Este miércoles se presenta en la Feria del Libro de Bogotá el libro Comunicación para la Paz, en el que varios investigadores analizaron el papel de las Comisiones de la Verdad de Perú, Guatemala y El Salvador, con la perspectiva de cómo transmitir los hallazgos y las recomendaciones de la CEV. Entrevista a su editor.

Fabio López de la Roche es historiador e investigador de la Universidad Nacional. Tuvo la misión de editar un libro escrito a ocho manos, sobre el cierre de conflictos armados de diferente naturaleza en este continente, y cómo fueron sus procesos de construcción de memoria.

Este trabajo se hizo a lo largo de 2019. Por eso no recoge “ni las herencias de la pandemia ni lo que pasa con los últimos gobiernos tanto en Guatemala como en El Salvador, aunque el artículo de Perú sí se pudo actualizar”. El libro entró en un proceso de edición en medio de la pandemia con todos los problemas de la paralización de las instituciones.

En esta publicación se dieron cita Guillermo Mastrini, profesor de la Universidad Nacional de Quilmes; Mario Fernando Guerrero-Gutiérrez, docente-investigador en geopolítica, política comparada, comunicación política y conflicto; Juan Diego Restrepo Echeverri, periodista y exdirector de VerdadAbierta.com; y Luis Felipe Neira Reyes, literato, magister en sociología y doctor en ciencias humanas.

A propósito de su presentación, estos son apartes del diálogo que sostuvimos con López.

VerdadAbierta.com (VA) ¿Cómo surgió la idea de realizar esta publicación? ¿Qué los llevó a hacer un libro de comunicación para la paz?

Fabio López (FL): En el grupo de investigación Comunicación, Cultura y Ciudadanía, siempre hemos tenido la preocupación por todos los temas de la paz, de las justicias transicionales y de la comunicación. Si no se comunican estas cosas, es difícil que avancen los procesos y que la sociedad entienda, por ejemplo, qué es justicia restaurativa. O qué es justicia retributiva para entender los debates. Sobre si la solución a los problemas [son] más cárceles y más barrotes.

VA: En junio de 2022 la Comisión de la Verdad entregó su Informe Final. Hoy, casi 2 años después, ¿cómo se puede calificar la comunicación de sus conclusiones y recomendaciones? ¿Usted qué lectura hace, tras haber analizado la situación de esos tres países?

FL: Yo pienso que la Comisión diseñó un modelo comunicativo interesante. No solamente el letrado, sino con imágenes, con video, con audio. Y hay muchas personas y muchas instituciones que están trabajando en la incorporación de esas conclusiones a las instituciones educativas, en lo que llamamos la pedagogía de la memoria. Porque si no se hace este trabajo pedagógico, es muy difícil que la sociedad colombiana asimile lo que pasó.

Yo hago un trabajo reciente comparado con España con la guerra civil española y la memoria del franquismo. Pues Colombia es una sociedad donde el conflicto armado no afectó las ciudades. Entonces, eso hace que una masa enorme de población permanezca al margen del conocimiento de lo que pasó porque no fueron tocados por la guerra. El conflicto colombiano ha sido un conflicto más localizado en los escenarios rurales, lo cual no significa que no tenga impacto sobre las zonas urbanas. Pero el impacto no fue como el de la guerra civil española, donde la población urbana tuvo que organizarse para defender Madrid, para defender Barcelona, para una guerra interna. Entonces en Colombia hay que desarrollar un trabajo pedagógico muy grande.

VA: ¿Es temprano para valorar si el informe de la Comisión de la Verdad cumple sus objetivos o hay que esperar más tiempo?

FL: Son informes demasiado largos y eso dificulta mucho su asimilación. La sociedad colombiana sigue viviendo nuevas violaciones a sus derechos humanos. Es decir que no hay un corte final. Es un poco nuestra tragedia: no hay cortes. Entonces esto nos meten nuevas necesidades de seguimiento por un lado a los procesos y nuevos procesos relacionados con víctimas, nuevas memorias de la devastación humanitaria.

Ahora eso habría que evaluarlo, pues el trabajo de la comisión fue grande. Y hay que evaluar su asimilación y digamos desde el punto de vista comunicativo fue muy innovador. El tipo de piezas comunicativas, el tipo de materiales que se produjeron allí. Facilitan un trabajo pedagógico.

Pero también quiero decir que eso no se puede asumir como la verdad revelada. Es decir, esos son materiales para la crítica, porque el riesgo de estas cátedras de paz y de reconciliación es que se vuelvan unas cátedras rígidas de supuestas verdades. Entonces yo creo que esos son materiales para la discusión que tienen que cotejarse con otras miradas.


VA: Guillermo Mastrini, en su capítulo sobre El Salvador, aborda el asunto del poder que mantienen los perpetradores en el posconflicto, el cual está relacionado con los procesos de reciclaje de violencia que padece Colombia. ¿Aquí podemos hablar de posconflicto?

FL: Colombia tiene una institucionalidad judicial importante que no la tiene El Salvador, que no la tiene Guatemala. Entonces yo creo que esa comparación es importante ahora que los perpetradores siguen teniendo un poder. A pesar de los procesos de verdad, el poder de los perpetradores sigue allí y eso lo hemos podido ver en el trabajo de campo en Montes de María, en San Jacinto, con el Clan del Golfo. Nos tocó vivir en mayo de 2022 el paro armado allí.

