema entre la confidencialidad y dar información de una manera eficiente. Era una cosa difícil de hacer. Las comunicaciones de este proceso de paz nunca lograron contrarrestar los miedos, rumores y mentiras que dijo la oposición.
VA: En todo este proceso de trabajo de seis años, ¿se sintieron en riesgo o que estaban siendo vigilados?
MM: Todo el tiempo sentí que mis comunicaciones estaban vigiladas. Pero aquí en Colombia es como el día a día. Lo probé cuando quise enviar unos e-mail y no le llegaban al destinatario y estábamos casi juntos.
VA: ¿Por qué el documental sale dos años después? ¿Por qué no salió para el primer año del Acuerdo de Paz?
MM: Yo esperé a que se supiera quién iba a ganar la Presidencia y también quería saber cómo estaba pintando la implementación. Además, porque me costó mucho trabajo la edición. Y no es que haya mucha distancia en los dos años, no está caliente, pero tampoco está tan frío. En caliente no te da ninguna distancia. Y la idea es que este trabajo fuera para la historia, no para la coyuntura.
VA: ¿Qué organizaciones financiaron este documental?
MM: Casi todos los recursos los conseguí afuera, pero en el país hubo dos organizaciones que más que con plata, me ayudaron con su apoyo, presentándome gente, buscarme financiadores, que fueron el Centro Internacional para la Justicia Transicional, con Camila Moreno, y la Fundación Ideas para la Paz, con María Victoria Llorente. Ambas fueron unas aliadas increíbles en ayudarme a mantenerme. Y, de hecho, varias de las organizaciones que me dieron plata, las encontré a través de ellas.
VA: Luego del lanzamiento, ¿qué camino seguirán La Negociación y su directora?
MM: Aspiro a ir a muchos lugares, a muchas regiones, a muchos municipios, a muchas universidades, a muchos colegios, para mostrarla y que sea un instrumento de conservación de la memoria, que invite al diálogo y a la reflexión.
VA: Para terminar ¿por qué los colombianos tenemos que ver La Negociación?
MM: Todo aquel al que le interese la política debería ver este documental porque es una mirada interna de un proceso largo de seis años, de un proceso político que marca el presente. Además, todo el que quiera opinar sobre guerra y paz, tiene que verlo, para tener mejor criterio.