En esta segunda entrega se aborda la crisis humanitaria que vive este pueblo milenario nómada por cuenta del conflicto armado que aún no cesa y la victimización a la que los someten los grupos armados que operan en sus territorios ancestrales.
El caso más reciente de violencia contra los indígenas Nükak, registrado por los medios y del que se tenga memoria, es el de la retención y violación de una niña menor de 15 años, por ocho integrantes del Ejército de Colombia adscritos al Batallón de Infantería n.º 19 en la región de Charras, departamento del Guaviare. Pero este no es un caso aislado, ni es la única violación a los derechos humanos de la que han sido víctimas desde que entraron oficialmente en contacto con la población mayoritaria a finales de la década del ochenta.
La estridencia de las bombas del pasado reciente contrasta con el silencio de las víctimas del conflicto dentro del pueblo Nükak.
“Sí, el silencio y la prevención de los Nükak, una cosa como esta no es fácil de procesar para nadie, mucho menos cuando estás desprotegido, cuando se ha causado tanto dolor, pero si una cosa enseña la selva es la resiliencia, a nacer y morir, y los Nükak no son víctimas, son sobrevivientes y tenemos que protegerlos”, detalló la directora de la serie, Fabiola León Posada, al referirse a la afectación del conflicto sobre este pueblo indígena con 900 integrantes en riesgo de extinción.
Cada uno de los diez grupos territoriales Nükak, en su contacto con la población mayoritaria, enfrentó la enfermedad y el conflicto armado de manera diferente, pero para todos, un momento común fue vivido con la entrada del paramilitarismo en los años noventa y su confrontación con la extinta guerrilla de las Farc.
Estos nómadas milenarios conocieron el asedio constante de los grupos armados que han estado en el territorio, minas antipersonal sembradas en los caminos ancestrales, la confrontación armada, los bombardeos, el reclutamiento forzado, asesinatos selectivos, desaparición forzada, desplazamiento y confinamiento forzados, así como la violencia sexual contra sus niñas y mujeres. Había llegado a sus vidas la Maunidebu (la guerra) que los obligó a abandonar su territorio, sus usos y costumbres.
El desplazamiento al que se vieron obligados fue registrado por la Corte Constitucional en su Auto 004 de 2009 reflejando que entre los años 2002 y 2005 se dieron los éxodos masivos que hoy los tiene ubicados en 13 asentamientos fuera del territorio de su resguardo, sin las condiciones mínimas para la subsistencia.
Abocados a un sedentarismo forzoso en un espacio reducido, este pueblo de nómadas ve con tristeza cómo se limita su práctica de caminantes porque los armados, legales e ilegales, siguen restringiendo sus pasos cuando salen de pesca, cacería o a conseguir hierbas tradicionales para armonizar.
Su conocimiento de la selva despertó pasiones y odios por parte de los actores armados. Para reclutarlos, algunos los seducían con alimentos y bienes de consumo, otros acudieron al licor para engañarlos hasta verlos perdidos e indefensos y para otros fueron solo sus enemigos porque les llevaban ventaja en el saber de los caminos, los árboles e incluso la velocidad de los pasos.
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