Con este retorno del conflicto, vuelven la inseguridad y las violaciones de los derechos humanos y los órdenes dictatoriales. Lo que tenemos son dictaduras. Hemos tenido dictaduras de distinto orden en medio de los 200 años de democracia y todos estos factores de orgullo institucionales.

VA: Sobre Perú, Mario Guerrero planteó una coincidencia entre la Comisión de la Verdad de Perú y la de Colombia: en ambos países fueron señaladas por sectores opositores de ser afines a los grupos armados, de ser parcializadas o que eran muy centralizadas. Y también propone que se debe pensar en cómo generar un impacto estructural de los informes a través de su comunicación sistemática desde las instituciones educativas. ¿Cómo lograrlo en Colombia donde Fecode, colegios y universidades han sido estigmatizados por tener supuestos nexos con grupos subversivos?

FL: Pues en Colombia siempre ha estado la estigmatización, ¿no? Ahí ha estado en el sindicalismo, en los partidos de izquierda y en el mundo de las ONG. Creo que en Colombia hay un capital intelectual, hay un capital educativo cultural que permite llevar esto (la pedagogía sobre los hallazgos de la Comisión de la Verdad) en bloque.

Es decir, al interior del movimiento magisterial ha habido muchas propuestas innovadoras que no pasan por Fecode, que ya no es lo que significó en los años ochenta con la revista de Educación y Cultura. Entonces tampoco podemos decir que se va a tomar un proceso de información en memoria oficialista. Yo no creo porque también dentro del magisterio hay colectivos innovadores, en las regiones y en las capitales.

Aquí lo que implica lacalidad de quienes participen en estas iniciativas como red de lugares de memoria, y colectivos pedagógicos, salones del nunca más. Es decir, aquí hay un movimiento también que yo diría que es muy vital.

Yo siempre he creído mucho en el movimiento de memorialización porque me parece que tiene independencia con respecto a las políticas de los gobiernos; porque tiene que ver con víctimas que han terminado empoderadas e impulsando procesos, con pocos recursos muchas veces, pero pues mucha decisión. Hay iniciativas como la Red de Lugares de Memoria salones del Nunca Más y colectivos pedagógicos.

VA: Los investigadores de la Comisión de la Verdad en Colombia tuvieron problemas para acceder a documentos de las Fuerzas Militares y otras entidades de seguridad del Estado. Situación similar sucedió en Guatemala, como lo refleja el capítulo de Juan Diego Restrepo. ¿Cuál es la importancia de que esos documentos, que permanecen clasificados por supuestas cuestiones de seguridad nacional, sean accesibles a la ciudadanía y a la sociedad? ¿Qué importancia tienen en la construcción de memoria histórica? ¿Por qué siempre se piden esos documentos y por qué siempre hay una traba que no permite que se liberen?

FL: Las Fuerzas Militares siempre han estado vinculadas al mantenimiento del statu quo, y por supuesto, han sido un actor del conflicto, así no les guste reconocerlo ni que los pongan en comparación con los actores ilegales. Indudablemente, ahí saldrían claves de lo que ha sido el país, su cultura política, el anticomunismo, el antiizquierdismo, la teoría del enemigo interno.

VA: Diferentes sectores consideran que el Informe Final de la Comisión de la Verdad no ha logrado llegar a la mayoría de la sociedad colombiana por su extensión o por la complejidad de los temas que aborda. ¿Usted considera que es así? ¿Y por qué la ficción y el documental cinematográfico, como lo plantea el capítulo de Felipe Neira, pueden ser formatos que rompan esas barreras?

FL: Sí, en general con este tipo de informes hay que hacer un esfuerzo pedagógico. Estos informes jamás van a llegar al grueso de la sociedad porque la gente no tiene la información necesaria, porque tiene prejuicios… generalmente, porque no están formados para asimilar esto.

Entonces hay que construir materiales divulgativos. Hay que construir historias en un sentido escueto y ameno; historias que cuenten lo que pasó, cosas que todos los colombianos deberían saber.

Por otro lado, los medios de comunicación se dedicaron a registrar masacres y en esa dinámica semanal de masacres también los hechos superaban la posibilidad de asimilar periodísticamente qué había pasado. El periodismo nunca contó qué era lo que pasaba. Se limitó a una lógica de registro de masacres y llegamos a un punto en que, si la masacre no era mayor de tres víctimas, no era noticia en las redacciones de los periódicos.

Entonces hay muchos factores que inciden en que la gente no se entere, incluso factores como que la gente quiere no inquietarse, la gente quiere vivir tranquila. La gente dice: “Yo no veo televisión porque yo no soporto esas noticias”.

Entonces es un panorama complejo. Nunca en ninguna sociedad, el grueso de los grupos sociales va a querer informarse sobre lo que pasó. Eso requiere de unos sectores de vanguardia, críticos. Requiere de elementos formativos de conocimiento de la historia, de tener argumentos para entender qué pasó. La sociedad no los tiene.