A través de un voluminoso informe sobre la expulsión masiva de colombianos al exterior, el Centro Nacional de Memoria Histórica llama la atención sobre este fenómeno que afectó a millones de nacionales. VerdadAbierta.com habló con uno de los investigadores sobre los principales hallazgos y los desafíos que enfrenta el Estado para reparar a estas víctimas.
Como un hecho victimizante cometido de forma “masiva” y “generalizada” durante el conflicto armado interno, que dejó la mayor cantidad de colombianos afectados después del desplazamiento forzado, califica el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) el fenómeno del exilio que, de acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), afectó a más de medio millón de colombianos en 2007, cuando se registró la cifra más alta, y alcanzó los 311 mil en 2016, según el último reporte.
Pese a la dimensión del problema, el CNMH asegura que el “exilio permanece aún invisibilizado y es una de las grandes deudas en el esclarecimiento de la verdad del conflicto armado”, dado que son “pocas las iniciativas que han buscado esclarecer la lógica detrás de esta forma de violencia, visibilizar su magnitud y contribuir al proceso de reconstrucción de lo acontecido”.
Para empezar a solventar esa deuda que el Estado tiene con las víctimas, el Centro acaba de publicar su informe “Exilio colombiano. Huellas del conflicto armado más allá de las fronteras”, una investigación de 388 páginas que recientemente fue presentada en Cúcuta, Norte de Santander; Quito, Ecuador; y Ciudad de Panamá, Panamá. El texto será lanzado en Bogotá el próximo 20 de septiembre, en el Centro Cultural Gabriel García Márquez.
La investigación hace parte del proyecto “Agenda Exilio”, que el CNMH impulsa desde 2015 para abrir escenarios de diálogo con la población exiliada. Se trata de un primer acercamiento al fenómeno, cuyo principal objetivo es “contribuir al reconocimiento del exilio colombiano, desde las voces que lo conforman, como una forma de violencia, derivada de las más de cinco décadas de conflicto armado, persecución y violencia generalizada”.
Además de una aproximación conceptual e histórica al exilio, la investigación aborda tres casos relevantes: El del éxodo masivo de colombianos a través del Darién hacia Panamá (1996-2004); el del proceso de registro ampliado de refugiados colombianos en Ecuador (2008-2010); y el de las deportaciones y retornos masivos a Colombia desde Venezuela (2015). En esos países se encuentra la mayor cantidad de exiliados colombianos, de acuerdo con el CNMH, y los tres casos comparten las características de ser masivos, estar invisibles, tener su epicentro en territorios de frontera y marcar “un hito de protección en los países de acogida”.
Al respecto, el informe destaca que además de obligar a salir del país a dirigentes sociales y políticos, el conflicto armado expulsó masivamente hacia los países fronterizos a integrantes de comunidades étnicas y campesinas, “desconocidos en las esferas públicas y en las grandes ciudades”, pero comprometidos con la defensa de sus territorios. El subregistro de esa población es tal que, de acuerdo con la investigación, en el registro de la Unidad para las Víctimas sólo se han inscrito cerca de 20 mil personas, lo cual apenas representa el cuatro por ciento de los exiliados que llegó a contar Acnur a mediados de la década del 2000.
La ausencia de una definición sobre el exilio colombiano, de cifras consolidadas sobre su magnitud y de mayor información sobre sus impactos diferenciados llevó al CNMH a proponerle a la Comisión de la Verdad (CEV) reconocer e investigar a fondo ese fenómeno.
En ese sentido, le sugirió en el informe contribuir al esclarecimiento de la verdad sobre el exilio, reconocer sus efectos sobre las víctimas, coadyuvar al reconocimiento de los responsables y, en términos generales, “dar un paso para saldar una de las grandes deudas históricas del Estado colombiano al aceptar que el exilio es una forma de violencia que se inserta en la larga historia de la guerra”.
En diálogo con VerdadAbierta,com, Randolf Laverde, relator del informe, explica los principales hallazgos de la investigación.
VerdadAbierta.com (VA): ¿Cómo fue el proceso de elaboración del informe?
Randolf Laverde (RL): El Centro se dio cuenta de que ya había analizado el tema del desplazamiento y de otros hechos victimizantes, y de que existía el interrogante de qué pasaba con las personas que se habían ido del país por causa del conflicto armado. (Leer más en: ¿Cómo nos convertimos en una nación desplazada?)
