Durante más de 20 años, Omar García Angulo trabajó para la Empresa de Energía de Cundinamarca, donde se destacó como un activo sindicalista hasta que el 16 de agosto de 2001 sicarios terminaron con la vida de una de sus compañeras y por poco también acaban con su vida. Este es su testimonio.
“El 12 de agosto de 1991 ingresé a trabajar a la Compañía de Electricidad y Gas (Celgac) o como comúnmente se le conocía, Electrificadora de Cundinamarca, la cual, años más adelante, se llamó Empresa de Energía de Cundinamarca. Pasaron varios gerentes por la empresa hasta que llegó la administración del señor Hernán Troncozo Lozano, quien nombró a discreción varios administradores en los diferentes distritos o zonas del departamento.
Yo trabajaba específicamente en Fusagasuga, en la zona del Sumapaz, donde llegó, proveniente de Pereira, un ingeniero que generó malestar entre los trabajadores y más con aquellos que participábamos activamente de la subdirectiva del sindicato Sintraelecol de Bogotá.
A su llegada, el nuevo administrador aseveró: “vengo a acabar con todos los sindicalistas de esta zona así me toque hacerlos matar”, frase que nos tomó por sorpresa, pues si bien es sabido que el sindicalismo en Colombia no ha sido bienvenido no era para que la amenaza fuera de esa manera. Durante ese tiempo siempre hubo muchos inconvenientes y problemas, hasta llegar a negar los permisos, inclusive, de citas medicas.
El nuevo administrador organizó a los trabajadores que no estaban en el sindicato para inventarse cosas de los que sí lo estábamos, contribuyendo de esa manera a generar un mal ambiente laboral que terminó en una arremetida contra nuestros derechos laborales. Denunciamos ante las autoridades, el Ministerio de Trabajo, Fiscalía, juzgados, sindicatos, sin que se ejecutara alguna acción a favor.
Las palabras del ingeniero se cumplieron. Después de varias amenazas en contra de mi vida, la de varios compañeros y mi propia familia, el día 16 de agosto de 2001, saliendo de la jornada laboral, a las 5 y 30 de la tarde, nos intercepta una moto idéntica a la que utilizaban los sicarios de Pablo Escobar y sin mediar palabra el parrillero salta de la moto en movimiento y dispara en ráfaga contra la compañera Doris Núñez Lozano y luego contra mí. Por los impactos, la compañera cae al suelo sin vida; a mí me propinaron tres disparos que me causaron daños en el hígado, el pulmón derecho y la arteria aorta. Estuve 43 días en cuidados intensivos y me dieron una incapacidad laboral de 18 meses.
Cuando terminó la incapacidad y quise reintegrarme al trabajo, la administración se rehusó a reubicarme; por el contrario, se abrieron en mi contra varias investigaciones para expulsarme de la empresa. Fue gracias al entonces Presidente del Sindicato que se elevó la queja ante Angelino Garzón, en ese entonces Ministro de Trabajo, quien ordenó mi reubicación y, además, solicitó asilo por mi seguridad. Sin embargo, la administración se seguía rehusando y de nuevo empezaron las amenazas y las intimidaciones. Finalmente pude viajar a Chile, el único país que accedió acogerme, en calidad de exiliado, allí estuve un año.
Al regreso al país me encontré con que no había prosperado mi reubicación y regresé al mismo puesto de trabajo ya con una nueva administración porque la empresa había sido vendida a Codensa. Para pesadilla mía me encontré con una administración peor que la anterior, me exigió que retirara todas las demandas en contra de la empresa o no podría seguir en el cargo. Ya era imposible seguir sin ningún apoyo ni por parte del sindicato y menos de las autoridades.
Para obtener algún beneficio, la administración insistía en que tenía que retirar todas las demandas o no me iban a indemnizar. Durante un año no quise aceptar la propuesta hasta que de nuevo me presentaron un plan, que siempre atentaba en mi contra. Finamente, el proceso por el asesinato de mi compañera y mi intento de homicidio se cerró por falta de pruebas, fue para locos leer el fallo del Contencioso Administrativo de Cundinamarca.
En ese momento las directivas accedieron a darme ‘mocos’ ´por 20 años de servicio. La muerte de Doris Núñez Lozano quedó impune, nunca hubo reparación, mi afectación aún continua y no fuimos escuchados por ninguna autoridad.
Mi caso lo puse en conocimiento del Presidente de la Republica, Juan Manuel Santos, y su Vicepresidente, para este entonces Angelino Garzon, quienes me salen con evasivas porque no les interesa mi historia. Solo pido justicia y reparación por todos los daños causados, no solo económicos sino morales y sicosociales”.
Esta victima relató su historia al proyecto Rutas del Conflicto usando la herramienta Tu memoria cuenta.
Yo sobreviví al conflicto es un proyecto de periodismo testimonial y participativo que le da continuidad a las Rutas del Conflicto, proyecto de Verdad Abierta y el Centro Nacional de Memoria Histórica, y que busca que las víctimas cuenten su propia historia sobre hechos poco visibles. Usted puede mandar su testimonio a Tu memoria cuenta www.rutasdelconflicto.com o al correo electrónico verdadabierta@gmail.com.
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