Así se refiere este director sobre su primera película de ficción titulada “Tantas Almas”, una cinta que aborda la necesidad de un padre por encontrar a sus dos hijos, retenidos y desaparecidos por paramilitares. Una historia que refleja la realidad de este atroz crimen, que dejó por lo menos 120 mil víctimas en varias décadas de confrontación armada.

“Es alto y moreno”, dice José mientras rasga el suelo del pequeño cementerio del pueblo bajo una noche oscura en busca de su hijo Ovidio, retenido por un grupo armado una semana atrás. Llegó hasta este camposanto tras escarbar en las brechas de las riberas del río por días enteros, donde encontró el cuerpo de Rafael, su otro hijo, pero le faltaba uno y no escatimaba esfuerzos para hallarlo. “A él le gustaban las naranjas”, recuerda, sin dejar de cavar una de las tumbas.

Esta dramática escena hace parte de la película “Tantas Almas”, del director colombo-belga Nicolás Rincón Gille (Bogotá, 1973). Es su primer largometraje de ficción después de trasegar por el cine documental durante más de diez años. La cinta se estrenó el pasado jueves en las salas de Cine Colombia y tuvo una función especial este viernes en el Museo de Arte Moderno, de Medellín.

“La película es sobre un padre que está buscando a sus hijos porque no le gusta esa idea de que queden vagando como almas por allí”, detalla Rincón al describir su nuevo trabajo fílmico. “Esas almas son las ausencias de todos los desaparecidos y que nos están pesando a todos”.

Y las cifras le dan la razón a Rincón de esa tragedia nacional: de acuerdo con la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas (UBPD), en el país hay registros de por lo menos 120 mil desaparecidos con ocasión del conflicto armado colombiano. (Leer más en: Colombia, un país de desaparición forzada sin fin)

José, personificado por José Arley de Jesús Carvallido Lobo, un pescador de la región del sur de Bolívar, es la viva imagen de la de miles de personas en el país que se enfrentaron al crimen de la desaparición forzada y que aún continúan buscando a sus parientes en cementerios, montañas, selvas y ríos.

La historia comienza una noche de julio de 2002, cuando un comando paramilitar retiene a varios jóvenes, entre ellos a Rafael y Dionisio, los dos hijos de José, sin una justificación aparente, más allá de estar en “una lista negra”.

José llega a su rancho al amanecer, después de una de sus faenas de pesca, y tras llamarlos intensamente de un matorral sale su hija, Carmen, y le cuenta, entre lágrimas, que “se los llevaron”. A partir de ese momento comienza una intensa búsqueda a lo largo y ancho del río que lo lleva, incluso, a un campamento paramilitar.

La película, coproducida por Brasil, Bélgica, Colombia y Francia, se gestó once años atrás, cuando Rincón conoció la historia por boca de campesinos del sur de Bolívar; se comenzó a rodar en 2018 y concluyó en 2019, pero la pandemia generada por la expansión del virus Covid-19 obligó a postergar su exhibición en el país.

Esta cinta se filmó en el municipio de Simití, departamento de Bolívar, una región que, en el pasado, fue golpeada con fuerza. Cifras del Registro Único de Victimas a corte del 31 de agosto de 2021 establecen que en esta población fueron reconocidas 21.076 víctimas, destacándose el desplazamiento forzado como uno de los hechos que generó mayores afectaciones.

La región era bastante conocida por este director pues allí realizó el documental “Los abrazos del río” (2010), que retrató la violencia que azotó esa parte del país y que hace parte de la trilogía “Campo Hablado”, compuesta, además, por “En lo escondido” (2008) y “Noche herida” (2017)

VerdadAbierta.com conversó en la capital antioqueña con el director de “Tantas Almas” para conocer los entretelones de su primera película de ficción y las intenciones de su propuesta narrativa, cargada de dolor, tensión, ansiedad y valentía de un padre en busca de sus dos hijos.

El valor de la persistencia

Foto: Juan Diego Restrepo E.

VerdadAbierta.com (VA): En esencia, ¿cuál es la idea central de la película?

Nicolás Rincón Gille (NRG): La idea central es preguntarse por qué alguien hace lo que hace: ¿por qué José hace eso? ¿Por qué va a confrontar a los ejércitos paramilitares? Y además en un río que es extenso y donde es casi imposible encontrar los cuerpos. ¿Cuál es el motor de un personaje que no es heroico, tampoco es valiente? Y preguntarse por la figura de ese padre que no le gusta que queden vagando esas almas por allí.

La idea de “Tantas Almas” es que esas almas son las ausencias de todos los desaparecidos y que nos están pesando a todos y que el padre quiere que no queden errando por ahí.

VA: ¿Es la mirada sobre un padre víctima?

NRG: Algo que me marca como cineasta es esa separación que se ha venido haciendo en Colombia con la figura de las víctimas, que se cree que son como un segmento de la población, cuando esa violencia nos pudo haber caído a cualquiera de nosotros, entonces lo primero que me toca y me cuestiona es que en esta sociedad tan clasista se diga “que estaban haciendo algo malo” o porque son campesinos, siempre hay una razón u otra, que es muy funcional.