En 2016 empezamos el trabajo con un piloto con población exiliada que había retornado al país; en 2017 hicimos trabajo de campo en Ecuador, Panamá y la frontera colombo-venezolana, teniendo en cuenta que allí está el grueso de la población exiliada a causa del conflicto; y en 2018 empezamos toda la fase de edición, proceso editorial y estrategia de apropiación social, que es devolverle los hallazgos a la gente que participó del informe.
VA: ¿Qué canales usó el CNMH para contactar a la población exiliada en esos países?
RL: Todo el informe fue un trabajo colaborativo muy grande, con instituciones, con organizaciones humanitarias que trabajan al otro lado de la frontera con población colombiana y con organizaciones de víctimas que se estaban gestando o llevaban mucho tiempo de estar conformadas. En Ecuador trabajamos con mesas de víctimas de todas las provincias; en Panamá, con una organización que se llama Sovic (S.O.S. Víctimas del conflicto armado colombiano); y en la frontera colombo venezolana, con la Asociación Deredez, que trabaja con población exiliada retornada.
VA: ¿Cuáles son los principales hallazgos del informe?
RL: En la reconstrucción de lo que ha pasado en estos 50 años de conflicto armado han estado ausentes las voces y las memorias de los exiliados. A pesar de que sobre el conflicto armado se ha escrito bastante, no hay nada sobre quiénes y por qué cruzaron las fronteras, dónde están, cuántos son, si tienen posibilidad de acceso a la protección internacional, si pueden regresar al país, cuáles son los desafíos de estar en el exterior. Hay muchas preguntas al respecto, por lo que con este informe lo único que pretendemos es dar un primer paso para que se genere un diálogo mucho más amplio y se avance en visibilizar el tema.
Encontramos, además, un asunto fundamental, y es que el exilio debe ser reconocido como una forma de violencia y como un hecho victimizante, con el fin de que las personas que han cruzado las fronteras puedan acceder a una medida de reparación por las afectaciones causadas por haber tenido que vivir forzadamente en el exterior.
VA: ¿Quiénes son las personas exiliadas?
RL: Los perfiles son muy variados. Sin embargo, podríamos clasificar a las víctimas en tres grupos, de acuerdo a las temporalidades: La primera oleada de exiliados, entre los años 60 y 70 (del siglo XX), se compone de personas que ejercían algún tipo de liderazgo en las izquierdas, sobre todo periodistas, académicos, políticos y personas pertenecientes a movimientos sociales, que fueron víctimas de persecuciones de tipo individual; hacia los años 80 y 90 hubo una expulsión muy fuerte, pero de manera masiva, en el marco de la guerra sucia; y hacia el 2000, con la degradación del conflicto, el posicionamiento de ciertos actores en la competencia por los lugares geoestratégicos y el aumento del narcotráfico fueron expulsadas las personas que estaban más cerca de las fronteras, por lo que Putumayo, el Andén Pacífico y el Urabá (antioqueño) se convirtieron en los lugares más expulsores.
VA: ¿Quiénes son los principales responsables del exilio colombiano?
RL: La función de este informe no era identificar a los responsables del exilio de la población colombiana. Es más, cuando se entrevista a las personas, muchas no son capaces de identificar al actor que ocasionó la afectación.
VA: ¿Cuáles son, entonces, los impactos que el exilio causa en las víctimas?
RL: Son muy variados. Por lo general, el acceso a protección internacional es muy complicado. Mientras a las personas les otorgan el estatus de refugiado pueden pasar 10 años, y entre tanto no tienen acceso a derechos. Además, hacia la población colombiana también ha existido mucha discriminación. De otro lado, las personas enfrentan un reto muy grande, y es que les toca vivir todos los duelos y las pérdidas fuera del país, en una extrema soledad, con la nostalgia de querer volver y con la condición de tener que hacer el proceso de reconciliación lejos de los suyos y fuera de sus territorios.
