Hasta el momento el crimen contra su padre permanece impune. El ejemplo que recibió de él la convirtió en una defensora de los derechos humanos. Su trabajo se enfoca en dignificar la vida de las víctimas del conflicto armado.
Por: Joan Camilo Bolaños, especial para VerdadAbierta.com
“Con nuestro trabajo y el de las organizaciones que nos acompañan, hemos logrado demostrar que nuestros padres nunca fueron delincuentes sino luchadores sociales y personas que trabajaron y creyeron en la paz”, afirma, con convicción, Alejandra Gaviria, una férrea defensora de derechos humanos, al referirse a la muerte de su padre, miembro de la Unión Patriótica (UP), desaparecido y asesinado hace 29 años y seis meses.
Esta activista antioqueña, con estudios de Historia y una maestría en prácticas y políticas para el desarrollo, enfocó su trabajo en temas relacionados con la memoria histórica y los derechos de las víctimas del conflicto. Su voz es pausada y tranquila, pero contundente, de esas que no necesitan subir el tono para decirlo todo.
A los seis años supo qué era el conflicto armado en Colombia, pues su padre, militante de la UP fue desaparecido y asesinado. Desde entonces, ella y su familia han emprendido una lucha por la memoria, la verdad y la justicia, y para que la sociedad colombiana cierre un capítulo de más de 50 años de sangre.
Presentamos a continuación, apartes de la entrevista concedida por ella, donde narra lo sucedido con su padre, cómo la marcó su desaparición y, sobre todo, los silencios que tuvo que padecer durante varios años por razones de seguridad.
¿De dónde surge el interés por la defensa de los derechos humanos?
De mi propia experiencia de vida. Yo, como muchos colombianos, he sido víctima del conflicto armado en Colombia. Mis padres eran líderes de la Unión Patriótica (UP) y el Partido Comunista Colombiano (PCC). El 10 de diciembre de 1987, cuando mi papá tenía 32 y yo 6años, fue detenido, desaparecido, torturado y asesinado a razón de su labor política. Esto, evidentemente, me marcó.
Crecí sin saber qué era realmente lo que había ocurrido porque, aunque mi madre siempre me contó, de ese tema no se podía hablar en público, nos teníamos que cuidar; inclusive, tuvimos que irnos desplazados de Medellín a Bogotá. Y crecí con ese silencio, pues no encontré que en la escuela me contaran qué pasó con la UP, ni siquiera se hablaba del tema cuando entré a la universidad a estudiar Historia. Entonces, como necesitaba comprender lo que me había pasado y lo que pasaba en el país, decidí empezar a trabajar en la materia.
¿Se sabe algo del asesinato de su padre?
En el caso de mi padre, como en los miles del genocidio de la UP, son pocos los avances en las investigaciones. Parece que nunca ha habido interés por conocer quiénes fueron los perpetradores del crimen, pero hace tres años fue declarado como crimen de lesa humanidad y, por tanto, no puede prescribir porque hirió la conciencia y la ética de todo un país. Acerca de los responsables, yo no podría decir con certeza quiénes fueron, aunque en el expediente se muestran como sospechosos a la IV Brigada de Medellín y a losgrupos paramilitares.
¿Ha habido reconocimiento del Estado por estos hechos?
Nada. Si se mira el expediente de mi papá, es muy triste. De hecho, más que intentar esclarecer los móviles del crimen, lo que se busca es justificarlo, pues todas las preguntas están encaminadas a intentar generar la duda de si mi padre era guerrillero para, en consecuencia, dejar la idea de que era válido asesinarlo. Los hechos sucedieron hace casi 30 años y aún no hay respuestas, dado que en su momento no se hicieron las investigaciones.
¿De dónde nace H.I.J.O.S por la Memoria? ¿En qué consiste?
Nos unimos desde hace más de 10 años varios jóvenes que vivimos lo mismo y muchas otras personas que sienten que esto de alguna manera les ha afectado. Allí hemos hecho un trabajo para que la sociedad conozca nuestra historia y para que se entienda lo mucho que como país hemos perdido en este conflicto.