Cuando estás en los territorios donde he estado, entiendes que es una violencia que se quiere llevar a todo el mundo, sin distinción, para imponer cierto orden.

VA: En esta película, el río es una figura protagónica, ¿por qué?

NRG: El río para mí es una figura normalmente de vida, de gozo, te nutre, te baña…

VA: Pero en Colombia son ríos de muerte…

NRG: Sí, aquí el río es completamente distinto, pero es como esa pelea: a pesar de que los ríos hayan sido como destinados a la muerte, la gente sigue viviendo allí. Y eso es lo que siempre me ha llamado la atención: ¿cómo diablos, a pesar de toda esta sistematicidad de la violencia, sigue construyendo posibilidades de vida?

VA: ¿De dónde surge la idea de hacer esta película?

NRG: Yo hice “Los abrazos del río”, que es un documental sobre el río Magdalena, y en algún momento recorrí el Magdalena Medio y cuando, con la ayuda de asociaciones como la Organización Femenina Popular, les propuse que quería escuchar relatos de personas que habían sufrido esta violencia, todas fueron mujeres, madres, hermanas, y en un momento, como era un ejercicio de memoria, comenzaron a decir “yo quiero participar”, “quiero testimoniar”. Y comencé a recoger estos testimonios.

En uno de esos momentos, alguien me contó la historia que da lugar a “Tantas Almas”: un papá que busca a sus dos hijos. Y a mí me pareció increíble. ¿Cómo hace alguien para hacer lo que hace, de dónde viene esa fuerza?

VA: ¿Es la necesidad del duelo?

NRG: La necesidad del duelo es algo que está muy presente en nuestra sociedad. No estar tranquilos porque no se sabe dónde están las personas, esas almas están vagando por ahí, entonces es algo que no se ha cerrado, y no se va a cerrar durante toda la vida, es un hueco muy grande y la gente no logra completamente restablecerse del dolor; y hay una idea de justicia que no viene. Eso me parece muy inquietante. Esa figura del duelo tiene que ser colectiva, no es únicamente de las familias, sino del barrio, el pueblo, la ciudad y del país.

VA: Una vez escuchada la historia inicial en 2010 en el Magdalena Medio, ¿qué proceso se desató?

NRG: Lo que quería, sobre todo, era crear esas sensaciones de vacío, de miedo, de silencio y la determinación del padre.

VA: Sus documentales anteriores son de 2008, 2010 y 2017. Y ahora viene la película, en 2019. ¿Qué ha cambiado en más de diez años de trabajo? ¿Ve algún cambio en la narrativa de las víctimas?

NRG: Sí. Desde el cine ya no hay esa utilización del testimonio de la víctima como otro, sino que hay propuestas que vienen más desde ellas mismas, que es lo que a mí me interesa. También siento que cuando rodamos “Tantas Almas” en el 2018 había un clima más positivo porque estaba el Acuerdo de Paz, había la esperanza de que la sociedad fuese hacia otro lugar; incluso, cuando la película iba salir a salas el año pasado, se hablaba mucho de una película del posconflicto.

VA: ¿Y esa clasificación le gustaba?

NRG: Pues yo decía que si ya se cerró, entonces vamos para otro lado, había un optimismo de todos los sectores. Pero hoy en día ya no se dice posconflicto porque estamos todavía en ese conflicto; la historia se repite, lo vimos en el río Cauca de nuevo, con cuerpos en el río. Es un circulo que no hemos podido cerrar, pero creo que es más claro para nosotros quiénes quieren que eso no se cierre.

La fuerza del testigo

Foto: cortesía Medio de Contención Producciones.

VA: A José lo encarna José Arley de Jesús Carvallido Lobo, un actor natural. ¿Qué encontró en él y en todos los que participan de la película que no tiene un actor profesional?

NRG: La vivencia que ellos tienen de todos estos temas está impregnada en sus cuerpos, en sus gestos, sus miradas, y es algo que yo, desde afuera, no podría fabricar. Arley viene de un lugar que sufrió mucha violencia paramilitar, casi le desaparecen a una de sus hijas y a uno de sus hijos. En su actuación ya hay mucho de veracidad: él sabe qué significa una mirada; qué significa la presencia de alguien que no conoce; y a partir de esos elementos que son muy presentes, construimos los personajes.

VA: En algunas entrevistas usted rescata el valor de la palabra.  ¿Acaso eso le viene de su padre, formado en Antropología?

NRG: Sí, y también de la experiencia de cada película, que las he hecho después de un trabajo de campo. Me he dado cuenta que la palabra articula muchas cosas; después de que las familias sufren estas violencias, la palabra es lo que les queda para tratar de encontrar razones para buscar justicia, sobre todo para tratar que la persona que te escucha esté tocada por lo que sucede.

VA: En “Tantas Almas” el silencio tiene un fuerte peso narrativo.

NRG: Hay silencios, y sobre todo masculinos. Es algo que descubrí con el trabajo de campo: cuando la violencia sucede las cuentan son las mujeres, que no tienen miedo a expresar su dolor y su tristeza.