La mayoría de personas con las que hablamos nos contaron que transitaron por, al menos, tres momentos clave: cuando salieron del país sintieron mucho dolor porque el Estado no les había podido garantizar ningún derecho, entonces tenían rabia con Colombia. Después, empezaron a encontrarse con otros colombianos y a tejer redes de apoyo, y a hacer procesos de resiliencia y organización. Posteriormente, les surgieron muchos deseos de volver y de participar de los procesos en búsqueda de la paz que se han adelantado en el país.
VA: ¿Cómo ha sido la atención estatal que han recibido los exiliados colombianos en los países receptores?
RL: Los países vecinos, en alguna medida, han sido solidarios con el tema colombiano. Creería que el que más ha tenido desarrollos en cuanto a protección internacional es Ecuador, que tiene el concepto de la ciudadanía universal y la movilidad humana en la Constitución y ha hecho procesos de registro ampliado de colombianos. En el caso de Venezuela, los avances normativos no son tantos, pero se facilitó mucho el tema de la integración social. En cuanto a Panamá, es el más atrasado en términos de protección internacional, dado que se siguen manteniendo políticas que están vigentes desde los años 90 con el tema de la protección temporal humanitaria y no ha habido mayores desarrollos.
También en esos países ha habido mucho trabajo de organizaciones de iglesia y humanitarias, que han ayudado a hacer el puente entre las personas recién llegadas y la institucionalidad para poder acceder a la protección. Es decir, han contribuido a explicarle a la gente cuál es el procedimiento, ayudarle a preparar las entrevistas, presentarla ante las comisiones nacionales de refugio o las entidades competentes en el tema y, en general, acompañarla en todo el proceso.
VA: ¿Cómo evalúa el papel que ha jugado el Estado colombiano en la garantía de los derechos de la población exiliada?
RL: La institucionalidad colombiana ha venido haciendo avances. Por ejemplo, la Unidad para las Víctimas ha empezado un trabajo muy interesante, de desarrollar ese interrogante de qué pasó con toda la gente que cruzó las fronteras, como una apuesta por trabajar por las “víctimas en el exterior”. Esa es una iniciativa pertinente, pero que requiere de una infraestructura y de unos alcances mayores.
Hay otro desafío, y es frente al tema del retorno, porque las rutas o los protocolos son muy básicos y no responden a las demandas de la población exiliada. Por ahora no hay condiciones para retornar en condiciones de seguridad y dignidad, que es lo que demanda la población. Pese a que se ha ‘vendido’ un imaginario en el exterior sobre el tema de la paz con la desmovilización de las Farc, la gente que está afuera no quiere regresar porque no hay garantías en los territorios de donde fue expulsada.
VA: Teniendo en cuenta esas condiciones, ¿cómo se puede avanzar en la reparación?
RL: El primer paso es que el exilio se reconozca como un hecho victimizante o una forma de violencia. Segundo, los exiliados se preguntan por qué no se han tenido en cuenta sus historias y sus aportes en este proceso de construcción de paz que está adelantando Colombia, tanto para la Comisión de la Verdad como para la Jurisdicción Especial para la Paz. Las personas sienten que son colombianos de corazón, pero que dejaron de ser parte de la historia de Colombia: que ni las instituciones, ni las cifras, ni nada de lo que se publica sobre lo que pasa en el país, habla sobre las personas que están afuera. Con que se los invite a participar y se conozca la verdad sobre estos hechos, también se avanza.
Ahora, muchas veces se piensa que la población exiliada, igual que la población desplazada interna, está compuesta de personas que se quedan estáticas en el tiempo, que simplemente son beneficiarias de ayudas o que están esperando que les den beneficios. Pero la población exiliada, al igual que la población desplazada, se organiza, resiste, hace procesos de incidencia y contribuye a que mejore la situación de los colombianos. Esa situación también debe ser reconocida.
VA: ¿Qué aspectos del fenómeno del exilio quedaron pendientes para investigaciones futuras?
RL: Este es un paso pequeño que tuvo mucho trabajo, que queremos que sea lea, se controvierta, se discuta y pueda generar un diálogo. Nosotros apostamos por el lado humano y por la memoria, pero hay otros temas que quedan pendientes para que los puedan retomar otros investigadores: el exilio de las mujeres, los periodistas, las comunidades étnicas, las personas LGBTI. Es una invitación abierta para que a futuro se pueda ahondar en ciertas especificidades que son muy importantes.