“Los cocíamos con cáñamo para ponerlos en un ataúd”

      

Arbey Alvear huyó de Nariño por culpa de los paramilitares. Llegó a San Vicente del Caguán pero las cosas no salieron como esperaba.

ys arbeySegún el relato de Arbey, los paramilitares entraron a El Palmar (Nariño) luego de la llegada del Ejército. Foto: archivo Semana.

Hace aproximadamente 17 años el paramilitarismo, que se extendía en gran parte del país, llegó al caserío donde vivía con mi papá, mi mamá y mis dos hermanos. En El Palmar, en el municipio nariñense de Leiva, arrasaron con todos los líderes sociales.

Ubicación de la región del CatatumboArbey Alvear

Estábamos preocupados porque oíamos que había un grupo paramilitar que venía matando a 15 campesinos, luego a 20, que hacía masacres como las del Putumayo. Después, decían que había letrerosen tal parte que decían ‘Auc’. Ya en 2000 entró el auge del paramilitarismo por los caseríos La Villa Baja, La Cancha y El Campanario, a sólo media hora de mi casa.

Era la zozobra de cuándo vendrían hasta que llegó el día.

Los vimos actuar juntos a los del Ejército. Por encima del brazalete decía Ejército Nacional y por el otro lado decía Auc.

En esas, el Ejército entró primero al caserío y de repente desapareció. Luego llegaron los paramilitares y ni siquiera vi que confrontaran con la insurgencia. Uno creía que si llegaban, la insurgencia iba a resistir. Pero cuando entraron, la insurgencia se abrió.

Cualquier persona que trabajara por la comunidad se le catalogaba como auxiliador de la insurgencia. Mi padre también aparecía en la lista.

Él era presidente de trabajo de la junta entonces se encargaba de que la gente sí fuera a trabajar, que limpiara los caminos, la escuelita y ya por eso los paramilitares preguntaban por él.

Un día, como en 2003, aparecieron en mi casa. Eran más o menos las 8 de la mañana y estábamos desayunando. Dijeron que estaban buscando a Aníbal Alvear por auxiliar a la insurgencia. Mi papá respondió que él se llamaba José… José Zambrano. Ellos no lo conocían físicamente pero él sí era Aníbal. No lo reconocieron.

Luego, rodearon la casa y preguntaron por las armas. Mi papá respondió que no teníamos, que éramos campesinos que sólo trabajábamos el campo. Entraron y requisaron lo que había. Abrían los armarios, los cajones y todo lo que servía, se lo llevaban. Mi mamá tenía algunas joyas, anillos de oro, plata, cosas que uno tiene para uno… y todo se lo llevaron.

Después se fueron. Pero uno sabía que ellos quedaban por ahí. En vista de eso, mi papá decide sacarnos como sea porque no teníamos otra alternativa.

Dejar todas las cosas era muy difícil. Entonces mi papá se fue con mi mamá y mis dos hermanos a Balboa, Cauca. Pero decidieron dejar al mayor cuidando la casa, es decir a mí. Yo todavía era un chino pero me quedé.

En ese año viví los más desastrosos crímenes. Mataron a personas de la comunidad que uno conocía, líderes, muchachos que se llevaban porque hacían un desorden en alguna fiesta. Por eso los picaban.

Los mutilaron, les cortaron los brazos, la cabeza, todas las coyunturas y los enterraron. A muchos de ellos los sacamos y les dimos cristiana sepultura.

Después de un año mi papá definió que nos teníamos que ir juntos así dejáramos todo botado. Recogió la poca economía que teníamos y nos vinimos para San Vicente del Caguán. Dimos con la suerte de que teníamos un familiar que nos ayudó a entrar a la región de El Pato. Llegamos y empezamos de cero en un territorio que era montaña.  

Allá terminé mis estudios secundarios y la gente vio mi vocación de líder. Cuando me eligieron como presidente de junta de Perlas – Bajo Pato, mi mamá me pidió que no me metiera en ese cuento por lo que le había pasado a mi papá y más en este nuevo territorio que es estigmatizado, de confrontación agudizada entre la Fuerza Pública y la insurgencia.

Pero les dije que había que hacerle para buscar el desarrollo de la vereda, ayudas institucionales y que el Estado invierta en esas zonas.

Ahí duré tres años y luego pasé a ser miembro de la Asociación Ambiental de El Bajo Pato. Ahora soy presidente de Uníos (Unión de Organizaciones Sociales, Campesinas, Ambientales y de Derechos Humanos de San Vicente del Caguán).

Masacre en El PalmarEn el mismo lugar del que huyeron Arbey y su familia, las bandas criminales ejecutaron una masacre en 2007. Foto: archivo Semana.

Después de uno vivir lo que ha vivido, se pregunta hasta dónde es capaz la humanidad de perder el respeto total por la vida.

Me di cuenta que acá se vive el segundo Vietnam. A diario la confrontación, hostigamientos, el Ejército con sus bombardeos, he visto militares mutilados por las minas quiebrapatas y guerrilleros muertos… Pues me salí de las brasas para caer al fuego.

A veces las bombas que tira el Ejército en El Pato no explotan. Es como una papaya grande, gordita en el centro y arriba más delgada. Los niños se suben en ella como montando a caballo.

Claro que cuando sí explotan, uno se aterra por el cráter tan grande que deja. Una bomba de 500 libras deja huecos como de una hectárea. Es como si se cortaran todos los árboles con una sierra, queda como para hacer un lago y crecer peces.

Después de haber vivido todo eso, veo que ahora tenemos una oportunidad histórica de poder pasar esa página dolorosa. Es el momento de que haya una profundización en la democracia, para no tener temor a pensar diferente.

Yo sobreviví al conflicto es un proyecto de periodismo testimonial y participativo que le da continuidad a las Rutas del Conflicto, proyecto de Verdad Abierta y el Centro Nacional de Memoria Histórica, y que busca que las víctimas cuenten su propia historia sobre hechos poco visibles. Usted puede mandar su testimonio a Tu memoria cuenta www.rutasdelconflicto.com o al correo verdadabierta@gmail.com

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