Entre 1994 y 1996, Urabá vivió una ola de violencia que dejó más de un centenar de muertos en medio de la guerra entre las Farc y sus antiguos aliados del Epl. Un sobreviviente de la masacre de Osaka, perpetrada en Carepa en febrero de 1996, cuenta cómo escapó a la matanza en la que murió su esposa.
“Antes de que ocurriera la masacre vivíamos en Apartadó en una invasión conocida como La Chinita. Nuestro hogar era un rancho que hasta ese momento estábamos comenzando a construir. Mi señora tenía un hijo de 13 años que no era mío, pero igual estaba con nosotros. Los dos nos dedicábamos a trabajar en la finca bananera Osaka, en donde se cultiva y arregla el banano para la exportación. Trabajábamos en la parte de la empacadora, donde se procesa el banano, se hace el lavado, la clasificación de los ‘dedos’ buenos y después se empaca. Ya para esa época las masacres y muertes eran muy comunes acá en estos sitios.
El día en que ocurrió la masacre madrugamos como siempre a nuestro sitio de trabajo. Cogimos el bus que transportaba a los empleados y antes de llegar a la finca, a eso de unos 100 metros nos salieron unos encapuchados. Yo creo que ellos ya habían analizado la vía porque preciso nos pararon en una parte en la que estaba llena de huecos y el carro no tenía forma de acelerar. Cuando nos pararon, se subieron dos hombres y nos hicieron bajar y hacer una fila, luego empezaron a sacar gente al azar, preguntándoles por lo que hacían en la finca. Muchos de los que estábamos ahí hacíamos la parte de embolse, amarre, lavado, clasificación y selección del banano.
Entre los que sacaron estaba un muchacho que siempre nos decía que si alguna vez a él lo cogían no se iba a dejar amarrar ni que lo acostaran boca abajo, porque sabía que luego lo mataban. Cuando sacaron al muchacho lo mandaron a acostarse y en un momentico de descuido, que el guerrillero dio la vuelta para sacar más gente, comenzó a correr y entonces empezaron a disparar para todas partes.
Cuando toqué a mi esposa ya no se movía ni respiraba. Después me di cuenta que los guerrilleros se estaban acercando a la parte donde nosotros nosencontrábamos, en ese momento intenté pararme para salir corriendo. Cuando traté de ponerme de pie, no podía, no sentí las piernas, la única solución que encontré fue gatear hasta un canal lleno de lodo que estaba cerca, que es como una especie de desagüe. Afortunadamente eso estaba lleno de barro y varios compañeros pudimos escondernos bien. Cuando los señores vieron que no había personas corriendo empezaron a disparar a todos lados, ahí cayeron también otros.
Un amigo que estaba escondido debajo del bus, apenas vio que los guerrilleros se fueron, salió y comenzó a gritar por si había gente que estuviera viva, para que salíeramos:
– Muchachos ya se fueron, ya se fueron, ¡vámonos!
En ese instante, salí rápido al rancho porque el hijo de la difunta estaba solo en la casa y quería acompañarlo, ya me imaginaba lo duro que le iba a dar la noticia de la muerte de su mamá. Cuando me fui, al momentico llegaron las autoridades al lugar de la masacre, ya como todos nos habíamos ido no pudimos decirles los nombres de los fallecidos. Ahí fue que le colocaron el nombre equivocado a mi señora, por esa razón es que no he podido completar la documentación que me solicitan para la reparación.
Después de la masacre me quedé unos días en Carepa para todo el proceso de velación. Luego, la llevé por petición de su mamá a Cordobitas, Córdoba, su pueblo natal. Nos fuimos para allá y la mamá de mi esposa me pidió que me quedara a trabajar allá porque si me devolvía podía correr la misma suerte. Pero la verdad no me amañé, extrañaba a mi familia, que estaba en Apartadó y mi fuente de empleo allá no era muy bueno.
Actualmente estoy viviendo en la casa de mi mamá. Me ha acogido muy bien. Lo irónico es que 20 años después, todavía estoy trabajando en la misma finca. Para mí, sigue siendo bastante duro porque siempre paso por ahí y recuerdo ese momento, ese día no se puede olvidar”.
*No se publica el nombre del joven por razones de seguridad
Conocer más sobre estos hechos, vea el especial de Rutas del Conflicto
Yo sobreviví al conflicto es un proyecto de periodismo testimonial y participativo que le da continuidad a las Rutas del Conflicto, proyecto de Verdad Abierta y el Centro Nacional de Memoria Histórica, y que busca que las víctimas cuenten su propia historia sobre hechos poco visibles. Usted puede mandar su testimonio a Tu memoria cuenta www.rutasdelconflicto.com o al correo verdadabierta@gmail.com.
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