¿Qué papel ha jugado la sociedad frente a los crímenes de Estado?
Eso sí ha sido una situación bastante difícil. Desde que tengo seis años me ha tocado, al igual que muchos otros, enfrentarme a la estigmatización y al señalamiento, pues en el imaginario nuestros padres nunca han sido víctimas sujeto de solidaridad, sino que siempre se les ha tratado como sospechosos.
De hecho, yo no podía contar lo que había pasado con mi padre y cuando preguntaba por qué, mi mamá me decía que la gente no comprende. Me tocaba ver cómo se solidarizaban con los secuestrados y yo no entendía por qué, si a mi papá le pasó algo similar, nos señalaban. Así fue durante mucho tiempo.
Solo hace algunos años, con nuestro trabajo y el de las organizaciones que nos acompañan, hemos logrado demostrar que nuestros padres nunca fueron delincuentes sino luchadores sociales y personas que trabajaron y creyeron en la paz. Desde entonces se nos ha empezado a escuchar y las cosas poco a poco han ido cambiando. Sin embargo, históricamente hemos sentido el señalamiento de la sociedad, no la solidaridad que tienen con muchas de las otras víctimas en Colombia.
¿A qué obedece que los colombianos solo hayamos visto una mitad del conflicto?
A lo que se enseñaen los colegios, al cubrimiento de los medios y, por supuesto, a lo que se consideró como la verdad oficial durante muchos años. En otras palabras, a esa versión difundida del ‘enemigo interno’ que negaba la existencia y la complejidad del conflicto y aseguraba que nos encontrábamos frente a una amenaza terrorista, no frente a un conflicto armado interno. Antes del 2011 había una negación sistemática de lo que ocurría y, en esa medida, las víctimas de crímenes de Estado no existíamos. Además, nunca nos habían incluido en un proceso de paz y, por tanto, nuestra voz nunca había sido escuchada. A pesar de lo anterior, poco a poco se ha ido conociendo lo que nos ha pasado y hay avances.
¿Qué herramientas les proporciona el Sistema Integral de Justicia, Verdad, Reparación y no Repetición consignado en los acuerdos firmados con la guerrilla de las Farc?
Acá se tiene la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, y la Unidad especial para la búsqueda de personas dadas por desaparecidas en el contexto y en razón del conflicto armado, las cuales se complementan.
Hay que decir que con la JEP hemos tenido bastantes tropiezos, dado que lo acordado entre el Estado y las Farc no fue respetado en el Congreso y fue transformado en algunos apartes trascendentales. En ese sentido, se han generado algunos obstáculos para conocer la verdad y obtener justicia en nuestros casos, especialmente en temas que tienen que ver con la responsabilidad de mando de los militares, la financiación de terceros al paramilitarismo y nuestra participación como víctimas.
No obstante, las víctimas de crímenes de Estado esperamos que este sistema de justicia transicional, creado en el marco de los acuerdos de La Habana, aporte a superar la impunidad en Colombia.
Sabemos que la justicia es una herramienta, pero mientras que la sociedad colombiana no sepa lo que nos ha sucedido durante décadas en el conflicto esto no va a cambiar. Entre otras cosas, por el hecho de que con el olvido y la impunidad no solo se legitiman los crímenes contra nuestros padres, sino que queda en evidencia que como país no hemos sido conscientes de todo lo que hemos perdido. Por eso, las víctimas siempre hemos pedido la existencia de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, exigencia que se implementará.
Finalmente, la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas nos parece clave, pues Colombia es el país con mayor número de desaparecidos en el continente, por encima de las dictaduras del Cono Sur. Hay muchas víctimas que aún no saben en dónde están sus familiares. En ese sentido, pensamos que el compromiso que los responsables tendrán con la verdad permitirá avances en cosas tan vitales como saber en dónde se encuentran los restos de muchas personas desaparecidas y poder recuperarlos por fin.