En este juego de rememorar no es fácil para la mayoría de nosotros, los hombres; no logran como articular la palabra, la palabra se corta, y lo que les queda es el silencio porque no pueden decir abiertamente qué es lo que piensan porque pueden ser de nuevo víctimas de otra violencia. Hay un juego con la palabra y el silencio.

VA: ¿Por qué cree que la mujer es más palabra y el hombre más silencio?

NRG: Todo eso viene de la experiencia. Había momentos en los que había una pareja a la que le habían desaparecido el hijo y el padre no quería que su esposa dijese todo eso porque era rememorar el dolor, y la madre me decía: “Pero si ya me arrancaron el hijo a qué más le puedo temer… Mi deber es dar testimonio y rememorar a mi hijo en la palabra”.

VA: Se deduce entonces que las mujeres con más valientes que los hombres

NRG: Es otro tipo de valentía. La valentía masculina es física, pero la valentía de las mujeres es mucho más cotidiana y no es física, no son los golpes, es confrontar. De hecho, he escuchado muchos testimonios de mujeres que han confrontado a sus victimarios con la palabra, lo intimidan argumentando. Un hombre pierde fácilmente los estribos.

VA: ¿Qué papel juega el Estado en la película? ¿Está explicito?

NRG: No lo hice de manera que el espectador entienda todo, pero hay unos signos muy claros, hay una jerarquía, y eso está diseminado en toda la película. Hay un juego entre quién es el paramilitar, quién es el político, cuál es la institucionalidad. Pero esto siempre sucede en un Estado que se hace invisible. Es un juego de ausencias y otras presencias que están muy conectadas con la política.

Inquietar al espectador

Foto: cortesía Medio de Contención Producciones.

VA: ¿Qué debates les plantea la película a los espectadores?

NRG: Hacer sentir al espectador lo que significa una desaparición en la vida de alguien, la imposibilidad de aceptar eso, y la búsqueda de justicia, pero no de manera global, sino simplemente por qué diablos a alguien le arrancan un hijo y qué hace con eso. Es clave en nuestra sociedad romper esas fronteras entre las víctimas y las no víctimas, y decir esto nos sucede a todos, y el espectador tiene que hacer este viaje, es un viaje muy emotivo, en el que uno se va a impregnar del otro.

VA: ¿”Tantas almas” es la película de un activista?

NRG:  Hay una frase que para mí es clave: yo quiero hacer películas políticas, no quiero hacer políticamente películas. Quiero influir en la pregunta por el otro en el proceso de fabricación de la película, trabajar con actores naturales, plantear que esta película se hizo en Simití, sur de Bolívar, que sufrió la violencia, y plantearle a la población que participar en esta película puede ser algo catártico.

VA: ¿Y lo fue?

NRG: Lo fue. Aunque no se ha exhibido en Simití, pero en los créditos de la película, que duran mucho, se van a ver. Esperamos presentarla allá a finales de noviembre. Se había hecho todo para mostrarla en abril del año pasado, pero no se pudo por la pandemia.

VA: Esta película ha sido premiada en el Festival de Cine de Marruecos (2020) y altamente valorada en festivales realizados en Francia, Italia, Noruega y Holanda. ¿Por qué ha tenido tanta acogida ante la crítica internacional?

NRG: Lo que me han dicho es que acceden a una problemática que es colombiana, pero no necesitan saber todo porque la gente se pierde entre quiénes son los paramilitares, el rol del Ejército, pero pueden sentir el terror, el miedo, y la determinación de un padre, que es una figura universal. A través de esa figura emotiva, logran entender muchas cosas, la articulación entre lo político, los políticos y la violencia, pero no de manera explícita, sino muy visual.

VA: ¿Cómo atraer la gente para que vea la película y rompa la idea de que es otra película más sobre la violencia y se sensibilice frente a la desaparición forzada?

NRG: El embajador de Alemania en Colombia (Peter Ptassek) la vio y me dijo algo que me parecía muy fuerte, me dijo: “Yo sé todo eso, pero no lo había sentido así”. El cine es una expresión de sensaciones, que el espectador pueda venir a sentir lo que esto implica sin que esté apabullado. La idea no es que salga totalmente destrozado, pero que esté confrontado con emociones fuertes por un hombre determinado, por un padre, que no es el típico mandón, sino un padre más frágil, y toda esta cadena de solidaridad que la película postula.

VA: ¿Por qué cambiar la figura patriarcal? ¿Por qué la vuelve un sujeto sensible?

NRG: Porque estamos jodidos por esa figura y que creo que esta sociedad patriarcal está mandada a recoger. Ver un padre que llora, que sufre, que se abraza con otro hombre, me parece que son clave. Mi experiencia es que un padre dominador, domina y apabulla, puede destrozar a sus hijos, pero la mayoría de relaciones no creo que sean de ese tipo.

VA: ¿Es una película que le aporta a la memoria?

NRG: Yo espero que sí, y que le aporte a la memoria no con datos, sino con una sensibilidad a partir de la experiencia del desaparecimiento y lo que significa buscar a alguien.