La gente habla mucho de la impunidad en el Acuerdo, pero yo le quiero decir a la sociedad colombiana que impunidad es lo que hemos vivido desde hace 30 años, al menos en el caso de las víctimas de crímenes de Estado esa es la realidad en más del 95 por cientode los casos. Para nosotros, este Sistema Integral es una esperanza, dado que accederemos a muchos de los derechos que nos han negado durante todo este tiempo.
¿A qué se refiere con la responsabilidad de mando de los militares?
Colombia ha suscrito el Tratado de Roma y allí se habla claramente de la responsabilidad de mando. Sin embargo, en los debates del Congreso de la JEP se decidió que se iba a hacer una salvedad y que esa responsabilidad solo iba a operar en unos casos muy específicos. Entonces, se restringió ese concepto.
¿Cree que la sociedad colombiana está preparada para conocer las atrocidades que cometieron los militares en el conflicto?
La sociedad colombiana se ha encargado de excluir a quien piensa distinto. Todo el mundo cree que mis razones son las más importantes, el otro no importa y que solo deben ser reconocidos mis derechos; eso tiene que ver con una precariedad que la gente tiene, pues no somos capaces de ver con solidaridad al otro mientras no se garantice lo de uno. Sin embargo, las víctimas de distintos sectores hemos emprendido una labor desde hace seis años para decirle a Colombia que la guerra no es el camino, que no debe hacerse en nuestro nombre, que nunca hemos pedido venganza sin importar quién haya sido el responsable y que lo único que demandamos es que no siga sucediendo para que no le pase a nadie más.
Eso es lo que yo quiero, que nadie más viva lo que Alejandra Gaviria desde los seis años hasta los 36 que ya casi cumple. Entonces, creo que en ese camino la sociedad irá escuchando las historias hasta lentamente hacer conciencia. Aunque la paz no se construye de un día para otro, es un camino que estamos transitando. En este sentido, no pedimos la verdad para continuar con el ciclo de odio y revanchismo sino para que seamos conscientes de que estas atrocidades nunca pueden volver a suceder.
¿Será esta la oportunidad de cerrar el capítulo?
Yo creo que la paz es el camino, tal vez imperfecto y con errores, pero vale la pena apostarle porque es un principio para solucionar uno de nuestros grandes problemas: el conflicto colombiano. Pareciera que, con esta comisión de la Verdad que se va a crear, la sociedad podrá saber qué fue lo que pasó. A pesar de que todos los problemas de 50 años en guerra no se van a resolver con un acuerdo, por supuesto que es un avance. Para que este país pueda reconstruirse tenemos que aferrarnos a ello. Sin embargo, no hay que olvidar que esto no es labor exclusiva del Estado y las Farc, sino que es el compromiso de la ciudadanía. En consecuencia, depende mucho de nosotros que esta no sea una frustración más.
¿Cuál debe ser el papel de los medios de comunicación de cara al posacuerdo?
A lo largo de estos años, muchos periodistas han sido corresponsales de guerra, de ahora en adelante se deberán formar como corresponsales de paz. En otras palabras, es momento de que en las escuelas de periodismo enseñen a cubrir una noticia de construcción de paz y, a partir de eso, mantener los principios básicos: el equilibrio, diversidad de las fuentes a consultar y la veracidad. Se debe aprender, por ejemplo, de los errores cometidos al informar sobre los mal llamados ‘falsos positivos’, pues en su momento la prensa mostró a estos jóvenes asesinados como guerrilleros abatidos en combate, sin indagar con otras fuentes como sus familias.
También es necesario que se amplíe el criterio de qué es considerado ‘noticia’, pues necesitamos que las historias de quienes han logrado sobreponerse lo sean. Nuestra identidad como país no está únicamente marcada por lo perseverantes quehemos sido en el uso de la violencia sino por la capacidad que tenemos de superarnos y construir nuevos proyectos de vida tras sentir que todo había acabado. Esas historias debemos conocerlas y esa es la labor de los periodistas.